La Brigada de la Gabardina nº05

Título: Quaerite primun regnum Dei
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Ernesto Treviño
Publicado en: Diciembre 2013

Con el delicado equilibrio de la guerra entre el Orden y el Caos en sus manos, la Brigada de la Gabardina se dispone a realizar su jugada... aunque ello signifique enfrentarse tanto a los enviados del Cielo como a los del Infierno! ¡No te pierdas el emocionante final de esta trepidante saga!
Bien, Mal, Orden y Caos tienen sus campeones, pero cuando un trabajo les queda grande, el Universo no duda, en pro del equilibrio, en reunir a sus propios campeones. Unidos por las circunstancias, marcados por el signo de la fatalidad y sus tortuosos pasados, reunidos por el Fantasma Desconocido, para permitir que el joven Tim Hunter decidiera que senda seguir… ellos son los Campeones del Equilibrio…
Creado por Neil Gaiman y John Bolton.


Resumen de lo publicado: El Fantasma Desconocido reúne de nuevo a sus viejos aliados cuando una nueva amenaza se cierne sobre nuestra realidad: la llegada de un ser que será capaz de decantar las fuerzas de aquel que lo ponga de su lado en la eterna guerra entre el Orden y el Caos. La Brigada debe hacer auténticos esfuerzos para mantener a salvo a la joven Irina, quien porta en su vientre al aún no-nato ente, de los ataques que por ambos bandos reciben para abducirla mientras dilucidan qué hacer ellos mismos con un ser tan poderoso y decisivo para el futuro del universo.

I

Si había algo que caracterizaba al camillero James Samuelson era el hecho de su notoria holgazanería. Sus jefes, con frecuencia, tenían que azuzarlo y amenazarle para que hiciera su trabajo. Solo los días de paga aquel hombrecito solía volverse diligente, pero aquel día no lo era, la noche estaba llegando y su día de descanso estaba lejos. Así que no había razón alguna para su diligencia. Inicialmente aquella actitud llamó la atención de sus superiores en el Hospital Santa María de la Dulce Piedad, pero luego optaron por ignorarla, no vaya a ser que los fueros que lo poseían se fuesen. Al fin trabajaba por las buenas, era mejor dejarlo así.

Si los administrativos y jefe de personal del Santa María de la Dulce Piedad, aquel hospitalucho en el lugar más recóndito de Nueva Inglaterra tuviesen el Don de la segunda vista, se habría percatado de la fuerza que había tomado posesión del díscolo camillero y habrían sospechado de la diligencia con la cual atendió a una joven rubia en labor de parto, la cual venia acompañada de un señor de abrigo café y fedora. Si hubiesen poseído aquel poder, si hubiesen sospechado de aquella actitud y personas, también habría prevenido lo que estaba por pasar.

Habrían sido capaces de ver a los dos hombres inusuales que se quedaron fuera del hospital, recorriendo con calma los alrededores del estacionamiento: aquel hombre que parecía sacado de una película noir y el afroamericano que pintaba más en Nueva Orleans que en las profundidades del norte de la Costa Este. También se habrían percatado de cómo una de las tantas puertas traseras de su pequeño dispensario era ultrajada por un tipo rubio, con una barba de tres días y una actitud endemoniadamente cínica. Si hubiesen estado más atentos se habrían percatado de que el infierno había tocado la puerta de la casa, acaba de entrar sin permiso, sentarse en el sofá de la sala de estar y acaba de servirse la única cerveza fría que se encontraba en la nevera. Como fuese, los provechas acaban de llegar al Santa María de la Dulce Piedad.



II

— ¿Estás listo?— Preguntó Desconocido a Medianoche. El hougan detectó en su aliado cierto temor y no pudo evitar verse invadido por la misma sensación. Le tomó solo unos segundos recuperar la compostura y replicar.

—Todo está en su lugar, tal como lo pidió Constantine— lanzó una mirada al horizonte, en aquel momento el ocaso comenzaba a hacerse más patente— ¿Puedes sentirlos?

—Sí— respondió el Fantasma Desconocido—Son demasiados y todos vienen a por él.

— ¿Entonces nuestros enemigos volverán a hacer acto de presencia?

—Es muy probable que si— replicó— esta noche se caerán muchas máscaras.

— ¿Valdrá la pena?

—No sabría decirte.

—Esto me recuerda al dicho del aterrizaje.

— ¿No entiendo a que te refieres?— Inquirió Desconocido.

Medianoche encendió un cigarrillo, le dio una calada y replicó —De cualquier aterrizajes que salgas camino, se le considera un buen aterrizaje.

—Alentador

—Mucho— agregó el hougan con una sonrisa.



—La bata blanca me sienta— se dijo John Constantine mientras se apoderaba de una que había encontrado en el almacén del hospital. También encontró un bastón que le llamó la atención y no pudo evitar hacerse con unos cuantos frascos de Vicodin— Esto seguro le serán de utilidad Irina después del parto— agregó mientras salía, con descaro, de aquel almacén, silbado una alegre tonada.

