Showase nº22: Campeones de la Justicia

Título: Cuidado con Pesadilla
Autor: Betty Pathway
Portada: Juan B. Cantó
Publicado en: Junio 2015

El grupo de superhéroes españoles del Universo DC regresa con una nueva y trepidante aventura! Acompaña a La Sangre, Eslizón, Trovador y al Conquistador mientras combaten la terrorífica amenaza que se cierne sobre Valencia.
El guerrero acorazado. La demonio de la noche. El héroe juvenil. El genio científico. El misterioso hechicero. La belleza explosiva. El pícaro aventurero. El arquero. El espía. Todos juntos defenderan a España de cualquier peligro que la amenace. Ellos son...
Creado por Juan B. Cantó

Valencia. Viernes. 19.35. Estación del Norte.

Un muchacho cargado de una mochila caminaba por el andén mirando aquí y allá. Buscaba a alguien que, por cierto, lo estaba espiando desde lo alto, apostada tras una de las vigas de la majestuosa estación. Sangre, la Verge de la Nit, Protectora de Barcelona, temida y odiada a partes iguales por todo tipo de villanos, sonreía como una adolescente mientras observaba la cara de confusión de su antiguo compañero. Podía permitírselo, claro: esa es una de las pocas ventajas de parecer una quinceañera a pesar de tener más de ciento cincuenta años. Hasta ese momento no había sido consciente de lo mucho que había echado de menos a ese capullo. Sí, por supuesto que había notado su ausencia, pero en ese momento, al verlo de nuevo, se dio cuenta de cuánto.

Sangre, que ya había comenzado a descender, fue capaz de oír desde la distancia cómo un grupo de descerebrados increpaban al muchacho:

—¡Eh, morito! ¡Morito! ¡Prepárame un kebab!

“No tienen ni idea de con quién se están metiendo”, pensó Sangre, cayendo al suelo justo a tiempo de agarrar al joven por el brazo antes de que contestase a los matones con alguna frase brillante. Si aquellos brutos hubiesen optado por defenderse se habría montado una pelea y la estación estaba llena de Policía. No era lo más conveniente para una misión de perfil bajo. Además, su excompañero ni siquiera tenía que estar allí.

—¡Sujeta los ponys, majo! ¿O es que no se te puede sacar de Barcelona sin que montes un escándalo?

—¡Virgencita! —respondió el muchacho, que ya se había olvidado de su pequeña vendetta— ¡No sabes cómo me alegro de verte!

Ella, que normalmente lo habría reprendido por llamarla de esa manera, se limitó a sonreír.

—Yo también me alegro de verte, Eslizón.

—Si no te hubieses presentado delante de mí habría sido incapaz de reconocerte. Te sienta bien el traje de paisano.

Sangre, que normalmente iba envuelta en una capa roja y cubierta con una caperuza del mismo color, vestía entonces unos vaqueros oscuros y una chaqueta de piel sintética color granate. Recapituló y cayó en la cuenta de que ella tampoco había visto nunca a Eslizón sin su uniforme.

—Lo mismo digo. ¿Qué tal todo por Barna?

—Mejor que perfecto. Podría pasarme horas hablando de mis múltiples conquistas, pero ya me conoces y no te lo tragarías: no tengo tiempo para nada. Así que hablemos de ti. ¿Qué tal todo por los madriles? ¿Y la tropa?

—Bueno, más o menos. Aquello está un poco en pañales todavía, pero hacemos lo que podemos. ¿Tú te apañas bien?

—Sí, sí. Si los estudios, el trabajo y la familia me dejasen algo más de tiempo libre Barcelona sería la primera ciudad de España con un índice de criminalidad del cero por ciento —Eslizón sonrió.

—Bien —respondió Sangre. Y cambiando de tema, añadió— Ya nos pondremos al día en otro momento. Estamos aquí por trabajo, ¿no?

—Joder, Sangre, qué mal te ha sentado lo de alejarte del mar. A ver si estos días por Valencia te calman los nervios...

—Tú, por tu parte, sigues igual de gilipollas. A lo mejor te sentaría bien venirte a Madrid.

Parecía enfadada, pero Eslizón podía ver los colmillos de Sangre presionando su labio inferior: estaba intentando aguantarse la sonrisa. Pero que estuviese contenta de volver a trabajar con Eslizón no anulaba el hecho de que estuviese molesta. No podía creer que Barcelona no hubiese notado su ausencia.


20.15. Piso alquilado para la operación por M.A.G.A. (Movimiento de Acción Global Altruista). Ubicación exacta desconocida.

—A ver, que yo me entere. ¿Me has hecho venir hasta Valencia para eso? —dijo Eslizón entre molesto y sorprendido— ¿A quién le voy a pedir tantos apuntes? ¿Eh?

—Mira, Eslizón, si tanto te molesta que te haya pedido ayuda puedes marcharte por dónde has venido. Y si te parece que una panda de locos que están asesinando crías que no tienen suficiente edad para votar es un problema menor, ya estás tardando en hacerlo.

—Vale, vale, sosiega. No es que diga que es cosa de poco. Lo que quiero decir es que tú solita te las podrías haber apañado muy bien sin necesidad de hacerme venir. ¿Me captas?

—Alto y claro.

—Entonces, volviendo al tema, ¿por qué narices me has hecho venir, si se puede saber?

Sangre tenía bastante control sobre sus impulsos y arrebatos; al fin y al cabo todo se aprende con suficiente práctica y ella había tenido tiempo de sobra para practicar, pero en ese momento no pudo evitarlo y se dejó llevar.

—A lo mejor tenía ganas de que volviésemos a hacer algo juntos. Anormal.

Eslizón se quedó mudo. No era propio de Sangre decir ese tipo de cosas y mucho menos así de claras. Debía de estar pasándolo mal en Madrid. Barcelona había sido su hogar durante mucho, muchísimo tiempo. Conocía sus calles, sus edificios y su latir perfectamente. Y él era parte de su vida en la Ciudad Condal. Intentó ser un poco más comprensivo.

—Está bien, virgencita, está bien. Supongo que es un favor que me haces —dijo, guiñándole un ojo y esbozando su mejor sonrisa—. Entonces, ¿qué hacemos con esos majaras?

—Bueno, lo primero será saber por qué hacen lo que hacen. Si M.A.G.A. interviene es porque no son solamente majaras. Y para averiguar eso lo primero que tenemos que hacer es ver el cadáver. Según me han dicho, evisceran a sus víctimas.

—Uhm. Qué agradable... —respondió Eslizón poniendo cara de asco.

—Lo que quiero saber —continuó Sangre, ignorándolo— es qué órganos faltan. O ver si dejan alguna marca ritual. No sé, reducir el número de posibles tarados a los que tenemos que investigar. Valencia ha sido una ciudad dada al espiritismo, la magia y todos esos rollos. Pero esto me huele a secta y M.A.G.A. no tiene fichada a ninguna por aquí.

—Bueno, ¿y cuándo empezamos? —dijo Eslizón mientras se ajustaba su guantelete.

—Te estoy esperando, que tardas más en arreglarte que las novias.

