Título: Japan City (I) Escritor: Carlos Fortuny Portada: Roberto Cruz Fecha de publicación: Mayo 2015 Batman inicia un viaje en busca de nuevos aliados, siendo su primera parada la fastuosa San Francisco. ¿Qué sorpresas le esperan aquí? ¡El siguiente y más ambicioso capítulo en la trayectoria de Batman en AT53 comienza aquí! |
Hice una promesa ante la tumba de mis padres: librar a esta ciudad de la maldad que les quitó la vida. Soy Bruce Wayne, filántropo multimillonario. De noche, los criminales, esos cobardes y supersticiosos, me llaman...
Batman creado por Bob Kane y Bill Finger
Azotea de un edificio, Blüdhaven.
Era una noche tranquila en el Blüdhaven, de las que no se respiraban desde hacía mucho tiempo. Los enfrentamientos entre la Troika y Blockbuster habían acabado(1) , y aunque ahora había un vacío de poder que pronto ansiarían obtener todo tipo de maleantes, no sería aquella noche. Una especie de paz no pactada se había establecido, como si los bajos fondos hubieran permitido a la ciudad llorar a sus muertos y respirar antes de volver a sumirla en un infierno.
Y allí, sobre uno de los edificios más altos de la ciudad vigila su defensor, Nightwing. Realmente no está pendiente de nada, respira aquella tranquilidad inusitada mientras piensa en el remolino que se ha convertido su vida desde que ¿Muriera?, la verdad es que ni siquiera tenía la respuesta a aquello, lo único que sabía era que pronto tendría que tomar una importante decisión.
-¿Qué haces aquí Bruce?- Preguntó el antiguo chico maravilla.
Su tono había sido un poco cortante, hasta seco. Pero odiaba aquellas cosas, odiaba cuando su mentor decidía ir a supervisarle sin previo aviso, como si de un niño chico se tratara. Pero por otro lado, también sabía que así era Bruce.
Batman surgió de las sombras, donde solo un ojo experto como el de su pupilo podría haberlo discernido.
-Me pillaba de camino. He decidido parar a ver como estabas.- Respondió Batman en un tono bastante neutro.
-¿A ver cómo estaba?- Preguntó Nightwing aguantando una carcajada.- Tú no haces eso.
Batman frunció el ceño intentando dar con la respuesta más apropiada. Pero la realidad es que a pesar de sus muchas virtudes, mantener una conversación con su “hijo” no se encontraba entre ellas. Aun así, se esforzó por ser sincero, o todo lo sincero que podía ser.
-Me preocupas…
Dick nunca había sido tan buen detective como su mentor, y sabía que nunca llegaría a serlo, pero todo aquel asunto era un libro abierto para él.
-Lo que te preocupa es no tener el control. Ya te dije que no sé donde estuve.- Respondió el joven bastante molesto.
No era ni la primera, ni la segunda vez que Bruce le preguntaba sobre donde había estado aquellos meses tras la batalla de Washington(2) . Si podíamos considerar aquello pregunta, Dick empezaba a sentirse como uno de los matones a los que Batman interrogaba, más que como un hijo con un padre preocupado.
Batman no se movió un milímetro, mientras que Nightwing cambió ligeramente su posición, molesto por aquella situación que se estaba haciendo muy incómoda.
-Ni siquiera te has esforzado en investigarlo.- Le achacó el Murciélago.
-Perdona si he estado un poco ocupado salvando mi ciudad de ser borrada del mapa.- Protestó Dick.
-No es una tontería, Richard.- Le dijo Bruce mostrando por primera vez en toda la conversación algo de humanidad.- No puedes dejarlo pasar, no sabemos que podría esconder todo esto.
-Estoy bien ¡¿Vale?!- Protestó Dick bastante molesto, estaba cansado de tanta tontería.- Cuando sepa en qué &%$&€ sitio estuve serás el primero en saberlo.
Dicho lo cual, Nightwing saltó desde la cornisa con un elegantísimo movimiento fruto de su excepcional entrenamiento y sus dotes de acróbata circense, para segundos después lanzar un garfio hacia la siguiente azotea.
Batman se quedó en silencio, manteniendo entre sus dedos un cabello que había obtenido del joven sin que este se percatase. Odiaba traicionar así la confianza de su primer pupilo, y por encima de todo se odiaba a sí mismo por ello, pero debía descubrir donde había estado, que le había pasado, y sobre todo, si aquel hombre seguía siendo el Richard Grayson que él acogió en su casa.
Batman guardó el cabello en una bolsita que pronto guardó dentro de uno de los compartimentos de su cinturón. Después, apuntó al cielo su pistola-garfio para engancharla a su vehículo
Era una noche tranquila en el Blüdhaven, de las que no se respiraban desde hacía mucho tiempo. Los enfrentamientos entre la Troika y Blockbuster habían acabado(1) , y aunque ahora había un vacío de poder que pronto ansiarían obtener todo tipo de maleantes, no sería aquella noche. Una especie de paz no pactada se había establecido, como si los bajos fondos hubieran permitido a la ciudad llorar a sus muertos y respirar antes de volver a sumirla en un infierno.
Y allí, sobre uno de los edificios más altos de la ciudad vigila su defensor, Nightwing. Realmente no está pendiente de nada, respira aquella tranquilidad inusitada mientras piensa en el remolino que se ha convertido su vida desde que ¿Muriera?, la verdad es que ni siquiera tenía la respuesta a aquello, lo único que sabía era que pronto tendría que tomar una importante decisión.
-¿Qué haces aquí Bruce?- Preguntó el antiguo chico maravilla.
Su tono había sido un poco cortante, hasta seco. Pero odiaba aquellas cosas, odiaba cuando su mentor decidía ir a supervisarle sin previo aviso, como si de un niño chico se tratara. Pero por otro lado, también sabía que así era Bruce.
Batman surgió de las sombras, donde solo un ojo experto como el de su pupilo podría haberlo discernido.
-Me pillaba de camino. He decidido parar a ver como estabas.- Respondió Batman en un tono bastante neutro.
-¿A ver cómo estaba?- Preguntó Nightwing aguantando una carcajada.- Tú no haces eso.
Batman frunció el ceño intentando dar con la respuesta más apropiada. Pero la realidad es que a pesar de sus muchas virtudes, mantener una conversación con su “hijo” no se encontraba entre ellas. Aun así, se esforzó por ser sincero, o todo lo sincero que podía ser.
-Me preocupas…
Dick nunca había sido tan buen detective como su mentor, y sabía que nunca llegaría a serlo, pero todo aquel asunto era un libro abierto para él.
-Lo que te preocupa es no tener el control. Ya te dije que no sé donde estuve.- Respondió el joven bastante molesto.
No era ni la primera, ni la segunda vez que Bruce le preguntaba sobre donde había estado aquellos meses tras la batalla de Washington(2) . Si podíamos considerar aquello pregunta, Dick empezaba a sentirse como uno de los matones a los que Batman interrogaba, más que como un hijo con un padre preocupado.
Batman no se movió un milímetro, mientras que Nightwing cambió ligeramente su posición, molesto por aquella situación que se estaba haciendo muy incómoda.
