Motorista Fantasma y Kamen Black Rider nº01

Título: El inicio
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Daniel Medina
Publicado en: Julio 2014

¡Nueva miniserie serie! Los nº1 de Action Tales! El mal nunca descansa... ¡y tampoco lo hacen los héroes de verdad! Cuando una amenza de su mundo llega a la Tierra 616, Kamen Rider Black es llamado para ayudar al universo Marvel en su hora de necesidad. Pero... ¿cual es la identidad de este mal?


Tokio, Tierra 0011 21:44

El puño voló envuelto en un nimbo de energía roja como la sangre. Cuando impactó en su objetivo, la energía crepitó, crujió y estalló en un breve surtidor de chispas. El atacado se tambaleó, empujado por la inhumana potencia del golpe recibido.

Su forma era humanoide, pero no así su aspecto. Iba desnudo y su cabeza era la de un sabueso de caza. Un pelaje perruno también cubría la totalidad de su cuerpo. De la parte baja de su espalda colgaba una inquieta cola de can. Empuñaba un ancho, afiladísimo cuchillo de caza mientras observaba con un gruñido a su atacante. Este también era un humanoide de pies a cabeza, pero algo había en su negrísimo aspecto que remitía al insecto, al saltamontes.

Su silueta era también humana, pero sus enormes ojos multifacetados rojos y las largas, finas antenas que surgían de su entrecejo no dejaban lugar a dudas sobre su identidad.

-¡Kamen Rider Black! ¿Eres tu el que ha liberado a los prisioneros? -El aludido, sin abandonar la postura de guardia que había adoptado replicó con vehemencia.

-Secuestrar a familias inocentes para chantajear a los científicos del Proyecto Solar... ¡Imperdonable! Inu Kaijin, ¡tu maldad acaba aquí y ahora!

Ambos corrieron hacia quien tenían enfrente. Kamen Rider Black luchó conducido por la ira y la rabia de su humanidad perdida pero a la cual se aferraba con toda su voluntad. Al igual que su adversario, él era un ciborg mutado.

Pero al contrario que Inu Kaijin, él conservaba su libre albedrío, su humanidad. Su deseo de librar al mundo del mal de Gorgom. Una organización de cincuenta mil años cuyo primer paso e su plan era el exterminio de la humanidad.

Inu Kaijin no poseía capacidades físicas sobrehumanas. No más que cualquier otro mutante al servicio de Gorgom. Pero su olfato de sabueso había sido alterado, reconstruido. Podía oler las intenciones de su adversario y anticiparse a las mismas.

Levantó el cuchillo, interponiendo su filo entre él y los puños del héroe. Este se retiró, observando estremecido el humeante corte en su brazo.

-¡Puedo golpear  antes de que me ataquen! ¡Muere, Kamen Rider Black!

El héroe retrocedió sin dar la espalda a su enemigo. Rodó sobre si mismo y se incorporó, incapaz de contraatacar. El furioso cuchillo segaba el aire nocturno imparable, como dotado de vida propia.

Al menos, en aquel miserable almacén no había peligro de que transeúntes inocentes se vieran atrapados en su lucha.

«Tengo que derrotarle cuanto antes o acabará conmigo y entonces sufrirán inocentes. Pero se anticipa a todos mis movimientos. ¿Como lo hac...»

-¡Agh! -Inu Kaijin cerró sus mandíbulas sobre el tobillo del héroe. Cuando trató de liberarse golpeando su lomo, solo para que su pie fuera detenido por un fortísimo golpe de rabo, percibió el leve arrugarse del husmeante hocico.

«Eso es. ¡Puede oler mis movimientos y anticiparse a ellos! ¡Ya se como derrotarle!»

-¡Rider punch! -El perruno enemigo, por puro instinto de supervivencia, abrió sus mandíbulas y se retiró. Esa llamada era temida por todos los mutantes ciborgizados al servicio de Gorgom. Una sentencia de muerte segura.

El golpe no llegó. El esclavo de Gorgom, extrañado, inspiró con profundidad. El olor de su enemigo había desaparecido junto a Battle Hopper, su moto. Ni el más mínimo rastro de su presencia.

Pensó en informar cuanto antes a sus amos, pero recordó lo fácil que era de despertar la ira de Lord Shadow Moon. Decidió que lo más juicioso era llevar a cabo la órdenes recibidas. Ya habría tiempo de informar al líder de Gorgom.


Además, no seria la primera vez que el autoproclamado defensor de la humanidad reaparecía de forma inesperada.



New York, Tierra 616 10:32

Stephen Strange, Maestro de las Artes Místicas, Hechicero Supremo de la Dimensión de la Tierra, estaba preocupado. Uno de sus más importantes quehaceres era vigilar las posibles amenazas sobrenaturales a la esfera que habitaba. En aquella ocasión todo había comenzado como algo menor. Un alma que había llegado procedente de otro universo. No le preocupó. Aparte de la mezquindad que emanaba, sabía que los muchos campeones de la Tierra podían defenderla si llegaba la hora de la batalla.

Un descuido que pagó caro cuando su diaria vigilancia acabó por revelar que esa alma perdida había comenzado a poseer sucesivos cuerpos. La razón la desconocía. La propia maldad de aquel descarnado ente ofuscaba su percepción.

Fuera por esa niebla de ira o por su lejano origen, ningún oráculo ni fuente de verdad era capaz de revelarle más que nebulosos fragmentos de saber y conocimiento. Dos imágenes se repetían en todas las respuestas recibidas sin embargo:

La primera era un villanesco estandarte: Una serpiente rampante aferrando un orbe escarlata en sus fauces. La segunda era la de un campeón, un solitario guerrero al cual habían convertido en algo que era menos que humano pero que al tiempo era más que mortal.

El Doctor Extraño supo entonces que aquel campeón era la clave para destruir aquella amenaza de forma efectiva y definitiva. Sobre todo tras el incidente en el torneo de artes marciales atacado por la Mano. Hacia tan solo una semana de ello y la comunidad superheroica de New York se mostraba inquieta.

-Wong, prepara la habitación de invitados de la planta baja. Y limpia el garaje. Es seguro que aquel al que llamo vendrá con su propio vehículo.

-Si, Doctor. ¿He de grabar runas de contención?

-¡No! -respondió el hechicero escandalizado-. Voy a llamar a un héroe de otro mundo, no aun Bruto de los Pozos del Perro.

Wong se retiró con una reverencia y dejó solo a su amo.

El Círculo de Llamada era amplio, muy amplio. Los signos que encauzaban el poder eran pocos y simples. Pero su firmeza era perturbadora y podía encadenar voluntades no advertidas. Stephen inició una complicadísima serie de gestos que dieron forma al éter entre mundos.

Una suerte de diminuto sol negro se formó en el centro del Círculo. La esfera se hinchó y deformó como un tumor salvaje y desbocado. Un pavoroso trueno sacudió el espacio astral y aquella estrella de negrura se fragmentó como un huevo, dejando dos formas.

Una era una moto de peculiar aspecto. Diríase que insectoide. Los focos eran do, multifacetados y rojos, como los de un saltamontes. Entre ambo, dos largas y finas antenas. A ambos lados, y tras el asiento se veían unas prolongaciones con el inequívoco aspecto de patas de saltamontes. Una inequívoca aura de vida emanaba de aquella máquina. Pues estaba viva y como cualquier ser animado, sentía.

La otra criatura surgió del huevo con increíble velocidad, sin dar tiempo a distinguir su naturaleza. Tan solo dejó oír dos palabras:

-¡RIDER PUNCH!

Continuará...
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