Blade nº12

Título: La muerte de los monstruos (V): La armada de los Angeles
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Abril 2014

Los Ángeles de la Mañana Silenciosa son una organización secreta que ha conseguido dejar en jaque a los monstruos. Su guerra no ha hecho más que empezar. ¿Impondrán su poder sobre toda la Tierra?
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan


UNO

Creo en los monstruos.

Nosotros, sin ir más lejos, somos monstruos para algunos que no entienden qué es ser realmente eso.

-Le han cortado el cuello y han dejado los típicos mensajes esos… –dijo uno de los agentes de policía, observando el cadáver. La sangre había explotado por doquier–. Puede que sea esa secta de la que hablaba Marlo…

—Puede ser… La víctima acababa de salir del psiquiátrico. Decía que si se acercaba al agua, se convertía en un tritón –contestó otro policía.

—Algo bastante problemático si te has criado con una familia de pescadores como dice su historial, ¿no crees?

Ambos se echaron a reír (fue el chiste del día en la comisaría) hasta que llegó su jefe de brigada con un mensaje bastante oscuro:

—Marlo ha muerto. Cerremos esto. Tenemos que enterrar a uno de los nuestros.

DOS

Nosotros no asesinamos por placer, sino por un don y un deber divino. ¿Podría considerarse asesinato liquidar a una serie de bestias del infierno? No, realmente es un favor. Sin embargo, muchas mentes blandas tergiversan nuestro mensaje.

— ¿Cuántos se han liquidado hoy? –preguntó uno de los pretores de los Ángeles, aquel que había adquirido y reformado el viejo puesto.

—Cien en todo el mundo –respondí, servicial.

—Konrad –me dijo el pretor–, anuncia que la ronda de latigazos comenzará en una hora. Mañana deberán ser doscientos los monstruos que mueran. Debemos castigarnos para castigarlos, debemos vencernos para vencerlos.

—Sí, señor. Castigo y victoria.

Por eso, cuando alguien habla de los Ángeles de la Mañana Silenciosa ni siquiera se imaginan lo que somos.

TRES

Estamos en todos lados, así que da gracias a que sea así, porque somos la última esperanza. Como Konrad que me llamo y como miembro de los Ángeles de la Mañana Silenciosa que soy, estoy congratulado de que así sea. Nadie puede pararnos. Nos extendemos. Es voluntad divina.

—Archiva ese caso. Hoy tenemos un funeral –dijo el nuevo inspector. La muerte de Marlo había sido inesperada.

Cuando todos los agentes de policía se habían marchado, el inspector dijo que continuaría la investigación de Marlo y sus asesinos sectarios.

En el momento en que nadie lo vio, recogió todo el papeleo, lo guardó con sumo cuidado en un maletín y, dos horas después, en su casa, lo quemó en nombre de Los Ángeles de la Mañana Silenciosa.

—Nadie sabrá quiénes somos excepto nosotros. Nosotros nunca olvidaremos quiénes somos –dijo, recitando sagradas palabras de los nuestros.

CUATRO

Los centros infantiles suelen ser vigilados por rigurosas normas. Ya no viven como en las obras de Charles Dickens. Algunos ni siquiera los llaman orfanatos cuando lo son o reformatorios cuando lo son. Los Ángeles los llamamos nidos.

—Konrad, es un honor verte de nuevo por aquí –me dijo el gerente de uno de los nidos–. Hemos esperado todo este año para dar un buen tributo a la Mañana Silenciosa. Hemos conseguido a diez buenos candidatos que seguro que desempeñarán una gran función…

—Seremos los Ángeles quienes decidamos si son buenos o no y si desempeñan una gran función o no –respondí, mientras sigo a aquel hombre gordo que busca virtud sirviéndonos.

Fui con él hasta la sala donde se encontraban esos muchachos que esperan servir a la Orden. Solo uno conseguiría ser un guerrero como los Ángeles. No había alas para todos.

Sentí que son un reflejo de cuando yo era pequeño. No sentí piedad.

— ¿Creéis en los monstruos?

Fue mi primera pregunta.

Ninguno respondió.

Yo haré que crean en ellos, porque yo creo. Creo en los monstruos.

CINCO

Nos cubrimos bajo un manto que nos permita seguir llevando nuestra labor a buen puerto.

— ¿Qué me dices de esos asesinatos que dice la competencia que pueden ser sectarios? –preguntó el jefe de redacción de los informativos de una importante cadena.