-Ni siquiera te has esforzado en investigarlo.- Le achacó el Murciélago.
-Perdona si he estado un poco ocupado salvando mi ciudad de ser borrada del mapa.- Protestó Dick.
-No es una tontería, Richard.- Le dijo Bruce mostrando por primera vez en toda la conversación algo de humanidad.- No puedes dejarlo pasar, no sabemos que podría esconder todo esto.
-Estoy bien ¡¿Vale?!- Protestó Dick bastante molesto, estaba cansado de tanta tontería.- Cuando sepa en qué &%$&€ sitio estuve serás el primero en saberlo.
Dicho lo cual, Nightwing saltó desde la cornisa con un elegantísimo movimiento fruto de su excepcional entrenamiento y sus dotes de acróbata circense, para segundos después lanzar un garfio hacia la siguiente azotea.
Batman se quedó en silencio, manteniendo entre sus dedos un cabello que había obtenido del joven sin que este se percatase. Odiaba traicionar así la confianza de su primer pupilo, y por encima de todo se odiaba a sí mismo por ello, pero debía descubrir donde había estado, que le había pasado, y sobre todo, si aquel hombre seguía siendo el Richard Grayson que él acogió en su casa.
Batman guardó el cabello en una bolsita que pronto guardó dentro de uno de los compartimentos de su cinturón. Después, apuntó al cielo su pistola-garfio para engancharla a su vehículo
Batwing, sobrevolando EEUU.
-¿Oráculo?- No era realmente una pregunta, era más bien como una invocación, pues no dudaba en que la mujer respondería ipso facto.
Hacía tiempo que Batman había dejado atrás Blüdhaven y sobrevolaba el país con destino a San Francisco. El Batwing era totalmente indetectable por radares convencionales, de hecho por casi cualquier radar existente. Además, la altura a la que volaba y el manto de la noche lo protegían para que tampoco lo descubriesen ojos indiscretos.
No le gustaba dejar su ciudad, aunque supiera que estaba en buenas manos, pero aquello era necesario, debía seguir con su plan.
-##Dime, Batman.##- Respondió la joven con tono serio.
Ella siempre respondía con seriedad cuando se trataba de Bruce, pues este nunca llamaba por nada que no fuera un asunto importante. Además, solo solía ponerse en contacto para asuntos complicados, lo suficiente para que el gran Batman no pudiera resolverlos solo.
-Estoy dejando la ciudad. Me gustaría que cuidarais de ella mientras esté fuera.
Aquello era sin duda un gesto de confianza inaudito en el Murciélago, además algo muy importante debía tener entre manos para abandonar Gotham.
Aunque se tomaba su tiempo para responder y no había abierto la boca aún, Bruce adivinó los pensamientos de la joven. Su grupo había estado algo mermado últimamente, y Oráculo había pasado por unas cuantas cosas dolorosas.
-No tardaré en volver. He dejado a Robin y Batgirl al mando, pero me gustaría que les echaras una mano.- Se adelantó a decir Bruce.
-##Claro…##- Respondió finalmente, aunque seguía sin estar segura de aquello.-##¿Dónde vas?##
Estaba bastante segura de que el multimillonario no le expondría sus planes, aun así, no pudo resistirse a formular aquella pregunta.
-Tengo algo entre manos…- Se limitó a responder.
Se formó un pequeño silencio, había un tema en común que los unía especialmente, pero ninguno quería sacar el tema, aunque ambos sabían que en cualquier momento podría surgir una pregunta sobre el antiguo chico maravilla. No obstante, la pregunta no surgiría en aquella ocasión.
-Batman fuera.
El Murciélago cortó abruptamente la conversación, prefería no hablar de Richard en aquel momento. Acto seguido volvió su atención a algunos perfiles que había transferido desde el ordenador de la Batcueva.
-¿Oráculo?- No era realmente una pregunta, era más bien como una invocación, pues no dudaba en que la mujer respondería ipso facto.
Hacía tiempo que Batman había dejado atrás Blüdhaven y sobrevolaba el país con destino a San Francisco. El Batwing era totalmente indetectable por radares convencionales, de hecho por casi cualquier radar existente. Además, la altura a la que volaba y el manto de la noche lo protegían para que tampoco lo descubriesen ojos indiscretos.
No le gustaba dejar su ciudad, aunque supiera que estaba en buenas manos, pero aquello era necesario, debía seguir con su plan.
-##Dime, Batman.##- Respondió la joven con tono serio.
Ella siempre respondía con seriedad cuando se trataba de Bruce, pues este nunca llamaba por nada que no fuera un asunto importante. Además, solo solía ponerse en contacto para asuntos complicados, lo suficiente para que el gran Batman no pudiera resolverlos solo.
-Estoy dejando la ciudad. Me gustaría que cuidarais de ella mientras esté fuera.
Aquello era sin duda un gesto de confianza inaudito en el Murciélago, además algo muy importante debía tener entre manos para abandonar Gotham.
Aunque se tomaba su tiempo para responder y no había abierto la boca aún, Bruce adivinó los pensamientos de la joven. Su grupo había estado algo mermado últimamente, y Oráculo había pasado por unas cuantas cosas dolorosas.
-No tardaré en volver. He dejado a Robin y Batgirl al mando, pero me gustaría que les echaras una mano.- Se adelantó a decir Bruce.
-##Claro…##- Respondió finalmente, aunque seguía sin estar segura de aquello.-##¿Dónde vas?##
Estaba bastante segura de que el multimillonario no le expondría sus planes, aun así, no pudo resistirse a formular aquella pregunta.
-Tengo algo entre manos…- Se limitó a responder.
Se formó un pequeño silencio, había un tema en común que los unía especialmente, pero ninguno quería sacar el tema, aunque ambos sabían que en cualquier momento podría surgir una pregunta sobre el antiguo chico maravilla. No obstante, la pregunta no surgiría en aquella ocasión.
-Batman fuera.
El Murciélago cortó abruptamente la conversación, prefería no hablar de Richard en aquel momento. Acto seguido volvió su atención a algunos perfiles que había transferido desde el ordenador de la Batcueva.
Supermercado Safeway, San Francisco.
-¡¿Me está escuchando jovencito?!- Protestó una sexagenaria visiblemente molesta por la vena que se marcaba en su frente.
-Eh, ¿Qué?- Preguntó el joven dependiente japonés, que en aquellos momentos estaba perdido en sus pensamientos, más por aburrimiento que otra cosa.
-¡Le he dicho que estos yogurts están caducados! ¿Cómo han podido vendérmelos?- Preguntó bastante enfadada.
-Señora, ya le he dicho que entre y coja otros…- Respondió el joven cuya chapa anunciaba “Jiro”.
La mujer bufó molesta. También era asiática, pero a diferencia de Jiro no era japonesa, sino coreana, y era una habitual en el arte de incordiar a cualquier dependiente del Safeway; probablemente porque disponía de demasiado tiempo libre.
-¡Ese no es el tema! ¡Exijo hablar con el encargado!- Gritó la mujer histérica.
-Lo que usted quiera señora.- Respondió Jiro cansado mientras pulsaba el botón de llamada del encargado.
