The Spider nº08

Título: Chantaje A Mediodía
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Jose Baixauli
Publicado en: Noviembre 2013

¡El Maestro de los Hombres pasa a la ofensiva y busca respuestas! ¿Cual es el secreto de Armstrong y porque obstaculiza la labor de las fuerzas del orden? Hay secretos que es mejor ignorar. Las repuestas no tienen porque ser agradables
Su justicia es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger

Los hechos se produjeron el día de ayer, entre las doce y las trece horas. Nueve hombres armados entraron a caballo en el hospital de san Patricio acompañados de una jauría de perros de caza. Testigos presenciales declararon al enviado de esta emisora que los atacantes vestían uniformes grises, identificándolos como miembros de los Hijos de Lee.

Los asaltantes exigieron ser conducidos a las habitaciones donde estaban siendo atendidos los pacientes de raza negra. El personal fue socorrido por dos agentes de la ley que se identificaron como miembros de la Oficina federal de Investigación. El Doctor McLeod, en declaraciones a la NYRBC mencionó la heroica defensa de los pacientes que llevaron a cabo los dos agentes.

Ambos, según los testigos presenciales, murieron a causa de una descarga de... -Nita Van Sloan, la cabeza cubierta por una elegante peluca que no lograba imitar su cabello natural, apagó la radio a una señal de Richard Wentworth.

-Su muerte me protege, pero no estoy contento. ¡Guerra quieren y guerra tendrán! -Ram Singh y tu no sufristeis su ataque porque su objetivo eran los negros. -De repente se le iluminó la cara. En toda esa vorágine casi había olvidado unas extrañas palabras que escuchara en la trastienda del restaurante Hidalgo. Quería saber su significado ahora. Pero le urgía más acudir a cierto encuentro que esperaba le proporcionara respuestas.

Tras lo sucedido en el hospital dudaba que el fiscal Armstrong pudiera seguir entorpeciendo a la policía. Pero era un cabo suelto que no podía ignorar. Ram Singh seguía en el hospital y no podía ayudarle. Tenia que actuar solo muy a su pesar. O quizás... Si hacia lo que se le había ocurrido, Nita no correría de nuevo un peligro mortal. Aunque ya había demostrado en el pasado su valor, como en la ocasión que Nueva York se vio asolada por la Peste Negra(1).

-Nita, necesito tu ayuda. Quiero que hagas esto...

Los vientos de su solitaria guerra contra el crimen soplaban, llevando un aroma de sangre y despiadada justicia...

Según sus datos, la cita no tendría lugar hasta el día siguiente. Pero estaba seguro de que la muerte de Jefferson y la masacre del hospital forzarían un adelanto del encuentro. Frente al local, los transeúntes podían ver a un artista callejero. Un violinista avejentado, lacio pelo, jorobado, con capa y de un poco usual talento.

Había estado tocando desde muy temprano, sin despegar la vista de un no muy discreto local. El cartel pintado en el escaparate lo anunciaba como una sastrería de corte y confección teatrales. A mediodía, el músico se retiró a un café cercano a comer, desde donde podía vigilar el local con discreción. ¡Al fin su paciencia fructificó!

De un taxi bajaron dos hombres. Uno era joven y vestía con un elegante traje gris. El otro, mayor, de gesto angustiado y abatido era el fiscal Armstrong. El violinista pagó su comida y abandonó el local. Dando un rodeo se ocultó en un callejón cercano. De la funda del violín sacó una máscara de seda y unos colmillos que el hampa había aprendido a temer.

Sonrió burlón. ¡Nadie esperaría que the Spider actuara a plena luz del día! Desenfundando sus pistolas, caminó por el callejón hasta la puerta trasera del local.



En aquellos momentos, el almacén y trastienda estaba ocupado por el fiscal, su acompañante y un hombre encapuchado que vestía un uniforme de capitán confederado. La reunión no estaba siendo tranquila ni agradable.

-¿Quiere repetirme eso de que ya no nos dará más información? -Los dedos del hombre danzaban sobre su viejísimo revolver militar.

-¡El FBI ha tomado el mando del caso! -Armstrong se enjugó el nervioso sudor de su frente con evidente alivio-. Me han asegurado que otro ocupará mi puesto.

-En ese caso ya no nos es útil a los Hijos de Lee. La prensa pronto sabrá de sus poco habituales placeres. -Mientras el fiscal desorbitaba los ojos de terror, el joven mostró un maletín.

-De mi no se sabrá nada. Ni ahora ni nunca. Aquí está la información que iba a entregarles mañana. -Armstrong se dispuso a replicar, pero justo en ese momento señaló algo a espaldas del encapuchado. Con deliberada calma, the Spider entró y clavó su pistola en los riñones del hombre mientras con la izquierda apuntaba a los otros dos.

-Haré con usted algo peor que la muerte, Mr. Armstrong. Tiene veinticuatro horas para confesar y entregarse. De lo contrario lo buscaré, lo encontraré y lo marcaré con mi sello.

