Los Invasores nº07

Título: Hielo Ancestral (II)
Autor: Mikelhox
Portada: Ángel Marín
Publicado en: Febrero 2004

Bajo el hielo polar los Invasores descubren al auténtico enemigo: ¡La vampira Nekra!
El primer grupo que lucho por la libertad durante la segunda guerra mundial. Un grupo que inspiro a generaciones de héroes. Ahora los héroes han decidido volver a primera línea.
Stan Lee y Action Tales presentan a
Creado por Roy Thomas, Sal Buscema y Frank Robbins



Una figura roja atravesaba una fuerte tormenta antártica. Apenas si podía seguir una senda recta en su vuelo, siendo empujado por los fuertes vientos hacia abajo y los lados. Desde la lejanía no parecía mas que un pájaro herido huyendo de algo. Un instante, la figura se detuvo. No lejos, una figura ardiente se mantenía suspendida en el aire, impasible, con el consiguiente vapor que originaban los copos de nieve al chocar contra él.

- “¿Los 4F aquí?” , pensó instintivamente Sam Wilson, alias el Halcón, manteniéndose a duras penas suspendido en mitad de la tormenta.

- “Por la actitud de la Antorcha no parece que tengan excesivos problemas. Y si me detengo ahora, con una ala rota no creo llegue muy lejos.”

Sam sabia que no era ni lógico, ni propio de un hombre de su experiencia, someterse a esa locura de viaje, extenuado, congelado y presa de la pesadumbre, las dudas se multiplicaban en él. Coger un quinjet, hablar con Ka-zar, hubiera sido lo lógico, pero necesitaba esta individualidad, lo sabia, era la única forma de probarse a si mismo tras tantos años de invitado en aventuras de otros.

Con esfuerzo, reemprendió su dificultoso vuelo, los volcanes no estarían lejos.


Junto a la grieta, la Antorcha no reparó en la figura alada, impertérrita como estaba, mirando hacia donde minutos antes el resto de los Invasores había sido sepultado por una horda de repulsivos seres blancos.

Todos sus planes de humillación y conquista, sus esfuerzos por aguantar todas las tonterías soltadas por aquella gentuza... ¡hasta tuvo que tocar en mas de una ocasión al negrucio ese de Phestos! ¿Y sus esfuerzos por someter a la ramera de Spitfire? Todo se acababa de ir por el retrete, su inmejorable soporte para hacer suyo este cándido mundo ya no existía, y eso le cabreaba, pero también le daba un miedo terrible, algo a lo que estaba mucho menos acostumbrado. ¿Qué se suponía debía hacer ahora? Ser racional, eso ante todo.

Bajo sus pies, un nimio movimiento dejo a la luz seis puntos oscuros. Eso merecía la pena investigarse. Según descendía, la tormenta se hacia más suave, permitiéndole ver que no eran otra cosa que las cabezas de sus compañeros. La intranquilidad iba en aumento, aunque el miedo por conservar su simulacro de vida, de alguna forma conseguía mantenerlo fuerte.

La cabeza con alas en las sienes rompió su presumible letargo, devolviéndolo al mundo del sonido ensordecedor de la tormenta, con una mirada directa y autoritaria.

-¡Antorcha, no te acerques mas, todo va bien, y los asustarías!

Entonces lo vio. Las cabezas no estaban sobre el lecho nevado, era el numero ingente de criaturas lo que los había cubierto, en una maraña que recordaba los capiteles de mármol de los palacios del fuhrer, donde piernas, troncos y brazos de criaturas se mezclaban hasta crear un sólido bloque compacto en torno a los aprisionados héroes.

- ¡Spitfire, aun espero tu plan para hacer que nos suelten!-. Grito a pleno pulmón el Capi.

- ¡Yo también, puagh!- Thundra no parecía poder aguantar mucho mas aquella tensa calma, el combate no debía prorrogarse más.

- ¿Sabes tu batraciano, Capi?- Sonó temblorosa, tanto que este no se atrevió a replicar.

Phestos parecía distante, como si no hubiese salido de Olimpia.

- ¡Malditos Kermits albinos, ¿Quién acaba de presionar mi esfínter?-. Aunque últimamente las deficientes respuestas a sus chistes lo hacían dudar, Union Jack no conocía otra forma de esquivar la tensión. Que aquellos carcamales no lo entendiesen daba igual, el piloto automático debía seguir en marcha o se volvería histérico.

- Aarkus, no observaba a las criaturas, sino a sus propios compañeros mas pendiente de la agresividad de estos hacia aquellas tristes criaturas, que temeroso por los actos de estas.

- ¡No es mas que el abrazo, Invasores, es todo lo que tienen para comunicarse!-.