Jiro no podía evitar recordar las veces que se había enfrentado a supertipos, contra auténticos psicópatas. Sí, puede que no estuvieran a la altura de los de Metrópolis o Gotham, pero Jiro se había enfrentado cara a cara a monstruos y había sobrevivido. No obstante, el joven solo pensaba en aquel momento que, si aquella mujer hubiera decidido alistarse con los supervillanos y él mismo la hubiera tenido que enfrentar, seguramente habría acabado suicidándose.
Pero así era su vida ahora, lidiar contra los “villanos” del día cotidiano: la anciana pesada, el tío con pasta subidito, el borracho de turno, o las verduleras del barrio. Aun así no se arrepentía, había hecho lo correcto, ser un superhéroe era cada día más peligroso, y más aún para sus familiares. Jiro nunca se hubiera perdonado que algo le ocurriera a Jen.
Aquel pensamiento le recordó que aquella misma tarde la vería, y aquello le sacó una sonrisa a pesar de que la anciana seguía protestando, ahora al encargado, quien acababa de llegar.
-¡¿Me está escuchando jovencito?!- Protestó una sexagenaria visiblemente molesta por la vena que se marcaba en su frente.
-Eh, ¿Qué?- Preguntó el joven dependiente japonés, que en aquellos momentos estaba perdido en sus pensamientos, más por aburrimiento que otra cosa.
-¡Le he dicho que estos yogurts están caducados! ¿Cómo han podido vendérmelos?- Preguntó bastante enfadada.
-Señora, ya le he dicho que entre y coja otros…- Respondió el joven cuya chapa anunciaba “Jiro”.
La mujer bufó molesta. También era asiática, pero a diferencia de Jiro no era japonesa, sino coreana, y era una habitual en el arte de incordiar a cualquier dependiente del Safeway; probablemente porque disponía de demasiado tiempo libre.
-¡Ese no es el tema! ¡Exijo hablar con el encargado!- Gritó la mujer histérica.
-Lo que usted quiera señora.- Respondió Jiro cansado mientras pulsaba el botón de llamada del encargado.
Jiro no podía evitar recordar las veces que se había enfrentado a supertipos, contra auténticos psicópatas. Sí, puede que no estuvieran a la altura de los de Metrópolis o Gotham, pero Jiro se había enfrentado cara a cara a monstruos y había sobrevivido. No obstante, el joven solo pensaba en aquel momento que, si aquella mujer hubiera decidido alistarse con los supervillanos y él mismo la hubiera tenido que enfrentar, seguramente habría acabado suicidándose.
Pero así era su vida ahora, lidiar contra los “villanos” del día cotidiano: la anciana pesada, el tío con pasta subidito, el borracho de turno, o las verduleras del barrio. Aun así no se arrepentía, había hecho lo correcto, ser un superhéroe era cada día más peligroso, y más aún para sus familiares. Jiro nunca se hubiera perdonado que algo le ocurriera a Jen.
Aquel pensamiento le recordó que aquella misma tarde la vería, y aquello le sacó una sonrisa a pesar de que la anciana seguía protestando, ahora al encargado, quien acababa de llegar.
Bar El Perdido, San Francisco.
Era un día tranquilo en “El Perdido”. Hacía mucho que los buenos tiempos habían pasado, aquellos en los que se juntaban más de una veintena de criminales y maleantes buscando socios para atracar un banco, contando su última estancia en la cárcel, o como milagrosamente habían escapado de Mr. Unknown después de que este desbaratara sus planes.
Harry, pues así se llamaba el camarero, echó un vistazo a su clientela: tres viejos, antes conocidos como la brigada gamberra, quienes hacía más de diez años que habían colgado las mallas; Dexter Carr, no era tan viejo como los anteriores, de mediana edad, aunque empezaba a tener una incipiente calvicie típica de la edad, este simplemente había visto que era mucho más fructífero hacer el mal como abogado que poniéndose un ridículo traje; y por supuesto, también estaba allí la Lagartija, un nuevo villano de la zona, pero era tan pringado que la policía no tenía demasiados problemas para detenerlo, no obstante se dedicaba a poco más que vandalismo, por lo que tampoco lo vigilaban demasiado.
Sí, sin duda la edad de oro había pasado. Era cierto que había otros villanos en la ciudad: Desgarrador, Sonrisa siniestra o Multiexplosión eran algunos de ellos, pero eran un nuevo tipo de villanos, de esos con los que no podías hablar, y es que no tenían una meta, hacían daño por el mero disfrute de ver a otro sufrir, mataban a gente porque estaban locos. Sólo eran colgados, y aunque a ellos les hubieran gustado las viejas tradiciones, como la de ir a “El Perdido”, Harry habría hecho lo posible por que los encarcelaran. Al igual que los villanos de antaño, Harry era un pillo, pero no un demente.
-Ponme otra birra, tío.- Pidió el Lagartija.
Llevaba puesto su disfraz de “supervillano”, pero parecía más el disfraz televisivo de un programa para niños, que un traje para imponer respeto. Aun así, a Harry le caía bien el chaval.
-Claro, chico.- Dijo mientras llenaba la jarra.- ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer hoy?
La mayoría solía burlarse de él, pero el Lagartija sabía que Harry siempre lo escuchaba, aunque posiblemente también pensara que era un pringado. Así que el Lagartija sonrió.
-Hoy los cerdos se van a enterar, ¡¡Pienso pinchar todas las ruedas de coches patrulla que vea!!
Harry se rió intentando que no se le derramara la cerveza, lo cual requirió toda su habilidad y reflejos.
-Estás colgado, niño.- Exclamó entre risas.
Entonces, la puerta se abrió de golpe, y tras unos segundos de absoluto silencio debido al sobresalto de la acción, un hombre entró en el bar.
Era un hombre de aspecto ridículo, increíblemente alto y delgado, su traje se asemejaba al de luces de los toreros, pero la chaqueta era de un color rosa molesto, botas altas, pantalones oscuros, un fajín y una camisa blanca completaban su vestuario, además de un antifaz de ese color rosa molesto. Portaba varios cuchillos, tanto en su cadera como en sus botas, y tenía un látigo en la mano.
Aunque lo que más llamaba la atención de ese hombre era su rostro, amplia sonrisa, casi desencajada, un par de aros de oro en sus orejas, una ridícula perilla de un tono entre blanquecino y rosado que acababa con un aro de oro atado a su barbita, y un corte de pelo muy raso de un color similar.
En cuanto lo vio entrar, Harry supo que le daría problemas. Aquel no era un villano normal, sin duda era un demente.
-Lo… lo siento señor, pero vamos a cerrar ya.- Dijo Harry.
Estaba acostumbrado a una clientela dura de llevar, pero aun así, le había temblado la voz; aquel hombre tenía algo que le asustaba profundamente.
-Me parece que aún no, buen hombre.- Respondió el nuevo con una amplia sonrisa. Su voz era un tanto chillona y terriblemente irritante.
-Mira colega, Harry te ha dicho que…- Empezó a decir el Lagartija, pero entonces el látigo se enroscó en su cuello y le impidió hacer nada más que emitir unos cuantos sonidos guturales.