>> ¡Las manos donde pueda verlas! -El joven no hizo caso. Blandió el maletín al tiempo que el lloroso fiscal se abalanzaba sobre él suplicando. El muchacho respondió con un rodillazo que dejó al otro sin aliento y encogido. Habló con la voz vomitando odio y repugnancia.

-No me busques o la policía sabrá como les vendiste. -Escupió, el salivazo mezclándose con las lágrimas del otro.

Trató de salir corriendo y entonces todo pareció suceder a la vez. Armstrong se arrojó contra el joven que trataba de huir, agarrándolo por los tobillos. Este le pateó la cara, partiéndole varios dientes. Con un grito, el Hijo de Lee lanzó la cabeza hacia atrás, fallando casi por el grosor de un cabello. The Spider había logrado evitar el golpe aunque no del todo. Lo repentino del mismo y su fuerza le alejaron de su prisionero. Viendo como dirigía la mano a su cinturón, descargó sus armas.



El disparo le atravesó la mano, desviando el disparo, que impactó en la espalda de Armstrong. Con la zurda, el hijo de Lee empuñó su sable pero otro balazo en el hombro le inutilizó el miembro, dejándole indefenso. El arma cayó al suelo, el filo desnudo.

Sin darle tiempo a reaccionar, the Spider le arrancó la capucha. Intentó zafarse, sin éxito. Apenas tuvo tiempo de sorprenderse al descubrir su identidad. A su espalda escuchó un grito que conocía demasiado bien:

-¡Policía! ¡Deténgase o abrimos fuego!

-Tengo que reconocerlo, Duffy. Tenías razón. Ese caballo atado a dos callejones si era algo sospechoso... ¡Cuidado! -The Spider de nuevo había llevado a cabo lo inesperado. Se dejó caer de repente al suelo al tiempo que enfundaba sus armas. El policía que había hablado en primer lugar, llevado por el impulso del momento cumplió su advertencia ¡y disparó!

La bala se llevó buena parte del ala de su sombrero, deteniéndose al entrar en la cabeza del Hijo de Lee, que cayó al suelo sin vida ya. Sin perder un segundo ni preocuparse de tener dos policías armados a su espalda, el enmascarado se levantó con una estridente carcajada. Las palabras del segundo le habían dado una idea.

De nuevo en el callejón tras el local emitió un agudo, estridente silbido. A su derecha, medio apagado por un muro de ladrillo, sonó un nervioso relincho. Cuatro rápidas zancadas, un salto y se encaramó a la parte superior del muro. Al otro lado, con las riendas atadas a una oxidadísima tubería, vio un magnífico caballo.

Desató las riendas y montó en la silla justó cuando los dos policías asomaban por el otro extremo del corto callejón. Esta vez no podía darles la espalda... ¡Y no se la daría! No era un jinete formal. Pero podía hacer lo que iba a hacer porque debía hacerlo. Estaba obligado si quería seguir delante con sus planes.

-¡Arre! -Los agentes de la ley esperaban cualquier reacción menos la que contemplaron. The Spider a lomos de un magnífico mustang, con una salvaje expresión, la capa ondulando desatada tras él. Daba la sensación de ser una auténtica y gigantesca araña cabalgando a lomos de una bestia salvaje.

La sorpresa de la reacción del vigilante enmascarado apenas les dio tiempo a apartarse y evitar ser arrollados. Alzaron sus revólveres con la intención de usarlos. Pero lo sucedido en la tienda y la presencia de peatones inocentes lo impidieron. Bajaron sus armas con gesto de infinito fastidio. El más alto de los dos se llevó la mano a la gorra y se la quitó para secarse el sudor de la frente. Prefería mil veces enfrentarse desnudo a una banda armada que estar frente a aquel maniaco despiadado. Bufó con ganas y se caló la gorra de nuevo mientras se volvía hacia su compañero.

-Duffy, yo llamaré a la central e informaré de lo sucedido. Tú entra de nuevo en el local y asegúrate de que todo quede sin tocar hasta que lleguen los federales, ¿vale?

-¿Que tiene que ver el FBI en todo esto?

-¡Maldito irlandés cegato! ¡El otro muerto era el fiscal general Armstrong! ¡Y el del uniforme era un Hijo de Lee, seguro!

-No se... su cara me suena de haberla visto en algún periódico, creo.

-No podemos arriesgarnos con the Spider implicado. Tú quédate aquí. No toques nada ni dejes que nadie lo haga, ¿entendido?

-Lo que tú digas, Keeler, lo que tú digas. Solo quiero olvidarme de todo esto cuanto antes y beberme una buena pinta.

-Invitaré yo. También me hace falta.

-Te tomo la palabra.

Continuará...


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En el próximo episodio: La Telaraña De The Spider

Referencias:
1 .- Ver Wings Of The Black Death, 3ª novela de the Spider, primera escrita por Norvell W. Page bajo el seudónimo editorial de Grant Stockbridge.

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