—¡Pues vámonos, átomos! —dijo Eslizón.

—¡Venga, vámonos! —contestó Sangre, imitando la voz de Rainier Wolfcastle , mientras el aleteo de su capa desaparecía por la ventana.


21.07. Ciudad de la Justicia. Interior del Instituto Anatómico Forense.

—No me puedo creer que haya sido tan fácil entrar aquí —observó Eslizón.

—Ya sabes, los recortes... —respondió Sangre—. O a lo mejor se lo están gastando todo en petardos, quién sabe.

—O ahorrando para otro edificio de Calatrava.

Ambos intentaron sofocar las risas. A pesar de la falta de vigilancia del edificio y de que no se habían cruzado con ningún policía o vigilante de seguridad, podía aparecer alguien en cualquier momento, así que lo mejor era no llamar la atención.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó Sangre.

Eslizón, que ya estaba hojeando los papeles que habían dejado sobre las mesas, respondió:

—Creo que es aquella —y señaló un depósito situado al fondo de la morgue.

Eslizón y Sangre se dirigieron hacia él. Fue Sangre la que lo abrió. Ante ellos apareció una muchacha joven, prácticamente una niña. No podía tener más de diecisiete años, eso seguro. Quizá menos. Prefirieron no confirmar la edad.

—¿Y bien? —inquirió Sangre.

—Los papeles que han dejado aquí no son demasiado rigurosos. Dicen que hay extracción de órganos, pero no indican cuáles. Supongo que son los datos de la autopsia preliminar. Espero que la definitiva haya sido un poco más exhaustiva —dijo Eslizón señalando las costuras que mostraba el vientre de la chica.

Eslizón localizó un bisturí en uno de los cajones y volvió a abrir las toscas costuras para echar un ojo. Sangre, aunque había visto escenarios peores que aquel, prefirió apartar la vista.

—Ahá. Qué extraño.

—¿Me vas a decir qué pasa, so memo? —tronó Sangre, aunque susurraba.

—Pues que está todo revuelto, pero faltar, lo que se dice faltar, solo falta el aparato reproductor. Ovarios, útero, cérvix y vagina. —Eslizón se llevó un dedo enguantado a la sien y comenzó a trazar círculos en el aire— Cu-cú, cu-cú...

—Sí. Tarados absolutos. Ni siquiera tiene pinta de ser obra de una secta seria, ya me entiendes. No hay marcas rituales, ni han utilizado ungüentos o ninguna otra sustancia en ella.

—Además los cortes han sido realizados con herramientas afiladas, diría que con instrumental médico profesional, pero por una persona poco cuidadosa y con no demasiados conocimientos médicos. Mira aquí …

—Preferiría no hacerlo, Eslizón.

—Vale, vale. Bueno, la cuestión es que los cortes son toscos. Probablemente torcieron el bisturí. No son regulares. Cuanto más sé de esto, Sangre, más pienso que se trata de una travesura amateur... —dijo Eslizón, reprochándole indirectamente a Sangre que lo hubiese apartado de sus múltiples quehaceres para un trabajo de poca monta.

—Vale, Eslizón, no me comas la cabeza. Es viernes. Quédate este finde y échame una mano. Si es tan poca cosa seguramente el domingo esté arreglado y tú puedas marcharte a Barna y yo a Madrid. Y si no lo está, pues te daré una patada en el culo y aterrizarás en la Sagrada Familia. Así te ahorras el viaje. ¿Cómo lo ves, chaval?

—Claro, meridiano. Transparente incluso.

—Genial entonces. ¿Algo más?

—Bueno, podría echar un ojo por aquí, pero dudo que hayan dejado nada de interés. Y supongo que querrás entrar en faena cuanto antes, ¿no?

—Supones bien.

—Entonces de volver a coserla, ni hablar, ¿no?

Sangre miró fijamente el cadáver. No era más que una chiquilla. No se merecía lo que le había pasado. En silencio asintió y esperó mientras Eslizón volvía a unir músculo, carne y piel.


Sábado. 01.42. Distrito de Ciutat Vella. Calle Corona. Techo de la Iglesia de la Milagrosa.

—Me abuuuuuuuuuuuurro.

—Eslizón, a veces eres un puto crío —dijo Sangre, que estaba tumbada sobre el tejado, oculta tras el borde de la fachada del templo.

—Es que aquí no pasa nada, Sangre. A lo mejor tendríamos que cambiar de sitio.

—Tengo una corazonada. Suelen atacar en calles poco transitadas, oscuras, con rincones... Tiene que ser aquí.

—¡Pero si está al lado de una avenida! —observó Eslizón.

—Sí, pero lo suficientemente apartada. Además, en esa calle —dijo ella señalando la calle de la Beneficencia— no hay nada que abra por la noche. Un descampado, un instituto y muy pocas viviendas. Es el sitio perfecto.

—Pero si no pasa nadie, querida, no pueden atacar a nadie, ¿lo captas?

—Mira, chico, no seas brasas. Vete a dar una vuelta. Si encuentras un sitio mejor, vienes y me lo cuentas. Solo intenta no estar de paseo mientras atacan. No sé, ya que has venido, estaría bien que me echases una mano, ¿no?

—A la orden, mi capitán —dijo él haciendo el saludo militar con bastante poca gracia—. Voy a echar un ojo y en un rato vengo a presentar novedades.

Eslizón desapareció de su vista en un par de saltos y unas cuantas carreras con tal sigilo que, si no lo hubiese conocido, habría pensado que no era real. Sangre quedó allí, en la misma postura, cambiando la vista de la calle Corona a la calle de la Beneficencia, esperando. Pasado un buen rato, cuando ya estaba segura de que allí no iba a pasar nada, notó que alguien aparecía, y esa era la palabra, tras ella. Antes de que pudiera moverse le pusieron un pie sobre la espalda.

—Buscando a tu próxima víctima, supongo —dijo una voz desconocida. Sangre descartó que fuese Eslizón quien la hubiese sorprendido. No, se trataba de una mujer, pero había algo en su voz que no lograba identificar. Desde luego no era de este mundo.

—Te estás equivocando, maja. Y deberías venir de frente. Mira que si apareces por la espalda la gente puede malinterpretar tus intenciones... —contestó Sangre.

La desconocida se inclinó sobre ella y, tomándola de la nuca con una mano, la alzó, dejándola suspendida sobre la calle. ¿Cómo era posible que una mano tan pequeña albergase tanta fuerza?

—Ahórrate las bromas, anda, que no estoy de humor. O me dices dónde están el resto de asesinos o me veré obligada a soltarte. Y te aviso: la paciencia no es una de mis virtudes.

—Pues suéltame. Tú misma —respondió Sangre. Podría soportar la caída perfectamente y, además, eso le permitiría huir.

Sin embargo aquella bravata hizo que la desconocida la girase para poder verle la cara: ningún ser mortal habría pedido que lo lanzasen al vacío con tal tranquilidad. Entonces descubrió sus ojos rojos y sus colmillos.

—Una vampiresa, claro. Qué mujer iba a trabajar con esos dementes —dijo la desconocida, como si acabase de comprender algo importante.