Nadie le preguntó a donde se dirigía mientras caminaba por los pasillos, ni los escasos vigilantes, ni los médicos o los pocos pasantes. Al parecer aquella bata le otorgaba una serie de poderes que de otra forma no habría poseído. No pudo evitar sonreír al pensar todos los años que había desperdiciado con aquella gabardina. Se sentía incomodo sin ella, pero su plan de hacerse pasar por doctor no habría tenido el mismo efecto con aquel saco encima. No tardó en percatarse de que algunos le rehuían, en gran medida por el bastón. Al parecer le confundían con alguien y aquello le confería ventaja. Ventaja que no estaba dispuesto a dejar de lado. No tardó en dar con la sala de emergencia y allí se le hizo aun más fácil dar con Irina.

— ¡Doctor!— exclamó el joven e inexperto Doctor que estaba atendiendo a la joven embarazada y su esposo— ¿Usted aquí?

— ¿Acaso no puedo ir a donde me plazca?— inquirió poniéndose a la defensiva. El jovenzuelo comenzó a sudar con profusión.

—Este es un caso normal— replicó el joven médico— la chica ha entrado en labor de parto, nada más.

—Puedo ver eso ¡idiota!— replicó Constantine, quien disfrutaba cada vez más al intimidar al chico. Rápidamente recordó los programas de ese tipo que había visto y le solicitó al joven el historial médico.

—Esta dilatando muy bien— dijo— ya se le ha colocado el misoprostol y le hemos tomado la vena, me dirigía a por la Oxitocina .

Aquello no le decía mucho al mago de Liverpool pero recordaba lo suficiente de los dramas televisivos para saber que aquel joven, que seguro era estudiante, estaba buscando aprobación.

—Excelente— dijo— proceda entonces.

El chico dejo de sudar y sonrió. Aquella era una sonrisa de esas que alegraban los días, que Constantine solo había visto en su sobrina Gemma cuando él llegaba de visitas. Una sonrisa que le recordaba a él lo importante que era para su sobrina y que, ahora, le decía lo importante que el gesto y la persona que él estaba suplantando era para el joven médico. ¿A qué clase de ogro estaba imitando él, que un simple gesto había cambiado la naturaleza de aquel muchacho?

—Vamos, muévase— le imprecó y el joven salió de su ensimismamiento y partió raudo y veloz a por el componente que faltaba.

Una vez el joven desapareció se acercó a la chica. Irina estaba realmente adolorida pero hasta el momento se había limitado a no proferir grito alguno. Sobrellevaba su dolor como al parecer había tratado con los otros dolores que habían aquejado su joven vida. Aquello le dio algo de lastima a Constantine.

— ¿Cómo te sientes?

—Fabulosa— replicó— alegre cada vez que pienso que algo del tamaño de una sandia va a salir por mí… — no alcanzó a decir lo último porque le sobrevino una contracción; que le obligo a callar.

—Estoy preocupado, John— dijo Richard Oculto con parsimonia a pesar de que Irina le apretaba la mano con fuerza. El mago inglés no entendía de dónde sacaba tanta entereza.

—Todo va a salir bien

—No es por ella— le atajó— es por lo que está por venir. ¿Acaso no lo sientes?

—Lo siento más que nadie— replicó él.

Todo está en su lugar— resonó la voz del Fantasma Desconocido en la mente de los magos, quienes no pudieron hacer nada más que asentir. Por alguna razón, aquel fenómeno que debería ser producto de alegrías se estaba tornando ominoso.


III

El Fantasma Desconocido fue el primero en verles venir; al fin y al cabo, dada su naturaleza, sus sentidos eran más amplios. Se sintió algo aliviado al ver que las tropas de choque inicial estaban conformadas por criaturas sin mentes, movidas por el instinto y que, en cierta medida, no resultarían un problema para él y Medianoche.

—Quirópteros, lobos y sabuesos del caos.

—Esto parece una escena salida del Silmarillion.

— ¡¿Perdón?!

—Olvida lo que he dicho— replicó Medianoche mientras se pinchaba el pulgar y dejaba caer unas gotas de sangre sobre un símbolo en el suelo. Masculló unas palabras en un lenguaje incomprensible y en cuestión de segundos el dibujo brillo con fuerza. La gente alrededor solo sintió un ligero cambio en el viento y un incremento del olor a ozono— Esta hecho, a ver como les va.

Las huestes de la noche, que se movían como una gran nube opacando las estrellas, chocaron con la barrera, generando un gran despliegue de energía metafísica y un sinfín de aullidos y lamentos que les hizo retroceder. Los más inteligentes entre ellos se mantuvieron al margen de la barrera mientras que aquellos que habían osado arremeter caían inertes al suelo.

—Te toca— dijo Medianoche a Desconocido— pues mi barrera no durará mucho tiempo.


