Superman nº30

Título: Errante (y X): el fin del camino.
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Pasqual Ferry
Publicado en: Noviembre 2016

Todo viaje que comienza encuentra eventualmente su final. Clark regresa al fin a EE.UU. con una fuerte resolución en su cabeza. ¿Que significado tendrá su decisión para la leyenda del Hombre de Acero? ¡Entra y descúbrelo!
Enviado a la Tierra desde el moribundo planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...
Creado por Jerry Siegle y Joe Shuster


Resumen de lo publicado: Para derrotar a Zod, Clark tuvo que sacrificar sus poderes y Lois, herida de gravedad por el villano, pidió a nuestro héroe un tiempo para reflexionar sobre su relación. Con esos dos puntos de referencia en su vida perdidos, Clark se embarcó en un viaje por todo el mundo con el objetivo de "descubrirse a sí mismo".


— Pero, ¿cómo es posible alejarse de algo y regresar al mismo tiempo?
— Resulta fácil. Piensa en alguien que da la vuelta al mundo: parte alejándose de un lugar y al final regresa a él.
(Neil Gaiman en Coraline)


Prólogo

La voz del comandante anunciando al pasaje que estaban iniciando el aterrizaje en el aeropuerto de Metrópolis le despertó. Casi no podía creer estar de vuelta. Había pasado el último año viajando por el mundo: España, Francia, Italia, Luganda(1), República Democrática del Congo, Sudáfrica, Argentina… El viaje le había deparado una mezcolanza de vivencias agradables y terribles. Clark Kent avanzaba decidido a vivir una vida normal, sin poderes. Superman había muerto para siempre y no iba a retornar. Formar una familia, amar a Lois, sentir que era parte de este mundo como uno más y no estar nunca más solo eran los planteamientos que le bullían sin cesar en su cerebro.

Miró por la ventanilla y contempló en las afueras de la ciudad campos sembrados. No pudo sino imaginarse a Jonathan Kent, su padre adoptivo fallecido, sonriente, afable, sudando tras haber realizado algún trabajo en la granja. La memoria le llevó a uno de los partidos de fútbol americano en el instituto. Jonathan le había prohibido inscribirse en el equipo para evitar que los demás jugadores pudieran lesionarse al chocar con Clark. Pero, no había hecho caso, deseoso de presumir delante de los chicos del pueblo que era capaz de batir el record de anotaciones. En un momento dado un balón quedó dividido y Clark y Robert Wilson fueron a sujetarlo, cada uno desde su posición, preparándose a cargar el hombro del contrario con todas sus fuerzas. Clark perdió cuidado en el tiento que hasta entonces había tenido para controlar su fuerza y su velocidad y, tras el choque, Rob fue despedido cinco metros atrás con el hombro desencajado y el cúbito y el radio del brazo derecho partidos. Ya en casa Jonathan le recordaba que esto no debía haber pasado y le abroncó, a él que podía mover una montaña, a él que podía haberle incinerado con la mirada… Sin embargo, la autoridad moral de su padre, ganada durante años con ejemplo y rectitud, era total. Y aunque discutió con Jonathan su reacción no fue excesiva a la de cualquier otro adolescente. Esa jornada la pasó enfadado con su padre adoptivo. Ahora daría lo que estuviese en su mano por volver a poder hablar con él aunque sólo fuera unos minutos. Le echaba tanto de menos.

Entonces en su ensoñación le pareció que Jonathan se apareció en el asiento de al lado:

— Hijo…

— ¿Papá?

— Aquel día en el fútbol, aprendiste una valiosa lección

— Pero, pero…

— Tu destino no era marcar tantos, llegaste hasta nosotros para algo más que eso.

— ¿No puedo creer que…?

— Tu bondad, tu ética. Uno es lo bueno que quiere ser y no solamente se debe a la educación adquirida, porque se puede renegar de ella. Tú elegiste ayudar. Es cierto que sólo tu voluntad forjará tu camino, pero estoy convencido que, de nuevo, elegirás ser un emblema de esperanza para la humanidad. Harás que la raza humana no pierda la fe en sí misma.

Clark alzó la mano pero al tocar la imagen esta se deshizo, sólo quedó el eco de una frase en el ambiente:

En el fondo eres más humano que todos nosotros.

