Los Defensores nº01

Título: Un nuevo comienzo
Autor: John Schneider
Portada: Antonio Rojo/ Color: Carlos Ríos
Publicado en: Junio 2017

¡Nueva serie! El Doctor Extraño, Namor, Estela Plateada, Nova, Mantis, Dragón Lunar y Valkiria, se enfrentan al nuevo panorama. Buscando a Hulk y siendo perseguidos por Shield ¿Cuál será el destino de Los Defensores en esta nueva situación? ¡Descúbrelo!
El Doctor Extraño. Valkiria. Estela Plateada. Namor. Dragón Lunar. Nova. Mantis. Héroes que no encajan en ningún lugar, que se reúnen sólo cuando la Tierra se enfrenta a las mayores amenazas. Ellos son el "no-grupo" más famoso de la historia. Ellos son...
Creado por Roy Thomas y Ross Andru

El edificio Tempo, que había servido de base para el equipo de superhéroes conocido como los Defensores, ahora estaba en poder de SHIELD. Tras la conclusión de la guerra civil superheroica y la firma del acta de registro, a la cual se habían opuesto sus miembros con su consiguiente paso a la clandestinidad, el edificio había quedado abandonado. Todos sabían que era un lugar de gran poder demasiado apetecible para dejarlo sin atención y por eso el nuevo director de SHIELD, Phil Coulson decidió que debían ocuparlo, aunque no se atrevía a usarlo pues intuía que el Doctor Extraño habría dejado salvaguardas mágicas y no quería vérselas con cuestiones sobrenaturales a menos que no hubiera otra opción.

La entrada del edificio estaba precintada y había guardias armados las 24 horas. Dentro no había nadie desde que habían hecho un registro exhaustivo y no había nadie en la agencia con especial motivación para volver a un lugar con fama de ser un imán para lo paranormal. Les bastaba con saber que los Defensores habían abandonado su base y que el hombre más buscado del mundo, Bruce Banner/Hulk, no estaba ahí y que, en el improbable caso de que intentara refugiarse ahí, se enterarían. Nadie se atrevía a decir que estarían preparados.

Era de noche en la gran manzana y un hombre de complexión atlética, vestido con una gabardina y un sombrero pasados ambos de moda, paseaba tranquilamente ante el imponente edificio Tempo. No perdía detalle de los guardias, ni se le pasó por alto el patrón aleatorio que controlaba las luces de los despachos, simulando actividad. Observar sin ser detectado no le costaba nada en comparación al esfuerzo sobrehumano que requería controlar su ira. No por nada era Namor, el legendario príncipe vengador de Atlantis. Quería entrar en su antigua base, abriéndose camino a puñetazos si hiciera falta, pero sabía que su misión era muy diferente. Su compañero y amigo, Stephen Extraño estaba preocupado y con razón. Su rechazo del acta de registro los había convertido en fugitivos, especialmente tras la rendición del Capitán América ( Namor sentía dolor físico genuino al recordar ese momento), por lo que su abandono del rascacielos creado por el doppelganger del Hechicero Supremo había sido precipitado. Algunos dirían que temerario, sabiendo cuántos villanos conspiraban para hacerse con sus secretos. Era inútil pensar ahora en lo que podían haber hecho. Ni aunque pudieran hacerse con la famosa máquina del tiempo del Doctor Muerte creían que podrían mejorar la situación. Así, pues le tocaba al orgulloso atlante comprobar que no había peligro. Phil Coulson no parecía la clase de hombre que se deja llevar por los cantos del poder, pero uno no puede estar seguro de la naturaleza de una persona hasta que se le ofrece la oportunidad y ahora la tenía.

