The Spider nº10

Título: ¡Contra el FBI!
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Jose Baixauli
Publicado en: Febrero 2014

El Amo de los Hombres sufre un inesperado tropiezo. ¡En esta ocasion sabrá lo que significa ser perseguido por la Ley, como los criminales a los que marca con su terrible sello! El tiempo para llevar a cabo su plan se acaba, ¡pero al FBI eso no le importa si atrapan a su presa! ¿Podrá the Spider sobrevivir a una lucha... contra el FBI?
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger

Wentworth se levantó impulsado como un resorte. Alerta y despejado. ¿Podía haberle traicionado el anciano negro? No, desechó esa idea de inmediato. Lo más seguro es que tras haber hablado con Kirkpatrick, este le hubiera asignado una escolta o al menos le hubiera hecho seguir.


El mismo comisario le había dicho a Wentworth que la Oficina Federal De Investigación se había hecho con el control del caso. Tenia que haberlo previsto. Se había descuidado y pagaba el precio por ello.

-¡Sabemos que está en el edificio! ¡Lo tenemos todo rodeado, Spider! ¡Entréguese ahora mismo! -La voz pausó unos segundos y de nuevo repitió su amenaza-: ¡FBI! ¡Salga por...

Wentworth no prestó más atención. Esbozó una macabra sonrisa mientras, de nuevo, adoptaba el aspecto de aquel a quien la Ley y el Crimen odiaban por igual. Pero él estaba en inferioridad de condiciones. Aunque quizás ese temor pudiera ser usado en su favor...

Desechó de inmediato la idea de huir por las escaleras y bajar hasta el portal. Aquella situación requería un plan audaz y temerario. Más allá de la puerta escuchaba a los vecinos de aquel edificio protestar por la intrusión de aquellos hombres en su intimidad. Por enésima vez, lamentó el haber gastado todas sus bombas cegadoras en la «visita» hecha a Jefferson.

Sin preocuparse ya de disimular, se asomó por una de las ventanas, la cual daba a la escalera de emergencia que bajaba por el costado del edificio. En el extremo inferior pudo ver a dos hombres armados con escopetas que al instante alzaron los cañones y dispararon. Aquella vía de escape estaba descartada... en cierto modo.

-¡Es nuestra última advertencia! ¡El edificio está siendo evacuado! ¡Vamos a entrar! ¡No tiene escapatoria, Spider! ¡Entréguese y ahorrará un inútil baño de sangre!

Repetían demasiado aquellas palabras. Como si quisieran convencerse a ellos mismos de su realidad. Extrajo su Hilo De Araña del kit de herramientas. Una fina cuerda de seda capaz de soportar hasta setecientos kilos. La ató a la mesa tras disponerla en un precario equilibrio junto con unos pocos platos sobre ella.

Ya escuchaba como los agentes estaban sacando de sus viviendas a los vecinos del piso inmediatamente inferior. Dispuso una serie de objetos más a escasa a distancia de la puerta, atando el extremo de la cuerda al pomo.

Salio rápidamente al descansillo. Cerró la puerta dejando tirante la cuerda por dentro y marcó la madera con su sello. Subió corriendo el último tramo de escaleras, para encontrarse con la puerta que daba a la azotea cerrada con llave. No podía abrirla de un disparo o alertaría a los federales.

Del kit de herramientas que siempre llevaba consigo extrajo un par de ganzúas, trabajando con toda la prisa de que era capaz. Ya oía a sus perseguidores alcanzar el piso inferior y el escándalo provocado al abrir la puerta.

-¡Quitadme esto de encima!

-¡Tened cuidado, puede estar escondido!

-¿Donde? Aquí no hay na...

¡La rebelde cerradura se abrió con un oxidado chasquido, dejando el paso libre! The Spider corrió por la azotea. Su intención era sencilla y directa. No tenía tiempo para sutilezas. Era temerario en extremo, suicida. Pero su única escapatoria. Saltaría hasta el edificio más próximo y buscaría el perderse entre la anónima multitud neoyorquina.

Cuando ya se encontraba a una zancada escasa del borde de la azotea, ¡un disparo de rifle estalló a su espalda! El enmascarado se dejo caer de lado y rodó sobre si mismo buscando un refugio que no pudo encontrar.

-¡¡Le tengo!! ¡Está en la azotea! -La voz venia justo del edificio que pretendía alcanzar. Tumbado en el suelo, inmóvil, alzó apenas la cabeza. Vio una figura encaramada en lo alto de un depósito de agua, sosteniendo un largo rifle.- ¡Venid rápido!

Medio apagado por la distancia y el viento, pudo oír los pasos de los hombres armados con escopetas que subían por la escalera desde la calle. Y en ese momento aparecían en la azotea el resto de agentes. Dos en un extremo, otro con un rifle dominando el lugar desde una posición superior y tres al menos que acababan de aparecer.

