los 4 Fantásticos nº03

Título: Familia(III)
Autor: Joaquín Sanjuán
Portada: Jose Luis Salguero
Publicado en: Oct 2013


Johnny, Namorita, Cristal y Hulka siguen buscando al resto de los 4 Fantásticos... Acabando en un entorno acuático, rodeados de millones de litros de agua y apunto de acabar ahogados ¿conseguirán salir de esta?
¡Un brillante científico, su mejor amigo, la mujer que ama y el temperamental hermano de la misma! ¡Juntos, afrontaron los desconocidos terrores del espacio exterior... Y los rayos cósmicos les transformaron en algo más que simples humanos!... ¡ Mister. Fantástico,  la Cosa, La mujer Invisible, y  la Antorcha Humana! Ahora, son los 4 Fantásticos y... ¡El mundo nunca volverá a ser el mismo!
Creado por Stan Lee y Jack Kirby


En el mismo momento en que aparecieron en el nuevo destino de su viaje interdimensional, el agua los engulló.

Johnny manoteó torpemente mientras cerraba la boca, pero era demasiado tarde: sin nada de oxígeno en los pulmones no podría resistir mucho. Más asustado de lo que jamás habría estado dispuesto a admitir buscó a sus compañeras con la mirada, y advirtió que Hulka, como él, manoteaba torpemente en el agua. Crystal, por su parte, estaba utilizando sus poderes elementales para hacer algo, aunque no le facilitaba las cosas saber que todos sus compañeros, al igual que ella, se estaban ahogando a su alrededor.

Todos menos uno.

Namorita se dirigió hacia el joven como una exhalación, y se situó ante él sonriente. Tenía sangre atlante, y en ningún sitio se encontraba tan en casa como en el océano.

Johnny se llevó las manos al cuello, consciente de que no resistiría mucho más, y su compañera frunció el ceño y miró hacia arriba, tratando de calcular qué distancia los separaría de la superficie. Podría coger a dos de sus compañeros y sacarlos de allí, pero el tercero no resistiría hasta que regresase a buscarle. Pero ¿cómo podía decidir quién vivía y quién moría? No podía hacerlo, y sin embargo de no actuar los tres se ahogarían. Entonces advirtió que algo estaba sucediendo a su alrededor, las aguas se agitaron suavemente y Namorita vio que era cosa de Crystal. La inhumana había conseguido crear a su alrededor una burbuja de aire, extrayendo el oxígeno del agua, y en ese instante jadeaba mientras trataba de recuperarse. Alzó la vista en busca de sus compañeros, y su mirada se encontró con la de Namorita, que supo lo que tenía que hacer. Con una velocidad que superaba a la del más veloz de los peces, la mujer arrastró a Johnny y a Hulka hasta la burbuja de aire y los metió dentro de un empujón, pero decidió quedarse fuera, pues ignoraba el nivel de estabilidad del refugio, así como la cantidad de oxígeno de que disponían sus compañeros, y no quería poner a prueba los poderes de la inhumana, no cuando sus vidas dependían de ello.

–– ¡Johnny! ¿Qué sucede? ¿Estáis bien? ––preguntó Reed Richards a través del intercomunicador.

Los actuales Cuatro Fantásticos no alcanzaban a imaginarse cómo era posible que el científico hubiese construido unos aparatos capaces de comunicarse a través del tiempo y las dimensiones, pero a fin de cuentas se trataba de la mente más prodigiosa de su mundo: no había nada imposible para él.

––Calma, cuñado ­––jadeó el aludido––. Casi nos ahogamos, pero Crystal y Namorita nos han puesto a salvo. Parece que este trasto se ha estropeado, hemos aparecido en medio del océano.

––Mis lecturas indican que estáis en el mismo lugar de siempre, donde en nuestra realidad se encuentra el Edificio Baxter ––contradijo Reed––. Después de dos docenas de viajes, ya deberías saber que no todas las dimensiones son iguales que la nuestra. De hecho hay algunas en las que las diferencias son tan abismales que es imposible encontrar un solo elemento coincidente con nuestro propio plano de existencia, lo que me hace pensar que…

––Reed, por favor, danos un respiro ––suplicó Hulka––.  Ya no nos estamos ahogando, pero todavía tenemos problemas: seguimos en medio del océano.

––Jefe, corto y cierro ––añadió  la Antorcha Humana, sin dar tiempo a Reed para que replicase––. Contactaré contigo cuando hayamos solucionado este problema.

