Daredevil nº02

Título: El secreto de Victoria (I)
Autor: Jose Antonio Martínez
Portada: Conrado Martin
Publicado en: Enero 2015

Mientras Foggy acepta un nuevo caso para el despacho de Nelson & Murdock, Daredevil intenta averiguar lo que sabía la mercenaria Darinka Ivkovic tambien conocida como "Ojo Rojo" ¿Que logrará averiguar el Hombre sin Miedo? ¡Descúbrelo en esta inicio de una nueva saga!
Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett

Hell´s Kitchen, anoche

Barney corre como loco. Jadea y tira de la cadena con todas sus fuerzas. Sus patas delanteras derrapan sobre la acera, mientras que Liam, el hombre al otro extremo de la correa, intenta controlar, sin mucho éxito, a su American Stanford.

- ¡Barney, despacio! ¡Tranquilo chico! -el brazo de Liam se tensa-

El perro abre la enorme boca, con su sonrisa llena de dientes, y saca una lengua que chorrea babas, ajeno a las órdenes de su amo. Tras un último arreón, Barney consigue alcanzar la farola, levanta una pata fornida y suelta una generosa meada sobre ella.

- ¡Joder, qué pasada! Creo que me has vuelto a fastidiar el hombro, maldito bestia…

El animal mira a Liam con una expresión cercana a la socarronería. Una vez desahogado, ambos continúan su paseo por la acera desierta de su barrio. De forma repentina, Barney se detiene en seco. Sus orejas puntiagudas se orientan hacia delante, su musculatura se tensa, y comienza a emitir un gruñido que va creciendo.

-¿Qué pasa Barney? ¿Has olido a alguna perrita? Despacio…

Avanzan unos pocos metros, pasan la librería del viejo Stuward, y llegan a los pies de una vivienda majestuosa de tres plantas venida a menos. En otro tiempo, aquella era una de las mansiones más espectaculares de Nueva York. Hoy, bolsas de basura se depositan a diario en sus escalinatas. Las cristaleras que antes relucían coloridas, están oscuras y sin vida. La inspiración en los viejos castillos europeos está presente en cada piedra. Tal fue el deseo del primer Cathrain que viajó desde Irlanda, muchos años atrás.

El can se detiene. Escucha y olisquea en dirección a la casa. La puerta, de madera verde labrada, está entreabierta. La ornamentación del portón se corona con un perfil en relieve de alguien de rostro severo. Liam contempla a aquel hombre, de barba cuidada, absorto, cuando oye algo. Un sonido que proviene del interior de la mansión. Unas palabras lejanas, dichas con prisa. De súbito, Barney da un tirón de la correa y sale disparado, en dirección a la entrada.

- ¡Barney, no! ¡Barney, ven ahora mismo! -el impulso ha pillado desprevenido a Liam, que comienza a correr tras él-

Liam sube dos peldaños de un salto cuando el animal llega a la puerta de acceso. Se detiene, asomando la cabeza al interior de la casa. Las bisagras, oxidadas, se quejan al abrirse un poco más, y permiten entrar al can.

- ¡No Barney! ¡No! -sube apresurado- ¡No, ven! ¡Vamos! -le silba en el momento de llegar al último escalón y se detiene en seco frente al pórtico-

Una brisa heladora se desliza desde la oscuridad profunda, arrastrando aroma a velas, incienso y algo más… Pero lo que congela la sangre de Liam, hasta el punto de no dejarle subir ese último peldaño y entrar en la vivienda, no son las palabras sueltas que capta. Es más que eso, es la voz que las entona. La voz de alguien desesperado, fuera de sí. Cada vez más nervioso, repite sin cesar algo en un idioma que el joven, aterrado, no alcanza a distinguir; “Deamhain fhola… Marb… Sonn…”. Como letras inacabadas que flotan en su mente.

Los ladridos de Barney dentro de la casa sacan del trance a su dueño. Este reacciona y avanza con firmeza hacia la puerta.

- ¡Chico! ¡V-vamos, venga! -extiende una mano agitada para abrir del todo y localizar a su mascota- ¿Ba-Barney?