Una de las azafatas del vuelo se le acercó y sonriente le dijo:

— Perdone caballero, ¿me ha dicho algo?

Clark sorprendido miraba alrededor esperando volver a ver a su padre adoptivo. Al percatarse de que todo lo había imaginado se dirigió a la auxiliar de vuelo:

— Disculpe, hablaba solo. Estaba semidormido.

— Bien señor, debe usted abrocharse el cinturón de seguridad. Vamos a aterrizar.

— Claro, señorita. Muchas gracias.

Clark se recostó en el asiento, se ajustó el cinturón y murmuró para sí:

— No, papá. Esta vez no. Sólo quiero pensar en Lois y en mí. Nada más. La humanidad deberá salir adelante sola.


Capítulo 1. Metrópolis

El taxi le dejó en la puerta de su apartamento de Metrópolis, el hogar que había compartido con Lois. Estaba decidido a localizarla, descubrir donde vivía ahora y proponerle volver. Seguía diciéndose que quería una vida tranquila, sin más sufrimiento, sin más guerras entre súper—humanos. Sólo ella, él y el futuro. ¿Era así? ¿Por qué se lo repetía sin cesar? Dejó el bastón. Se había recuperado lo suficiente para andar sin él, aunque desde luego no podía correr o saltar. Se sentó en el sofá, se frotó el rostro y la cabeza con ambas manos como si quisiera dejar de pensar. Llamaron a la puerta. Clark se extrañó. Nadie sabía que había aterrizado hacía un par de horas. Se acercó lentamente, sostuvo el pomo y la abrió. Al ver a la persona que había al otro lado no salió de su asombro:

— ¿Tú?

— Puedo pasar, ¿verdad?— dijo a la vez que entraba sin esperar respuesta.

— ¿Cómo has sabido de mi llegada…?

— ¿Debo contestar a eso?

— Supongo que no.

Bruce Wayne irrumpía observando la casa como si no la hubiera visto nunca mientras se aproximaba al salón. Clark pensó que estaría buscando micrófonos o cámaras ocultas. Vestía con un traje, corbata y camisa, todo ello de color negro. También portaba unas gafas oscuras que se quitó y dejó encima de la mesa del salón. En la mano derecha llevaba una carpeta igualmente negra. Clark bromeó:

— ¿Llevas la ropa interior también oscura?

Sin embargo, Bruce no contestó. Su rostro se tensó como dando a entender que el comentario no le había hecho ninguna gracia y se limitó a sentarse en una de las sillas mientras decía:

— Me preocupaste cuando el señalizador que te dejé cesó en su emisión.

— No se destrozó por azar. No fueron momentos agradables(2). Desde luego, me hubiera venido bien tu ayuda.

— Culpa tuya. Si hubieras estado en contacto conmigo o con alguien de la Liga... Te empeñaste en aislarte.

— Habló la soledad personificada. No eres la persona más indicada para…

— Sé cuidar de mí mismo.

— Creo que yo también sigo vivo.

— Seguro que por fortuna.

— A ti nunca te acompaña la suerte. Olvidaba que eres más veloz que las balas.

— Mi entrenamiento, mi planificación... Yo no dependo de mis poderes.

— No son solamente los poderes, es la voluntad…

— Con la voluntad no basta.

— Con el entrenamiento tampoco… Déjalo, no empecemos a discutir.

— Dudo que podamos hacer otra cosa.

Abrió la carpeta y extrajo de ella recortes de periódico que fue situando encima de la mesa, asegurándose que Clark leía los titulares: ascenso del poder del Estado Islámico y la Yihad Negra, guerra en Siria, 400 muertos en Nepal por un terremoto, desastre aéreo ruso, tiroteos en Río, masacre en Francia, atentados en Turquía, explosiones en el corazón de Bélgica, muertos en atentado en Pakistán, atentado en Niza, violencia policial contra la comunidad negra, golpe de estado fallido en Turquía, decapitación sacerdote… Clark le quitó la carpeta de las manos y cubrió con ella los recortes de prensa. Bruce no se levantó, pero alzó el tono de voz diciendo:

— ¡Este es el mundo que has dejado! Más oscuro, más trágico, más injusto.