—La policía no quiere hablar –respondió uno de los periodistas–. No hay nada fiable, salvo sensacionalismo y amarillismo. Es una forma de rellenar con…

—Calla, calla… Si eso permite que más nos vean, valdrá la pena… ¡Eh, tú, becaria! Menos escuchar a los mayores y más mover tu jugoso trasero para traernos unas buenas tazas de café –dijo el jefe refiriéndose a una joven que consideraba poco más que un insecto. Luego, siguió hablando con los demás–. Mañana hablaremos más de este tema. Podría llamar a los anunciantes.

En lo que el jefe de redacción no se había fijado es en la cruz que lleva en el cuello la becaria. Y aunque se hubiera fijado, no habría caído en la cuenta de lo que ha visto y significaba.

Esa noche, el coche de aquel iluso fue embestido por otro. El periodista murió en el fondo de un barranco. Borracho, según la policía, la misma que se negaba a hablar.

Mientras, hubo una nueva fuente de la Mañana Silenciosa que adquirió un premio por su forma de servir al Propósito. Ya no era un insecto.

SEIS

Nos hemos extendido por toda la capa de la sociedad para saber moldearla según nuestro cometido.

—Estás hablándome de monstruos, ¿no? –preguntó uno de los asesores del presidente de los Estados Unidos–. ¿Has perdido la razón?

La persona con la que hablaba era una mujer que lideraba un importante grupo de fanáticos religiosos, que maldecía cualquier cosa y que servía a objetivos ocultos. Aún así, eran votantes fieles.

—No me importa su opinión –respondió la mujer–. Me es indiferente. Solo quiero que sepa una cosa. El Armagedón se acerca. ¡Prepárese para ello o la gran ola se lo llevará por delante!

SIETE

El Maestro, el gran señor de nuestra orden, se enfrentó una vez al mal y decidió vengarse de él por los siglos de los siglos. Solo cuando los monstruos sean destruidos, él descansará. Inmortal y poderoso nos convirtió en sus hermanos en esta guerra santa.

—Mis hijos, el gran día se acerca y vuestra será la victoria –nos dijo el Maestro a todos nosotros–. Los monstruos han vivido demasiado tiempo y nosotros hemos purgado su mal como hemos podido. Ahora, con el arma de Dios, juramos que llevaremos hasta las últimas consecuencias nuestra cruzada.

>>Nuestro poder nunca caído, un nuevo orden aparecerá pronto en la Tierra. Nosotros seremos los mesías del mañana y océanos de sangre de monstruo abriremos con tal de llegar a las almas inocentes.

>> ¡Ángeles de la Mañana Silenciosa, pronto comenzará la guerra y pronto seremos vencedores!

OCHO

Ahora la Espada de Azrael se ha convertido en nuestra mayor oportunidad. Si esta mata a un monstruo como los vampiros, toda la raza desaparecerá, lo mismo ocurrirá con los licántropos si uno cae… Y así nuestra obra santa terminará para siempre.

—Hemos matado al último que podía señalarles dónde estaba la espada, al Cáliz– dijo uno de los sabios de la orden–. Los siervos de Drácula se encuentran ahora, sin duda, perdidos.

Nosotros, reunidos en una camarilla en concilio, esperábamos saber cuál sería nuestro próximo paso.

—Ellos estarán reuniendo ahora a los monstruos para la guerra –contestó el hermano Benjamin–. Nosotros hemos nacido preparados. El primer paso deberá decidirse pronto. Muy pronto.

—El primer paso ya ha sido decidido –afirmó la mano del Maestro en la sala, su sirviente más fiel–. Drácula atacará y entonces habrá caído en nuestra trampa.

No podemos impedir que algo tan pueril como la felicidad nos toque en estos momentos de grandeza. Yo, Konrad, veré cómo los Ángeles de la Mañana Silenciosa alcanzan su gran triunfo.

NUEVE

Algunos nos consideran un virus letal que se ha propagado por el mundo; no se dan cuenta de que somos las defensas, aquellos que curamos este mundo de la enfermedad. Somos la quimioterapia de este cáncer. ¿Pensará lo mismo la llamada Diosa del Submundo?

La Creadora llevaba tiempo en silencio para muchos, pero otros como Anna sabía que no habían callado. Ella, una niña vampiresa, se había convertido en una fiel lacaya de las órdenes de la Creadora.

—Los vigilantes han informado de lo que ha ocurrido con el grupo que sigue al Vampiro Que Ha Caminado Bajo El Sol, Blade –dijo Anna a su señora. Esta pareció sonreír–. Parece que buscan la Espada de Azrael.

—Viejo y deseado objeto –masculló la Creadora–. Ahora se hallarán perdidos y pensarán que nada bueno vendrá de él.

— ¿Podría algo bueno venir de él si los Ángeles de la Mañana Silenciosa se hacen con él?