-Tengo asuntillos que tratar con ustedes, caballeros.- Dijo sin dejar de sonreír.
El hombre sacó una daga de su fajín y empezó a jugar con ella entre sus dedos mientras sostenía con la otra mano el látigo.
Era un día tranquilo en “El Perdido”. Hacía mucho que los buenos tiempos habían pasado, aquellos en los que se juntaban más de una veintena de criminales y maleantes buscando socios para atracar un banco, contando su última estancia en la cárcel, o como milagrosamente habían escapado de Mr. Unknown después de que este desbaratara sus planes.
Harry, pues así se llamaba el camarero, echó un vistazo a su clientela: tres viejos, antes conocidos como la brigada gamberra, quienes hacía más de diez años que habían colgado las mallas; Dexter Carr, no era tan viejo como los anteriores, de mediana edad, aunque empezaba a tener una incipiente calvicie típica de la edad, este simplemente había visto que era mucho más fructífero hacer el mal como abogado que poniéndose un ridículo traje; y por supuesto, también estaba allí la Lagartija, un nuevo villano de la zona, pero era tan pringado que la policía no tenía demasiados problemas para detenerlo, no obstante se dedicaba a poco más que vandalismo, por lo que tampoco lo vigilaban demasiado.
Sí, sin duda la edad de oro había pasado. Era cierto que había otros villanos en la ciudad: Desgarrador, Sonrisa siniestra o Multiexplosión eran algunos de ellos, pero eran un nuevo tipo de villanos, de esos con los que no podías hablar, y es que no tenían una meta, hacían daño por el mero disfrute de ver a otro sufrir, mataban a gente porque estaban locos. Sólo eran colgados, y aunque a ellos les hubieran gustado las viejas tradiciones, como la de ir a “El Perdido”, Harry habría hecho lo posible por que los encarcelaran. Al igual que los villanos de antaño, Harry era un pillo, pero no un demente.
-Ponme otra birra, tío.- Pidió el Lagartija.
Llevaba puesto su disfraz de “supervillano”, pero parecía más el disfraz televisivo de un programa para niños, que un traje para imponer respeto. Aun así, a Harry le caía bien el chaval.
-Claro, chico.- Dijo mientras llenaba la jarra.- ¿Y bien? ¿Qué vas a hacer hoy?
La mayoría solía burlarse de él, pero el Lagartija sabía que Harry siempre lo escuchaba, aunque posiblemente también pensara que era un pringado. Así que el Lagartija sonrió.
-Hoy los cerdos se van a enterar, ¡¡Pienso pinchar todas las ruedas de coches patrulla que vea!!
Harry se rió intentando que no se le derramara la cerveza, lo cual requirió toda su habilidad y reflejos.
-Estás colgado, niño.- Exclamó entre risas.
Entonces, la puerta se abrió de golpe, y tras unos segundos de absoluto silencio debido al sobresalto de la acción, un hombre entró en el bar.
Era un hombre de aspecto ridículo, increíblemente alto y delgado, su traje se asemejaba al de luces de los toreros, pero la chaqueta era de un color rosa molesto, botas altas, pantalones oscuros, un fajín y una camisa blanca completaban su vestuario, además de un antifaz de ese color rosa molesto. Portaba varios cuchillos, tanto en su cadera como en sus botas, y tenía un látigo en la mano.
Aunque lo que más llamaba la atención de ese hombre era su rostro, amplia sonrisa, casi desencajada, un par de aros de oro en sus orejas, una ridícula perilla de un tono entre blanquecino y rosado que acababa con un aro de oro atado a su barbita, y un corte de pelo muy raso de un color similar.
En cuanto lo vio entrar, Harry supo que le daría problemas. Aquel no era un villano normal, sin duda era un demente.
-Lo… lo siento señor, pero vamos a cerrar ya.- Dijo Harry.
Estaba acostumbrado a una clientela dura de llevar, pero aun así, le había temblado la voz; aquel hombre tenía algo que le asustaba profundamente.
-Me parece que aún no, buen hombre.- Respondió el nuevo con una amplia sonrisa. Su voz era un tanto chillona y terriblemente irritante.
-Mira colega, Harry te ha dicho que…- Empezó a decir el Lagartija, pero entonces el látigo se enroscó en su cuello y le impidió hacer nada más que emitir unos cuantos sonidos guturales.
-Tengo asuntillos que tratar con ustedes, caballeros.- Dijo sin dejar de sonreír.
El hombre sacó una daga de su fajín y empezó a jugar con ella entre sus dedos mientras sostenía con la otra mano el látigo.
Cafetería Gino, San Francisco.
Había sido un día terriblemente largo, pero había merecido la pena la espera; eso pensó Jiro al ver entrar a Jen en la cafetería. No podía creer la suerte que tenía de haber conocido a aquella chica, y mucho menos que le hubiera concedido el honor de ser su novia.
Jennifer, o Jen, como solían llamarle sus seres queridos, era una exuberante afroamericana de estatura media y curvas que quitaban el hipo. Guapa como pocas, además de simpática, graciosa, divertida y extremadamente inteligente. Los tres años que había estado saliendo con Jiro habían sido los mejores de su vida. De hecho en gran medida había dejado de ser Mr. Unknown por ella, aparte de por otros motivos.
La veía guapa como siempre, pero su rostro escondía algo, estaba preocupada por alguna razón. Jiro la conocía demasiado como para no percatarse. Aun así no quiso ser brusco ni forzar a su chica, así que se limitó a darle un tierno beso en los labios.
-¿Cómo te ha ido el día?- Preguntó Jiro esperando que aquella cuestión le llevara a lo que le preocupaba.
-Yo… bien Jiro… pero tenemos que hablar…- Dijo la chica sin mirarle directamente a los ojos.
-¿Cómo que tenemos que hablar?- Al muchacho no le había gustado ni un pelo aquella afirmación, no era tan buen detective como lo había sido su antecesor, pero tampoco era idiota.
Jen intentó hablar, pero en lugar de ello solo sollozó, mientras inteligiblemente decía algo que sonaba parecido a un “lo siento”.
Jiro estaba confuso y asustado, no le gustaba nada cómo iba aquello y lo que podía significar. Aun así, lo primero que hizo fue preocuparse por la muchacha, intentar tranquilizarla y consolarla sentándose a su lado, dándole susurros de ánimo, acariciando su cabello o tocando con ternura su mano. Y es que la reacción de muchos otros hombres habría sido diferente, y probablemente no se les podría haber criticado por ello, pero simplemente Jiro no era así.
-No te mereces lo que te estoy haciendo…- Dijo la chica cuando por fin consiguió controlar aquel sollozo que se había acabado transformando en llanto.- Eres… demasiado bueno conmigo…
-Pero… ¿Por qué dices eso?- El joven seguía terriblemente asustado, aun así no se separaba de la chica, intentando reconfortarla con su cercanía.
-Estoy viendo a otra persona Jiro… lo… lo siento…
-¿Qué?- Preguntó totalmente confuso, toda su pena por lo mal que lo pasaba la chica, todos sus consuelos, habían desaparecido de golpe. Ahora solo estaba petrificado.- ¿Desde cuándo?