Todo aquel dolor metafísico no paso desapercibido por los magos y, muchos menos, por las personas normales, a quienes el cambio en los patrones de luz y la oscuridad afuera le llamó la atención. No tardaron en preocuparse y tratar de salir del local. Fue la diligencia de Boston Brand, ahora en control del jefe de seguridad, quien evitó que los civiles salieran a ver la lucha. Deadman estaba cada vez más preocupado, pues a medida que el parto avanzaba, los peligros y enemigos comenzaban a llegar. Se sentía realmente agobiado, como nunca en su vida y su actual no-vida, pues su plan inicial era llegar al santuario antes de que aquel proceso iniciara; tristemente el destino siempre lo ponía a jugar con desventaja. Rápidamente llamó a cuatro subordinados y le dio orden de montar el perímetro y evitar que cualquier entrara o saliera. Luego se fue a hacerle compañía a Desconocido y Medianoche.

—Los civiles están preocupados— le dijo al primero.

—Evita que salgan— le replicó el Fantasma, quien era capaz de reconocerle sin importar el cuerpo que poseyese.

—Ya está hecho, he montado un perímetro.

—Muy bien

—Pero agradecería algo de abracadabra disuasivo.

— ¿Cómo qué?

—Tal vez una niebla alrededor del edificio

—Eso no llamaría su atención

—Pero también evitaría que saliesen. Y si vieron la película del mismo nombre serán lo suficientemente inteligente para no aventurarse más allá…

—Córtalo, por favor— le atajo Medianoche— yo me encargaré de eso.

Acto seguido el hougan tomo una barra de tiza y la deshizo con sus manos. Mientras el polvo blanco caía al suelo, se iba formando una sutil y alba cortina alrededor del local. En cuestión de segundos, una densa niebla rodeaba el sitio.

— ¿Así o mejor?

—Eres lo máximo

—Lo sé— replicó el mago.


El Fantasma Desconocido se limitó a suspirar para acto seguido centrar su atención en la barrera que estaba menguando. Los sabuesos del caos y los quirópteros hacían de las suyas. Al parecer aquellas criaturas no comprendían o no deseaba comprender la situación, cosa que realmente le preocupaba pues era señal inequívoca de que había una inteligencia tras aquel comportamiento. Dentro de poco algo realmente grande llegaría y debía prepararse. Concentrarse, una vez que supo que todo el mundo estaba a resguardo, fue realmente sencillo. Se visualizó a si mismo del otro lado de la barrera, pero no con la apariencia que solía tener, sino como una especie de esfera luminosa que lentamente fue creciendo. Aquella esfera se hizo perceptible para Medianoche, Deadman y sus adversarios, quienes comenzaron a retroceder, como si se hallaran frente al mismísimo Astro Rey.

—Muy buen truco— dijo el hougan— pero no será suficiente…

Medianoche no termino su frase, pues aquella esfera creció exponencialmente y con ella su brillo. Los haces de luz, cual saetas o metralla, salieron disparados en todas las direcciones dando cuenta de los monstruos alrededor. Los quirópteros caían como pesados fardos y los sabuesos y lobos aullaban de dolor antes de estallar en llamas. En cuestión de segundos, las hordas del caos y la oscuridad eran un mar de cenizas en una modesta carretera de Nueva Inglaterra.

—Ahora les toca a ellos— replicó el Fantasma dirigiéndose a Medianoche, quien sonreía.


IV

—Han roto nuestro pacto— dijo el octaedro flotante a aquel hermoso ángel vestido con armadura.

—Era de esperarse, Amo Aexis— replicó el ángel calmado—Para serle sincero estaba contando con ello— agregó mientras centraba su atención en la esfera desde la cual estaban observando el drama.

— ¿Qué piensa hacer, Lord Ariel?— inquirió la inverosímil figura geométrica.

—Esperar— dijo

—Apostará por la guerra de desgaste.

—Los ángeles no apuestan—replicó este con una sonrisa de medio lado.

—Tampoco mienten— replicó ácidamente el octaedro.

—Pero si engañamos, al final del día somos soldados.

—Y el arte de la guerra es el arte del engaño ¿Cierto?

—En efecto mi querido señor— replicó el ángel— le diré una cosa, me hare el ciego y el sordo si usted decide enviar alguna fuerza u agente.

—Repetir un procedimiento que falló seria inadecuado, señor mío— replicó el octaedro— ya he invertido mucho en esto, estoy realmente satisfecho.

—Pero si no ha logrado nada— le comentó el ángel.

—y el Caos tampoco— le respondió Aexis— y eso ya es suficiente ganancia.

Ariel no pudo evitar sonreír y ver como la figura inverosímil se alejaba de él.

—Ariel de la Hueste del Dios de la Alianza— dijo— abandona ese camino antes de que seas perjudicado.


