Blade nº11

Título: La muerte de los monstruos (IV): Ejército (II)
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Diciembre 2013

Han pasado varios meses y Marlo, el detective que llevase el caso de Anna Molly, ahora investiga a una secta que ha cometido varios crímenes: los Ángeles. Mientras, Blade lidera a un grupo de malditos que supone la última esperanza para los monstruos. ¿Hallarán la espada de Azrael antes de que se hunda en sus pescuezos?
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan


UNO

Danny Tech había matado al anciano, pero eso fue después de que el viejo se convirtiese en un dios gigante que amenazó con destruir media Alaska.

Tech también se transformó, pero no en un dios primigenio, sino en jinete fantasma y, envuelto en llamas, le atravesó el pecho a la bestia, matándola en el acto.

— ¿Así de fácil? –soltó la vidente Belladonna sin creerse que aquel ser hubiera caído. Se había resguardado con los demás tras una colina.

— ¡No! ¡Ahora viene la avalancha! –gritó el licántropo Rex.

Los dos se cubrieron mientras un manto de nieve producido por el “tropiezo” del monstruo les envolvía.

Una llamarada lanzada por Danny derritió la breve que los sepultó. El muchacho parecía volver a ser un humano normal. Bueno, si por “humano normal” entendemos a un avatar de un demonio.

—Cada vez que os salvo, mi parte infernal me revuelve las tripas –soltó sin dar importancia.

Terror apareció sin uno de sus brazos. Aquel ser que necesitaba miembros y órganos de otros antes de que se pudriesen los que llevaba, parecía estar enfadado.

— ¡Uno ya no sabe donde suelta su brazo derecho…! -dijo mientras lo buscaba tras la avalancha.

Belladonna, Rex, Terror y Danny se quedaron observando al titán muerto. Quizás Alaska tuviese algún Control de Daños que recogiese aquella basura.

— ¿Dónde dijo que podríamos encontrar la Espada antes de que te lo cargases? –preguntó Rex.

—Esperaba escuchar antes de tu boca un “muchas gracias por salvarme mi culo de licántropo” – Echó en cara Danny.

—Chicos, no discutáis, ¡necesitamos saber dónde está la Espada! –exclamó Belladonna angustiada.

—Me pregunto cómo tú siendo vidente no sabes dónde está la Espada –soltó Terror con su elegancia de ser casi zombi.

— ¿Dudas de mis poderes mágicos?

—Chiquilla, solo eres una aprendiz.

— ¡Podría descubrirla!

— ¿Y por qué no la has descubierto? –Preguntó Danny–. Me habrías librado de tener que atravesar el pecho de un monstruo gigante. Créeme, eso no está en mi lista de “cosas que me gusta hacer”.

—Porque la Espada usa magia arcaica y ella misma se esconde.

Nadie dijo nada salvo Terror:

— ¿No será como esas videntes de los programas de madrugada que supuestamente adivinan mucho y al final no adivinan nada?

Nadie rió el chiste. El público de Terror de aquella noche era complicado.

—El gigante afirmó que la Espada estaba más lejos de la raza humana. Nada más –dijo Rex–. Nos hemos enfrentado a monstruos en el Amazonas, hemos batallado contra maestros del vudú, nos hemos enfrentado a montañas de muertos… Hemos luchado mucho desde el Museo de Transilvania. Hemos seguido pistas tras pistas y… al final, esto. ¿Un punto muerto? ¿En serio?

—Bueno, antes de que el licántropo se ponga melodramático me voy a echar un punto muerto por ahí –se quejó Terror mientras iba al baño improvisado no muy lejos.

Al final, Rex se apartó del resto del grupo. Ahora sentía que la supervivencia de todos dependía de él. Se había convertido en el líder del grupo desde que se separaron del resto, después de lo ocurrido en Transilvania.

¿Le habría ido mejor a Blade, Lilith y Morbius siguiendo las otras pistas de la Espada de Azrael?

DOS

—Le capturamos anoche. Salía de la mansión Fontaine. Había robado un viejo papiro valorado en millones.

Los policías informaban al detective Marlo, que no parecía muy convencido. Había leído mucho sobre aquel al que llamaban Blade y no se creían que lo hubieran atrapado con tanta facilidad.

Pero abrió la puerta de la sala de interrogatorios y con la mirada clavada en la nada, allí estaba: Blade.

—Santo Cielo… -dijo Marlo, sorprendido.

—No Santo Cielo, solamente su mano ejecutora –contestó Blade.