-Yo… ¡Lo siento!- Dijo Jen levantándose abruptamente y saliendo corriendo de la cafetería.
-¡Espera!- Gritó Jiro extendiendo su mano inútilmente.- Espera…- Repitió esta vez en un tono más bajo.
Finalmente, Jiro bajó la cabeza, clavando la mirada en la mesa, ¿Qué había pasado? Simplemente no lo entendía, pero su mundo acababa de terminar.
Había sido un día terriblemente largo, pero había merecido la pena la espera; eso pensó Jiro al ver entrar a Jen en la cafetería. No podía creer la suerte que tenía de haber conocido a aquella chica, y mucho menos que le hubiera concedido el honor de ser su novia.
Jennifer, o Jen, como solían llamarle sus seres queridos, era una exuberante afroamericana de estatura media y curvas que quitaban el hipo. Guapa como pocas, además de simpática, graciosa, divertida y extremadamente inteligente. Los tres años que había estado saliendo con Jiro habían sido los mejores de su vida. De hecho en gran medida había dejado de ser Mr. Unknown por ella, aparte de por otros motivos.
La veía guapa como siempre, pero su rostro escondía algo, estaba preocupada por alguna razón. Jiro la conocía demasiado como para no percatarse. Aun así no quiso ser brusco ni forzar a su chica, así que se limitó a darle un tierno beso en los labios.
-¿Cómo te ha ido el día?- Preguntó Jiro esperando que aquella cuestión le llevara a lo que le preocupaba.
-Yo… bien Jiro… pero tenemos que hablar…- Dijo la chica sin mirarle directamente a los ojos.
-¿Cómo que tenemos que hablar?- Al muchacho no le había gustado ni un pelo aquella afirmación, no era tan buen detective como lo había sido su antecesor, pero tampoco era idiota.
Jen intentó hablar, pero en lugar de ello solo sollozó, mientras inteligiblemente decía algo que sonaba parecido a un “lo siento”.
Jiro estaba confuso y asustado, no le gustaba nada cómo iba aquello y lo que podía significar. Aun así, lo primero que hizo fue preocuparse por la muchacha, intentar tranquilizarla y consolarla sentándose a su lado, dándole susurros de ánimo, acariciando su cabello o tocando con ternura su mano. Y es que la reacción de muchos otros hombres habría sido diferente, y probablemente no se les podría haber criticado por ello, pero simplemente Jiro no era así.
-No te mereces lo que te estoy haciendo…- Dijo la chica cuando por fin consiguió controlar aquel sollozo que se había acabado transformando en llanto.- Eres… demasiado bueno conmigo…
-Pero… ¿Por qué dices eso?- El joven seguía terriblemente asustado, aun así no se separaba de la chica, intentando reconfortarla con su cercanía.
-Estoy viendo a otra persona Jiro… lo… lo siento…
-¿Qué?- Preguntó totalmente confuso, toda su pena por lo mal que lo pasaba la chica, todos sus consuelos, habían desaparecido de golpe. Ahora solo estaba petrificado.- ¿Desde cuándo?
-Yo… ¡Lo siento!- Dijo Jen levantándose abruptamente y saliendo corriendo de la cafetería.
-¡Espera!- Gritó Jiro extendiendo su mano inútilmente.- Espera…- Repitió esta vez en un tono más bajo.
Finalmente, Jiro bajó la cabeza, clavando la mirada en la mesa, ¿Qué había pasado? Simplemente no lo entendía, pero su mundo acababa de terminar.
Apartamento de Jiro Osamu, San Francisco.
Jiro llegó totalmente abatido a su apartamento, tiró las llaves a la mesa, donde patinaron hasta caer al suelo, y se dejó caer bocabajo en el sofá. No podía creer que aquello le estuviera pasando a él, ¿Qué más le podía ocurrir?
-Jiro Osamu.- Dijo una voz de ultratumba desde las sombras de la habitación.
En su estado, ni si quiera se había dado cuenta de que la ventana estaba abierta y una ligera brisa mecía la cortina levemente.
El cuerpo de Jiro enseguida se tensó, olvidándose de todos sus problemas, poniéndose en pie y preparándose para el combate. No sabía qué estúpido había decidido molestarlo aquella noche, pero no había sido una gran idea.
Con un movimiento ligero y liviano, Jiro golpeó la mesa de madera haciendo que esta volara hacia el intruso, quien enseguida la apartó de un manotazo, pero aquello no era más que una distracción. Detrás de la mesa surgió Jiro con una patada, pero con la misma facilidad que se había deshecho del objeto, el intruso esquivó al japonés.
Jiro no desistió, lanzó un manotazo, pero interceptaron su mano en el trayecto y se la retorcieron hasta obligarle a arrodillarse.
“Menudo día de mierda.” Pensó Jiro lleno de rabia.
Primero uno de tantos días asquerosos en su estúpido trabajo, después Jen había acabado con su mundo, y ahora un maldito pringado irrumpía en su casa como si fuera el jodido…
-Tranquilízate de una vez, no soy un enemigo.- Dijo aquella voz de ultratumba desde su espalda.
El intruso permitió a Jiro girarse un poco aflojando su presa, para que así comprobara su rostro, y cuando lo reconoció el japonés se desinfló literalmente.
Como si fuera el jodido…
No cabía duda de que toda hostilidad había cesado, así que Batman soltó al antiguo héroe de San Francisco.
-¿Ba…Ba…Batman…?- Tartamudeó el japonés.
-No estás en mala forma para el tiempo que hace desde que dejaste la capa.- A pesar de ser un elogio, Batman hablaba con su tono neutro natural.- Aunque tus medidas de seguridad dejan mucho que desear.
Jiro comprobó que el Murciélago no solo había entrado en su casa, la había registrado para encontrar su disfraz de Mister Unknown(3); aunque conociendo su fama y lo poco hábilmente escondido que estaba, no le habría llevado ni dos minutos encontrarlo. El disfraz ahora yacía en uno de los sillones.
-Bueno, no mucha gente entra buscando a Mister Unknown aquí.- Dijo Jiro algo molesto.- De hecho eres el primero…
-Se que tu antecesor murió, lo siento, habría sido de gran ayuda para lo que tengo pensado.- A pesar de su pésame, Batman no parecía lamentarlo lo más mínimo, de hecho parecía simplemente querer quitarse ese asunto de en medio para ir al grano.- No obstante, te he estado estudiando, y con algo de entrenamiento y ayuda creo que podrías valer.
Jiro no podía creer lo que estaba viviendo. Aquella mañana había tenido que aguantar a un montón de viejas e idiotas, por la tarde le había dejado el amor de su vida, la única que le daba sentido al propio existir, y ahora, Batman se encontraba en el salón vendiéndole no sabía que mierda.
-Perdone, esto… Señor Batman.- Dijo Jiro sin saber muy bien cómo dirigirse a uno de los grandes, realmente estaba muy irritado.- No quiero que se tome esto a mal, pero he tenido un día de mierda, y no sé qué narices hace plantado en mi salón sin ningún tipo de invitación…
-Han estado sucediendo crímenes en tu ciudad.- Contestó Batman ignorando en gran medida las protestas del chico.