— Yo no soy responsable de estos hechos. He dedicado mi vida a solventar problemas ajenos. Ya he ayudado bastante. Perdí mis poderes. ¿No lo recuerdas? Me sacrifiqué para detener a Zod y a Luthor. ¿No he hecho ya suficiente? ¿No me merezco descansar? ¿Cómo puedes pretender que me sienta culpable de los errores de la humanidad o de las catástrofes naturales?

— Si miras para otro lado ante la desgracia ajena eres culpable.

— ¿De qué hablas? Me enfadas. No tengo ya mis habilidades de antaño. Casi no puedo ni andar.

— Lo que no tienes es voluntad. ¿Por qué no dejas que te examinemos e intentemos devolverte tus dones? Tus células no son capaces de absorber la luz del sol como antes, quizá podamos revertir la causa.

— No quiero volver a mi anterior vida. Ya he dado mucho por un mundo que no busca la solidaridad en sus actos sino el egoísmo.

— Antes no pensabas así.

— He cambiado. Me tiré quince años luchando para hacer del mundo un lugar mejor y ¿qué he conseguido?

— Diste esperanza. Ofreciste al mundo la posibilidad de que el bien podía ganar. Y te aseguro que aunque no te des cuenta un mundo sin Superman es mucho más injusto y trágico.

— Éramos muy jóvenes cuando nos presentamos al mundo. ¿Cuántos años teníamos…? Y yo incluso antes en Smallville ya intentaba mejorar las cosas en secreto. Han pasado décadas y no hemos cambiado un ápice esta podredumbre de planeta. Al revés, basta para que desaparezcamos y las amenazas, las guerras y los problemas que creíamos resueltos resurjan con más fuerza.

— Debo recordarte que si no hubiéramos estado tú y yo no existiría el planeta Tierra o estaría en manos de dementes como Darkseid, Luthor, Zod o el Joker. Creo que menosprecias nuestros logros. Tu ausencia ha multiplicado por diez la criminalidad en Metrópolis, por cinco las guerras del planeta, por tres el hambre, por cuatro la corrupción política de EE.UU y Europa, por cinco el flujo migratorio de refugiados... — En este punto, Bruce volvió a abrir la carpeta y extrajo unas tablas estadísticas que esparció por la mesa. — Los ciudadanos del mundo miran al cielo clamando justicia y sólo alcanzan a ver un simple pájaro o un tosco avión. Superman era más necesario de lo que piensas. No solamente por lo que hacías, que también, sino por lo que eras capaz de inspirar.

— No puedes culparme por los actos de los demás. Yo ya le he dado al mundo todo. Ahora quiero vivir como una persona normal, que es lo que soy. No puedo salvarlos a todos.

— En la vida debemos tener un propósito que determine nuestras acciones.

— Puede ser, pero diferimos totalmente del mismo. Tú has elegido ser Batman y renuncias a vivir, renuncias a todo excepto a tu eterna cruzada. Pero los años pasan Bruce, ¿cuánto tiempo transcurrirá hasta que empieces a perder reflejos y velocidad? ¿Llegarás a los cuarenta o cincuenta con la misma forma física? ¿Cuándo aparecerá un joven más rápido o fuerte que tú y logrará derrotarte?

— Todos tenemos fecha de caducidad, está claro, pero más claro tengo que moriré intentando que no sufra nadie lo que yo tuve que padecer.

— Te niegas el placer de la vida en busca de una satisfacción que nunca hallarás. Yo hice lo mismo por convicción, por principios, por educación… ¡ya no! No tengo poderes, quiero vivir con tranquilidad una vida normal. No deseo más responsabilidades. Quiero ser feliz. Yo no te digo cómo debes vivir tu vida, no quieras condicionar la mía.

— Mis actos salvan decenas de vidas, mantengo el orden en una ciudad. Tengo un alcance limitado. Tú inspiras al mundo.

— No he pedido ni buscado jamás eso. Soy tan falible como cualquiera.

— Veo que lo has meditado intensamente.

— Quiero ser un hombre común, estar con Lois y dejar de estar solo.

— Está bien. No insisto más.

