The Spider nº04

Título: Camino del Sur
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Jose Baixauli
Publicado en: Mayo 2013

¡¡Continua la lucha contra el crimen de The Spider!! Richard Wentworth, el vigilante conocido como Spider, decide como contraatacar contra sus enemigos ¡Y nada podrá detenerlo!
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger


Richard Wentworth golpeó con fuerza el escritorio. Stanley Kirkpatrick, comisario de policía, observaba a su amigo. Pocas veces le había visto tan alterado.

-¡Niños, Stanley! ¡Decapitados! ¡¿Acaso vas a permitir que el fiscal Armstrong siga impidiéndote hacer tu trabajo?!

-¡El departamento está prácticamente colapsado, Richard! No se si te has enterado de que ha habido una fuga carcelaria masiva. Varios vigilantes enmascarados están implicados. ¡Dicen que incluso se vio una extraña nave voladora y soldados con uniforme alemán! -Wentworth parpadeó, impresionado, pero no dejó que su amigo cambiara de tema.

-También han muerto policías. Buenos hombres cumpliendo su deber.

-estoy atado de pies y manos. Se que tienes amigos en la prensa, así que esto que te voy a decir es por tu propio bien y espero que no lo divulgues. -Kirkpatrick se apretó el mentón, casi como si quisiera arrancárselo para no desvelar lo que iba a decir.

>>El FBI está investigando al fiscal. Te lo digo como amigo: Mantente alejado de este caso.

>>Oficialmente sigues siendo el máximo sospechoso de ser The Spider. Y ese criminal está implicado en este caso. Ve a tu casa, disfruta de la compañía de Nita y olvídate de todo esto.

A la mención de Nita, Richard enmudeció, recordando lo visto apenas una hora antes. ¿Que hacia ella allí? ¡No, no podía ser! Rogó que su peor temor no fuer cierto y se viera obligado a marcarla con su terrible sello.

Sin decir nada, abandonó el despacho y la comisaría y regresó a su casa caminando, necesitaba pensar, ser más racional que nunca. Pero aquella imagen, su amada cabalgando junto a un malvado... ¡No! se negaba a creerlo, pero no podía dejar de considerar tal posibilidad.

Apenas llegó a su hogar acudió a su violín, esperando liberar así el tormento de su alma. ¡Dos! ¡Solo dos vidas habrían podido salvar! Y esa visión clavada en su memoria como un hierro al rojo... Las notas surgían violentas y salvajes, casi sin armonía. Cuando acabó, al menos sabía lo que debía hacer. Y lo haría. Aunque le costara la vida.

Habló con Jenkins. Cuando el viejo mayordomo le comentó que Nita no volvería para cenar añadió:

-Jackson la llevó a algún lugar, pero desconozco cual, amo Richard.

 -Llama a Jackson. ¡Que venga de inmediato!

Según su chofer, había llevado a Nita hasta su apartamento. Había estado esperando más o menos media hora hasta que ella misma le dijo que podía regresar sin ella.

-Dijo que esperaba una visita importante y que después tenía un compromiso al que podía acudir ella misma. Supuse que se trataba de algo relacionado con esos Hijos de Lee y no insistí. Regresé aquí y he estado en mi puesto desde entonces.

-¿Nada más?

-Si. Ram Singh volvió. Me dijo que le avisara de que había descubierto algo acerca de lo que le había encargado. Volvió a marcharse diciendo que tenia que hacer una última visita.

Wentworth tamborileó sobre el brazo de su sillón y suspiró. Miró el vaso de licor que no había tocado. Su gesto se endureció. Buscar falso olvido en el fondo de una botella no era propio de él. Se levantó y miró fijamente a su chofer. Cuando habló, su tono era firme y decidido.

-Llévame hasta el apartamento de Nita. Después vuelve y espera a Ram Singh. Condúcele de vuelta hasta el apartamento. Luego ve hasta el laboratorio del Doctor Brownlee. Dile que necesito granadas cegadoras, como las que usé contra el Recaudador. Recógelas y tráelas aquí. ¿Entendido? -Jackson asintió, obedeciendo de inmediato.

No le fue difícil entrar en el apartamento de Nita. Después de todo, tenia copia de las llaves y el portero le conocía. Este era un hombre mayor, que se había librado de servir en las trincheras por su escasa forma física.

-¡Señor Wentworth! No esperaba volver a verle tan pronto. ¿Se ha cancelado esa fiesta? -se esforzó por no sorprenderse. Era evidente que Nita le había dicho algo. ¿Como podía averiguarlo sin desvelar que no sabia a que se refería? Por suerte, el hombre, como buen portero, combatía el aburrimiento hablando y mencionando rumore varios. Antes de que le pudiera contestar, se rascó el cuello y continuó hablando como si sus palabras crecieran de importancia.

>>No se si debo decir esto, pero... bueno, ella dijo que usted la esperaba en el club.