—Dhampiresa, no vampiresa. Y no trabajo con ningún demente. O por lo menos no con los que tú buscas. Así que suéltame de una vez, joder —dijo Sangre, revolviéndose ya de impaciencia.

—¡Eh, eh! ¡Qué pasa aquí! —intervino Eslizón desde el tejado de enfrente.

—¡Por fin, chico! ¡Nunca estás cuando se te necesita! —le reprochó Sangre.

—¿Quién eres tú? —tronó la misteriosa mujer, dirigiéndose esta vez a Eslizón.

—Creo que aquí la pregunta es quién eres tú, porque nosotros somos casi famosos. ¿Es que no ves la tele?

—Ehm... No. Yo soy bibliotecaria —contestó la mujer, ahora realmente confundida.

Eslizón apareció a su lado de un salto.

—Pues bien, un servidor es Eslizón, intrépido y escurridizo justiciero. Y la moza que tienes entre manos es Sangre, Protectora de Barcelona, la Verge de la Nit,...

—Menos lobos, caperucita —dijo Sangre —. Con que la convenzas de que somos de los buenos, vale. No necesitas sacar todos mis títulos.

La mujer dejó sobre el techo a Sangre, aún a regañadientes.

—Perdón por la confusión, supongo. Pero una desconocida en la zona donde han asesinado a varias muchachas y que, para colmo, es una... dhampiresa,... Creo que no era una duda del todo irracional...

—Sí, querida, lo que tú quieras. No eres la primera persona llena de prejuicios que me encuentro —contestó Sangre, alisándose la capa—. Pero aún no has respondido a la pregunta de mi compañero. ¿Quién demonios eres?

—Mi nombre es Pesadilla. Y a mí no me habréis visto en la tele.

—Pesadilla —dijo Sangre—. Y los malos tenemos que tener nosotros.

—Bueno, un héroe debe tener un nombre que asuste a los malos, ¿no? Lo aprendí de Batman.

Eslizón y Sangre se miraron. Sobre ellos aparecía una mujer imponente, enfundada en un mono negro y cubierta por una capucha, también negra, que se convertía en una larga capa. Un antifaz cubría parcialmente su cara y la piel que quedaba a la vista era tan pálida que casi brillaba. ¿O brillaba realmente?

—Hace unos años que soy... así. Una larga historia. Si me aceptáis un consejo: nunca leáis un libro viejo en voz alta.

Pesadilla, que hasta hacía unos años no era más que una simple bibliotecaria en la fundación Gritos de Babel, se había convertido en una especie de semidiosa al recitar un conjuro sin saber qué tenía entre manos.

—Desde entonces me ocupo de poner un poco de orden en Valencia. No me he enfrentado a nada realmente grave desde poco después de convertirme. Supongo que no os sonará el Patriarca. O el Apocalipsis que tuvo lugar en 2009.

—¿Tú? —dijo Eslizón, sorprendido. El Patriarca era un demente que pretendía despertar a un guerrero ancestral para conquistar el mundo. Fue derrotado, pero nunca se supo por quién, todo eran meros rumores. Y el Apocalipsis fue un episodio orquestado por una banda de delincuentes, que pretendieron hacer creer a los invitados a una boda que se había desencadenado el fin del mundo. Cuando la policía pudo acceder, por fin, al salón donde estaban recluidos, los prisioneros hablaron de una mujer misteriosa que había acabado con los secuestradores, pero nadie pudo dar con ella, ni siquiera confirmar su existencia.

—Yo. Al final va a resultar que soy más famosa que vosotros... —contestó Pesadilla, sonriendo por primera vez.

—Entonces supongo que estamos en el mismo bando, ejem... —intervino Sangre.

—Lo siento. En este oficio si no eres un poco desconfiada...

Sangre levantó las manos indicando que no ocurría nada.

—Bueno, ¿y sabéis algo que pueda sernos útil? —preguntó Pesadilla— Supongo que si habéis venido desde Barcelona es porque tenéis información.

—Yo vengo de Barcelona, aquí la jovencita ha llegado desde Madrid. Misión especial de los Campeones de...¡au! —Sangre había dado un pisotón a Eslizón.

—Es lo que pasa cuando un bocachancla habla más de la cuenta.

—¿Eres parte de los Campeones de la Justicia? —preguntó Pesadilla a Sangre— No te preocupes, lo sé. Están mal publicitados, pero no tanto...

—Parte... o algo así. Vengo de su parte, sí. En cuanto a lo de la información... —dijo, haciendo un gesto a Eslizón para que le explicase lo que habían descubierto. Cuando este hubo concluido Pesadilla no parecía muy impresionada.

—¿Eso es lo que tenéis? Si es que no hay nada como el trabajo de campo. Sí, extraen el aparato reproductor de sus víctimas. Pero eso no es todo. También se lo comen.
—Esta misión se vuelve más y más agradable por momentos … —señaló Eslizón.

—Están más pirados de lo que yo pensaba. Y mira que tenía altas las expectativas … —añadió Sangre. Pesadilla asintió.

—¿Y no os habéis preguntado por qué las víctimas son tan jóvenes?

Ambos tenían sus teorías. Eslizón pensaba que porque eran más débiles y, por tanto, presa fácil. Sangre que tenía que ver con algún fetiche sexual. Sin embargo, si Pesadilla estaba destacando ese detalle es porque era algo menos evidente.

—Buscan mujeres vírgenes —dijo Pesadilla—. Y a más edad, menos probabilidades de encontrarlas.

—Entonces sí se trata de una secta … —dijo Sangre, por lo bajo, reconociendo su error.

—No, Sangre. No son una secta, o al menos no una de verdad. Por lo que yo sé, son un grupo de locos liderados por un aficionado al ocultismo y a los cultos ancestrales de África, pero que es muy mal traductor. Basándose en una lectura enfermiza de un texto, han interpretado que consumir las partes femeninas de las vírgenes puede otorgarles fuerza, juventud e incluso la inmortalidad. Desde luego que el texto dice algo así, pero no se trata de abrir en canal a jovencitas para sacarles el útero y comérselo. El texto se refiere en realidad a un ritual bastante más placentero... —Pesadilla observó el rostro de confusión de sus nuevos aliados durante unos instantes antes de continuar— Resulta que el texto hace referencia a la costumbre de una pequeña tribu cuyos guerreros, antes de partir a la batalla, realizaban cunnilingus a las mujeres. Se creía que sus fluidos tenían propiedades mágicas. Y se prefería a las vírgenes porque creían que esas propiedades estaban más concentradas en ellas.

—Es decir, que todo este reguero de cadáveres se debe a que un idiota no utilizó bien el diccionario —señaló Sangre.