Bruce se levantó contrariado, estrechó la mano de Clark, se puso sus gafas oscuras y, casi en el umbral de la salida— dijo:

— Lois está viviendo en el apartamento de su madre. Se ha recuperado bien de sus heridas.

— Gracias. Supongo que no nos veremos más. Si un día decides retirarte llámame.

— ¿Crees que puedes escapar del pasado y renegar de tus verdaderas convicciones? Somos lo que somos Clark. Claro que nos veremos. Disfruta del mundo que quieres crear porque durará poco.

— Te equivocas. Somos lo que queramos ser.

— Ya lo veremos. Adiós Clark.

— Hasta siempre Bruce.


Capítulo 2. Metrópolis

El Daily Planet se erguía imponente. Clark lo miró desde fuera. Reconstruido tras la destrucción que provocó Zod(3), era un símbolo para la ciudad de honradez y verdad. Si el Planet publicaba algo la gente de Metrópolis lo daba por cierto. Perry White era su Director y dueño ahora. White tenía una ética clara a la hora de publicar algo: si es opinión queda claro que lo es y si es noticia debe estar sustentada en hechos. Solía decir: opina o haz periodismo. Tras su vuelta había impulsado el Planet digital en internet, sin dejar de mantener el periódico en papel, su tirada seguía superando el millón de ejemplares en la ciudad, notaba que los tiempos en los que vendía dos millones habían pasado a la historia. La inserción digital del Planet se había posicionado entre las más vistas de Norteamérica.

Clark estaba orgulloso de aquel lugar. Y feliz de haber conocido a personas como White y Olsen. Sintió como se le encogía el estómago cuando entró en su interior. Nada más acceder a la redacción el recién incorporado Steve Lombard, tras su periodo televisivo, le reconoció y le saludó efusivamente. Enseguida hicieron lo mismo el resto de compañeros. Recibió tantos besos, abrazos y apretones de manos que perdió la noción del tiempo. Volvió a recuperarla cuando un Jimmy Olsen enloquecido de alegría se colgó de su cuello de un salto, que acabó con ambos en el suelo, ante las risotadas del resto.

— Ups, lo siento, señor Kent.

— No pasa nada Jimmy. Creo que sigo teniendo todo en su sitio.

— ¿Vuelve para quedarse?

— Si me acepta Perry…

— Las cosas volverán a ser como antes.

— Ni hablar, mejores, seguro que serán mejores.

La mano de Perry White apareció ante sus ojos, tendida con firmeza para levantarles a ambos del suelo.

— El jefe en persona— dijo Jimmy.

— Te he dicho millones de veces que no me llames jefe, chico. Contestó el veterano periodista.

Perry y Clark se miraron a los ojos. Clark sabía que antes de irse Perry había averiguado su identidad(4), pero también estaba seguro que guardaría su secreto. Perry no hizo el menor comentario. Se limitó a decir:

— Bienvenido Clark, ¿encontraste lo que buscabas?

— Creo que sí, Perry. Me alegra estar de vuelta.

— Entiendo que acabó tu… excedencia.

— Desde luego.

— Pues… ponte a trabajar. Hay mucho pendiente. Aquella será tu mesa.

— Gracias… enseguida… y ¿Lois? ¿Está por aquí…? Aún no he podido hablar con ella.

— Se incorporó el mes pasado. No la verás en la redacción porque está cubriendo el acto de campaña de Donald Trump en Metrópolis.

— ¿Puedo empezar mañana?


Capítulo 3. Metrópolis

El mitin del candidato republicano a la presidencia de los EE.UU. acababa de terminar. Bronco y vociferante como de costumbre miraba al techo del auditorio para ver cómo se soltaban los centenares de globos que, a modo de lluvia de color, pondrían el broche final al acto. La muchedumbre se dispersaba generando una marea humana que buscaba los vomitorios. Lois iba a contracorriente dirigiéndose de la zona de prensa hacia donde aguardaba el popular político. Aunque no tenía ninguna entrevista concertada, intentaría poder cruzar unas palabras con él. Le costaba avanzar en medio de tantas personas que caminaban en dirección contraria. Se sintió zarandeada en el momento de mayor agobio, pero alzó la vista y le vio. Al fondo, de pie, a unos cien metros, con las manos dentro de la cazadora y sus eternas gafas. Enseguida sus miradas se encontraron y, como si una cuerda invisible les uniera, le pareció mucho más fácil el camino. A trompicones e interrumpiendo el paso varias veces llegó ante él. Se plantó delante y se dijo asimismo que no lloraría.