Los ojos de Liam poco a poco se habitúan a la falta de luz del interior de la vivienda, cuando, desde el fondo del pasillo, un chillido pasa a través del alma del joven. El susto lo hace dar dos pasos atrás de forma instintiva, y cae escaleras abajo desequilibrado, con un zumbido en sus oídos. Mientras se golpea el cuerpo una y otra vez contra la piedra, escucha lo que parece el último lamento de Barney.

Se incorpora, dolorido, y mira a su alrededor. Es tarde, hace frío y no hay nadie en la calle. Todo está vacío. Algunas ventanas se cierran, apresuradas. En un callejón cercano, le parece escuchar pasos a la carrera. Le tiembla todo el cuerpo. Muy despacio, con el miedo más real que ha sentido en su vida metido dentro, levanta la vista.

Allí, coronando la escalinata, el pórtico enmarca una negrura más densa que la propia noche. En un último acto de valentía, trata de escudriñar dentro. No lo ve, pero lo siente. Sabe que ahí, sin que él pueda distinguirlo, hay alguien que le observa. Piensa en Barney, en su último llanto. Hipnotizado por los lóbregos pensamientos, relaja los brazos y se deja llevar por ellos. La puerta se cierra en un parpadeo, con un golpe seco. Liam mueve la cabeza y se frota los ojos enjugados en lágrimas, sobresaltado por el portazo. Mira al suelo y huye despavorido, sin levantar la vista del suelo que pisa.



Nelson & Murdock Asociados, esta mañana:

##¡¡RIIIIINNNNG RIIIIINNNNG!!##

- Nelson & Murdock, dígame. -contesta Foggy Nelson, tras rescatar al teléfono fijo bajo un expediente- Sí.. sí… Déjeme un segundo que…

##¡¡BEEEEEP BEEEEEP!!##

- Eh… Sí, un minuto caballero que le tomo nota y… -coge el móvil con la otra mano- Nelson & Murdock. Sí. No señora, Matt no está. No, ya le he dicho que… No, no. No me refería a usted. Estoy anotando lo que me ha dicho, no se preocupe por… No señora Levine, no puedo decirle a qué hora vendrá Matt. ¿Que por qué? Pues porque ya me gustaría a mí que…

##¡¡BZZZZZZZZT BZZZZZZZZT!!##

- ¿Y eso que es ahora? -procura sujetar ambas terminales con los hombros, a la par que intenta desvelar de dónde proviene ese zumbido- No caballero, no; sigo con usted. Continúe, continúe... -una carpeta cae, desparramando su interior-

##¡¡BZZZZZZZZT BZZZZZZZZT!!##

- Señora, le he dejado mensajes a Matt en su tablón cada vez que ha llamado. -un post-it planea, grácil, tras desprenderse de los otros cientos que se acumulan en los avisos del abogado ciego- Entiendo que su marido esté nervioso, pero es que aunque quisiera… ¡Aquí está! -saca el pequeño dispositivo de uno de los cajones de su mesa- ¡Maldito mmmppppfff…! No, no señor… Por supuesto que no le estoy insultando, es que… ¿Eh? ¿Cómo puede usted pensar eso? ¡Por favor!. -inclina la cabeza hacia la otra conversación- No le estamos evitando señora, es que… Ya, yo también le he llamado al móvil, pero el… “él” se lo ha dejado olvidado encima de su mesa.

##¡¡BZZZZZZZZT BZZZZZZZZT!!##

De forma torpe, intenta descolgar la tercera llamada sin soltar las otras dos, cuando el auricular de la derecha se le cae rodando por el hombro. Apresurado, se agacha para recogerlo, y aguanta con la papada el que tiene a la izquierda, que acaba en el suelo como no podía ser de otra manera. Toma el fijo.