—Algo así. Si supieras la cantidad de cargas que arrastramos actualmente por malas traducciones de algunos textos... En fin, volviendo al tema, están muy fanatizados, pero no son demasiado profesionales ni hábiles. Ni siquiera son demasiado buenos luchadores, pero sus víctimas no pueden hacerles frente. No entiendo cómo me está costando tanto …

Sangre alzó la mano, interrumpiendo a Pesadilla. Una pareja de adolescentes se dirigía hacia donde ellos estaban. Al llegar a la calle Beneficiencia ambos giraron en la esquina y se internaron en ella hasta llegar a un rincón escondido en el que empezaron a besarse con ansia. Sangre, Eslizón y Pesadilla avanzaron por el tejado al darse cuenta que por el otro extremo, desde la calle Na Jordana, llegaban un grupo de cuatro personas que portaban máscaras blancas e iban vestidas completamente de negro.

—Esos dos no van a darse cuenta —dijo Eslizón.

—¡Eh, tórtolos! —gritó Sangre desde el tejado— ¡Buscad un hotel!

A la muchacha le dio la risa, pero su pareja, un chico imberbe, se giró y le enseñó el dedo corazón.

—Me vas a chupar la polla —gritó. Y justo después uno de los enmascarados puso la mano en su frente y estrelló su cabeza contra la pared, haciéndole perder, como mínimo, el conocimiento.

—No hay cosa que más me joda que tener que salvar a maleducados —dijo Sangre, aterrizando entre el muchacho inconsciente y la chica y sus atacantes—. ¿Qué? ¿Preparando el carnaval?

Antes de que los enmascarados pudieran reaccionar, Sangre propinó al primero de ellos una patada en la entrepierna que lo dejó fuera de combate. Antes de que cayese, apoyó sus manos sobre los hombros de él y lo saltó, haciendo una pirueta. Cayó, golpeando con el codo en la clavícula de un segundo atacante. Cuando quiso dirigirse al tercero los otros dos yacían inconscientes sobre la acera, y también la chica.

—Siento haber frustrado tu exhibición, pero esta gente no merece ni que te canses —dijo Pesadilla.

—Este chaval tiene una hemorragia seria. Deberíamos llevarlo a algún sitio... —puntualizó Eslizón, que estaba atendiendo al chico herido.

Pesadilla bajó ligeramente la cremallera de su mono, metió la mano por su escote y sacó un teléfono móvil de un bolsillo interior.

—Vaya, chica, si fueses un personaje de cómic diría que te ha dibujado un tío... —dijo Eslizón.

Pesadilla se limitó a sonreír. Dicen que quien calla otorga. Marcó un número en el teléfono y tras unos segundos inició una conversación con alguien.

—Alonso, ¿estás de servicio? Manda a alguien para El Carmen, calle Beneficencia. Hay un chaval con la cabeza abierta.

— ...

—Sí, también hay cuatro tipos. Dos de ellos pueden tener alguna herida, pero no es que me importe demasiado. Han intentado atacar a una chica.

—...

—Sí, creo que son los mismos, pero la chica está bien. Hemos llegado a tiempo.

—...

—Sí, hemos. Es una larga historia. Ya te la contaré. O no. No tardes, ¿sí?

Pesadilla colgó. Unos minutos más tarde una ambulancia y tres coches de la policía nacional aparecieron. Los tres justicieros los observaron desde lo alto, ya de nuevo en el tejado de la Iglesia de La Milagrosa.

—Creo que se los llevarán a Zapadores. Voy a ver si me entero de algo cuando se despierten. Ya os busco yo —dijo Pesadilla, y antes de que pudiesen darle la dirección siquiera, desapareció.


3.37. Distrito Ciutat Vella.

Uno de los enmascarados, que consiguió escapar del radar de nuestros héroes, huyó a toda prisa mientras se hacían cargo de sus compañeros. Corrió por estrechas callejuelas hasta salir a las Torres de Serranos, antes de lo cual se quitó la máscara y la escondió dentro de su abrigo. Se dirigió a un coche, pero entonces recordó que era uno de sus compañeros el que había conducido y se había quedado las llaves. ¿Cómo iba a llegar, entonces, hasta el Amo? Dejó en el suelo una nevera portátil que llevaba, destinada a albergar el útero de aquella muchacha... Mientras golpeaba una y otra vez el suelo con la punta del pie derecho se preguntaba cómo podía haber salido mal. En anteriores ocasiones lo habían hecho todo tan fácil y rápidamente... Pero claro, no había superhéroes de por medio.

—Joder, joder, joder. Si no lo veo no lo creo.

Desde luego él, como muchos otros españoles, había visto imágenes de Sangre y Eslizón por televisión; las habían puesto en todos los informativos, pero él, también como muchos otros, había pensado que se trataba de una campaña de marketing o de algún montaje. Parece ser que no. Y luego estaba la otra. ¿Quién era la otra? Había dejado fuera de combate a dos de sus compañeros con solo mover su mano.

Cuando por fin fue capaz de alzar la vista una luz verde apareció frente a sus ojos. ¡Claro, un taxi! Puede que, con suerte, hasta pudiese pagar con tarjeta. Le echó el alto y subió, cargado con su nevera portátil.

—A la calle San Vicente. Yo le indico —dijo al taxista.

—¿Me lo puede repetir? —dijo este, mientras bajaba el volumen a la radio, en la que sonaba la COPE.

—A la calle San Vicente. A la altura de MACOSA —decidió aclarar.

—Ahora mismo.

El quinto miembro del grupo de asesinos se frotaba las manos, consumido por los nervios, mientras pensaba que iba a tener suerte si salía vivo de aquella.

—Pare aquí —indicó al taxista a la altura del número 316 de la calle San Vicente.

Pagó con tarjeta y salió del coche sin despedirse. Esperó a que el taxi se alejase y a que nadie pudiese verlo para colarse por las portadas metálicas del antiguo Parque de Artillería. Respiró hondo y caminó a paso ligero hacia el interior del edificio. El Amo esperaba.

O desesperaba, porque cuando su acólito apareció se abalanzó hacia él y le arrancó la pequeña nevera de las manos.

—¿Por qué habéis tardado tanto? ¿Y los otros?

Su voz era excesivamente aguda, casi infantil, y lo mismo ocurría con su porte. Se trataba de un muchacho enjuto, apocado, de piel pálida y pelo lacio y graso. Su sola apariencia transmitía cierta sensación de repugnancia que se acrecentaba al oírlo hablar. Pero en esta ocasión permaneció mudo, mirando al fondo de la nevera vacía.

—Ha habido un problema —dijo el discípulo, con voz temblorosa. Resultaba curioso verlo así, acobardado ante aquel hombrecillo.

El Amo no contestó, esperó a las explicaciones. Mientras tanto comenzó a amasar una bola de furia en la boca de su estómago. Quería tenerla preparada para cuando aquel ser insignificante acabase de hablar.

—Aparecieron unos enmascarados y atacaron al resto cuando estaban a punto de coger a la chica. No pudieron hacer nada. Había una que con solo alzar la mano puso a dormir a dos de ellos. Y otra los dejó fuera de combate con un par de movimientos. Era tan rápida que ni siquiera pude ver qué hacía... Creo que era una de los Campeones Justicieros esos o como se llamen, yo...

El gesto del Amo mudó repentinamente.

—¿Una de los Campeones de la Justicia? ¿Estás seguro? ¿En Valencia?