-Le avisé Spider. No tenía escapatoria posible. Ahora manténgase muy quieto mientras le esposamos y vemos al cobarde que se halla bajo la máscara.

El aludido se dio cuenta de que a pesar de sus palabras, ninguno se había acercado. Tenía la cara casi contra el suelo de cemento. El ala de su sombrero le estorbaba la vista. Pero tenía buen oído y pudo hacerse una imagen mental de la situación en la cual se hallaba. Si empezaban a disparar, habría un fuego cruzado en el que corrían el riesgo de no salir vivos.

Solo tenía una posibilidad. Una última e ínfima oportunidad de huir y llevar a cabo sus planes. Con sumo cuidad, sin brusquedad, se puso en pie.

-Agentes, permítanme felicitarles. Porque van a ser ustedes quienes cobren la recompensa que el gobierno ofrece por mi captura. ¿Como van a repartir esos miles de dólares?

>>Por favor, bajen las armas. ¿No querrán dañar la pieza cobrada, verdad?

-¡Es cierto, Mac! -Desde el otro edificio gritó el agente que le había detenido en su huida. Había abandonado la altura del depósito de agua. Ahora se hallaba apostado en el borde de la azotea, queriendo tener un tiro más seguro.- ¿Como vamos a repartir esos grandes entre todos?

-¡Vuelve a tu puesto, Jogerson! ¡No te he ordenado que lo abandonaras! ¡Y usted cállese o le abro un ojo nuevo!

The Spider permanecía erguido, sin decir nada. Se limitó a esbozar una media sonrisa que dejó al descubierto los colmillos que le daban el terrible aspecto por e cual era temido. El viento de la tarde onduló su capa como el insecto que hace vibrar la telaraña al quedar atrapado.

Como si aquel momento fuera la señal que esperaba, respondió con una despiadada calma.


-No lo hará. Porque el mismo Hoover les ha ordenado que me capturen. Y la recompensa solo la valgo vivo... e ileso. No pueden hacerme nada si no quieren arruinar sus carreras.

-Siempre pueden ocurrir desgraciados accidentes. Usted es el culpable de que mi hermano muriera en ese maldito hospital. Si ocurre algo, es la palabra de un criminal contra seis agentes federales. -The Spider negó con un gesto. No servia de nada seguir hablando. ¡Empezó a correr hacia el lado opuesto a las escaleras de incendios!

A su espalda, los hombres del FBI empezaron a discutir entre ellos.

-¡No! ¡Hoover nos colgará si lo matas!

-¡Al infierno con él! ¡Mi hermano murió por su culpa!

-¡Maldito irlandés! ¡Si muere no podremos interrogarlo!

Desde el otro edificio, el federal del rifle se echó el arma al hombro y apuntó pero lo bajó apenas lo había alzado. No se atrevía a disparar a un objetivo tan rápido con sus compañeros tan cerca. Podía fallar y matar por error a alguno de los que trataban de sujetar al jefe de su grupo.

-¡Se va a escapar, inútiles!

-¡No si yo puedo evitarlo! ¡Pagará por la muerte de mi hermano! -El «maldito irlandés» había logrado estirar el brazo armado. Golpeó con el cañón a uno de sus compañeros partiéndole los dientes. Mientras retrocedía llevándose la mano a la boca rota, el otro logró disparar.


La bala hizo saltar el sombrero del federal que retrocedía y rebotó contra el cemento, perdiéndose en el espacio. Justo en ese momento ¡el vigilante saltó al vacío, rogando que su memoria no le hubiera fallado!

Apenas sus pies dejaron de apoyarse en la azotea, vio que en efecto, sus recuerdos no le habían traicionado. Disparó su brazo, agarrándose al alfeizar de una ventana del piso superior. Sin detenerse, usó el impulso de la caída para balancearse hacia un lado. Si lograba alcanzar el canalón que conducía el agua de lluvia hasta la calle...

Lo logró, aunque por unos instantes casi pensó que fallaría. La llegada al suelo fue brusca, apenas frenada por la resistencia de la revoloteante capa y las rodillas flexionadas. Escondió la máscara y la peluca bajo sus ropas y salió corriendo a la calle.

Fue directo al grupo de curiosos y vecinos del edificio que esperaban allí. Sin darles tiempo a reaccionar, exclamó:

-¡Está allí, en el callejón! ¡Vi como se ocultaba entre la basura!

Abandonó el lugar sin mirar atrás y se dirigió a la estación de metro más próxima. Tenía el tiempo justo de ir a su propio domicilio y recoger algo que le seria muy necesario para aquello que pretendía hacer.

El Maestro de los Hombres iba a la guerra.

Continuará...


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En el próximo episodio: ¡El Sello De The Spider!

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