— Clark.

— Lois.

— ¿Cómo estás?— dijo ella con los ojos humedecidos.

— Bien, algo renqueante. Ya te contaré. ¿Y tú?— respondió Clark.

— Mucho mejor que la última vez que nos vimos. Me he recuperado sin secuelas(5). ¿Dónde has estado?

— Viajé por Europa, África, América...

— ¿Estás bien…? Lois apreció que Clark tenía cierta rigidez al moverse.

— Estoy débil. Tuve alguna que otra mala experiencia.

— ¿Tus poderes?

— No los tengo.

— Los perdiste al final de la batalla contra Zod, ¿verdad? Por eso también desapareció Superman. ¿Por qué no me dijiste nada?

— Querías alejarte de mí. Estabas mal. Hice lo que me pediste.

— Y ahora has vuelto. ¿En qué situación estamos tú y yo?

— He vuelto por ti.— Los ojos de Clark se emocionaron.

— Clark. aún es pronto… no sé qué decirte…— dijo la periodista bajando la mirada.

— Sé que querías estar tiempo sin verme. Sé que lo que nos sucedió fue terrible. Escucha, quiero recomenzar contigo. Estar junto a ti. Mis poderes no han retornado. Soy un hombre normal. Te prometo que estaremos juntos y no habrá más batallas interminables.

— ¿Seguro?

— Quiero vivir una vida corriente. Si me vuelves a aceptar, nunca me iré de tu lado. Esto es el comienzo de un camino distinto para los dos. Quiero formar una familia contigo, quiero que todo sea diferente.

— ¿Es una promesa?

— Lo es.

— Clark, debes entender que necesito tiempo contigo, que no quiero las migajas que sobran de salvar a todas y cada una de las personas de este mundo, que ahora necesito un hombre que esté a mi lado, que se despierte a mi lado y tenga tiempo de quedarse, que me haga sentir que soy la persona más importante del mundo…

— No te decepcionaré.

Las lágrimas de ambos resbalaban en cascada por las mejillas. Lois acercó su rostro al suyo y le besó. Clark respondió con ansia y ambos se fundieron en un largo beso que, con frenesí y fuego, duró varios minutos. Caminaron abrazados contándose los sucesos que les habían acontecido en este año. Cenaron en un restaurante italiano y retornaron a su apartamento de casados. Nada más entrar se cosieron a besos, se desnudaron e hicieron el amor con pasión. Al terminar estuvieron riendo, llorando, y hablando hasta que la madrugada les venció y el sueño les cubrió como una sábana. Juntos, desnudos y abrazados vieron el nacimiento del sol.


Capítulo 4. Smallville

Al descender del autocar Clark tuvo la misma sensación de siempre al llegar a Smallville: la de estar en casa. Lois bajó tras él. Clark se veía asimismo recorriendo con sus amigos aquella avenida principal, entrando en las heladerías y en el viejo cine que, con reformas, no había dejado de funcionar. De hecho, en ese instante estaba abriéndolo la taquillera, la señora Fletcher, que había estado vendiendo entradas los últimos 45 años, desde que su abuelo, el dueño del cine entonces, le diera empleo con 18 años. Ahora aunque era la propietaria del establecimiento nunca había dejado de ocuparse de la taquilla en una especie de devoción romántica al pasado. Allí todos sabían la vida de todos, al menos los aspectos superficiales.

La cascada de la memoria se detuvo cuando su madre Martha les saludó desde la camioneta aparcada en la acera de enfrente a la parada. Clark soltó las maletas y la abrazó con fuerza. Martha le besó como si fuese el último beso que fuera a darle y después hizo lo mismo con Lois.

— ¿Cómo estás hijo?— dijo Martha.

— Bien, bien, mucho mejor.

— ¿Tus poderes?

— Pasaron a la historia mamá. Soy un tipo normal.

— Es una gran oportunidad Clark, aprovéchala y disfruta de la vida.

— Pienso hacerlo mamá. Te lo aseguro.