—Seguro... no del todo. Pero se parecía a la Caperucita Roja esa.

—¿Cómo era?

—No demasiado alta. Parecía muy joven. Creo que pelirroja, pero no estoy seguro, llevaba puesta una capucha. Y lo que sí juraría es que sus ojos brillaban... Y eran rojos...

El Amo se acercó a él y puso las manos sobre sus hombros. El acólito temblaba mientras esperaba su castigo. Pero lo que recibió fue un abrazo.

—¡Eso es una magnífica noticia! —dijo el Amo con su voz chillona—. ¿Sabes lo que eso significa? ¡La inmortalidad, amigo mío! Esa bestia es virgen e inmortal. Bueno, más o menos. Podemos matarla, y ahí está la gracia. Si la consumimos, consumiremos también su capacidad de regenerarse, de sanarse. ¡Seremos eternamente jóvenes! —Y poniéndose pensativo añadió— Tenemos que cogerla. ¿Y dices que había otra más?

—Y un hombre. Aunque él no intervino.

Y tomándolo por el brazo y conduciéndolo hacia su despacho privado, el Amo continuó interrogando a su sirviente.

—Cuéntamelo todo...


6.22. Piso alquilado para la operación por M.A.G.A. (Movimiento de Acción Global Altruista). Ubicación exacta desconocida.

Sangre deambulaba de punta a punta del piso.

—Si me hubieses dicho que este era el plan te habría traído patines —dijo Eslizón, rompiendo el silencio.

—¿Eh? —preguntó Sangre, confusa.

—Así recorrerías antes la distancia de una pared a otra.

Eslizón esperaba una carcajada, un guiño, una contestación borde, pero no llegó. Un par de minutos más tarde, por fin, Sangre sacó lo que la estaba carcomiendo.

—No me fío de ella, Eslizón. No sabemos si nos dice la verdad. En M.A.G.A. No saben nada de ella, es poco menos que un mito o un fantasma. Bien podría estar con los asesinos y haberse montado esta historia para sacarnos del juego.

—Claro. Por eso frustró el ataque. Y por eso te confundió con una de ellos...

—Teatro. Puro teatro, Eslizón. Joder, que a veces pareces un crío.

—Soy un crío, virgencita. Lo soy, en cualquier caso, si se me compara contigo...

—Pues por eso, hazme caso. Esa tía no es de fiar. Pesadilla, nada menos. Menudo nombre. Estoy segura de que ahora estará dando todos los detalles al master of pirados de la cutre secta esta. Vamos, apostaría un brazo.

—¿Te lo corto ya o esperamos a acabar el trabajo? —dijo Pesadilla, que acababa de aparecer detrás de Sangre—. Ah, por cierto, me parece muy bien que no te guste mi “nombre de guerra”, pero tú te llamas Sangre, así que...

—Haya paz, haya paz —medió Eslizón—. Oye, Pe, ¿a ti en tu casa no te enseñaron a llamar a las puertas?

—Sí, claro, pero si lo hago no me entero cuando me ponen de vuelta y media a mis espaldas.

—Bueno, en realidad eres tú la que está a mis espaldas... —contestó Sangre.

—Voy a dejarlo estar. Supondré que Justin Bieber no te han hecho follow en Twitter y por eso estás de mala leche...

Eslizón apoyó la mano sobre el hombro de Sangre, que no llevaba demasiado bien las bromas, especialmente las que tenían que ver con su condena particular. Ser una adolescente no es fácil. Estar atrapada de por vida en el cuerpo de una adolescente es una auténtica putada.

—Mis queridas damas, ¿no es un poco temprano para Sálvame Deluxe? —y dirigiéndose a Pesadilla, preguntó— Bueno, Pe, ¿qué has averiguado?

—Diría que todo. Los cuatros han coincidido, por separado, en sus versiones. Yendo al grano: sé dónde está su “cuartel general”, aunque por lo que me han contado ir allí ahora no servirá de mucho. No tienen prisioneras ni nada por el estilo.

—Pero podríamos ir y pillarlos con las manos en la masa, ¿no? —intervino Sangre.

—Podríamos intentarlo. Pero esta noche no hay masa en la que poner las manos, y sí son tan cutres como creemos, seguramente se hayan ido a dormir a casa de sus padres —apuntó Eslizón.

—Yo apostaría por esa posibilidad —dijo Pesadilla.

—Entonces, ¿se puede saber qué narices has averiguado que pueda sernos de utilidad? —le espetó Sangre.

—Algo tan insignificante como dónde van a dar su próximo golpe, que será mañana mismo, o mejor dicho, esta noche. Parece ser que, aunque operan siempre en Ciutat Vella van cambiando un poco los puntos donde esperan a sus víctimas.

—¿Y? —intervino Sangre de nuevo, harta de esperar y de los aires de superioridad de Pesadilla.

—Será en la calle del Portal de la Valldigna. No sé a qué altura, probablemente cerca del arco. Es, como la calle Beneficencia, una calle cercana a otra con bastante concurrencia, sobre todo en las noches de fiesta, pero poco transitada. Nueve de cada diez personas que pasan por esa calle a esas horas van a mear o a meterse mano, para ser claros.

—¿Y estás segura de que no te han mentido? —intervino Eslizón.

—No habrían podido —dijo Pesadilla, y esbozó una sonrisa.

—¿También eres el detector de la verdad humano, o qué? —preguntó Sangre.

—No soy humana, ya no. Y sí, podría haberles sacado la verdad contra su voluntad. Pero no ha hecho falta: estaban cagados de miedo.

Eslizón intentó mediar, ya sin demasiadas esperanzas de calmar los ánimos, organizando la operación.

—Bien. Entonces lo suyo sería descansar algo, un poco aunque fuese, y prepararnos para mañana. Los cogeremos in fraganti, de nuevo.

—Y mandarán a otros. No. Está bien que evitemos que mañana ataquen a otra chica, pero tenemos que darles donde les duele. Mientras parte de ellos están intentando cazar una nueva presa alguien tendría que atacar su sede.

—¡Qué buena idea, Pe! —reconoció Eslizón—. Está bien. Entonces, ¿cómo lo hacemos?

Sangre, cansada de sentirse un personaje de atrezzo en aquella misión, que para más inri era la suya, resolvió el problema a las bravas.

—Tú y doña perfecta os vais a por el líder y los que se pongan por medio. Yo me sobro y me basto sola para darles una tunda a esos inútiles. Al fin y al cabo se supone que esta misión tenía que llevarla a cabo yo sola.

Y mientras se alejaba hacia su habitación murmuró entre dientes.

—Ojalá lo hubiese hecho.


23.34. Bar Immortal. Distrito Ciutat Vella.

—Es muy sencillo. Solo tienes que fingir que te atacamos y hacerte la indefensa, ya sabes. Eres un cebo. Si conseguimos que salgan a rescatarte y podemos cogerlos, habremos ganado. Y tú te llevarás tu parte, claro.

El Amo hablaba con una muchachita que no debía de tener más de 16 años, a pesar del maquillaje oscuro con el que se había pintado los párpados y los labios.

—Es fácil —contestó ella—. ¿Y si no ganáis?