Johnny Storm desconectó su comunicador, y las chicas hicieron lo mismo, sonriendo como si estuviesen haciendo alguna travesura.

–– ¿No se enfadará? ––preguntó Crystal.

––Es un buen tío, pero un poco plasta ––respondió  la Antorcha, quitando importancia al tema––. Ahora preocupémonos de encontrar la forma de salir de esta. Namorita, ¿puedes…?

Antes de que terminase la frase, la atlante se marchó de allí con la potencia de un reactor, resuelta a investigar los alrededores en busca de algún refugio en la superficie o bajo ella donde sus compañeros pudiesen estar a salvo.

––Si Ben, Sue o los niños vinieron a este mundo, puede que no sobreviviesen ––observó Hulka, ceñuda––. A fin de cuentas a nosotros nos ha ido de un pelo. De no ser por Crystal…

–– ¡Ni una palabra más! ––La interrumpió Johnny––. Somos los Cuatro Fantásticos, ¡hemos derrotado al mismísimo Galactus! No, me niego a creer que puedan haber muerto ahogados.

Sus dos compañeras intercambiaron una mirada, pero no dijeron nada más. Confiaban en que  la Antorcha Humana estuviese en lo cierto.

–– ¿Cuánto oxígeno tenemos, Crystal? ––preguntó Hulka.

–Estamos rodeados de agua, puedo extraer todo el que sea necesario ––respondió la aludida––. Pero me preocupa más el frío, y que estamos empapados no ayuda. 

–Johnny podría encenderse ––sugirió la amazona gamma.

–No creo que sea capaz de extraer oxígeno al mismo ritmo que él lo quemaría ––negó su compañera.

–En ese caso confiemos en que Namorita encuentre la forma de ponernos a salvo ––dijo Johnny––. Si se supiese que  la Antorcha Humana muere de frío sería el hazmerreír de los superhéroes.


La atlante nadaba velozmente, feliz de estar de vuelta en casa, mientras se dirigía hacia la superficie. No tardó en ver el reflejo del sol bajo las aguas, y un instante después emergió del océano como un torrente desbocado, como una fuerza de la naturaleza imparable… y se llevó las manos al cuello, sintiendo que le quemaban los pulmones. Sin comprender qué era lo que sucedía advirtió que el cielo era de un rojo intenso, y que el agua lo cubría todo hasta donde alcanzaba la vista. Cuando empezó a sentir que la piel le ardía regresó bajo el agua, y respiró aliviada. Solo entonces advirtió que el océano estaba más caliente de lo que debería, y miró de nuevo hacia la superficie con preocupación. No estaba segura de qué era lo que pasaba allí, pero sabía que sus compañeros no podrían sobrevivir ahí fuera, pues la atmósfera no era respirable.

Namorita se sumergió de nuevo en las profundidades, en busca de aguas más frías y de alguna clase de ayuda para sus compañeros.

Entonces sintió algo, un sonido lejano, y se detuvo sorprendida. ¿Era posible que…? Volvió a escucharlo, y sus dudas se disiparon por completo. Con una sonrisa de oreja a oreja, la atlante se dirigió hacia allí a toda velocidad.

Johnny pasaba los brazos por alrededor de Hulka y Crystal, ambas acurrucadas junto a él para darse calor unos a otros. Todos aguardaban pacientemente, y cada vez que alguno daba señales de estar somnoliento, otro le zarandeaba.

–En cualquier otra situación disfrutaría esto ––confesó  la Antorcha––. Pero tal y como están las cosas, solo espero que Namorita regrese pronto. Nunca había tenido tanto frío.

–Vaya, hermanito, veo que no pierdes tus encantos ni atrapado en una burbuja en el fondo del mar, ¿eh? ––bromeó alguien.

El aludido miró a su alrededor cogido por sorpresa, y dio un respingo cuando Sue se volvió visible ante ellos, vestida con un traje de diseño atlante que le permitía sobrevivir bajo el agua.

– ¡Hermana! ¿Qué estás haciendo así vestida? ––preguntó  la Antorcha, mientras tanto él como sus dos compañeras se incorporaban.

–Es una larga historia, pero será mejor que primero os pongáis a salvo y toméis algo caliente ––dijo ella mientras extendía un campo de fuerza invisible en torno a los tres náufragos.

– ¿A dónde vamos? ––inquirió Hulka.