Marlo pensó en retomar el caso de Anna Molly, la niña fallecida, aunque estaba cerrado. La huella de Blade había estado cerca por lo que había descubierto.

Sin embargo, la investigación de la secta de los Ángeles también estaba en pie.

Marlo terminó tomando asiento. El nuevo comisario Michel Gumm iba a ponerse hecho una furia cuando él, el viejo Marlo, comenzase su interrogatorio antes de lo previsto.

TRES

Gumm sintió ganas de arrojar todos los escritorios por los aires. Y podría haberlo hecho, pero quiso permanecer bajo su forma humana y no sacar los tentáculos. ¡Estaba harto de aguantar a aquellos míseros mortales!

Cuando entró en su despacho de la comisaría, no se esperaba que su asiento ya estuviese ocupado por un hombre de mirada siniestra.

— ¿Quién te crees que…?

—Más que tú, diablo de nombre en latín aleatorio–dijo Morbius sin mucho aprecio–. Hemos venido a que nos cuentes una historia.

Gumm pensó en retroceder, pero una pistola le apuntaba a la cabeza. Una mujer la había sacado sin dudar. Respondía al nombre de Lilith.

Los ojos del demonio brillaron.

—En serio, ¿por qué nadie puede dejarme en paz? –lloriqueó la bestia revolviéndose dentro de la piel de aquel miserable humano que lo ocultaba.

—Podemos dejarte en paz si respondes a nuestras preguntas –habló Lilith.

—O podemos hacer que descanses en paz si no nos respondes –agregó Morbius.

— ¿Policía bueno, policía malo?

—Sin bromas…

—Disparad –dijo Gumm para que aquellos dos escupiesen, pero Lilith entendió otra cosa y le voló la tapa de los sesos.

Simplemente que Gumm o aquel demonio tentacular no tenía tapa de los sesos.

Se puso en pie como pudo. La cabeza se sacudió de forma anormal. Un tentáculo la usaba como si fuera la mano dentro de un títere. Fue así como un pie se colocó como cabeza, la cabeza como mano y pareció una deformada bestia de un centenar de tentáculos. Lo que era.

Se abrió la puerta. Un policía había entrado para ver qué pasaba, al ver a Gumm cubierto de un líquido verdoso expulsado por su boca y ojos, el agente se desmayó.

— ¿Qué queréis saber? –dijo el diablo.

—La Espada de Azrael– contestaron Lilith y Morbius.

CUATRO

En los libros del anciano gigante se hablaba del Cáliz. Rex no tardó en desentrañar una serie de claves bastante llamativas.

—El Cáliz es una persona marcada por el signo de la espada. Nacido en el mismo segundo en que la espada nació. Son gemelos de diferente madre. El Cáliz es la sangre que recorre a sus herederos. Él tiene una conexión con la Espada. Podría encontrarla.

— ¿No podemos perseguir algún día a chicas en bikini y dejarnos de tantas chorradas? –soltó Terror dentro de la cabaña del viejo ermitaño que habían abatido.

Todos estaban buscando entre los viejos objetos algo que delatase al paradero de la Espada. Por ahora, aquello era lo más prometedor que habían hallado más allá de paquetes de chocolatinas y dibujos de masacres.

— ¿Y cómo encontramos a ese tipo, el Cáliz? –Preguntó Danny–. No creo que aparezca en una guía…

— ¡OH DIOS MÍO! –gritó Belladonna, que había encontrado algo.

— ¿Es dinero? –Preguntó Terror–. ¡El dinero nunca viene mal! U otro riñón. Este me está fallando…

— ¿Qué es Belladonna? –preguntó Rex poniendo orden. En las manos de la joven había una especie de cristal pálido con una cuerda.

— ¿Bisutería barata? –dijo Terror.

—No, ¡es una Piedra de Encuentro! Si gira puede hallar algo perdido. Es magia muy antigua, casi desaparecida. Estando en la casa de este anciano, puede que marque al Cáliz y él pueda llevarnos hasta la Espada.

Todos se miraron entre sí.

—No esperes más para probarlo, Belladonna – le dijo Rex a la joven.

CINCO

—Si me hubiese tomado a pecho recoger todo tu informe me hubiera herniado –dijo Marlo observando una gran carpeta que yacía sobre la mesa–. He aquí gran parte de todas las cosas donde has estado involucrado en los últimos años.

Marlo estaba sentado de lado en la silla, con una pierna cruzada y había empezado a fumar de nuevo. Blade le observaba. Le habían quitado las gafas de sol, tal vez a golpes.