—Pues no cobrarás. Pero podrás ponerlo en tu currículum. No sé, no creo que por esto vayan a darte un papel en Hollywood, pero un trabajo de actuación es un trabajo de actuación, sea en el teatro o en un juego de rol, ¿no?

—Tienes razón. Además será divertido, y es solo un rato.

—Entonces, ¿hecho? —preguntó el Amo.

—Si me invitas a otra cerveza —respondió la chica, guiñándole un ojo. Evidentemente, no sabía con quién estaba coqueteando.


Domingo. 03.33. Antiguo Parque de Artillería. Calle San Vicente.

—¿Lista? —preguntó Eslizón a Pesadilla.

Ella asintió con la cabeza y desapareció, materializándose de nuevo dentro del edificio, en el piso superior. Eslizón, por su parte, entró con sigilo por la puerta principal. Ambos, aunque por separado, tuvieron el mismo pensamiento: aquel lugar estaba demasiado tranquilo.

Poco después Pesadilla descendió las escaleras. Eslizón apuntó hacia ella sus guanteletes, dispuesto a descargar. Cuando vio aparecer su figura, respiró hondo.

—Para una vez que no te apareces como un fantasma, Pe,...

—Quería ver si había algún escondite por las escaleras. Algún armario que pudiese esconder un pasadizo, pero nada.

—Desde luego, aquí no hay nadie.

—Podíamos esperarlos, escondidos. Con suerte, esto acaba esta noche.

Eslizón observó el edificio a su alrededor con gesto pensativo.

—No es solo que no haya nadie. Es que tampoco van a venir. Esto está demasiado desierto. Aunque viniesen aquí solo a celebrar sus aquelarres caníbales tendrían que tener, no sé, mesas, algún utensilio ceremonial para darle credibilidad al show... y yo no veo nada de eso. Veo un edificio abandonado. Pe, me temo que nos han dado esquinazo.

—Era uno de los riesgos de atacar a esos enmascarados anoche. Al no volver, alguien se olería el pastel. ¡Diablos!

—Bueno, tampoco podíamos hacer otra cosa. Era eso o dejar que matasen a aquella chica. Creo que la decisión estaba clara. Lo que tenemos que hacer ahora es ir con Sangre, ayudarla a impedir ese ataque, sonsacar información a los tarados que pillemos y buscarlos esta misma noche, sin darles tiempo para reubicarse.

Pesadilla asintió y, tomándolo de la mano, advirtió:

—Esto puede marearte un poco. Intenta no vomitarme encima del uniforme cuando aterricemos.

Y sin decir nada más, ambos se esfumaron.


03.33. Calle del Portal de la Valldigna. Distrito Ciutat Vella.

—¡Socorro! ¡Socorro!

La muchacha del maquillaje oscuro entró en la calle con paso vacilante. Sangre observaba desde el tejado. Tras ella aparecieron dos enmascarados como aquellos a los que habían detenido la noche anterior.

“¿Solo dos?”, se dijo Sangre. “Esto es pan comido”.

Se interpuso entre ellos y la muchacha de un salto. Mientras asestaba al primero de ellos un puñetazo en la mandíbula sintió un picotazo en el muslo: el segundo de los enmascarados le había dado una descarga eléctrica con una pistola táser. Dadas sus características la descarga no llegó a dejarla inconsciente, pero sí la aturdió lo suficiente como para que la inmovilizasen con cadenas. Cuando Sangre pudo ver con claridad se encontró rodeada de más de veinte enmascarados. Oyó como uno preguntaba:

—¿Y los otros?

—Parece que no han venido —contestó alguien.

—¿Solo una? Bah, esto es pan comido —respondió otro.

La muchacha, que se había recompuesto rápidamente, intervino en la conversación.

—¿Hemos ganado? ¿Hemos ganado? —preguntó con excitación.

Uno de los acólitos se dirigió al enmascarado que había aturdido a Sangre.

—Amo, ¿qué hacemos con ella?

El Amo miró a la chica, que todavía sonreía, como esperando una recompensa.

—Matadla. Es una actriz terrible.

Cuando la joven intentó gritar ya era demasiado tarde. Una cuchilla ahogó su voz.


03.48. Calle del Portal de la Valldigna. Distrito Ciutat Vella.

Pesadilla y Eslizón aparecieron sobre el famoso arco que daba nombre a la calle. Mala elección: Eslizón estuvo a punto de perder el equilibrio y caer. Por suerte Pesadilla pudo cogerlo a tiempo. Cogerlo, por decir algo: lanzó un rayo que consiguió ralentizar la caída de Eslizón hasta dejarlo sano y salvo sobre el suelo. Apenas Pesadilla dejó se actuar sobre Eslizón, este corrió hacia uno de los muros y comenzó a vomitar.

—Gracias, majo —dijo Pesadilla—. Creo que eres el primero que no me vomita en las botas después del primer viaje.

Entre las arcadas, Eslizón se las apañó para levantar un pulgar hacia su espalda, indicando a Pesadilla que todo iba bien. Lo hizo, claro, porque aún no se había dado cuenta de que estaba vomitando sobre un cadáver.

—¡Joder! —tronó cuando por fin vio a la muchacha del maquillaje oscuro cubierta de sangre y vómito.

—¿Qué pasa? —preguntó Pesadilla mientras se acercaba a Eslizón.

No hizo falta que respondiese. Fue precisamente ella la primera en darse cuenta de que faltaba alguien allí.

—¿Y Sangre?

El rostro de Eslizón se ensombreció.

—No puede ser...¡Joder, no puede ser!

Pesadilla, que no era demasiado dada al contacto físico, venció sus reticencias y puso la mano sobre su hombro, intentando reconfortarle. No hacía falta ser muy listo para darse cuenta de que si aquella chica estaba muerta, Sangre no había corrido una suerte mucho mejor. Eslizón continuó hablando, más para sí mismo que para ella.

—Tantos han intentado acabar con ella, y tan peligrosos, y que haya sido una puñetera secta amateur...

—No sabemos si está muerta, Eslizón.

—Lo está. Nunca habría dejado morir a esta chica. No sin pasar por encima de ella.

Entonces Pesadilla cayó en la cuenta.

—¿Cómo llamaste a Sangre cuando me la presentaste? ¿Verge de la Nit?

Eslizón comprendió.

—Tenemos que avisar a los Campeones de la Justicia. Aún hay tiempo.

—¿Estás seguro de que quieres meter a más gente en esto? Yo puedo hacer un hechizo localizador y …

—Haz lo que tengas que hacer, pero no voy a echarlo a suertes esta vez. Hemos hecho muy mal en subestimar a esos pirados.

Pesadilla no rechistó. Asintió y se limitó a desaparecer.

Eslizón sacó un teléfono móvil de su mono, buscó entre sus contactos, llamó y esperó. Tres tonos después contestaron.

##Hombre, Eslizón, ¿has cambiado de opinión?## —era la voz de Esteban Sánchez.

—Han cogido a Sangre. Su vida está en peligro.

Eslizón pudo oír como Esteban tragaba saliva. Tras unos segundos en silencio respondió con firmeza.