-Estupendo, hable con la policía, la última vez que lo comprobé les pagaban para encargarse de eso.- Aún más irritado, años atrás habría dado lo que fuera por vivir una aventura con el Murciélago, pero ahora solo quería que se fuera.
-¿Y ya está? ¿Darás la espalda a tu ciudad?-Preguntó Batman. Nadie lo habría notado, pero estaba sorprendido por el comportamiento del muchacho, quizás se había equivocado al seleccionarlo como candidato.
-Cierra la ventana cuando salgas.- Fue todo lo que respondió Jiro dándole la espalda al mayor héroe de Gotham.
El joven volvió a tirarse en el sofá. No pasaron ni cinco segundos hasta que volvió a levantar la cabeza, pero Batman ya se había marchado. El joven suspiró apenado.
-Joder…
Jiro llegó totalmente abatido a su apartamento, tiró las llaves a la mesa, donde patinaron hasta caer al suelo, y se dejó caer bocabajo en el sofá. No podía creer que aquello le estuviera pasando a él, ¿Qué más le podía ocurrir?
-Jiro Osamu.- Dijo una voz de ultratumba desde las sombras de la habitación.
En su estado, ni si quiera se había dado cuenta de que la ventana estaba abierta y una ligera brisa mecía la cortina levemente.
El cuerpo de Jiro enseguida se tensó, olvidándose de todos sus problemas, poniéndose en pie y preparándose para el combate. No sabía qué estúpido había decidido molestarlo aquella noche, pero no había sido una gran idea.
Con un movimiento ligero y liviano, Jiro golpeó la mesa de madera haciendo que esta volara hacia el intruso, quien enseguida la apartó de un manotazo, pero aquello no era más que una distracción. Detrás de la mesa surgió Jiro con una patada, pero con la misma facilidad que se había deshecho del objeto, el intruso esquivó al japonés.
Jiro no desistió, lanzó un manotazo, pero interceptaron su mano en el trayecto y se la retorcieron hasta obligarle a arrodillarse.
“Menudo día de mierda.” Pensó Jiro lleno de rabia.
Primero uno de tantos días asquerosos en su estúpido trabajo, después Jen había acabado con su mundo, y ahora un maldito pringado irrumpía en su casa como si fuera el jodido…
-Tranquilízate de una vez, no soy un enemigo.- Dijo aquella voz de ultratumba desde su espalda.
El intruso permitió a Jiro girarse un poco aflojando su presa, para que así comprobara su rostro, y cuando lo reconoció el japonés se desinfló literalmente.
Como si fuera el jodido…
No cabía duda de que toda hostilidad había cesado, así que Batman soltó al antiguo héroe de San Francisco.
-¿Ba…Ba…Batman…?- Tartamudeó el japonés.
-No estás en mala forma para el tiempo que hace desde que dejaste la capa.- A pesar de ser un elogio, Batman hablaba con su tono neutro natural.- Aunque tus medidas de seguridad dejan mucho que desear.
Jiro comprobó que el Murciélago no solo había entrado en su casa, la había registrado para encontrar su disfraz de Mister Unknown(3); aunque conociendo su fama y lo poco hábilmente escondido que estaba, no le habría llevado ni dos minutos encontrarlo. El disfraz ahora yacía en uno de los sillones.
-Bueno, no mucha gente entra buscando a Mister Unknown aquí.- Dijo Jiro algo molesto.- De hecho eres el primero…
-Se que tu antecesor murió, lo siento, habría sido de gran ayuda para lo que tengo pensado.- A pesar de su pésame, Batman no parecía lamentarlo lo más mínimo, de hecho parecía simplemente querer quitarse ese asunto de en medio para ir al grano.- No obstante, te he estado estudiando, y con algo de entrenamiento y ayuda creo que podrías valer.
Jiro no podía creer lo que estaba viviendo. Aquella mañana había tenido que aguantar a un montón de viejas e idiotas, por la tarde le había dejado el amor de su vida, la única que le daba sentido al propio existir, y ahora, Batman se encontraba en el salón vendiéndole no sabía que mierda.
-Perdone, esto… Señor Batman.- Dijo Jiro sin saber muy bien cómo dirigirse a uno de los grandes, realmente estaba muy irritado.- No quiero que se tome esto a mal, pero he tenido un día de mierda, y no sé qué narices hace plantado en mi salón sin ningún tipo de invitación…
-Han estado sucediendo crímenes en tu ciudad.- Contestó Batman ignorando en gran medida las protestas del chico.
-Estupendo, hable con la policía, la última vez que lo comprobé les pagaban para encargarse de eso.- Aún más irritado, años atrás habría dado lo que fuera por vivir una aventura con el Murciélago, pero ahora solo quería que se fuera.
-¿Y ya está? ¿Darás la espalda a tu ciudad?-Preguntó Batman. Nadie lo habría notado, pero estaba sorprendido por el comportamiento del muchacho, quizás se había equivocado al seleccionarlo como candidato.
-Cierra la ventana cuando salgas.- Fue todo lo que respondió Jiro dándole la espalda al mayor héroe de Gotham.
El joven volvió a tirarse en el sofá. No pasaron ni cinco segundos hasta que volvió a levantar la cabeza, pero Batman ya se había marchado. El joven suspiró apenado.
-Joder…
Batbunker Alpha, San Francisco.
El lugar recordaba bastante a la Batcueva bajo la mansión Wayne que casi siempre había usado como centro de operaciones, pero a diferencia de esta, el Batbunker carecía de cualquier elemento decorativo. Sólo tenía lo básico: La zona del depósito de vehículos, una zona habilitada para el entrenamiento con algunos trajes de repuesto, y otra para ordenadores y diferentes laboratorios. Aparte de aquello, sólo un par de salidas y un gran vacío totalmente impersonal.
-##¿Está seguro de que no quiere que me encargue de acabar de preparar el Batbunker Alpha, señor?##- Preguntó Alfred por el comunicador con su habitual tono, tan característico del negro humor inglés.
-Ya está acabado…- Se limitó a responder Batman, que revisaba en el ordenador algunos datos sobre los últimos crímenes de la ciudad.
-##Puede que tenga todos sus cacharritos listos, pero ni si quiera ha instalado una nevera, por no hablar de la total carencia de elementos decorativos.##- Comentó Alfred divertido.
-Eso no es necesario…
-##Es verdad, olvidaba que usted ni comía, ni dormía.##- Ironizó el mayordomo.
Batman no se molestó en responder a aquello como Alfred sabía de antemano. Como solía hacer el mayordomo, cambió de tema sabiendo que en este había llegado a un callejón sin salida.
-##¿Y cómo le fue con el muchacho? ¿Hemos aumentado nuestra peculiar familia?##- Preguntó con cierto tono de burla.
-Solo iba a ponerlo a prueba… y no estaba interesado.
El Murciélago no había variado apenas su tono de voz, pero hablaba con una de las personas que mejor lo conocía, posiblemente de los pocos que habrían notado la preocupación y decepción en su voz.
-##Bueno, supongo que se llevó una fuerte impresión. Tendrá que meditarlo.##- Respondió Alfred a modo de ánimo.