—Simplemente, que podría llegar antes a mis manos y entonces, pequeña, podría decidir algo importante.

— ¿El qué, Creadora?

—Que este mundo sea solo para mis hijos, los vampiros, los hijos más fieles de la noche.

Anna vio a la Creadora reír y lejos escuchó los pasos militares de los más fieles sirvientes. El antiguo nazi Heinrich los lideraba.

El ataque era futuro, pero no lejano.

DIEZ

Nuestros enemigos se reúnen para intentar saber si son capaces de hacer algo contra la Mañana Silenciosa. Qué ilusos son.

—Drácula ha formado una pequeña hueste de élite con la que planea dar un golpe en una de las sedes de los Ángeles –dijo su hija Lilith–. Así pretende sacar algo de información sobre la Espada de Azrael.

–Es decir, ir a lo loco y ver si pasa algo bueno –replicó Terror fumándose un puro a riesgo de que se le pudriese un pulmón y tuviese que ir a por otro a la morgue.

—Será un golpe de fuerza bruta para saber si se puede obtener algo –aclaró Rex, el licántropo. El grupo se había reunido en las últimas horas, en la Torre de Drácula en Nueva Orleans–. Es un golpe desesperado, un golpe suicida.

— ¿Ves algo? –preguntó Morbius a Belladonna. La adivina negó con la cabeza; el que era semejante a un vampiro suspiró.

—No intentes forzarla, su poder no funciona así –defendió Rex a Belladonna ante Morbius.

—Ah, pero ¿su poder funciona alguna vez? –preguntó Morbius y Rex dio un paso adelante que pudo ser descrito como un desafío.

— ¡Apuesto cinco pavos por el ganador! –gritó Terror disfrutando del momento, pero Lilith para la batalla antes de que empezase.

—Tratamos temas más importantes ahora que ver cómo os desmembráis, ¿entendido? –habló la hija de Drácula con sequedad.

Danny Tech se cansó de aquella batalla y se levantó del asiento de la improvisada sala de guerra que Drácula les había cedido. Tech odiaba tener que seguir los dictamines de un loco como Drácula, más aún tener que trabajar en grupo y ahora odiaba todavía más no saber si una orden de fanáticos acabaría con él.

Tech salió al balcón, donde encontró a un pensativo Blade, mirando la enorme ciudad que se abría ante ellos con las luces tenues en la negrura.

—Es maravilloso mirarla, Nueva Orleans… y pensar que mañana podría haber desaparecido, ¿no? –dijo Tech.

—Discrepamos en cuanto al significado de la palabra “maravilloso” –respondió Blade, que no parecía muy dispuesto a la conversación.

— ¿No has pensado que si la Espada de Azrael mata a un demonio nos libre de esta condena? –preguntó Tech–. Lo siento si ha sonado a una forma de justificar a esos fanáticos, pero quizás… si matasen al demonio que llevamos dentro, seríamos humanos normales y corrientes. Como en los cuentos de hadas, matan a la bruja, se rompe el hechizo.

—Ningún hechizo se rompe permanentemente y hay monstruos que disfrutan de serlo.

—Sí, lo sé. A veces, pienso en si Drácula no estará haciendo eso para impedir que acaben con él. Me refiero a que si matasen a todos los vampiros, él se convertiría en un mero anciano con ínfulas o quizás en un montón de cenizas. Aunque creo que tiene muchos negocios banqueros, seguiría siendo una sanguijuela aunque diferente…

—Los Ángeles de la Mañana Silenciosa no creo que quieran salvarnos –contestó Blade con tosquedad–. Ni aunque pudieran, querrían hacerlo. Desean exterminarnos.

— ¿Cómo lo sabes?

—Porque yo también soy un cazador.

Danny Tech asintió con la cabeza.

—Blade, temes que acaben con todos y tú, en caso de que sobrevivieras, te quedases sin trabajo.

—Por algo estoy aquí.

Danny Tech se dispuso a marcharse.

—A veces, es difícil que caigas bien a la gente Blade.

ONCE

Hoy nos encontramos en los últimos días de esta gran cruzada y yo, Konrad, he decidido escribir varios de estos momentos, sin saber qué conexión tendrá con otros. Lo he hecho porque pienso que la gente del mañana querrá saber cómo llegó el silencio y todo lo que significó para cada uno de nosotros. Yo soy un testigo y yo sabré qué hacer.

Lo prometo por los Ángeles de la Mañana Silenciosa y por el reino que vendrá. Estos son los últimos días de ruido infernal. Ahora, llegamos nosotros.

Alabados seamos.

Continuará…


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