##¡¡BZZZZZZZZT BZZZZZZZZT!!##

- ¿Caballero? Sí, no se preocupe. Sí, mire, vamos a hacer una cosa; envíeme toda la documentación por fax, ¿de acuerdo? -con la mano izquierda trata de alcanzar el móvil- ¿Qué? Bueno, pues... e-mail.. ¿Eh? Sí, eh… espero los papeles. Buenos días. - acierta a colgar después de varios intentos fallidos- ¿Señora Levine? Sí. No, verá… ¿Dónde he dejado el…? -rebusca entre los papeles el terminal de su compañero-

##¡¡DING DONG!!##

-¡Tiene que ser una puta broma! No, señora Levine, no.. Claro que la tomo en serio. -encuentra el objeto zumbante- Encima lo deja en silencio el muy… Sí, iré a su casa en persona y se lo trasladaré. Claro, claro. Que tenga buenos días, señora. -deposita sin ningún cuidado su teléfono en la mesa, y atiende el de Matt- Nelson & Murdock… ¿Hola? ¿Sí? ¡Han colgado! Pues sí que tiene poca paciencia la gente en…

##¡¡DING DONG!!##

Foggy se levanta a toda prisa, trastabillado por la cantidad de papeles a sus pies, y alcanza el pomo de la puerta justo antes de caer. Antes de girarlo, se repone; se coloca la corbata estampada, remarca la raya del pelo y ajusta su chaqueta. Al otro lado, un hombre de no más de cuarenta años, trajeado, con un portapapeles en la mano izquierda, le tiende la derecha al abogado.

- Buenos días, señor Nelson. Soy Garth O´Keane. - Aprieta fuerte la mano rechoncha del letrado- ¿Puedo pasar? Tengo un encargo que podría interesarles. -su acento lo interpreta Foggy como inglés-

- Eh… Claro, señor O´Keane. Pase, pase. -se aparta y hace un gesto invitándolo a entrar- Siento el desorden. He abierto la ventana sólo un segundo, -gesticula ostensiblemente para darle más énfasis a su historia- y ha entrado una ráfaga de aire justo cuando estaba…

- No se preocupe, seré rápido. -el joven ejecutivo se coloca, con cuidado, en un lado despejado de la habitación, y se ajusta las gafas de pasta negra mientras contempla el entorno- Si ustedes aceptan el encargo, les dejaré toda la documentación que necesitan para… Un momento; ¿donde está su compañero? El señor Murdock.

- Matt ha… eh… El señor Murdock está en una vista que… -dice Foggy a la par que toma un montón de papeles de una silla, los coloca sobre otra, y le ofrece la primera de ellas a O´Keane- Bueno, en un juicio. Ya sabe; una “vista”... ¡Je! Tratándose de Matt sería difícil, o sea… ¡Ejem, ejem! -carraspea y cambia de tema- Bueno, dígame; ¿en qué podemos ayudarle?

- Señor Nelson, -observa con altanería el asiento recién despejado, y permanece de pie en el mismo sitio- en realidad no soy yo quien necesita de sus servicios. Represento a un grupo de inversores muy importantes que, por ahora, prefieren mantener el anonimato. -abre el maletín y saca una carpeta que ofrece al letrado- Puede comprobar que todos los poderes están en regla. No hay que decir que sus honorarios serán pagados de forma estricta y sin discusión.

- “Grupo de inversores muy importantes”, ¿eh? -coge la documentación con un enorme símbolo del dólar en su mente- Bien, pues cuénteme entonces. ¿De qué se trata? -pregunta mientras hace como que ojea los papeles-

- Mis mandantes quieren adquirir la propiedad de la mansión de los Cathrain, que se encuentra en este mismo barrio. -vuelve a buscar en su cartera y extrae un sobre cuyo contenido abultado se adivina sin problemas- Aquí tiene una provisión de fondos para posibles gastos. -lo deja en la silla vacía como el que da de comer a un animal- Si necesitan más, no duden en contactar conmigo. Tienen mi número en el expediente.