-Parecía bastante seguro de lo que quería. No importa…- Dijo el Murciélago haciendo una breve pausa.- Resolveré estos asesinaros y me marcharé de aquí.
-##Quizás el joven le sorprenda.##- Afirmó Alfred aun a sabiendas de que aquello no animaría al que era como su hijo.
No obstante, Batman no respondió nada, se limitó a seguir trabajando en silencio.
El lugar recordaba bastante a la Batcueva bajo la mansión Wayne que casi siempre había usado como centro de operaciones, pero a diferencia de esta, el Batbunker carecía de cualquier elemento decorativo. Sólo tenía lo básico: La zona del depósito de vehículos, una zona habilitada para el entrenamiento con algunos trajes de repuesto, y otra para ordenadores y diferentes laboratorios. Aparte de aquello, sólo un par de salidas y un gran vacío totalmente impersonal.
-##¿Está seguro de que no quiere que me encargue de acabar de preparar el Batbunker Alpha, señor?##- Preguntó Alfred por el comunicador con su habitual tono, tan característico del negro humor inglés.
-Ya está acabado…- Se limitó a responder Batman, que revisaba en el ordenador algunos datos sobre los últimos crímenes de la ciudad.
-##Puede que tenga todos sus cacharritos listos, pero ni si quiera ha instalado una nevera, por no hablar de la total carencia de elementos decorativos.##- Comentó Alfred divertido.
-Eso no es necesario…
-##Es verdad, olvidaba que usted ni comía, ni dormía.##- Ironizó el mayordomo.
Batman no se molestó en responder a aquello como Alfred sabía de antemano. Como solía hacer el mayordomo, cambió de tema sabiendo que en este había llegado a un callejón sin salida.
-##¿Y cómo le fue con el muchacho? ¿Hemos aumentado nuestra peculiar familia?##- Preguntó con cierto tono de burla.
-Solo iba a ponerlo a prueba… y no estaba interesado.
El Murciélago no había variado apenas su tono de voz, pero hablaba con una de las personas que mejor lo conocía, posiblemente de los pocos que habrían notado la preocupación y decepción en su voz.
-##Bueno, supongo que se llevó una fuerte impresión. Tendrá que meditarlo.##- Respondió Alfred a modo de ánimo.
-Parecía bastante seguro de lo que quería. No importa…- Dijo el Murciélago haciendo una breve pausa.- Resolveré estos asesinaros y me marcharé de aquí.
-##Quizás el joven le sorprenda.##- Afirmó Alfred aun a sabiendas de que aquello no animaría al que era como su hijo.
No obstante, Batman no respondió nada, se limitó a seguir trabajando en silencio.
Museo Mr. Unknown, San Francisco.
Yuriko Izumi acudió al trabajo como cada día desde hacía más de 45 años. Hacía varios que le habían ofrecido la jubilación, y a decir verdad, ya no formaba parte de la plantilla del pequeño museo de Mr. Unknown; no obstante, ella seguía ofreciendo sus servicios como guía de forma gratuita, y los del museo no se quejaban de que la mejor trabajadora que habían tenido en el lugar siguiera trabajando sin cobrar.
Lo hacía porque le gustaba su trabajo, porque no quería ser una de aquellas señoras mayores que se quedaban todo el día en casa viendo programación basura, pero sobretodo, lo hacía por la memoria de su difunto marido, Taro Nagai, el Mr. Unknown original.
La mujer pasó por la puerta principal del museo, no sin antes ofrecer una de las galletas que había horneado la noche anterior al guardia de la entrada. Este era un hombre fornido de unos cuarenta años con la cabeza rapada.
-Como siga trayéndome repostería todas las mañanas voy a acabar con diabetes.- Dijo el hombre con una sonrisa sincera.
-No diga tonterías señor Bennett, con lo que usted se cuida eso es imposible.- Dijo la señora con un tono encantador.
La mujer siguió avanzando por todo el museo, cruzándose con un par de guías y el recepcionista, a quienes también ofreció sus galletas. Finalmente acabó el trayecto en el pequeño vestuario, donde iba a dejar su bolso.
El museo no era gran cosa, una única planta con tres salas, más la entrada y algunos pasillos donde se exponía cualquier objeto u obra de arte relacionada con el héroe. La visita se podía realizar fácilmente en 15 minutos, a no ser que tu guía fuera Yuriko. Ésta, con todas sus anécdotas y detalles, podía extender la visita fácilmente hasta la hora y poco. Y no la extendía más simplemente para no resultar pesada.
Al ser primera hora apenas había llegado ningún visitante, tan solo un par de jóvenes que curioseaban el museo, por lo que había podido ver la japonesa en su camino hacia los vestuarios. Pronto aquello se convertiría en algo que la mujer agradecería.
Un fuerte sonido de moto eliminó toda la paz del lugar, seguido de gritos, y aunque el infernal motor cesó su rugido, los gritos solo aumentaron. Otra mujer, y más de aquella edad, se habrían escondido, pero Yuriko se las había visto en más de una guerra entre Mr. Unknown y sus enemigos; no iba a empezar a acobardarse a la vejez.
La mujer salió con paso decidido, pero lo que contempló al salir la horrorizó. Las puertas se habían salido de sus bisagras al estamparse la moto contra ellas, y el vehículo ahora reposaba aparcado encima de una figura de cera del Mr. Unknown original. Pero aquello no era ni de lejos lo peor. Bennett se desangraba en el suelo después de haber sido visiblemente atropellado, mientras que el recepcionista intentaba liberar la mano del mostrador al que estaba unido, pues un gran cuchillo atravesaba su palma de la mano y se hundía profundamente en la madera de la mesa.
No había señal de las guías, que habrían huido o se habrían escondido, o quizás su cuerpo estuviera por allí tirado; Yuriko no quería pensar en aquello. Lo único importante ahora eran los jóvenes sin escapatoria a los que se acercaba más y más un loco con un traje estrambótico de color rosa y cabello del mismo color.
-¿Quién eres…? ¿Qué… quieres…?- Consiguió preguntar uno de los jóvenes entre sollozos.
-Eduardo Flamingo(4), para servirles.- Dijo con una amplia reverencia y su sonrisa demencial.- Y por supuesto, limpiar esta ciudad.
Sin mediar ninguna palabra más, el cuchillo que portaba Eduardo se clavó en el hombro del joven mientras el loco se reía.
Aquel fue el momento en el que Yuriko intervino usando su bolso como arma, provocando que el villano fijara su mirada en ella mientras uno de los jóvenes ayudaba al otro a salir del museo.
-Señora… ¿Por qué no se muere?
Sin decir nada más y con un solo movimiento, Flamingo hizo un tajo en el cuello de la mujer, que se desplomó boca arriba; una muerte horrible para cualquiera. Aun así, Yuriko encontró la paz en aquel terrible momento; vio cómo la mano del muñeco de cera que representaba a Mr. Unknown se alargaba desde debajo de la moto hasta ella, y aunque sabía que no era la mano de su marido, la mujer la agarró. Su último momento en la tierra había sido el de salvar a unos chicos, y aquello no estaba al alcance de cualquiera.