Conseguir un sitio solitario se le hizo fácil, hacerse con cuatro pintas de plasma también. De verdad aquella bata significaba mucho en aquel lugar, como los soles en el hombro de un general. Constantine cada vez estaba más sorprendido de la estupidez humana que no se dignaba a cuestionar a las autoridades.

Ya en aquella sala, con la puerta cerrada y una tenue luz, trazo un circulo con la sangre y se situó en el medio. Lamentó en ese momento no tener algo de muérdago consigo: aquello habría facilitado su trance tendría que conformarse con el vicodin en sus bolsillos. Rápidamente se tomo unas cuatro o cinco pastillas y comenzó su rito. Ya en posición de loto, con unos rizos de Irina en la mano, comenzó a concentrarse en el dolor de la chica.

No tardó en entrar en sincronización con ella y en hacer suyo parte del dolor. Insatisfecho, se aventuro a apoderarse del dolor metafísico que medraba en el lugar. La sala de emergencias resultó ser realmente propicia para aquella labor. Allí pudo sentir el dolor del sempiterno niño con el clavo en la cabeza y el extrañó hombretón con un vibrador en el recto; el yupi con gripe, el chico con el brazo roto, el mitómano que se ha diagnosticado a si mismo, la madre preocupada, la enfermera agotada, el doctor que no ha dormido en doce hora; los pacientes internados, el miedo y sin duda el dolor de sus enemigos. Todas esas sensaciones le abrumaron, lo invadieron y el no opuso resistencia.

Tanto dolor lo estaba llevando al límite, amenazando con enloquecerle y hacerle estallar el corazón. El dolor lo acercó a su tan temido final, casi podía oler el azufre del abismo, y sentir su calor. Se valió de sus años de experiencia y de toda su entereza para volver de la frontera entre la vida y la muerte. Volcó todo ese dolor hacia la sangre, que lentamente fue coagulando hasta concentrarse en lo que parecía ser un huevo, uno que al principio era carmín y que lentamente se volvió negro.

Cuando Constantine abrió los ojos se encontró frente a dos cosas interesantes. Una era la esfera, conocida como piedra filosofal y la segunda un conocido que no había visto en tiempo y, seguro, cuya atención habría atraído: El Primero de los Caídos.

Pero no había sido el único, si ambos seres hubiesen sido más cuidadoso y menos egocéntricos, habrían visto la inusual niebla esmeralda que había aparecido de la nada.


El escudo estalló como un gran espejo lanzando esquirlas metafísicas en todas las direcciones, dando paso franco a los pocos quirópteros y sabuesos del caos que medraba, y que no tardaron en ser bien recibidos por Deadman, Papa Medianoche y el Fantasma. Las balas y los conjuros brillaron con fuerza, mientras que espantos, aparentemente salidos de las nada, daban apoyo a los magos. Al Fantasma Desconocido y a Boston Brand no le hacía gracia la aparición de otros espectros, de verdad las artes nigrománticas del hougan le molestaban pero los tiempos eran complicados.

— ¿Es idea mía o están aumentando en número?

—Son cosas tuyas, fantasma.

—Desconocido, ¿no podrías hacer de nuevo el truco ese del sol?— inquirió Deadman.

—Ya no tengo fuerzas— respondió

—Ya veo, las estas guardando para el momento clave.

Lentamente los tres hombres fueron retrocediendo mientras aumentaba el número de adversarios y sus trucos se iban agotando. El cuerpo que Deadman estaba poseyendo no daba para más. Los conjuros de Medianoche y Desconocido daban buena cuenta de sus adversarios pero también de sus fuerzas. De verdad la situación se volvía cada vez más y más crítica, con ellas (¿???) comenzaron a surgir un sinfín de ideas, ahora todas las variables preocupaban.

— ¿Dónde está el maldito de Constantine?

—Yo lo deje agilizando la situación de Irina— replicó Deadman.

— ¡Demonios!— exclamo Medianoche.

De repente, cuando la situación no pintaba nada bien, una gran descarga surgió a sus espaldas. Un resplandor rasgó la cortina nebulosa a sus espaldas para luego barrer a todos los adversarios frente a ellos. Los aullidos se elevaron a los cielos y quienes los escucharon no pudieron cuando menos sentir como se les helaba la sangre en las venas. Los pocos quirópteros que quedaban levantaron vuelo y, cual buitres alrededor de un cadáver, comenzaron a dar vueltas. Agradecidos los hombres voltearon y para su sorpresa el Doctor Oculto surgía de la niebla con su signo mágico en manos.

—Muchas gracias— dijo Deadman

— ¿Qué paso con la Chica?— preguntó Papa Medianoche

—Está bien, acaba de alumbrar—respondió el Doctor Oculto.

— ¿Niño o niña?

—Una hermosa niña de tres kilos y medio— respondió el Doctor Oculto con una sonrisa.

— ¡Maldición! Constantine me ganó de nuevo— replicó Deadman arrancándole unas carcajadas a los demás.