—Eric, ¿cómo has llegado a esto? –preguntó Marlo.

—Uno nace y nunca sabe lo que viene después –respondió Blade.

—He estado en otro caso donde has estado involucrado. Anna Molly, ¿te suena? Una niña… Tú estuviste por los mismos sitios que yo investigué.

—No tengo nada que decir de eso.

—Eso debería juzgarlo yo… ¿Y qué me dices de la secta? Por lo que he descubierto, se llaman los Ángeles y se dedican a matar a personas elegidas aleatoriamente. ¿Qué sabes de ellos?

—Más de lo que me gustaría.

—Empieza.

—Para empezar, sus víctimas no son elegidas aleatoriamente.

— ¿Ah, no?

—Comparten algo que usted nunca entendería.

—Ah, sí, Eric… ¿El qué?

—Su naturaleza.

— ¿Asesinatos racistas?

—Un tipo de racismo que no entendería.

—Eric, sé preciso.

—Usted también es como ellos.

— ¿Me estás amenazando? ¿De qué me estás hablando? ¡Estoy a un segundo de llamar al psiquiatra!

—Dorian Arkane nunca se equivoca.

— ¿Quién?

SEIS

El demonio cefalópodo que ocupaba como un traje la piel de Gumm parecía pensativo. Lilith atrajo hasta dentro del despacho al agente desmayado. No querían llamar más la atención.

— ¿Me lo puedo comer? –preguntó el diablo refiriéndose al poli sin conciencia.

—No.

—Ups…

—Cuenta ya qué pasó con la Espada –pidió Morbius.

—La Espada se perdió. Dicen que los Ángeles están tras ella. No sé más. El infierno anda alborotado. Han perdido mucha influencia con la muerte de tanto monstruo…

Lilith apuntó a la barriga de Gumm, sabía que allí, en aquella oronda y peluda tripa se escondía el corazón centenar del demonio tentacular.

— ¿Qué te ha traído hasta aquí? –Preguntó Lilith–. ¿Qué lleva a un demonio a convertirse en el jefe de la comisaría donde trabaja un detective bastante importante?

— ¿Detectives importantes? ¿Aquí? ¿Sherlock Holmes, Kojak o Colombo? Nunca les he visto.

Morbius tiró una espada que escondía. Lilith la cogió en el aire y, acto seguido, como un violento movimiento de danza, le rebanó la falsa pierna al demonio que cayó al suelo gritando.

— ¡Mi tentáculo! ¡Uno de mis bonitos tentáculos!

—Volverá a crecerte –dijo Morbius.

— ¡No me volverá a crecer!

Hubo un pequeño silencio.

—Bueno… Eso complica más tu situación –respondió Lilith y sonrió.

SIETE

La Piedra giró sobre un mapamundi que habían encontrado en la casa del viejo titán. Todos esperaron una buena noticia después de tanto tiempo de búsqueda. Cada giro, les paraba el corazón.

Cuando se detuvo, lo hizo sobre un enclave sorprendente.

—Nunca debimos irnos de ahí –dijo Rex con rabia.

—Deberíamos hablar con Blade –advirtió Danny.

— ¡Esto tiene que ser una puñetera broma! –juzgó Terror.

Belladonna temblaba.

La Piedra marcaba Nueva Orleans.

Allí estaba el Cáliz.

OCHO

—Dorian Arkane –dijo Blade–. Un hechicero del tres al cuarto que he mandado al hospital de una paliza en varias ocasiones. Si algo sucio pasa, él lo sabe.

— ¿Es tu maldito cómplice? –preguntó Marlo.

—Ya querría él.

— ¿La confesión de un crimen?

—No, aún no. Yo tengo otros “cómplices” que son algo más que simples inmortales.

— ¿Inmortales?

—Arkane sabe tanto porque es inmortal. Por eso ha seguido la descendencia del Cáliz desde hace centurias.

Alguien tocó en la puerta. Apareció una joven agente.

—Señorita, sé que está en prácticas, pero no me moleste ¿quiere? –le soltó Marlo mientras intentaba ordenar todas las piezas del rompecabezas.

Antes de que pudiera decir algo más, una bala atravesó la cabeza de Marlo, empapando de sangre al Cazador de Vampiros.

Blade dio un salto sobre la mesa para ir a aquella policía de poco menos de treinta años, asustada y aniñada. Pero no pudo evitar que la chica se metiera la pistola en la boca y el disparo atravesase su cráneo.

Antes solo dijo sus últimas palabras:

—Alabados sean los Ángeles.