“Ya voy contigo Taro…” Fue su último pensamiento.
Continuará…
Yuriko Izumi acudió al trabajo como cada día desde hacía más de 45 años. Hacía varios que le habían ofrecido la jubilación, y a decir verdad, ya no formaba parte de la plantilla del pequeño museo de Mr. Unknown; no obstante, ella seguía ofreciendo sus servicios como guía de forma gratuita, y los del museo no se quejaban de que la mejor trabajadora que habían tenido en el lugar siguiera trabajando sin cobrar.
Lo hacía porque le gustaba su trabajo, porque no quería ser una de aquellas señoras mayores que se quedaban todo el día en casa viendo programación basura, pero sobretodo, lo hacía por la memoria de su difunto marido, Taro Nagai, el Mr. Unknown original.
La mujer pasó por la puerta principal del museo, no sin antes ofrecer una de las galletas que había horneado la noche anterior al guardia de la entrada. Este era un hombre fornido de unos cuarenta años con la cabeza rapada.
-Como siga trayéndome repostería todas las mañanas voy a acabar con diabetes.- Dijo el hombre con una sonrisa sincera.
-No diga tonterías señor Bennett, con lo que usted se cuida eso es imposible.- Dijo la señora con un tono encantador.
La mujer siguió avanzando por todo el museo, cruzándose con un par de guías y el recepcionista, a quienes también ofreció sus galletas. Finalmente acabó el trayecto en el pequeño vestuario, donde iba a dejar su bolso.
El museo no era gran cosa, una única planta con tres salas, más la entrada y algunos pasillos donde se exponía cualquier objeto u obra de arte relacionada con el héroe. La visita se podía realizar fácilmente en 15 minutos, a no ser que tu guía fuera Yuriko. Ésta, con todas sus anécdotas y detalles, podía extender la visita fácilmente hasta la hora y poco. Y no la extendía más simplemente para no resultar pesada.
Al ser primera hora apenas había llegado ningún visitante, tan solo un par de jóvenes que curioseaban el museo, por lo que había podido ver la japonesa en su camino hacia los vestuarios. Pronto aquello se convertiría en algo que la mujer agradecería.
Un fuerte sonido de moto eliminó toda la paz del lugar, seguido de gritos, y aunque el infernal motor cesó su rugido, los gritos solo aumentaron. Otra mujer, y más de aquella edad, se habrían escondido, pero Yuriko se las había visto en más de una guerra entre Mr. Unknown y sus enemigos; no iba a empezar a acobardarse a la vejez.
No había señal de las guías, que habrían huido o se habrían escondido, o quizás su cuerpo estuviera por allí tirado; Yuriko no quería pensar en aquello. Lo único importante ahora eran los jóvenes sin escapatoria a los que se acercaba más y más un loco con un traje estrambótico de color rosa y cabello del mismo color.
-¿Quién eres…? ¿Qué… quieres…?- Consiguió preguntar uno de los jóvenes entre sollozos.
-Eduardo Flamingo(4), para servirles.- Dijo con una amplia reverencia y su sonrisa demencial.- Y por supuesto, limpiar esta ciudad.
Sin mediar ninguna palabra más, el cuchillo que portaba Eduardo se clavó en el hombro del joven mientras el loco se reía.
Aquel fue el momento en el que Yuriko intervino usando su bolso como arma, provocando que el villano fijara su mirada en ella mientras uno de los jóvenes ayudaba al otro a salir del museo.
-Señora… ¿Por qué no se muere?
Sin decir nada más y con un solo movimiento, Flamingo hizo un tajo en el cuello de la mujer, que se desplomó boca arriba; una muerte horrible para cualquiera. Aun así, Yuriko encontró la paz en aquel terrible momento; vio cómo la mano del muñeco de cera que representaba a Mr. Unknown se alargaba desde debajo de la moto hasta ella, y aunque sabía que no era la mano de su marido, la mujer la agarró. Su último momento en la tierra había sido el de salvar a unos chicos, y aquello no estaba al alcance de cualquiera.
“Ya voy contigo Taro…” Fue su último pensamiento.
Continuará…
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Referencias:
1 .- En DC-AT Nightwing #11
2 .- En DC-AT en el final de nuestro evento Imperio
3 .- Jiro Osamu a.k.a. Mr Unknown es el personaje creado por Grant Morrison y Yanick Paquette para Batman Inc #01 (2011). Como véis, el autor ha decidido introducir ese personaje en la continuidad AT53 dándole una pequeña "vuelta de tuerca"...
4 .- Lo mismo que con Mr Unknown, esta sería la primera aparición de Flamingo, el villano creado por Grant Morrison y Andy Kubert para la serie Batman #666 (2007)
1 .- En DC-AT Nightwing #11
2 .- En DC-AT en el final de nuestro evento Imperio
3 .- Jiro Osamu a.k.a. Mr Unknown es el personaje creado por Grant Morrison y Yanick Paquette para Batman Inc #01 (2011). Como véis, el autor ha decidido introducir ese personaje en la continuidad AT53 dándole una pequeña "vuelta de tuerca"...
4 .- Lo mismo que con Mr Unknown, esta sería la primera aparición de Flamingo, el villano creado por Grant Morrison y Andy Kubert para la serie Batman #666 (2007)
“Sería de locos no reconcerle a Grant Morrison el gran peso que ha tenido en los mitos de Batman durante los últimos años. Aunque su influencia se haya “diluido” un poco a causa de los Reboots (en favor de un inamovible Scott Snyder que se mantiene al pie del cañón de su Batman desde antes incluso de Flashpoint) era inevitable que elementos de la “imaginería” que creó alrededor del Murciélago terminasen por aparecer en nuestras historias. Y es que uno de los elementos más comunes en los autores de fanfictions es el de rescatar conceptos de los comics que más le han impactado y que mejor atesora en su memoria.
ResponderEliminarCarlos Fortuny continúa con su labor lenta (pero constante) de narrarnos una nueva etapa de las aventuras del Guardián de Gotham y, tras hacer un pequeño guiño a la citada etapa de Snyder en la anterior aventura, esta está más centrada en los mitos de Morrison, poniendo en la palestra uno de las decenas de personajes que creó. Y no, no es el que todos esperábamos. Carlos “reinterpreta” ligeramente al personaje, cambiando su entorno y colocándolo en un lugar más cómodo y habitual para el lector medio, sin meterse en berenjenales de “matices culturales”. La historia está bien construida y puedes llegar a sentir simpatía por él, más viendo el final que le depara. Hay que tener en cuenta que sólo es la primera parte de la historia y le queda por rematar la faena…
Mención especial quiero hacer a la escena que abre el fic: la nueva conversación entre Nightwing y Batman. Sin menospreciar el trabajo que Stitch hizo respecto a ella en el Nightwing #09 (que quizás quedó un tanto “edulcorada” para mi gusto) creo que ésta se ajusta más a la personalidad de Batman, de ese meticuloso paranoico y controlador “que todos queremos y amamos”. Me encantaría que volviésemos a ver el nuevo desarrollo de la relación mentor-pupilo que sugiere este fragmento”
Comentario publicado originalmente con fecha 19/05/2015