Namor cruzó con decisión la calle, por el paso de peatones, oculto entre un grupo de jóvenes que discutían sobre la nueva alineación de los Vengadores. Sus orejas puntiagudas parecían enrojecerse de furia al sentir como cada frase parecía contener una afrenta a su amigo y camarada Steve Rogers. Al llegar a la otra acera suspiró, soltando el aire que inconscientemente había retenido. ¿Cómo podían pensar semejantes vilezas del héroe por autonomasia? ¿Cómo podían darle la espalda a un hombre que había dedicado toda su vida a combatir por la libertad? Aún inmerso en sus reflexiones pasó ante los soldados, que sin quitar las manos de encima a sus armas de energía cortesía de industrias Stark, controlaban a todo aquel que se acercaba. El más joven, un muchacho alto y fibroso, con un pelo rubio que asomaba por la parte de abajo del casco, le comentaba a sus compañeros si habían oído el rumor de que SHIELD se había hecho con una caja fuerte llena de oro atlante. No le sorprendió al Defensor que no solo estuvieran al corriente sino que también la dieran pábulo. Dedicándoles un par de epítetos sonoros en su mente siguió con su misión.


En la misma calle que la mansión del Doctor Extraño, el icónico edificio del Greenwich Village, otro edificio no menos icónico, una vieja mansión de estilo gótico, diseñada por un investigador de lo sobrenatural, había sido destruido durante la Guerra Civil superheroica, o eso al menos era lo que pensaba todo el mundo, empezando por SHIELD. Unas cintas de colores llamativos y unos postes delimitaban la casa, alternando sobre su ruinoso estado y manteniendo lejos a curiosos. Lo que facilitaba la labor del conjuro que ocultaba su aspecto y condición real, pues el edificio estaba en perfectas condiciones y era la nueva base de los Defensores. Extraño había decidido establecerla allí y no en su mansión, para evitar que en la medida de los posible que su fiel mayordomo y amigo Wong se viera involucrado en la persecución de los héroes no registrados. Gracias a su magia, Extraño podía moverse entre las dos casas sin ser visto. Incluso había conectado su Sancta Sanctorum con el ático del otro edificio, para poder disponer su arsenal de objetos en ambos sitios.

Stephen Extraño levitaba en una postura de meditación ante el Orbe de Agamotto, que le mostraba a su compañero atlante revisando discretamente el perímetro del edificio. Sabía que el príncipe vengador ansiaba reivindicar la figura del Capitán América y por eso sentía que debía mantenerle ocupado, aunque fuera en tareas en principio rutinarias como en la que se hallaba en ese momento. Satisfecho al ver que Namor no encontraba ninguna señal de intrusos o sistemas de vigilancia ajenos a SHIELD, pidió al orbe que cambiara de escenario.


Las ajetreadas calles de Nueva York dieron paso al espacio profundo, en los límites de nuestro sistema solar el ex-heraldo de Galactus Estela Plateada y Nova plantaban cara a una nave pirata que estaba asaltando una nave minera. Con una tripulación ecléctica dirigida por dos Badoon, que habían caído en desgracia con la Hermandad, no parecían suponer un gran reto para los dos superhéroes. Pero eso no hacía que bajasen la guardia, pues la vida de los mineros corría serio peligro sin importar la poca destreza de los Badoon en el oficio de la piratería. Tendrían tiempo de meditar sobre su carrera en los calabozos del cuerpo Nova.
El Doctor Extraño se permitió disfrutar un rato del despliegue de poder cósmico de sus dos compañeros y de la coordinación que habían desarrollado últimamente. El que los dos se sintieran en el espacio como en casa, había ayudado a crear un fuerte vínculo entre los dos, y el equipo se beneficiaba de ello. Estaba cansado de que se considerara a los Defensores como un no-grupo o un anti-grupo, al que iban a dar los que eran demasiado tozudos para pertenecer a los Vengadores y que estaba a merced de los temperamentos inestables de Namor y Hulk.

Al ver que una vez reducidos los piratas, Estela Plateada ayudaba a retomar su camino a los mineros y Nova se quedaba esperando a sus compañeros del cuerpo Nova, Stephen decidió que era el momento de cambiar a otro escenario más cercano. Esos dos Badoon tendrían que aprender mucho para llegar a ser una amenaza.