Mientras la alegría, que contrastaba con el miedo y la tensión que medraba por el lugar, fungía como un oasis, los quirópteros comenzaron a estallar en el cielo y a caer como bolas de fuego. Era como de nuevo el sol hubiese salido o el conjuro que desató el Doctor Oculto se repitiese. Todos voltearon a verlo, pero el misterioso detective de lo paranormal se limitó a encogerse de hombros. A el Fantasma Desconocido le habría encantado enterarse que aquello era un efecto secundario de las artes de su amigo pero grande fue su pesar cuando vio el origen de tal portentoso conjuro. Bajo la forma de un as dorado, y acompañado por un repentino rugido, descendió de los cielos una inusual figura.

Vestía una armadura completa, portaba una lanza y una espada al cinto. Poseía unas alas brillantes, una nívea piel y cabellos rizados y negros. Cuando aquella entidad toco el suelo, este vibró leventemente y, para los mortales alrededor, se sintió como si el tiempo se detuviese.

—Bienhallados hijos de Adán— dijo con aquella voz meliflua y una parsimonia asombrosa— he venido ante vosotros, yo Ariel de las Huestes, el León del Señor, para solicitarles me entreguéis a la joven Irina y a su vástagos. Apreciaría celeridad en vuestros buenos oficios.


No me interesa

— ¿Cómo?

Cómo habéis oído.

—La criatura es excepcionalmente poderosa o lo será.

No me interesa

—Te dará la victoria y no te costará mucho.

¿Quién dice que necesito de artilugios para conseguir la victoria?

—Buee…

Tarde que temprano su reino será mío; yo tengo la ventaja, la humanidad cada vez más y con menos esfuerzo es mía.

— ¿Seguro? Porque la criatura sería algo así, como una… no sé, Bomba atómica.

Por mi podría ser la receta de galletas de chipas de chocolate de la jodida Martha Stewart o la formula de la Coca-Cola, igual no tiene importancia para mí.

—Pero para uno de tus subordinados si la tenía; y ni te digo para los tontos de allá arriba. ¿Acaso no lo sientes?

Eso es otro cantar. ¡Habla!

—Mejor no, tú sabes que eso de ser chivato no se me da.

Habla Constantine de una buena vez o…

—Está bien, no sé el nombre— replicó— pero quien haya sido se valió del demonio rimador, algo que no creo sea fácil entre los tuyos.

No me es de utilidad—dijo

—Mientes

El Primero de los Caídos guardó silencio y John Constantine no pudo evitar sonreír, a pesar de que sentía los efectos iniciales del síndrome de abstinencia. Había conseguido que su oponente considerara la situación y también lograba darle la vuelta a una situación inesperada.

—Te doy esta ofrenda de paz.

No soy una ramera de crack— replicó el temible ser— No me compraras con tanto dolor. De donde vengo, abunda.

—Este es mucha más sutil, fino— John le tendió la piedra filosofal— Allí hay un poco de mi pesar también.

Fingiendo renuencia el Primero de los Caídos lo tomó.

¿Qué deseas?

—Revela a mis enemigos ocultos, sácame a ese ángel de encima.

Hecho— dijo— Por cierto he cambiado de parecer, quiero a la criatura.

Eso será imposible— replicó una autoritaria voz surgida de la nada.

—Revélate

Como lo desees— replicó la voz. Allí, frente a ellos, surgió una niebla escarlata, que lentamente fue tomando la forma de un hombre de alba piel que portaba una capucha verde, con la cual apenas podías ver unas facciones deformadas por la ira.

— ¡El Espectro, la ira de Dios!— mascullaron al unísono, hombre y demonio.


V

—Ariel, león de Dios, regresa por dónde has venido— le ordenó el Fantasma Desconocido al poderoso ente.

——Bienhallados hijos de Adán— repitió el ángel de nuevo, como si no hubiese oído lo que Desconocido le decía— he venido ante vosotros yo, Ariel de las Huestes, el León del Señor, para solicitarles me entreguéis a la joven Irina y a su vástago. Apreciaría celeridad en vuestros buenos oficios.

— ¿Acaso no oíste, pelafustán?— inquirió Deadman desafiante mientras daba un paso adelante con arma en mano.

Insolente—replicó Ariel y señaló al hombre. El jefe de los vigilantes comenzó a convulsionar. De su boca surgió un ectoplasma albo y carmín que se elevó hacia las alturas. El potente grito de Boston Brand resonó por todo el estacionamiento haciendo estallar los vidrios de los pocos automóviles en pie—.Bienhallados hijos de Adán…

El ángel no alcanzó a terminar la frase de nuevo cuando la descarga del talismán del Doctor Oculto le alcanzó en pleno pecho haciéndole retroceder. Aquel acto de arrojo o estupidez, según quien lo mire, fue acompañado por unas frases sueltas en francés; que tal como ocurrió en aquel parador cuando le hicieron frente a Etrigan, desataron una serie de manos cadavéricas que surgieron del piso para retener al ángel.