–Podéis consideraros mis invitados ––respondió una voz que Johnny conocía muy bien––. Solo por petición de mi prima y de tu hermana, por supuesto.


Cuando se giró vio que Namor se encontraba ante ellos, y reprimió un gemido.

– ¿Estás diciendo que el Sol se muere? —murmuró Crystal.

Los cuatro compañeros se encontraban en una sala atlante adaptada a sus necesidades biológicas. Sus ropas estaban secas, habían comido un plato caliente de sopa de pescado y Namor los había convocado para hablar con ellos. Para sorpresa general, Sue estaba sentada a su lado como reina cuando llegaron a la audiencia real.

—Los polos derretidos, el planeta cubierto de agua y la humanidad extinguida… —añadió Hulka, al comprender las devastadoras consecuencias de todo eso—. Es horrible.

—Eso explica por qué no podía respirar fuera del océano —observó Namorita.

—Así es. Los atlantes son ahora el único pueblo que habita en el planeta, aunque ya estamos preparándonos para viajar en busca de otro hogar —explicó Sue.

— ¿Estáis preparándoos? —Repitió Johnny—. Hermanita, ¿de qué estás hablando?

La aludida agachó la mirada, pero Namor posó su mano sobre la de ella para darle coraje, no estaba dispuesto a dejar que se viniese abajo.

—Ha pasado mucho tiempo, Jonathan.

—Solo me llamas así cuando te pones seria —observó este.

—No sé qué os ha retrasado tanto, pero han pasado tres años desde que llegué a este mundo. Namor me salvó, y durante casi un año hice todo lo posible para encontrar el camino de regreso a casa. Sin embargo no pude hacerlo, y cada día que pasaba echaba de menos mi hogar y a mis hijos. Al final me vine abajo, pero Namor estaba ahí para mí.

—No sé por qué, no lo dudo —bufó Johnny—. ¿Pero qué hay de Reed? ¿Y de los niños?

— ¿Y qué hay de vosotros? —Protestó Susan—. ¿Por qué no me buscasteis?

— ¡Lo hemos hecho! —exclamó su hermano.

— ¡Os ha llevado tres años, Jonathan! ¡Tres! ¿Tienes idea de lo que ha supuesto eso para mí?

—Escucha, Sue —intervino Hulka, mientras Crystal y Namorita intercambiaban una mirada azorada—. Las cosas no han sido del todo así, tu hermano nos reunió para ir a buscaros en el mismo momento en que desaparecisteis. Apenas había pasado una hora desde el accidente cuando nos pusimos en marcha, ¿sabes?


—No es posible… murmuró la aludida—. ¡Han sido tres años!

—Para ti, hermanita. Pero para nosotros no han pasado más que unas pocas semanas de búsqueda, ¿sabes?

—Mr. Fantástico nos explicó algo sobre una distorsión temporal o una brecha en el espacio tiempo o algo por el estilo —explicó Namorita—. La versión fácil es que en cada dimensión a la que saltamos ha tenido lugar un pequeño salto temporal, y cada vez son más grandes.

—Eso quiere decir…

—Encontramos a Reed a las pocas horas del accidente, pero para él habían pasado meses, hermanita —la interrumpió  la Antorcha Humana.

— ¿Y Ben y los niños? ¿Están bien? —Preguntó la mujer, los Cuatro Fantásticos guardaron silencio durante un instante—. ¿Qué pasa? ¿Les ha pasado algo a mis hijos?

—Eres la segunda a la que encontramos —dijo finalmente Johnny.

—Pero si para mí han pasado tres años… —murmuró Sue—. ¡Oh, no!

—Exacto —añadió su hermano—. Por eso no podemos perder tiempo aquí, y por eso te necesitamos con nosotros. Tus hijos te necesitan.


 La Mujer Invisible sintió que Namor le apretaba suavemente la mano, y supo que el monarca atlante la apoyaría fuese cual fuese su decisión. Apenada agachó la cabeza, pues sabía bien lo que debía hacer. Durante todo ese tiempo creyó que había perdido a su familia, que no volvería a verlos, y ahora que ya había rehecho su vida como consorte de Namor, se encontraba con que todo su mundo volvía a romperse en pedazos. Sin embargo, sus hijos se encontraban perdidos en alguna dimensión desconocida, y eso era todo lo que importaba: la necesitaban, y ella no estaba dispuesta a fallarles.