Esta vez la oscuridad del espacio dio pie a la luz abrasadora del sol en un barrio poco recomendable de Los Ángeles, del tipo que la policía suele evitar, tanto por órdenes de los superiores como por no querer meterse en una zona de guerra de la que bien podrían salir con los pies por delante. Caminando por unas aceras desiertas, destacaban las dos incorporaciones más recientes al grupo, la guerrera Valkiria y la telépata Dragón Lunar. Estaban siguiendo el rastro a una trama de trata de blancas que suministraba a los burdeles más exclusivos con el “material” que esperaban sus poderosos e indecentemente ricos clientes: mutantes, inhumanos, atlantes…

El Doctor Extraño extendió la mano hacia el Orbe y contactó mentalmente con Dragón Lunar.

-¿Cómo van vuestras pesquisas?

-Conseguimos la dirección de un almacén y ahí es donde vamos. Creemos que tienen la nueva remesa.

-Que los Vishanti os sean propicios.

-Gracias, Stephen, por confiar en nosotras. Sé que no es el mejor momento para hacer gestas superheroicas, cuando estamos todos con una diana en la frente.

-Al contrario, seguimos siendo superhéroes. Haber perdido la Guerra Civil no ha cambiado eso. No podemos dejar que nos conviertan en fugitivos de la ley.

Dragón Lunar sonrió orgullosa de haber escogido el bando correcto y le hizo un gesto a su compañera que blandía la espada con ganas evidentes de usarla.

-Vamos a dar una lección a esos esclavistas.

-Sí, en el puerto no pudimos hacer mucho ejercicio. Esos matones eran pura fachada, al final el enano ese que los mandaba era el tipo más duro del lugar. Es el único que nos plantó cara de verdad.

-Sí, hay que reconocer que tiene agallas, anda que hacernos una oferta para que trabajáramos para él.

-Tiene buen gusto, y bueno, al final nos dio la dirección. ¿Por dónde crees que estará ahora?

-Camino de Japón, creo que dijo, aunque no sé si bromeaba. No quise indagar en su mente, era un lugar perturbador.

Antes de completar la ronda con la última componente en activo de su grupo, Stephen aceptó de buen grado un té de su criado y buen amigo Wong, que le traía noticias de Clea, Paradoja, el Exterminador de Demonios y la Hermana Nada. El refugio en la Dimensión Oscura estaba listo para acoger a los superhéroes no registrados, había costado hacerlo acogedor para los habitantes de nuestra dimensión y había sufrido algún percance, pero lo importante es que ya podían empezar a usarlo de forma permanente. Acariciando su bigote para ocultar un suspiro de añoranza por su amor, Extraño volvió la mirada al Orbe, que le mostró una mujer atlética con antenas y piel verde. Estaba en mitad del desierto de Nevada y a sus pies estaban los restos de un coyote entremezclados con los de un varón de edad indeterminada. La mujer conocida como Mantis miró directamente al Hechicero Supremo y habló, mostrando un pequeño detector de radiación. No sorprendió a su interlocutor que supiera que la estaba observando, estaba acostumbrado a que su compañera demostrara ser consciente de todo lo que pasaba a su alrededor.

-Hay rastros de radiación gamma, pero esta no cree que lo haya hecho Banner.

-Yo tampoco, ni en sus momentos de mayor salvajismo Hulk ha asesinado a sangre fría. La pregunta es, ¿estamos ante un viejo conocido como la Abominación o ante algo nuevo?

-Esta seguirá el rastro y os mantendrá informados.

Stephen asintió y cerró el Orbe. Se sentía decepcionado por la falta de noticias sobre Banner y preocupado por los cadáveres. La forma en la que habían sido despedazados y mezclados le revolvía el estómago y él había visto mucho, tanto como cirujano y como mago, no se dejaba impresionar fácilmente.

Seis meses habían pasado. Los Defensores habían sufrido cambios una vez más en su alineación y volvían a tener como base el hogar de Extraño. Era uno de los pocos elementos familiares en un nuevo escenario en el que por un lado se las tenían que ver con las amenazas habituales y por otro con SHIELD y los superhéroes favorables a los registros. Dos frentes abiertos, pero Stephen confiaba en sus compañeros y en la esperanza en un mañana mejor.


Continuará...

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