La tristeza embargaba el rostro del Fantasma Desconocido, quien no sabía qué hacer. El poder desatado por sus aliados era considerable, pero era consciente de que sería insuficiente a la hora de frenar a un enemigo tan mortífero como su hermano Ariel. El ángel lanzó un alarido y los cadáveres salieron disparados en todas direcciones. Y la descarga de Oculto reflejada hacia algún coche que terminó por estallar. Agotados y asombrados los magos retrocedieron.

He venido de buena fe, y así me tratáis— dijo— Para vosotros solo habrá oscuridad y rechinar de dientes.

Lo dudo— dijo una extraña y potente voz salida de la nada— Yo no los quiero en mis dominios—agregó aquella voz.

Menuda fue la sorpresa de los tres magos cuando vieron como, de entre las nieblas, surgían Constantine, un musculoso gigantón de broncínea piel y cabellos negros, vestidos con una remera blanca y unos vaqueros negros y, por último, una figura alba y esmeralda envuelta en una capa.

El terror los puso lívidos cuando comprendieron la naturaleza de sus invitados. Allí, frente a ellos, se encontraba el Primero de los Caídos, un ente que era parte demonio, parte la conciencia de Dios, el antecesor de todo mal. Y a su lado, el Espíritu de la Venganza en pleno. Solo uno de ellos sonreía ante aquel tribunal: Ariel, el León de Dios.

—Habéis oído lo que ha dicho este confianzudo, sois testigo— replicó Constantine, mientras se alejaba, con calma de las figura y se acercaba a sus camaradas de armas.

—Tú sí que sabes hacer una entrada— replicó Medianoche

—Y liarla—agregó el Doctor Oculto.

Dime ángel de Dios— comenzó el Primero— Aun persiste en tu demanda.

—Ahora con mucho más ahincó, mi señor

¿Tan mal está el cielo que debe valerse de estas artimañas?

Esto nunca fue por el Reino de Dios— replicó el Espectro, con severidad.

La vulgar ambición, la sucia gloria— agregó el Primero de los Caídos— Y yo que pensaba que todos los ángeles mañosos habían caído con el Lucero.

¿Hermano, dejaras que me ofenda así?

No estoy aquí para preservar tu honra, Ariel— dijo— Si no para ver que se te haga justicia. Habéis engañado a los tuyos.

Y ellos a su vez han hecho lo mismo—replicó

—Porque les fallaste desde el principio. Nunca estuvo entre tus planes cumplir tu parte—intervino el Fantasma Desconocido, cada vez más ansioso de que aquel conflicto llegase a su fin, y cada vez más asustado por el papel que jugaría el Espectro.

Esto es fabuloso, un ángel que ha roto su palabra—dijo El Primero de los Caídos. Acto seguido se llevo las manos a la boca, y como si tuviera un megáfono grito a los cielos— Habéis oído eso. Ariel, el león de Dios, ha faltado a su palabra.

Bajo la vista con calma y se dirigió a un espacio vacío en la carretera y, con la misma actitud con la cual se dirige a un subalterno, le ordenó al vacio:

Manifiéstense ratas traidoras— dijo, acto seguido un bebe con un globo rojo y un albo octaedro hicieron acto de presencia.



Por fin los miembros de la Brigada pudieron ver a quienes estaban tras ellos. A Constantine le hizo algo de gracia la encarnación del caos, pero por otro lado no pudo evitar sentir algo de repelús.

—Richard ¿Dónde está Boston?

—El ángel le exorcizó— replicó este por lo bajo.

—Ve a por Irina y el bebé.

—Medianoche, ve por un coche, ¡Ya!

Las palabras del mago fueron obedecidas sin rechistar, pues sin duda era imperativo salir de aquel lugar. Los grandes estaban peleando, ya el patio de juego no era seguro. Constantine observó como disertaban y discutían hasta que escuchó aquella proposición.



La solución está en tus manos, Ariel— dijo el Primero de los Caídos— Ven conmigo y afronta tu destino o quédate para que tus pares o tus socios te juzguen. El único precio es el nombre de tu socio infernal.

El Arcángel miro a sus socios y a su hermano. Realmente no temía a los primeros, podría con ellos con facilidad. Lo que verdaderamente temía era el ser repudiado por sus iguales. Descartado del cielo por sus acciones, por hechos que había cometido en pro del bienestar de los cielo. ¿Cómo podría ser castigado por buscar el interés divino? Aquella pregunta rondó su mente incesantemente hasta que entendió la respuesta. No había futuro para él salvo ser un renegado. Pero ¿acaso no era ese un peor destino? Los entes sin dueño, eran como los Ronin sin Daimio: si no eran realmente habilidosos, morirían ignominiosamente a manos de cualquiera y nadie les vengaría. Él no deseaba aquello.