- Eeeeh… Sí, claro… -abre el sobre y cierra la boca para que no le salga el corazón por ella- Señor O´Keane, - se pone grandilocuente- es todo un honor que confíen sus intereses a este bufete. -saca pecho e intenta encoger la barriga- Están en las mejores manos. -y le tiende una a modo de rúbrica-

- Eso esperamos. -aprieta con firmeza el gesto de Foggy- Y también que el señor Murdock muestre el mismo entusiasmo que usted. -suelta y se gira- Buenos días.

- No dude que Matt se implicará en esto al máximo. -le habla a la espalda a O´Keane, hasta que cierra la puerta tras él- Yo me encargaré de… -sigue hablando a nadie, cuando...-

##¡¡RIIIIINNNNG RIIIIINNNNG!!##

##¡¡BEEEEEP BEEEEEP!!##

##¡¡BZZZZZZZZT BZZZZZZZZT!!##

- Maldita sea Matt… -mira el suelo, entre el caos y el desorden- ¿Qué estás haciendo con tu vida? -lamenta, apesadumbrado. Los ruidos cubren unas palabras que sólo escucha quien las dice- ¿A dónde quieres llegar con todo esto?



Un pequeño apartamento de Queen´s, a medio día:

- ¡Vamos! -el Hombre Sin Miedo enseña los dientes a su adversario- ¡Habla!

Los rayos de sol que se cuelan por la ventana iluminan la bota roja de Daredevil, mientras pisa contra el firme la cara de un hombre curtido, grande. Vencido. Dos dientes salen entre crujidos de dolor. Resbalan en pequeños ríos de sangre por la boca del mercenario.

- ¡Fffo fafó…! -escupe otro diente y se muerde la lengua por la presión mientras suplica- ¡Nnnddddnddn….! ¡Nnndnnddd! ¡Nndd! -respira a duras penas-

- ¡Estuviste mucho tiempo junto a Ojo Rojo, basura! ¡Estabas en lo más alto de su jerarquía! -gira el pie y siente un hueso romperse bajo él- ¡Dime el verdadero nombre de El Doctor! -otro giro más, otro hueso menos- ¡¿Dónde está el que la transformó?!

- ¡Aaaaaarrrggghhh…! ¡Nooooo…! ¡Ffe lo fuuroooooo…! ¡Coffff, coffff…! ¡Fffolo fffé… lo fe fffé fffissshhhooo…! -está nervioso, tiene miedo, pero dice la verdad; no sabe nada más-

El Protector de Nueva York afloja la presa y su última víctima se arrastra hasta lugar seguro. Pero eso no existe. No para aquél a quien fija en su radar. Con la vista nublada en rojo, el mercenario contempla, sometido, el rostro del Diablo. Lo que más asusta a todo el que se enfrenta a él no es el traje; ni siquiera es la violencia extrema que esgrime. No. Lo peor es esa cara, impasible, con la mirada muerta de quien está más allá del bien y del mal.

Mientras te golpea. Cuando te sermonea. Al hundirte en la miseria. Ahí está siempre; frío, impenetrable. Una faz tan severa como la ira de Dios. Pocos pueden mantener la calma ante su presencia, y eso si tienen la suerte de poder verle. Algunos sólo pueden oír su voz. Esa voz ronca, flagelante. Salida del mismísimo averno.

El antiguo lugarteniente de Darinka Ivkovic se limpia la cara como puede, cuando un bastón le golpea la sien derecha, dejándole inconsciente. Matt medita sobre la información que le ha dado el hombre que yace frente a él. No conoce la ubicación de quién creó a Ojo Rojo, eso seguro, pero al menos sí sabe qué era lo que buscaba en Hell´s Kitchen; un antiguo libro. Un tomo sellado con una “rosa de la ruina” en sus tapas, así lo había descrito el rufián.

La mente del abogado justiciero trabaja a toda velocidad. Piezas que no encajan, callejones sin salida. ¿Qué contiene ese libro? ¿Dónde está? ¿Descubrió la mercenaria, al servicio de El Doctor y, en teoría, éste al de Kingpin, su localización? Debe ser algo grande si Fisk anda tras él. Un nuevo frente se le abre en el horizonte, y el siguiente paso a dar es lo único que tiene claro; visitar a Ivkovic en Ryker´s. En principio sólo hay un problema con eso; Ojo Rojo se arrancó la lengua con los dientes en el furgón policial. No podrá hablar, pero eso no impedirá que El Hombre Sin Miedo pueda interrogarla con sus otros sentidos.

