The Spider nº15

Título: Marionetas mortales
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Tom Floyd
Publicado en: Enero 2015

The Spider lucha por su vida en la morgue. ¿Quien es el misterioso enemigo que preveia su interferencia? ¿Como ha logrado...?
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger

La bala impactó en la pared arrojando pedazos de suciedad. El típico disparo de calibre38 a corta distancia. Había pasado tan cerca que de haber apuntado un centímetro más a la izquierda le habría convertido el hombro en una ruina sanguinolenta. No le mató en el acto y creía saber porque.

-Date la vuelta. ¡Despacio! ¡Las manos donde pueda verlas, bastardo! Oh, por Satanás. Lo que voy a disfrutar llevando tu carroña a la señora.

El pistolero en si mismo no tenia nada que le hiciera digno de recordar. Nada lo distinguía de cualquier otro hampón de los que merodeaban por las cloacas de la sociedad. Ropas vulgares, rasgos anodinos y un revolver tan vulgar como letal. Contuvo una carcajada que casi sonó como un eructo y continuó vanagloriándose-. Sabia que usar un muerto marcado nos iba a traer problemas. Nadie me creía, ni siquiera ella. Pero es una mujer precavida, por es...

-Te permitió llevar a cabo tu idea. -The Spider había perdido ya la cuenta de las veces en que un error de los criminales le había dado la clave para arruinar sus planes. A veces, el exceso de confianza. Otras, una agradecida falta de disciplina.

-¡Silencio! Si, sabíamos que tarde o temprano meterías las narices en el negocio. Ahora morirás y nunca sabrás a quien has cometido el error de enfrentarte.

-No, eres tu quien va a morir, miserable. -Mientras el otro mantenía encañonado al vigilante, este no dejaba de pensar, buscando una salida de aquella situación. En el pasado le habían tiroteado, cortado, apuñalado, dejado sin sentido, abrasado, partido más de uno y de dos huesos. Siempre había terminado por recuperarse. Cuando le habían difamado, aunque le había supuesto no poco esfuerzo, había limpiado s nombre y recuperado la fortuna perdida.

Decidió hacer lo inesperado. Atrapar a aquel gangster en una telaraña de tentación. Algo que la Ley y el Inframundo ansiaban desde que su nombre comenzara a ser susurrado con temor y odio...

-Es una pena. ¿No le gustaría saber quien se halla tras esta máscara y cobrar la recompensa que ofrecen por mí? -El pistolero enarcó una ceja y escupió al suelo sin apartar la vista.

-En cuanto me vieran los polis me encerrarían y tirarían la llave.

-No. Hablo de la que ofrecen las mayores bandas por mi cabeza. Vivo -añadió.

El delincuente no respondió pero no hizo falta. The Spider vio que la codicia había hecho mella en la voluntad de su captor. Este, llevado por la repentina perspectiva de fama en el hampa volvió la cabeza. Buscaba algo con lo que atar a su prisionero. Esa fracción de segundo es todo lo que necesitó el Amo de los Hombres para actuar con cegadora rapidez.

Se levantó de un brinco, con la capa flameando como las patas de una araña. Su mano izquierda describió un arco apartando la pistola que el otro empuñaba. El arma bramó. La bala atravesó la capa, reventando el teclado de la máquina de escribir. Al tiempo, su puño derecho se estrelló contra la garganta de su rival.

El golpe le robó el aliento, empujándole hacia atrás. The Spider no perdió el tiempo desenfundando sus automáticas. Agarró el arma del otro por el cañón, forzándola a apuntar hacia el techo.

-otro disparó y los policías vendrán. Eso no te conviene-

El enmascarado se pegó al cuerpo de su rival, entorpeciendo sus movimientos. Lanzó un rodillazo a su bajo vientre, sacando todo el aire de sus pulmones. La pistola cayó al suelo al tiempo que el criminal trataba de devolver los golpes. Un débil cabezazo hizo gruñir al vigilante. No le hizo daño pero su máscara se deslizó tapándole los ojos. Lanzó un puñetazo recto como respuesta. Sintió como la nariz del criminal se fracturaba al contacto con sus nudillos

La falta de aliento le hizo perder el equilibrio y tropezar, cayendo de espaldas. Su cabeza golpeó una esquina de la mesa de autopsias y se derrumbó fulminado. Sin perder tiempo, el Amo de los Hombres actuó: Registró sus bolsillos encontrado algo que podía ser una pista. Marcó el cadáver con su sello y abandonó la morgue sin volver la vista atrás. Seguía preocupándole la nula presencia de policías en el lugar.