-¿Que ocurre? -Wentworth no necesitó fingir interés. La preocupación que dejaba ver su rostro era real y sin adulterar.- ¿Acaso le ocurrió algo a Nita?

-¡No por dios! -se escandalizó el otro-. Cuando salió estuvo esperando hasta que la recogieron. Pero me extrañó que no fuera usted. -El hombre retrocedió intimidado. Sin darse cuenta, Wentworth se había acercado hasta casi rozarle. El portero carraspeó.

>>Todo lo que pude ver fue a un hombre rubio, bien parecido, que vestía un traje blanco y llevaba corbata de lazo. Me recordó a esos cuadros de la Guerra de Secesión con los dueños de las plantaciones del Sur. ¿Le ocurre algo a la señorita Van Sloan?

Richard Wentworth trató de recuperar la compostura. Inspiró profundamente antes de responder:

-No, no se preocupe. Se le ha olvidado una parte importante de su atuendo y he venido a recogerlo. Eso es todo. Buenos días, señor Perkins.

Mientras subía, sintió de nuevo los agudos aguijones de la angustia y la preocupación. Se encontraba en la ignorancia más absoluta acerca de la identidad del general de los Hijos de Lee y lo sucedido con su amada Nita no le ayudaba a pensar con claridad. Si se veía en la situación de tener que elegir entre la Justicia y la dulce Nita... No sabia cual podía ser su propia elección.

Todo lo que tenia claro es que Nita había decidido actuar por su cuenta con la indudable intención de ayudarle.

Observó con atención el interior de la vivienda. El salón contenía un sofá, una gran radio, la enorme cesta en la que dormía Apollo... Todo parecía estar en orden y en su sitio correspondiente.

No. Un momento. No sabía que era, pero había algo fuera de lugar. Con un considerable esfuerzo logró serenarse y fue percibiendo esos pequeños detalles que le indicaban que alguien había entrado y registrado el lugar.

La gran cesta de Apollo no estaba en su lugar junto al sofá. La habían puesto en un rincón. Y los cojines del sofá... cundo les dio la vuelta vio que habían sido rajados y vaciados de casi todo su relleno. Observó los dos cuadros que eran los favoritos de ella.

Uno representaba a dos muchachas observando una playa y el oleaje desde lo alto de un herboso acantilado. El otro era un paisaje cubierto por la nieve. Un monje avanzaba seguido por una larga hilera de fatigados peregrinos hacia una iglesia. El templo estaba al pie de una inmensa cordillera. Ambas pinturas estaban colgadas justo en el lugar que le correspondía a la otra.

Entonces lo escuchó. El inconfundible gruñido animal de una bestia. Se escuchaba más allá de la puerta del dormitorio. No llevaba encima sus pistolas, así que avanzó con toda la calma que le fue posible y abrió la puerta con lentitud.

Contra el enorme armario de roble vio a Apollo gruñendo a un asustado individuo que sujetaba un cuchillo que temblaba casi más que él. Una oscura mancha en sus pantalones daba muestra del estado de pánico en el cual se hallaba.

-¡Ayúdeme! ¡Esta bestia asesina quiere devorarme! -Wentworth se acercó. Acarició la cabeza del gran danés y sin previo aviso, desarmó al hombre, que chilló como una rata. Lo parecía: De baja estatura, tez sucia (que no morena), enorme y filada nariz, dentadura rota, mal cuidada y de aspecto desnutrido. El típico hampón de la más baja estofa que uno podía encontrar en Nueva York.

Con deliberada lentitud, apoyó el filo del cuchillo contra la mal afeitada mejilla de aquel individuo.

-¿Que buscas aquí? -El otro tragó saliva. Parecía a punto de llorar-. Se lo advierto, no soy un hombre paciente.

-¡Dios me valga! ¡Robar! tenia que busc... -Al instante calló, dándose cuenta de su error.- ¡Si hablo me matará!

-Si se lo ordeno, este perro te devorará vivo. -Apretó el cuchillo contra la cara del hombre, haciendo brotar un hilo de sangre que se mezcló con el nervioso sudor que empapaba su rostro-. Habla o te arranco la lengua y verás como se la come.

-¡Está bien! Pero no me haga daño. El me dijo que buscara papeles, fotos, cosas importantes que estuvieran escondidas. Creo que quería chantajearla. ¡No se más, lo juro!

-¿El? -Cambió el cuchillo de mejilla.

-Llevaba una capucha, pero iba vestido todo de blanco, con una de esas estúpidas corbatas de lazo. ¡Lo juro! -Tragó saliva-. Por favor, tengo mujer y siete hijos...

-¿Donde hablaste con él? -El hombre sollozó, esforzándose por hablar.

-En el Southern Cross Club.

Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)



En el próximo episodio: El Gran General Blanco

No hay comentarios:

Publicar un comentario