NUEVE

El demonio de la docena de tentáculos chapoteaba sobre su sangre verde mientras estaba a merced de Morbius y Lilith.

—Tenía el traje de una mujer atractiva… ¡Quería usarlo antes de morir! ¡Y lo usé!

El ser lloriqueaba sin parar mientras intentaba contar su historia.

—Cuando dice “traje”, quiere decir “una persona cuyo interior ha succionado para luego meter su cuerpo dentro y poseerlo, como un gusano buscando un caparazón nuevo” –aclaró Morbius.

—Nos movemos en el mismo ámbito, Morbius. Lo sé –habló Lilith. Amenazó con disparar y la bestia volvió a hablar:

— ¡Y encontré al Gumm, al maldito comisario, me lo ligué, me lo comí y lo poseí! ¡Solo quería pasármelo bien, pero cuando devoré sus recuerdos supe que era poli e intenté suplantarlo! ¡Ha habido muchos asesinos de monstruos y quizás como policía podría saber más sin llamar demasiado la atención!

—Monstruos que confían en la policía –dijo Lilith.

—Irónico.

— ¡ESO ES TODO!

— ¿Y el Cáliz?

— ¿Qué Cáliz?

Morbius y Lilith se miraron entre sí. Blade había ido a por el Cáliz, ellos dos a encargarse de que aquel demonio no pusiera ninguna dificultad de más. Ahora, todo parecía una casualidad.

—Drácula está formando un ejército –dijo Morbius.

— ¡Más motivos para correr en el sentido contrario! ¡No quiero más guerras! ¡Yo…!

—Drácula es mi padre.

El diablo se puso extremadamente nervioso. Sus tentáculos se removieron y Lilith vio algo que no había visto sino que era un rumor entre los seres de la noche.

La habitación estalló cuando el diablo se autoinmoló.

Lilith, Morbius y el agente desmayado salieron volando fuera de la sala.

DIEZ

Danny, Terror, Rex y Belladonna regresaron a los suburbios donde habían encontrado a Krak Boy, un tipejo de mala monta que se había dedicado a traficar toda su vida con tecnología alienígena al margen de S.H.I.E.L.D. y otras organizaciones. Krak Boy, con su cráneo cubierto de un casco que mezclaba tecnología kree y skrull, acabó sonriendo cuando los vio volver.

— ¡Necesitamos usar de nuevo el Portal! –ladró Rex con rapidez. Ya lo habían usado para viajar desde Transilvania hasta el Amazonas y así en varias ocasiones.

— ¡Venga, muchacho! –dijo Terror al niño de diez años, Krak Boy. Lo conocía desde hacía unos años. Eran amigos.

—Alguien vino antes que vosotros –dijo Krak Boy y entonces cayó al suelo. Su voz había sido una mera ilusión. La huella de dos colmillos no.

—He tenido que venir a buscaros niños, porque hemos decidido pasar a la acción. Estamos formando un ejército – dijo alguien que nadie esperó.

Drácula, con su armadura de guerra.

Terror corrió furioso contra él. Iba a vengarse de lo que había hecho a Krak Boy. Sin embargo, Drácula tocó un botón, el Portal se activó, el vampiro se apartó y Terror acabó yendo directo contra el Portal.

—Ahora, el resto si sois tan amables –dijo Drácula y señaló al niño–. Este crío solo me ha abierto el apetito. Tengo hambre.

Rex sintió ganas de matar a Drácula en ese momento. Mientras Krak se reunía en otro mundo con su padre, un demonio cefalópodo que se había hecho llamar Gunn. Cuestión de suerte y casualidad.

ONCE

Morbius y Lilith consiguieron evitar a los policías que habían llegado para controlar el atentado de la comisaría, que fue como llamaron a la implosión del maldito demonio tentacular. Ambos se habían salvado de milagro, pero habían confundido la presencia de un demonio con el hecho de que supiese algo del Cáliz.

No se esperaron a Blade, que apareció tras ellos.

— ¿Sirvió de algo el hecho de dejarte capturar o también fue una trampa? –preguntó Morbius.

—Ha sido una trampa de todas formas –contestó Blade–. Había un Ángel infiltrado como policía. Mató al Cáliz.

— ¿El Cáliz? ¿Muerto? ¿Y cómo encontraremos la Espada ahora? –preguntó Lilith preocupada–. ¿Los Ángeles lo han matado porque ya saben dónde está la Espada?

Blade no contestó.

Solo se escucharon tambores de guerra.

Continuará…


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