Entonces, algo entra dentro del alcance del radar de Daredevil, silencioso. Un proyectil que se le aproxima a gran velocidad. En una décima de segundo reacciona y golpea la bala con un bastón cuando ésta se encuentra a escasos centímetros de su oreja. La esquirla rebotada impacta en el televisor de la vivienda. Se mueve rápido, con una pirueta, y pega su cuerpo al suelo. Olisquea el aire que entra por el agujero de la ventana. Sus oídos se esfuerzan al máximo, separando el ruido ambiental. Intenta captar algo para detectar a su agresor.

Pero no hay nada. Quien sea que le haya disparado lo conoce a la perfección. Sabe el alcance de sus sentidos hiperdesarrollados y está fuera de la amenaza de los mismos. O ha escapado ya. Elabora una lista en su mente con las personas que podrían haber efectuado ese tiro y que conozcan los filos de sus habilidades. No es una relación muy extensa, pero el principal candidato está muerto...



Comisaría de Policía, a la misma hora:

- Ya se lo he dicho agente. Lo llevo repitiendo dos horas. -Liam hace gestos desesperados de incomprensión- Alguien le ha hecho algo a mi perro. Entró en la mansión Cathrain y…

- Mira hijo, esa casa lleva deshabitada desde antes que yo naciera. -el veterano agente de policía se rasca la cabeza, contrariado. Se gira hacia el compañero, más joven, que tiene a su izquierda- Fíjate para lo que hemos quedado Rob; salvar mascotas. Por culpa de ese vigilante lunático ya mismo tendremos que justificar nuestro sueldo bajando gatitos de los árboles. ¡Por Dios!

- Pero, ¿y los gritos? -Liam se agita en la silla, y se dirige a ambos agentes de forma alternativa- Escuché cosas muy raras, y además la puerta estaba abierta. Si es verdad que no vive nadie, ¿cómo explican eso?

- ¿La puerta estaba abierta? -dice el veterano, con sorna-

- Sí… -responde el joven, hastiado- Ya les he dicho que…

- ¿Y por qué no entraste a por tu gato? -el otro agente sigue el juego-

- ¡Barney, es…! Era… un perro... -las lágrimas afloran en los ojos de Liam- Era un perro buenísimo. -se levanta de la silla, triste, sombrío- Siento haberles hecho perder el tiempo con mis tonterías, agentes. -y se marcha-

- No te pongas así, chico. -trata de arreglarlo el primer agente-

- Sí, -continúa el de la izquierda- ya verás como aparece pronto.

- ¡Vosotros dos, vamos! -grita un tercer agente que entra en la escena, excitado- ¡Ha aparecido un mendigo muerto!

Todos se levantan. Es lo más emocionante que ha pasado en los últimos meses. No es mucho, piensan, pero al menos no tienen que recoger la basura que deja ese matón callejero que se había erigido como el Rey de la ciudad. Pasan a la carrera junto a Liam, como si fuera invisible. Tras zigzaguear entre las mesas, éste sale por la puerta de la comisaría despacio, abatido, con una idea en mente; esto no puede quedar así.



Hell´s Kitchen, por la tarde:

- Tenía que haber traído un paraguas...

El apacible día invernal de principios de año, poco a poco es engullido por unas nubes oscuras que presagian lo que está por venir. Foggy mira al cielo y se sube las solapas de la gabardina. Hace quince minutos que espera en la esquina del Café de Geoffrey a su cita. Ha llegado pronto, quizá demasiado, y tiene la sensación de que le descargará encima toda la tormenta antes de que llegase ella.

Cuando O´Keane se marchó del despacho, Nelson se puso a descolgar todos los teléfonos. “¡Ya está bien!”, se dijo. No quería que la ausencia de Matt le hiciera perder más oportunidades. Más asuntos que les reportase algo de beneficio. Y el asunto de la mansión Cathrain no se le iba a escapar. Se centraría en él, dejando de lado lo demás. Lo tuvo incluso más claro tras contar el dinero del sobre.

