The Spider nº13

Título: El Misterio del Sello 
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Ernesto Treviño
Publicado en: Mayo 2014

¡¡Nueva saga!! Muchas cosas empiezan por muy poco, como una bola de nieve que rueda ladera abajo. The Spider lo descubrira cuando se haga una simple pregunta: "¿Como puede caminar alguien que está muerto?"
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger

Tras el volante del Hispania recién estrenado, Jackson conducía, deslizándose a través de la inusual fluidez del tráfico neoyorquino. Conductores y peatones parecían seguir los rutinarios pasos de la coreografía representada cada día, sin pensar apenas. Como si la rutina de cada jornada fluyera por las venas de la urbe, dándola la vida de la cual gozaba.

Siguiendo las instrucciones recibidas se apeó ante un bloque de lujosos apartamento. El portero, ya avisado, asintió en silencio, indicándole que su pasajera no tardaría en bajar. Al poco, se inclinó mientras abría las puertas del vehículo a Nita Van Sloan. Su natural y envidiada belleza se veía empañada por la ojerosa mirada propia de quien duerme poco, peor y con pesadillas. Junto a ella caminaba un enorme perro, un gran danés.

-Buenos días, Miss Van Sloan. -Ella forzó una sonrisa, aunque desganada e inquieta.

-Bueno días Jackson. ¿Y Richard? ¿No habrá...

-No se preocupe. -El hombre alzó la mano en una tranquilizadora negativa-. Está esperando donde la tengo que llevar. Ram Singh está con él.

Nita suspiró aliviada. Lo único que quería era que aquel asunto acabara cuanto antes. La jornada anterior, en una fiesta celebrada con motivo de una exposición en una galería, fue una de las víctimas del ataque de la extraña banda que la había asaltado. Dick había logrado poner a salvo a un puñado de los presentes, aunque no a todo. Lo único que recordaba con claridad era al pandillero atacándole con un arma. Luego, la muerte de este cuando Richard le clavó en el cuello una copa rota.

Declaraciones y más declaraciones... y ahora aquello. Cuanto antes acabara, antes podría dormir tranquila de nuevo.

-Apollo, sube. -El gran can obedeció, encajándose como pudo en el asiento trasero del vehículo. Jackson cerró la puerta y volvió a ponerse tras el volante.

Frente a la puerta de la morgue aguardaban tres hombres. El primero era un hombre alto, de piel oscura y rasgos orientales. Lucia un turbante y un impecable traje. Sus negrísimos barba y bigote le conferían el aspecto de un león humano.

El segundo era Richard Wentworth, prometido de Nita Van Sloan. Bien parecido, de rasgos inteligentes y serenos. En aquellos momentos daba una calada a un medio consumido cigarrillo. Poco podían imaginar quienes le vieran que era el vigilante conocido como the Spider. Implacable azote del inframundo criminal, su solitaria guerra había salvado en incontables ocasiones a la nación. Los más desquiciados y malvados criminales habían sido marcados por su temido sello escarlata.

Pero en aquello momentos el marcado era él. Le preocupaba Nita más de lo que él mismo sabía. Se dijo que en cuanto acabaran todos aquellos enojosos trámites, ambos marcharían en un largo crucero por el norte de Europa. Nueva York podía sobrevivir una temporada sin su más despiadado defensor.

-Ya están aquí. -El tercer hombre, uno de los detectives a cargo de aquella investigación, señaló el lujoso coche que había aparcado frente a ellos.

-Nita, estás radiante.

-Mientes muy mal, Richard Wentworth. Buenos días Ram Singh. -El hindú se agachó, agradeciendo el saludo de la elegida de su amo-. Detective Garland, ¿entramos y acabamos con este enojoso asunto?

>>Apollo, siéntate. Quédate aquí con Jackson y Ram Singh. -El gran danés, obediente, se sentó sobre sus cuartos traseros. Nita lo había dejado bien claro. No deseaba más compañía en aquel trance que la de Wentworth.

Tras pasar el control de seguridad, se encontraron con un rostro conocido que se dirigía a la salida. El cuidado bigote se torció junto con una sincera sonrisa al saludar a la pareja.