##Te mando refuerzos. Estarán allí en una hora.##

Eslizón no respondió. Colgó empezó a correr de vuelta al piso, a esperar. Esperar a Pesadilla. Esperar a los Campeones de la Justicia. Y sobre todo, a esperar que no fuese demasiado tarde para Sangre.


4.30. Piso alquilado por M.A.G.A.

Eslizón paseaba de lado a lado del piso, como la madrugada anterior lo había hecho Sangre. Invocaba en silencio a Pesadilla cuando esta apareció.

—Eres un poco impaciente. Me ha resultado muy difícil concentrarme contigo llamándome a gritos —lo reprendió.

—¿Yo...? —dijo Eslizón, confundido.

—No importa. Desventajas de tener buen “oído”. Al lío: tengo la localización de Sangre y podría jurar que está viva todavía. Acaban de llegar a su destino, han dejado de moverse. Si no actuamos rápido tal vez lleguemos tarde.

—No voy a moverme de aquí sin los Campeones, Pesadilla. ¿Y si nosotros solos no somos suficiente para salvarla?

—Te advierto que yo me manejo bastante bien. No me has visto en acción todavía...

Eslizón la miró y dudó durante unos instantes. Aquella mujer era capaz de aparecer y desaparecer, o de dejar fuera de combate a dos hombres con un solo gesto. ¿Y si tenía razón? ¿Y si por esperar estaban condenando a Sangre? Entonces sonó el timbre.

Cuando abrió la puerta, Trovador, sonriente como si no hubiese una vida en peligro, lo saludó.

—Buenas noches, camarada. ¿O son buenos días? En cualquier caso, ¡bienhallado!

—Esteban dice que me va a mandar refuerzos y me manda a un tío con un arco. Desde luego, esto en Estados Unidos no pasa...

Trovador, que ya se había invitado dentro, comenzó a explicarse.

—Oh, pero ya sabéis, esta es una misión de perfil bajo y no es cuestión de transportar a todos los Campeones de aquí para allá. Además, no vengo solo. El bueno de Conquistador está subiendo las escaleras. No se fía demasiado de esos chismes infernales que son los ascensores.

—Ahá. Y para no llamar la atención ha mandado contigo a un gigante. Estupendo.

—Oh, jovenzuelo, no seáis tan quisquilloso. ¿Quién es esta bella mujer? ¿No vais a presentarnos?

Eslizón arqueó una ceja sin moverse de donde estaba.

—Está bien, pues tendré que presentarme yo. Mi señora, se presenta el sin par Trovador, poeta y justiciero. A sus pies.

Pesadilla abrió los ojos de par en par. Por un momento pensó que aquel personaje era su marido disfrazado. Solía hablarle así para hacerle rabiar. Sacudió la cabeza: no era momento de ponerse sentimental.

—Pesadilla, encantada. Oye, Eslizón, a lo mejor estaría bien que le dijeses al tal Conquistador que pare de subir. Esto es un piso 12. Y en cuanto llegue nos marchamos.

—Pues vamos —dijo Eslizón—. No hay tiempo que perder. Yo bajo por la escalera.

—Bien, bien. Yo haré compañía a la dama en el ascensor —dijo Trovador, pero cuando se giró hacia Pesadilla, esta ya había desaparecido.


4.52. Alrededores del Mercado Central. Distrito Ciutat Vella.

—No lo entiendo. Tendría que estar aquí —dijo Pesadilla, decepcionada.

—No os martiricéis, mi intrépida señora. Estas cosas pasan. La magia no es de fiar.

Eslizón, tan pensativo que se le había borrado la sonrisa, observaba el suelo.

—¿Y si están aquí, solo que a otro nivel? —murmuró.

—Debajo … —añadió Pesadilla—. ¡Las obras del metro!

Todos la miraron, esperando alguna explicación.

—Sí, la línea 2. Se empezó a construir pero lleva paralizada bastante tiempo, cosas de la crisis. Ya sabéis que esta ciudad no es demasiado buena calculando sus inversiones...

—Un túnel abandonado es un lugar perfecto para una fechoría tal —reconoció Trovador.

—Pues no hay tiempo que perder, queridos. Cogedme de la mano.

Conquistador gruñó. Parecía que no le agradaba la idea de volver a teletransportarse.

—Vamos, amigo, tenemos que hacerlo por esa damisela pizpireta que está en apuros —lo animó Trovador.

En un parpadeo habían desaparecido.


4.52. Túnel en obras de la Línea 2 de MetroValencia.

—Ya está todo listo. Hemos perdido algo de tiempo, pero ha merecido la pena.

El Amo observaba, satisfecho, el trabajo que habían realizado sus acólitos. Varios tableros habían sido dispuestos, a modo de mesa, y se había iluminado el lugar con velas, dándole un toque bastante siniestro. Coronando la puesta en escena, sobre un pequeño escenario, había una Cruz de San Andrés, metálica, a la que habían sujetado a Sangre. Su cabeza colgaba con languidez, aunque seguía respirando. El Amo se dirigió a ella y la golpeó en la cara.

—Despierta, pequeña zorra. Ha llegado la hora de acabar contigo —dijo, con su aguda voz. Sonreía.

—Si me diesen un euro cada vez que alguien me dice algo parecido podría retirarme. Capullo —respondió Sangre, que parecía ebria.

—Sigue, quédate a gusto. No vas a poder desafiarme durante mucho tiempo más —respondió el Amo mientras le daba la espalda y se alejaba—. Cuando haya pasado por completo el efecto del somnífero nos pondremos manos a la obra. Y te aseguro que entonces no tendrás tantas ganas de hablar.

El Amo sabía que, a pesar de que le habían dado una dosis que habría podido matar a quince personas adultas, Sangre no tardaría mucho en librarse del aturdimiento que la droga le había producido. Solo con pensar las cualidades que iba a adquirir después de consumirla, salivaba.

—Haríais bien en respetar a la dama, mozalbete. Un imberbe como vos no debería jugar con cosas que no alcanza a comprender.

Sangre alzó la vista ante aquella voz familiar. Nadie, sino Trovador, entraría en un túnel lleno de locos de aquella manera.

—¡A por ellos! —ordenó el Amo.

Los acólitos cargaron hacia Trovador, pero se quedaron congelados al apreciar, tras él, la imponente silueta de Conquistador. Bastó que golpease con su pierna el suelo para que todos comenzasen a temblar.

—Yo no haría eso, machote —dijo Pesadilla—. Te recuerdo que estamos bajo tierra y yo no me fiaría mucho de esta construcción. Créeme, soy valenciana, sé lo que me digo.

Mientras Eslizón, Pesadilla y Conquistador hacían frente a los tímidos ataques de los secuaces del Amo, Trovador se dirigió hacia la cruz para liberar a Sangre.

—Voto a Dios, muchacha, que tenéis un talento inigualable para meteros en problemas —dijo mientras intentaba abrir los grilletes.

—Lo que tengo es un imán para dementes, Trovador. Pero me temo que es culpa mía. Ya ves, soy irresistible —bromeó.