Visualizó con la mente los asuntos que podrían encargarle aquellos “inversores muy importantes” cuando hubiera resuelto el tema ese de la casa. Podría ser su despegue en el mundo de la abogacía. Un mundo leonino donde el canibalismo está a la orden del día. Abrió el expediente de nuevo, y esta vez sí se detuvo en la información. En uno de los certificados rezaba una única persona descendiente de los Cathrain. Una mujer. Un nombre; Victoria. Y un número de teléfono como único contacto.

Al otro lado de la línea, una voz más sensual de lo que podría haber imaginado encandiló al abogado. Éste, entre balbuceos, acertó a decir que quería comentar con ella un tema acerca de una vieja propiedad familiar. “Por supuesto, cariño”, respondió Victoria. “Tengo la tarde libre. Podemos quedar para tomar un café. ¿A las cinco en Geoffrey´s?”. “Cl-claro”, pudo responder Foggy, abrumado.

No hubo más conversación, y ahí estaba él; rezando para que no le dejase plantado, en medio de la inminente lluvia. Un vistazo rápido al reloj. Otro, porque antes no se había detenido a mirar la hora. Ya pasan seis minutos de las cinco. Vuelve a alzar la vista. Huele a humedad. “Tenía que haber traído un paraguas…”, vuelve a pensar.

- ¿Señor Nelson? -la voz suena aún más excitante en vivo-

- ¡Ah! -Foggy no puede evitar sobresaltarse- Sí, eh… -se gira- Oh… -la visión le apabulla; ante él se yergue una mujer pelirroja tan alta que le hace mirar hacia arriba. El vestido elegantemente ajustado en sus caderas, insinúa una anatomía esculpida por el cincel de un maestro. Su tez es clara, lo que resalta la larga cabellera rizada. Los ojos del letrado llegan a un punto que no pueden abrirse más-

- ¿Le digo que si es usted Franklin Nelson, el abogado que me llamó esta mañana? -esconde la mirada tras unas gafas de sol de gran tamaño- Soy Victoria. Victoria Fhola...



Prisión de Ryker´s, esa misma noche:

- No me puedo creer que hagamos esto, Mick. -relata uno de los funcionarios- Ayudar a un tipo así…

- No te quejes Mack, -contesta otro agente de los dos que escoltaban a la prisionera- DD mantiene limpia la ciudad. Los malos están acojonados, tío. Además, fíjate: tiene Ryker´s repleto de gente como la tipa esta, encerrados gracias a él. Y a más presos, más personal se necesita para vigilarlos.

- Hombre, visto desde ese punto...

- Que sí, joder. Es sencillo. ¡Venga, no te pares! -dice a la reclusa mientras tira de su brazo-

- Entonces “los de fuera” sí que tienen que estar cabreados de cojones, ¿no?

- ¿Esos comedonuts? ¿Pero qué dices, Mack? -llega al final del corredor, y se detienen ante la última puerta- Precisamente ellos son quienes más tienen que agradecerle lo que hace. Por fin pueden dedicarse a tiempo completa a esos deliciosos, dulces y redondos milagros de la repostería…

- Ja, ja, ja… Eres un cabrón, Mick.

- ¡Ja! Anda que es mentira... ¡Ssshhhhh! -se lleva un dedo rápido a los labios-

##¡¡Atención: puerta de interrogatorios 16 abriéndose…!!##

La sala es austera en decoración. Una mesa metálica y dos sillas, respaldados por un espejo que ocupa una pared entera. De pie, junto al “mobiliario”, está el interrogador.