— ¡Qué alegría veros a los dos de nuevo juntos! ¿Y tú, Lois? Tu madre me dijo que te recuperaste satisfactoriamente. ¡Cuánto me alegro!

— Es un placer volver a verte. Tenemos que ponernos al día, habló Lois.

Martha y Lois se abrazaron mientras Clark se colocaba las gafas. Las dos mujeres hablaban y encaminaban la marcha hacia la camioneta de Martha. Clark asió la bolsa de viaje que llevaban para ambos y se la colocó al hombro. Se alegró al ver que físicamente se estaba recuperando de las heridas africanas. Ya podía andar sin bastón y levantar pequeños pesos. Clark se detuvo un momento y su mente volvió a divagar. Observó detenidamente la estación de buses, las personas que la transitaban y el cielo azul y limpio de Smallville. Se acaba el verano pensó nuestro héroe. Sus pensamientos le llevaron a Pete Ross y Lana Lang. Desde que aparecieron sus poderes siempre tuvo en su interior un sentimiento de soledad que solamente se paliaba en compañía de sus dos amigos. Recordó días felices con ellos. También recordó cuando marchó a recorrer el mundo la primera vez y cómo se despidió de sus padres con lágrimas en los ojos. Quería buscar su lugar en el planeta, un propósito, una forma de vida. Ahora lo había encontrado, ¿verdad? Su destino era envejecer al lado de Lois, tener hijos, cuidar de su familia. Entonces, ¿por qué tenía que repetírselo tantas veces? ¿Por qué algo en lo más profundo de su interior lo ponía en duda? No— dijo en voz alta. Superman es cosa del pasado.

— ¿Sí, Clark? ¿Has dicho algo?, habló Martha.

— No, no, que hace un día magnífico.

Por la tarde, tras la comida, el trío se dirigió al cementerio de Smallville. Allí, frente a la tumba de Jonathan Kent los ojos de Clark se llenaron de lágrimas. Su madre le abrazó y Clark apoyó la cabeza en su hombro.

— Clark, volvamos a la granja— le comentó Lois.

— Cariño, volved vosotras en la camioneta. Me encuentro bien, quiero ir dando un paseo para recordar viejos tiempos.

— Anda, no te quedes solo. Vente…

— No tardaré, es sólo que quiero andar un rato. De verdad.

— De acuerdo, pero no te retrases demasiado.

— No os preocupéis. Iré enseguida.

Martha y Lois fueron hacia la camioneta que les había traído y Clark lanzó un beso a la tumba y se encaminó sin rumbo.


Capítulo 5. La Encrucijada del Diablo

Tras una hora andando se dio cuenta que sus pasos le habían llevado a las afueras de Smallville, justo a la Encrucijada del Diablo. La Encrucijada del Diablo era un cruce de cuatro caminos que llevaban o salían de Smallville, Riverville, Kansas City y Edwardsville(6).

Era un lugar precioso con una hierba de un color verde intenso incluso en agosto, que por su orientación geográfica recibía más lluvia que los lugares aledaños. Se contaba que una anciana llamada Audrey al quedar viuda acudió regularmente a aquel lugar para plantar diferentes especies vegetales, consiguiendo que todas arraigaran. Por eso la variedad florística era inmensa. Clark recordó las viejas historias. Las leyendas narraban que los caminos se construyeron bajo un antiguo cementerio y que era un lugar de poder; que los reclusos que escapaban de la penitenciaría antigua, ya desmantelada, tenían una oportunidad de cambiar de vida según la decisión y el camino que allí eligieran; que el Diablo acudía cada noche a jugar a los dados o las cartas con algún viajero; y que las decisiones que allí se tomaran marcaban el resto de la vida(7).

Clark se acercó a la vieja parada del autocar proveniente de Kansas. Habían colocado un pequeño banco para la espera. Se sentó en él y cerró los ojos pensando que si escogía el camino a Kansas sería el de la vuelta a la aventura y que el camino de Smallville significaría olvidarse del héroe de la capa roja para siempre. A pesar de repetírselo hasta la saciedad, ¿qué quería él?, ¿necesitaba un empujón para tomar la decisión?, ¿había decisión posible?, ¿podría recuperar sus poderes?, Además, ¿no le había prometido ya a Lois vivir una vida normal? El cansancio se hizo denso y el sopor le inundó, ni siquiera la brisa que soplaba gélida impidió que Clark se introdujera en los caminos del sueño.