-¡Robert! -El comisario de policía saludó con energía a Nita y dirigió una más preocupada expresión a Wentworth.

>>Me imagino a que habréis venido. Me estoy ocupando personalmente de este caso, quiero que lo sepáis. -La mujer se tranquilizó. Robert Kirkpatrick era un buen, magnífico policía. Podía confiar en su profesionalidad.

>>Richard, ahora tengo que reunirme con el alcalde, pero mañana a primera hora, acude a mi despacho. Tenemos que hablar.

-¿Asuntos oficiales?

-Podrían serlo. Si me disculpas... Buenos días.

Wentworth se convenció de inmediato de que esa charla tendría que ver con el asalto a la galería. Y de que la policía sabia cosas que no habían publicado los periódicos. Ya se enteraría. Si era necesario, una vez más mostraría al submundo de hampones y criminales el rostro que más temían. No el del elegante Richard Wentworth, el del Amo de los Hombres, ¡the Spider!

-Señorita, si hace el favor...

-¿Y esto? -El doctor que les recibió, junto a un policía (presente allí para confirmar si el cadáver era o no reconocido), les tendió un bote del que emanaba un mareante hedor mentolado.

-Para que no se mareen por el olor a las sustancias que usamos. Y a veces, los cuerpos llegan ya descomponiéndose.

El detective, una delgada masa cubierta por un feo traje, carraspeó y habló con una voz rota por el tabaco.

-El comisario Kirkpatrick me ordenó que les advirtiera. A pesar de la amistad que les une a ambos, sigue estando al mando de la investigación en este caso. No hará excepción alguna. ¡Con nadie! -Prosiguió con un autoritario tono que resultó de lo más molesto a Wentworth. Nita suspiró hastiada.

>> ¡No hablaran a nadie de lo que vean aquí! Filtrar cualquier detalle podría dar al traste con la investigación. ¿Han entendido? -Ambos asintieron en silencio y por fin traspasaron la última puerta.

El lugar en realidad era de lo más aséptico y estéril. Carecía de toda atmósfera de dramatismo o truculencia, al menos a primera vista. Estante, cámaras frigoríficas, instrumental... Todo estaba tan ordenado que provocaba una malsana inquietud en el espíritu. En medio de la estancia había una mesa de autopsias con un cadáver cubierto por una sábana.

El detective Garland habló de nuevo, con un tono de absoluta seriedad que no admitía réplica:

-Ahora verán porque han de guardar silencio. Doctor...

El aludido se anudó una mascarilla quirúrgica llevado por la inercia de la diaria rutina. Se acercó y con cuidado levantó la sábana, dejando descubierta aquella carne muerta hasta la cintura.

-Señorita Van Sloan, ¿reconoce usted a esta persona? -Observar aquel cuerpo sin vida no fue difícil. En su ya larga relación con Wentworth, había mirado a la muerte cara a cara en multitud de ocasiones. Y sin embargo en aquel momento...

-Es él. Es el mismo que me atacó. -El cuerpo fue cubierto de nuevo, el detective asintió y Nita y Richard abandonaron el lugar tras una última advertencia de que guardaran silencio sobre lo vito en la morgue.

Aquella visión se convirtió en una inmediata obsesión para Wentworth. Sin duda Kirkpatrick quería hablarle de aquello en la cita del día siguiente y no era para menos. Aquel no era un cadáver normal y corriente. Presentaba unas enormes y feas cicatrices en todo su cuerpo. Como si hubiera sido sometido a algún tipo de brutal procedimiento quirúrgico, más propio de un carnicero demente que de un cirujano. Y aquello que se intuía entre su cabello era algún tipo de cabeza metálica, sin duda. Pero con una extraña y retorcida forma.

Pero ninguno de aquellos elementos le sorprendió más que la marca que vio en el entrecejo del muerto. Una forma inconfundible para todo aquel que le conociera. Una advertencia y una sentencia contra todos aquellos que pretendían hacer del crimen y el delito su modo de vida. Una peluda araña escarlata.

¡El sello de the Spider!

Continuará…

Próximo episodio: El Discurso Del Muerto

No hay comentarios:

Publicar un comentario