- Dejadnos a solas. -impone su autoridad-

- Claro Diablo, como quieras. -Mick aproxima la reclusa a la mesa, la sienta, y pasa sus grilletes por una argolla de seguridad- Por cierto, sigue así tío. Haces un gran trabajo. -le guiña un ojo al héroe ciego antes de salir a esperar fuera con su compañero. Daredevil escucha el sonido de los párpados al chocar, de las pestañas al entrelazarse y separarse-

El agente cierra la puerta, y Ojo Rojo tiene ante sí al hombre que la derrotó. Que la arrastró por el asfalto. Que la humilló delante de sus mercenarios. No ha levantado la mirada en todo el trayecto. Su único ojo sano permanece cerrado, y el agujero donde estuvo el otro lo cubre un parche negro. Le cae el pelo negro, enmarañado, sobre la cara, como la cortina de un confesionario. Bajo ella, la boca apretada de quien no tiene lengua dentro.

- No me lo contaste todo, Danika… -directo, seco- … y aquí estamos, otra vez.

La niña de la guerra es ahora una mujer dura. Su conciencia no está limpia en absoluto. Hace lo único que sabe, aquello para lo que fue entrenada; golpear y aguantar el contraataque. Su respiración es pausada pero fuerte. Está enfadada. No quiere verlo. No quiere que le haga preguntas. Sólo desea volver a su celda, y abrazarse a su dolor.

- Que tengas la boca incompleta no va a impedir que obtenga la información que necesito, ¿lo sabes, verdad? -camina por la sala despacio, firme. Se coloca cerca de Darinka-

Matt se gira veloz y, con el talón, golpea una de las patas traseras de la silla. La mercenaria, en un alarde de agilidad, salta justo en el momento del impacto. Flexiona las piernas y gira en el aire todo lo que le permiten los grilletes. Cae agazapada sobre el borde de la mesa, felina. Levanta la cabeza y, al fin, le mira.

- ¿Ya tengo tu atención? -el pulso de la reclusa es regular, aunque su respiración le dice que saltaría sobre él de no estar esposada- Bien, me alegro. Seré breve: el libro. -Ivkovic se relaja y se sienta en la mesa. Echa el pelo hacia atrás con un movimiento de cabeza, y deja ver su parche enmarcado en las heridas, aún frescas, que le dejó el hombre que tiene ante ella. Cruza su ojo con los de él, sin vida. Vacíos. Ella sonríe, triste- Ya, suponía que ibas a oponer algo de resistencia.

Se abalanza sobre ella. De un bolsillo saca un pequeño trozo de papel doblado y lo expande sobre la mesa. Sujeta con una presa el cuello de Ojo Rojo, y le obliga a mirar el objeto

- Dime, Darinka, ¿donde está el libro con la rosa roja? -posa un dedo índice sobre el mapa de Hell´s Kitchen, y lo comienza a deslizar por él. Despacio- Sé que descubriste su ubicación. -recorre las calles de su barrio con calma- Vamos, abre bien ese ojo. Fíjate en los números de las calles. Detente en los cruces. La información que necesito está ahí, en algún lugar en tu interior.

Así tan cerca de ella, El Hombre Sin Miedo casi puede oír cómo piensa su cerebro. Huele el sudor antes de salir por los poros. Continúa dibujando una figura imposible sobre las calles del barrio. De repente, un latido a destiempo. No se detiene. Sigue tocando el mapa con su dedo, y vuelve a pasar de nuevo por el punto anterior. Otra vez el salto, acompañado esta vez por una leve agitación general. Sudor, respiración. Todo imperceptible para cualquiera, pero no para él.

- Gracias, Darinka. -suelta la cabeza, que golpea de forma violenta contra la mesa, para luego desplomarse en el suelo- Agentes, hemos terminado.

Daredevil abandona la sala y, en su cabeza, intenta recordar qué hay en la dirección que le “indicó” Ojo Rojo. Conoce su barrio de memoria; “Podría recorrerlo con los ojos cerrados”, bromea en un descanso de su severidad, “¿pero qué edificio se encuentra allí? Piensa Matt, maldita sea…” Entonces una imagen distorsionada toma forma en su mente; una casa vieja, como una fotografía indefinida y sin colores. También asocia a aquella escena una canción infantil, o un cuento; algo sobre una anciana a la que no le gustaban los niños…

Continuará…


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