—Tengo que ir —dijo finalmente, mirando al señor de Atlantis.

—Lo sé. Conozco bien tu corazón, Sue. No abandonarás a tus hijos, tu misma naturaleza no te lo permite.

—Me conoces bien —concedió la mujer, con una sonrisa cansada.

—Lo suficiente como para saber que no podrás olvidarme, como tampoco yo podré olvidarte a ti. Desearía impedir tu marcha, y quizás en otro tiempo lo hubiese hecho, pero te quiero demasiado como para interponerme.

Namor y Sue se fundieron en un largo beso mientras los Cuatro Fantásticos apartaban la mirada, azorados. Cuando finalmente se apartaron, la mujer acarició el rostro del atlante y sonrió, para después ponerse en pie.

—Iré a ponerme mi uniforme —anunció—. Me negué a deshacerme de él incluso después de perder la esperanza.

—Te esperamos, hermanita. No tardes.

Cuando la mujer se hubo marchado, seguida por la mirada del propio Namor, este se acerco a  la Antorcha Humana.

—Cuida de ella, y dile a Reed que si le hace daño, de una manera u otra, le encontraré. No me importa en qué dimensión o en qué mundo se encuentre, daré con él y lo mataré.

El monarca se marchó sin que ninguno de los cuatro se atreviese a replicarle. Cuando los dejó solos, Johnny se volvió hacia las chicas.

—Ni una palabra de todo esto al estirado, que lo arreglen entre ellos —pidió—. Lo que nos lleva a otro tema: ¿cómo vamos a hacer que Sue venga con nosotros?

—Le cederé mi brazalete —respondió Crystal—. De madre a madre, puedo imaginarme bien cómo se siente. Volveré a nuestra dimensión y hablaré con Reed Richards, pero evitaré mencionarle la… relación entre Sue y Namor.

—Mucha gracias —dijo  la Antorcha Humana, abrazando a la mujer—. No habríamos podido llegar hasta aquí sin, ¿lo sabes?

—Me das demasiado mérito, Johnny —replicó ella, ruborizada—. Para eso están los amigos. Además, me ha gustado volver a formar parte de los Cuatro Fantásticos durante un tiempo.


El ordenador de Reed Richards comenzó a pitar, y el científico advirtió que alguien estaba a punto de materializarse en el laboratorio, de vuelta desde la miríada de dimensiones en las que se encontraban viajando los Cuatro Fantásticos. Se volvió, deseando con todas sus fuerzas ver a su esposa, y el corazón le dio un vuelco cuando identificó la silueta de una mujer tomando forma en el centro de la sala.

— ¡Mr. Fantástico! —exclamó Crystal cuando apareció—. ¿A qué viene esa expresión tan frustrada?

—Pensaba que era mi esposa —confesó Reed.

—Bueno, lo cierto es que la hemos encontrado —anunció la inhumana—. Pero ha querido marchar en busca de sus hijos, y le he cedido mi lugar.

— ¿Qué pasó en esa dimensión?

—El planeta estaba cubierto por agua y la humanidad se había extinguido. Pero Namorita encontró a los atlantes, y Sue estaba con ellos.

—Ah, es un alivio saber que está bien —dijo el científico—. ¿Cuánto tiempo había pasado?

—Tres años.

—Maldita sea… —farfulló con pesar—. La diferencia sigue creciendo exponencialmente, como no encontremos pronto a los demás, puede que no quede nada que encontrar cuando lleguemos al lugar al que fueron a parar…

— ¿Puedo hacer algo por ayudar?

—No, Crystal. Ya has hecho más que suficiente, y te lo agradezco. Pero ahora debes disculparme, tengo que volver a los ordenadores. Estoy tratando de desentrañar la forma de llegar antes hasta Ben y los niños, y el tiempo juega en nuestra contra.

La inhumana asintió y tras una última mirada al esforzado científico, abandonó el laboratorio. Contactaría con su familia y en unos instantes Mandíbulas iría a buscarla y volvería a estar con ellos.

Mr. Fantástico volvió a las pantallas, cuando una alarma le llamó la atención: algo sucedía en la ciudad. Comprobó la emergencia y frunció el ceño al comprobar que se trataba del mismísimo Juggernaut que había sido visto a escasas manzanas del Edificio Baxter y se había dado la alerta. Después de dudar durante unos instantes, desconectó la alarma, pues tenía cosas más importantes de las que ocuparse.

Continuará…

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