Acepto

— ¿Aceptas qué?

Irme contigo

— ¿Qué más?

Os daré el nombre de mi socio

—No, ¿Qué más?

Seré vuestro

—Declaradlo abiertamente

Pero…

—Hazlo

Yo Ariel, el León de Dios. Acepto servir…

—Con todo mi ser

Con todo mi ser al Primero de los caídos, de quien ahora seré siervo.

Muy bien—replicó el Primero de los caídos. Este realizó un gesto y, para sorpresa de todos, observaron como las hermosas alas de Ariel se marchitaron hasta volverse polvo. El ángel cayó de rodillas entre gritos de agonía y llanto— ahora el nombre.

Es el Príncipe…

No alcanzó a decirlo, pues en cuestión de segundos su pecho estalló como si debajo de aquel petó hubiese una granada. Todos los asistentes se miraron sorprendidos ante aquel evento; solo el Primero de los Caídos se mantuvo impertérrito y sonrió. Se acercó al pecho sangrante y lo olisqueo.

Ya sé quién es el traidor— dijo y luego con un profano placer dijo— Levántate y anda.

Como si nada hubiese ocurrido el ángel se puso de pie. El hueco en su armadura no fue sellado pero lo que había al fondo dejo de sangrar. Lo que sucedió a continuación, acompañaría las pesadillas de John durante años.


Sacar a Irina resultó un poco más complejo pues Richard no contaba con ayuda extra. Algo había ocurrido puesto que todas las personas dentro del hospital estaban inconscientes. Así que, sin Deadman y sin nadie más, tuvo que tomar a la mujer, que estaba agotada, y al chico y sacarlos en una silla de rueda por la puerta trasera. Allí, en lo que parecía una vagoneta familiar, le esperaba un preocupado Medianoche.

El hougan y el detective paranormal tomaron a la mujer y el bebé y se embarcaron en el automóvil.

— Ahora ¿qué?— inquirió Medianoche, realmente ansioso por salir de allí.

—Esperamos por los demás.



Es todo tuyo—le dijo el Primero de los Caídos al Espectro.

¿Cómo? No podéis hacer eso— le imprecó Ariel a su nuevo amo.

Puedo y lo he hecho— finalizó mientras se desvanecía en medio de la niebla convocada por Medianoche.

El Espectro, sin manifestar dolor u alegría alguna, descendió de los escalones donde estaba y se acercó lentamente al otrora ángel, no sin antes dedicarle una mirada a los agentes de las fuerzas del Orden y el Caos, una mirada que decía que correr era fútil. Aún así, estos no dudaron en desvanecerse.

Aterrado el antiguo ángel masculló unas frases arcanas, pero estas no pasaron de allí: sus poderes dependían de su amo y este lo había dejado a merced de su verdugo. En aquel instante Ariel comprendió la palabra: miedo. Salió corriendo a gran velocidad de allí, en medio de gritos. Sus acciones no sirvieron de nada pues el Espectro se elevó por los cielos para acto seguido caer como una red sobre el fugitivo. Transformado en una manta verde, lo envolvió hasta consumirlo. Una vez hecho esto, el poderoso ente volvió a la normalidad.

—Todo ha llegado a su fin— se dirigió a el Fantasma y John Constantine— Id en paz vuestros enemigos no os perseguirán; y dadle buen uso a la nueva oportunidad que se os da. Si falláis, sabéis a quien hallaran al final.



VI

—Llegamos—sentenció Boston Brand mientras detenía la vagoneta al pie de una colina coronada por una casa de dos pisos y una cerca blanca.

Los miembros de la Brigada descendieron del automóvil, y miraron alrededor.

— ¿De verdad este sitio es seguro?— inquirió Rose mirando el sitio con desconfianza con el recién nacido en brazos e Irina a su lado.

—Es más de lo que aparenta— replicó el Fantasma Desconocido.

—Como tú— replicó Constantine mientras miraba de soslayo a Rose.

—De verdad es un sitio poderoso— agregó Medianoche— No dudó que la niña este segura aquí.

—Es hora del adiós— dijo Constantine mientras abría el maletero y le tendía a Deadman un bolso con las pertenencias de la niña y lanzaba de nuevo una mirada a Rose, quien parecía captar las indirecta y le dio la recién nacida a su madre, no sin antes darle un beso y un último abrazo.

Con lágrimas en los ojos los magos observaron como Deadman se llevaba a la chica. Para ellos había sido una experiencia única, sobre todo para Rose, quien había quedado inconsolable. Constantine la tomó entre brazos y trató de reconfortarla, pues era consciente de lo que había significado Irina para ella; también tenía varias teorías sobre lo que había pasado. Así que sabía que lo que pasaba no era culpa de ella.

—Ira a un sitio mejor, cariño— le dijo Constantine

—Yo espero que no regrese como un boomerang a modernos el trasero— replicó Medianoche.

—No lo harán— respondió el Fantasma Desconocido muy optimista.