Trovador seguía batallando con los grilletes, pero no había manera. Entonces Pesadilla apareció a su lado y susurró:

—Alohomora.

Los grilletes se abrieron, como si alguien hubiese accionado un resorte.

—¿Acabas de abrir esto con un hechizo de Harry Potter? —preguntó Sangre.

Pesadilla se limitó a encogerse de hombros y sonreír. Parecía que habían enterrado el hacha de guerra. Cuando volvieron a mirar al improvisado campo de batalla se dieron cuenta de que Eslizón y Conquistador habían dado buena cuenta de los acólitos. Fue Sangre la que se dio cuenta de que faltaba alguien en el montón de cuerpos inconscientes.

Saltó del improvisado escenario y se agachó para mirar bajo uno de los tablones que iba a servir de mesa. Cogió al Amo de una oreja y lo sacó de allí a rastras.

—¿Qué me estabas diciendo antes, flipao?

El Amo podía ser menudo y de apariencia débil pero, a diferencia de sus seguidores, no era un cobarde, no estaba allí por aburrimiento. Creía en lo que hacía. Y su voz no tembló cuando respondió.

—Que acabaré contigo, y tengo la intención de cumplir con mi palabra. Así que acaba conmigo ahora o ten en cuenta que te has ganado un enemigo incansable.

Eslizón, que acababa de aparecer por detrás, fue el que dio la réplica.

—Mejor ponte a la cola.

Sangre se alegró de volver a ver su franca sonrisa, sin embargo el abrazo que le dio la pilló por sorpresa. Sabía, a pesar de las extrañas circunstancias en las que se habían llegado a conocer, que tenía en Eslizón un amigo, pero nunca habían creído necesario decirlo, ni hacer gestos de este tipo. “Bueno,” —se dijo Sangre—“supongo que para todo hay una primera vez”. Y le devolvió el abrazo.

Pesadilla, que sostenía en vilo al Amo con una fuerza invisible, fue la que rompió la magia.

—Bueno, creo que ya es hora de llamar a alguien para que limpien esto, ¿no? —dijo mientras abría la cremallera de su escote y sacaba el teléfono móvil.

Trovador la miró asombrado.

—¡Que me lleven los demonios si esa mujer no es lo que necesitamos!

Sangre saltó y le dio una colleja.

—¡Ten pensamientos limpios, chaval!


6.40. Helipuerto privado de M.A.G.A. Ubicación desconocida.

—Bueno, me ha encantado conoceros, pero espero no volver a veros en un tiempo —dijo Pesadilla a Conquistador, Trovador y Sangre.

—Siempre podemos venir de visita, mujer —contestó Sangre.

Pesadilla tomó una de sus menudas manos y, mirándola a los ojos desde detrás de su antifaz dijo:

—Serías bienvenida.

Sangre sonrió. Detrás de aquella mujer también había una historia, quizá parecida a la suya. A lo mejor era ese parecido el que le había hecho desconfiar de ella. Pero sabía que le debía la vida o, al menos, parte de ella.

—No es por estropear el momento, chicas, pero me gustaría coger el primer tren a Barcelona, así que... —urgió Eslizón.

—No te preocupes, guapo. Yo te llevo —dijo Pesadilla mientras le tomaba la mano a traición.

El grito de rechazo de Eslizón se desvaneció en el aire.

—Mi querida damisela —dijo Trovador cuando ya estuvieron en el aire—, no es que quiera causaros ninguna preocupación después de lo que habéis pasado pero... Me temo que lo que os espera al llegar a Madrid no es demasiado agradable.

—¿Y qué es eso, si puede saberse? —preguntó Sangre, aunque sabía de sobra a lo que se refería.

—Eslizón es un buen muchacho pero no tenía que estar allí. No podéis compartir información clasificada con quien se os antoje, por muy amigo vuestro que sea. Además, ¿qué habría pasado si le hubiese ocurrido algo? Habéis sido altamente imprudente. —Y como disculpándose, añadió— No es que yo no entienda el valor de un buen compañero de batalla, pero hay quien no está contento con vuestra actuación.

—Bueno, Trovador, no adelantemos a hoy los problemas de mañana. Además, ¿sabes qué?

Sangre miró a Trovador y esbozó aquella sonrisa característica que dejaba ver sus pronunciados colmillos.

—Ha merecido la pena.

Fin

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SHOWCASE te permitirá jugar con personajes “cogidos” por otros autores y que tienen serie propia en Action Tales. Tan sólo tienes que seguir unas sencillas reglas:
1. HISTORIAS QUE NO REQUIERAN CONTINUIDAD.: Historias icónicas, que el lector no tenga que leerse nada de antemano para entenderla. Tu historia debe de respetar la continuidad del universo DC y de Action Tales. Esto no es un “What if?” o un “Otros Mundos”, las historias deben de estar integradas en el Universo DC y deben de poder leerse por separado.
2. DIFERENTES PERSONAJES EN DIFERENTES EPOCAS: Pues eso, se puede escribir historias ambientadas en cualquier época del universo DC sobre cualquier personaje o grupo (héroes, secundarios o villanos). Puedes escribir historias ambientadas en la actualidad o en la época en la que Supermán no estaba casado, Barry Allen era Flash, Batman lideraba a los Outsiders, la Liga de la Justicia tenía su base en un satélite… Tú imaginación pone el límite. Sólo recuerda, las historias deben de ser icónicas, sin continuidad por lo que recomendaría encarecidamente que no estuvieran ligadas a “eventos” concretos.
3. NÚMEROS AUTOCONCLUSIVOS: Para favorecer la variedad de la serie, las historias deberán de ser autoconclusivas o como mucho, arcos arguméntales de DOS números. Si tu historia requiere más espacio, lo mejor es que le dediques una miniserie fuera de esta serie.

5 comentarios:

  1. "INMEJORABLE presentación de un personaje ALUCINANTE como es PESADILLA dentro del Universo DC-Action Tales (Tierra 53 para los amiguetes ;) ). Habrá mas aventuras? Queremos maaaaas! XDXDXD

    ;)"

    Comentario publicado originalmente por el usuario "Jack78" con fecha 05/06/2015

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  2. "Me ha parecido bastante más bueno ahora, mientras lo leía, que cuando lo escribí. Lo que me he reído xDDDD :P"

    Comentario publicado originalmente por el usuario "Bettie Jander" con fecha 06/06/2015

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  3. "No seas tan crítica contigo misma. ¡Está genial!"

    Comentario publicado por el Staff de AT con fecha 06/06/2015

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  4. "No, si ya digo que cuando lo leí puesto aquí me desternillé. ¿Seguro que no lo habéis reescrito? xDDDD Jajaja :P (Gracias por el hueco)"

    Comentario publicado originalmente por el usuario "Bettie Jander" con fecha 06/06/2015

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  5. "De verdad que el relato ha sido muy bueno. Los Campeones de la justicia cómo concepto trabaja muy bien. Me dio mucha risa la interacción entre los personaje y la cotidianidad"

    Comentario publicado originalmente por el usuario "William Darkgates" con fecha 25/07/2015

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