— Buenas noches.

Clark se sobresaltó. En el banco, sentado a su lado vio un anciano de color de unos 85 años vestido con un traje elegante y blanco, que sostenía un bastón con la mano izquierda. ¿Cómo había llegado hasta aquí? A lo lejos vio una furgoneta, seguramente se habría bajado de ella, tan absorto estaba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de su venida.

— ¿Quién es usted?

— ¿No te educaron para responder buenas noches también?

— Perdone, buenas noches. Es sólo que me sorprendió. No esperaba ver a alguien por aquí.

— ¿No dicen que el diablo viene a jugar aquí a los dados?

— Ya nadie cree en eso.

— Aquí estás tú. Aquí estoy yo. Casualmente llevo un par de dados en el bolsillo. ¿Hace una partida?

— ¿Es usted el diablo?

— Bueno Clark, no veo a nadie más.

— ¿Cómo sabe mi nombre?

— Ya sabes quién soy, no debe extrañarte que yo también sepa quién eres.

— Ya oscurece, debo volver a casa.

— No tardaremos. Te propongo un juego. Tiremos sólo una vez y quien consiga mayor puntuación sumando los dos dados gana.

— ¿Con alguna apuesta de por medio?

— Sin nada que ganar el juego pierde su interés.

— ¿Qué propone?

— Si yo gano no volverás a volar. A cambio te daré felicidad, mientras duren tus días.

— ¿Y si gano yo?

— Tendrás la posibilidad de volver a volar, pero te será negada la felicidad completa.

— Un diablo enigmático.

— Bien, Clark, tiraremos los dos dados y sumamos sus resultados. 12 máxima jugada y 2 mínima. ¿Ok?

— Fácil. ¿Y si empatamos?

— Tiraremos las veces que haga falta hasta desempatar.

— Bueno, las reglas son simples y están claras.

— Empecemos pues.

El hombre que estaba al lado de Clark se movía con gran agilidad para aparentar 85 años. Se puso de cuclillas, puso los dados entre las manos, ahuecó las palmas, los agitó y los arrojó al suelo. Uno marcó 4 y el otro 3, 7 en total.

— Vaya. Esperaba algo más. Te toca, Clark.

Clark cogió los dados y con una sola mano los agitó y los arrojó. Exacto resultado, entre los dos, 7.

— Empate. El destino se toma este juego en serio. Me toca de nuevo.

El Diablo volvió a repetir la ceremonia, ahuecó las palmas, situó los dados y los agitó con frenesí, soplando a la vez los lanzó a la arena.

— ¡¡6 y 5,11!! Clark, esta vez te he dejado pocas opciones.

Nuestro héroe apretó los dados, sonrió enseñando todos los dientes y dijo:

— ¿Seguro que es un juego justo?

— ¿Qué sentido tendría jugar si hiciera trampas?

— Debo sacar…

— De 1 a 10 pierdes, dejarás para siempre el vuelo, pero serás feliz.

— ¿Y si consigo el 12?

— 12 y podrás volver a los cielos, pero te será negada la felicidad.

— ¿Y si empato con el 11 tiraremos de nuevo?

— En efecto.

Clark agitó con fuerza los dados y los lanzó al aire. Los dos hombres los siguieron con la mirada viendo girar las dos piezas de plástico. En segundos chocaron con el suelo y rodando brevemente se detuvieron marcando el…

En ese momento sonó un claxon y Clark despertó. Era Lois en la camioneta. Era de noche y Clark miró alrededor sin ver al hombre del traje blanco.

— Estábamos preocupadas.

— Lo siento, me dormí. Se me fue el tiempo. ¿Cómo supiste donde estaba?

— El localizador del móvil. Recuerda que lo conectamos antes de salir hacia Smallville.

— Claro.

— Anda, sube. Vámonos a la granja. Martha está intranquila.

— Lois, dime, ¿viste a alguna persona por aquí al llegar?

— No me he cruzado con ningún vehículo. No hay nadie. ¿Por…?

— Por nada. Todo ha sido un sueño.