—Bien, ¿Y ahora qué hacemos?— inquirió Rose.

—Vámonos por un trago— replico Medianoche.

—Excelente idea, la mejor que has tenido hasta ahora, Medianoche— respondió Constantine— Vamos, yo conduzco… es hora de que la Brigada de la Gabardina cabalgue de nuevo.

—Nada de eso inglés. Tú no sabes manejar por la izquierda—replicó Medianoche.

—Hasta donde yo sé tú no sabes conducir, Constantine—agregó el Fantasma Desconocido jovial.

—Yo aún no quiero morir— agregó una Rose que lentamente recobraba el animo.

—Está decidido: al asiento trasero— replicó el hougan.

—Pero…

—Obedecedle— dijo el Fantasma

—Con amigos como ustedes, para que necesito enemigos…— replicó el inglés mientras hacía caso a sus amigos y entraba en la furgoneta.

Desde la casita en la colina, que no era tal, una alegre Irina con su bebé en brazos observaba como el auto de aquellos que habían sido sus salvadores se alejaba. Agradecida de más, por haber encontrado por fin la paz, masculló a su bebé.

—Chiquita, recuerda este día… recuerda, cuando te toque el juzgarnos, que aun existen buenas personas en este mundo.

FIN



2 comentarios:

  1. “Y con este capítulo se cierra LA BRIGADA DE LA GABARDINA, una de las series más exitosas y regulares dentro de nuestra iniciativa del 2013 Nextwave y que ha “coronado” a Guillermo Moreno como un elemento fundamental dentro de la evolución de este proyecto, no sólo por esta serie sino por su participación simultánea en la serie WONDER WOMAN. Guillermo se atreve a desarrollar un aspecto hasta ahora poco tocado en AT53 como es toda la vertiente mística del UDC a través de la “reunión” de algunos de los principales personajes mágicos de la casa mucho más allá de los miembros de la “Brigada” que da título a la serie (no hay mas que ver la enorme cantidad de secundarios que hemos visto “desfilar” a lo largo de toda la aventura.) Su prosa es muy directa y enfocada a la aventura, alejada de “florituras” o de una lírica forzada que trate de imitar a Moore o Gaiman y que, si no se sabe hacer bien, haría mas mal que bien al resultado final de la historia. Guillermo no comete ese error y escribe como él sabe hacerlo, sin tratar de ser otro, ofreciendo un enfoque más divertido y ligero que quizás aproxime más el tono de la historia a la serie Justice League Dark que a the Trenchcoat Brigade (y que aquí tampoco hace falta. Con la miniserie original Gaiman debía “redefinir “ la estructura del universo mágico DC y eso es algo que Guillermo tampoco pretende). Durante el desarrollo de la historia se le nota cierta predilección por algunos personajes (principalmente Papa Medianoche y John Constantine frente al Fantasma Desconocido o Rose Psíquica que, aunque participan en la trama, su papel es “menor”) pero consigue al final darle a todos su momento, haciéndoles destacar sobre la mencionada gran cantidad de personajes secundarios.

    Y después de las alabanzas, ha llegado el momento de las críticas y es que, como reza el dicho “un héroe es tan grande como su villano” y quizás le haya faltado a Guillermo un poco más de desarrollo en los antagonistas de su variopinto grupo, algún capítulo más enfocado en ellos y en sus razones e interacciones que nos hubiese permitido hacernos una mejor idea de quienes eran y de lo que buscaban.

    De todos modos, la serie en su conjunto es buena y entretenida, que es lo mejor que le podemos pedir
    Respecto al apartado gráfico, han sido muchos los artistas que han ilustrado las portadas: Juan Andrés Campos, Rubén Dávila, Alfonso Pinedo y Damian Trevo. Los resultados han sido tan dispares como los diferentes estilos que manejan (algunos más adecuados que otros para una historia como ésta) pero, en todo caso, siempre han sido correctos. De todas las portadas, mi favorita es la de Alfonso, donde la composición y las tonalidades utilizadas me han parecido fantásticas.”

    Comentario publicado originalmente en fecha 02/03/2014

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    1. "Pues muchas gracias por lo que me toca. Es, junto a la serie de WW, mi primera serie escribiendo Fanfic. Yo también sentí el final muy apresurado, pero por otro lado, sentí que si me extendía podría echar a perder la historia. En cuanto a la predilección, es cierto: me cuesta un poquito llevar un grupo y no tener un preferido. Me faltó algunos puntos que desarrollar, por ejemplo pretendía en ciertas parte dar la impresión de que Midnight era un traidor, pero no supe plantear. En cuanto a los villanos, tiene razón. Tomaré nota a futuro: LOS VILLANOS DEBEN TRABAJARSE TANTO COMO LOS HEROES. Muchas gracias por los comentarios :D”

      Respuesta publicada originalmente por el usuario "WilliamDarkgates" con fecha 02/03/2014

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