Cuando alcanzó de nuevo el callejón donde le esperaban, vio al fiel Sikh con la ropa llena de cortes. Su turbante estaba torcido y parecía que uno de sus ojos iba a estar muy amoratado en las próximas horas. A sus pies, un cadáver presentaba un tajo de lado a lado del cuello. La sangre salpicaba todo el lugar.

-Hai sahib. ¿Habéis tenido éxito?

-En parte, mi fuel amigo. ¿Te encuentras bien?

-Solo la muerte me detendrá, sahib. -Sentándose tras el volante del Hispania-Suiza, preguntó-: ¿A donde nos dirigimos ahora?

-The Spider demoró su respuesta. Con las manos enguantadas para no dejar huellas que le delataran, registró el cadáver.Encontró el mismo objeto que hallara en los bolsillos del pistolero con el cual había peleado en la morgue. Tenia leves diferencias que eran de esperar, pero eran idénticos. Se lo guardó y acomodó su presencia en el asiento trasero de vehículo.

-Me temo que aun no regresamos a casa. Desde que salga el sol Richard Wentworth tiene un día muy ocupado. Lamentándolo, aun queda una visita por hacer. Gira en el siguiente cruce a la derecha y dirígete a los muelles del Hudson. -Mientras el coche iniciaba la marcha, pensó una vez más en los objetos que había recogido: Unas simples tarjetas, como las usadas para fichar a la entrada y salida de cualquier fábrica. Las examinaría a fondo con las luces del día, aunque aun podían serle útiles.

Ajena a todo lo que había ocurrido, la mujer a la que se habían referido como «la señora», supervisaba el trabajo de sus secuaces. Al principio tuvo que hacerlo todo ella sola, pero la confianza de su difunto esposo la permitió dirigirla sin demasiada oposición cuando este murió. Los descontentos fueron eliminados y convertidos en la truculenta demostración que consolidó su autoridad.

Su plan era sencillo: Llevar nuevos recursos al crimen organizado. Basados en la más moderna ciencia y tecnologías. Con el tiempo, crear los auténticos y genuinos Estados criminales de America. Una única y gran familia de la delincuencia que fuera de costa a costa. Un plan a largo plazo. Que quizás ella no llegara a ver hecho una realidad. Pero siempre había pensado que de tener ambiciones lo mejor es que estas fueran grandes. Como grandes eran los riesgos que había tomado. El mayor de ellos era la más que segura interferencia de the Spider en todo aquello. No importaba. El vigilante seria la demostración definitiva de sus métodos. La masacre de la fiesta solo había sido la llamada de atención acerca del producto que tenia para ofrecer al resto de familias criminales.

Caminó por la pasarela elevada. Esta rodeaba todo el perímetro del sótano taller en el cual trabajaba su banda para fabricar sus marionetas. Asintió en silencio. Aquellas creaciones no eran muy numerosas. Cada una requería un considerable gasto de recursos en personal cualificado, tiempo, material y dinero. Valían su peso en oro.

Alcanzó la puerta en una esquina y la atravesó entrando en el despacho que se había hecho preparar en aquel lugar. Le gustaba delegar su autoridad lo mínimo posible. Si quería que las cosas se hicieran a su gusto, tenia que hacerlo ella misma. En persona.

Mientras revisaba los informes sobre la reacción del hampa a su oferta, entró uno de sus hombres de confianza sin llamar, hablando de forma atropellada.

-Siéntate. -Señaló una cara silla de caoba-. Recupera el aliento y habla con más calma. No he entendido ni una palabra de lo que has farfullado.

-Decidí vigilar a Tepperman y Banyard por mi cuenta. ¡The Spider y ese loco del turbante se los han cargado!

-¡Hijos de perra! -La mujer permaneció callada unos segundos. El único ruido que se escuchaba era el de la maquinaria trabajando más allá de la puerta acristalada.

>>Bien. Avisa al equipo de recogida y al de rodaje. Podemos recuperar los cuerpos, conseguir más y de paso lograr la demostración definitiva de nuestras marionetas.

>>Y que venga la hija del sastre. Quiero cambiar mi guardarropa para la ocasión. -El hombre frente a ella vaciló, como si aún no hubiera recuperado el aliento del todo.

Continuará…


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Próximo episodio: Sangre en la pista de baile

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