— ¿Estás bien?

Clark miró la noche estrellada fijamente unos segundos. Lois volvió a insistir.

— Clark, me preocupas, ¿te pasa algo?

— Nada. Sólo estaba despidiéndome de las estrellas. Realmente cada uno elige su destino. No dependemos de la suerte. Basta de ser un errante. Basta de vivir la vida en función de los otros.

Clark acercó sus labios a los de Lois y la besó con fuerza. Ella respondió al beso y quedaron entrelazados por la pasión varios minutos. Al terminar Lois le preguntó:

— ¿Estás convencido?

Clark le guiñó un ojo y acercándose le susurró al oído.

— Quiero estar contigo toda la vida y que formemos una familia. Este es el final de Superman.


Epílogo I. La Encrucijada del Diablo

A la mañana siguiente, Ben Crown llegaba a la Encrucijada del Diablo. Proveniente de Riverville tenía que acudir a Kansas City para solucionar una venta inmobiliaria. Había hecho el camino desde el pueblo a la parada andando y ahora calculaba unos minutos para la llegada del autobús. Se sentó en el banco y acomodó su bolsa de viaje a su lado. Se quedó absorto contemplando el extraordinario paisaje vegetal y perdió la noción del tiempo. De repente, algo atrajo su atención. A un metro escaso de él percibió que había en el suelo un par de dados pequeños. Bajó algo el rostro y pudo observar el tanteo que marcaban.

— Una tirada entre un millón— murmuró.

En ese instante el autocar anunció su venida con un ronroneo de motor gastado. Se puso en pie y echó la bolsa de viaje al hombro. El vehículo paró y Ben entró en él. Los dados permanecieron en el suelo mostrando al firmamento sus 12 puntos.


Epílogo II. Treinta años después.

Una ráfaga de fuerte viento se levantó sin previo aviso. Varios transeúntes se vieron afectados deteniendo bruscamente su paso al perder la visión por segundos. Sorprendidos de la virulencia del aire miraron a su alrededor para comprobar que todo estaba en orden, hasta que la voz de uno de ellos les hizo mirar a las nubes:

— ¡Mirad, en el cielo…!

Un anciano dijo:

— ¿Es un pájaro…?

Una mujer habló:

— ¿Es un avión…?

Y un niño con una sonrisa de oreja a oreja sentenció:

— No, ¡¡es…


Aquí vengo de nuevo (Here i go again)
No sé hacia dónde voy
pero estoy seguro de saber en dónde he estado,
colgado en las promesas
y canciones del ayer.

He tomado una decisión:
no perderé más el tiempo.

Aquí vuelvo de nuevo.
Aquí vuelvo de nuevo.
Aunque seguiré buscando una respuesta
porque nunca encuentro lo que busco.

Oh, señor te rezo
para que me des fuerza para continuar,
porque sé lo que significa
caminar a solas por las vacías calles de los sueños.

Aquí vuelvo de nuevo,
bajando por el único camino que he conocido.
Como un vagabundo nací para caminar solo,
pero he decidido
no perder más el tiempo.

Sólo soy otro corazón
que necesita ser rescatado
esperando la dulce caridad del amor
y resistiré
el resto de mis días
porque sé lo que significa
caminar a solas por las vacías calles de los sueños.

Aquí vuelvo de nuevo,
bajando por el único camino que he conocido.
Como un vagabundo nací para caminar solo,
pero he decidido
no perder más el tiempo.

Aquí vuelvo de nuevo,
aquí vuelvo de nuevo.

Traducción de la canción de Whitesnake
(David Coverdale y Bernie Marsden)


Continuará...

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Referencias:
1 .-País imaginario.
2 .- Ver Superman nº26, el episodio en República Democrática del Congo fue el más terrible de su viaje
3 .- Ver Superman nº15
4 .- Ver Superman nº20
5 .- Lois fue brutalmente atacada por Zod, sufriendo graves heridas y perdiendo al niño que iba a tener con Clark. Ver
Superman nº15 y Superman nº20
6 .- Las dos primeras ciudades son ficticias (¿Nadie reconoce la ciudad de los comics de ARCHIE?). Las otras dos son reales.
7 .- Ver Superman Annual nº01 aqui en AT

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