Una voz familiar ascendió de la grieta. Todas las cabezas se giraron hacia el origen de la voz, Druida emergió de las profundidades, su brazo derecho rodeaba a uno de estos seres, resaltando aun mas su aspecto desvalido.

- ¡Relajaos, amigos, os lo ruego!-. El brazo de Druida estrecho a la criatura, delicadamente, con gestos claramente específicos y delicados.

Ante el asombro de la Antorcha, la maraña comenzó a deshacerse, todo fluía como una vorágine de gusanos en el vaso de un pescador. En unos minutos los Invasores se encontraban libres, frente a un enorme grupo de los repugnantes seres que ahora se abrazaban entre ellos. El ocultista descendió hasta terreno helado para colocarse entre sus compañeros.

- ¿Qué has averiguado, Druida?- Aunque aparentemente mas tranquilo, Steve miraba con desconfianza al hechicero, sin olvidar su imprevista marcha del transporte, saltándose cualquier plan o estrategia.

- ¡Poco Capitán , salvo algo relacionado con falsos dioses, y una malvada presencia que despierta todos mi sentimiento de culpabilidad. Seguidme. A medida que descendamos os clarificare la situación cuanto pueda!-

El grupo avanzó hacia el precipicio, algo mas cerca numerosos salientes en la roca informaban al grupo que el descenso no seria difícil. Con el desconcierto, solo un invasor se dio cuenta de que no todos emprendían la marcha.

-¿Phestos? Llamo Spifire.

Phestos permanecía inmóvil, su mirada se disipaba en la nada, en su pecho no parecía haber indicios de respiración. Impulsivamente todos corrieron hacia su compañero.

- ¡Que extraño....!- La Antorcha, el primero en llegar, trataba de fingir preocupación mientras se afanaba por buscarle el pulso a su compañero.

Unas espontáneas y sonoras risotadas se le escaparon, rompiendo el rictus de todos lo demás miembros de grupo, desconcertados. Aunque quizás no tanto, como cuando el otrora llamado Jim Hammond prendió en llamas el cuerpo del eterno.

Spitfire debió haber sido la primera en llegar a enfrentarse a esta Antorcha supuestamente fuera de sí. Pero su perplejidad la hacia no ser mas que una estatua. Apenas los otros habían comenzado su carrera hacia el lugar de la acción, una explosión los detuvo en seco. El cuerpo de Phestos, no era ahora mas que un endoesqueleto metálico, y un amasijo de abrasados cables y placas de circuitos.

- ¡Bwuahahaha, un androide, el tipo es un androide!- Clamaba la Antorcha a la tormenta.

Los ojos de los restantes parecieran al borde de sus cuencas, bajo otras circunstancias la escena habría resultado muy graciosa

-Eternos............- Susurro el Capi en un murmullo apenas audible. Debía ser rápido, todo tenia cada vez menos sentido, y solo le faltaba perder la motivación de su cada vez mas escuálido escuadrón, de haber estado comandando los Vengadores todo habría resultado distinto.

- ¡Bien Invasores, Phestos deberá explicarnos mucho a la vuelta! ¡En marcha hacia la grieta, no perdamos mas tiempo!-




Uno a uno y sin salir del todo del atolondramiento el grupo comenzó a hundirse en la devoradora negrura de tan misteriosos abismo. Las criaturas permanecieron abrazadas, observando como mas de sus dioses se marchaban. La ruidosa calma de la helada tormenta volvió a dominarlo todo.

Un brazo, el otro, un cuerpo entero. Consciente de su exceso de precipitación en el asunto del negrucio, Hammond se prendió apenas la visibilidad empezaba a resultar dificultosa para sus compañeros.

- Gracias, Jim.- Sonó tímida Jackie.

Según bajaban, una calma restauradora reino en el grupo durante cerca de media hora. Druida parecía haber olvidado su palabra de aclarar la situación. Tras todo el caos anterior, tampoco es que nadie tuviera mucho interés en romper aquel silencio que tras la tormenta parecía envolverlos como un campo de goma espuma. Tuvo que ser la ruda Thundra la que rompiese aquel anticlimático trance.



- ¿Qué es ese brillo, hechicero?-

Como la luz al final de un túnel, el resplandor fue creciendo en magnitud a medida que los Invasores giraban en su bajada en espiral, hacia un hueco en las paredes de la roca. Al fin se detuvieron ante la raíz del brillo.

- Al fin. Héroes, aquí tenéis la tan citada en la literatura del siglo XIX, Metrópolis Helada del fin del mundo. Abierta en todo su esplendor a vosotros como pocos humanos pudieron soñar jamás.-

- ¡Por todos los Brownies de la verde Irlanda! Que me hagan la cera en mis pudendas partes si jamás vi algo así.

Bajo una cúpula enloquecedoramente grande, se hallaba una ciudad tallada en el mismo hielo, exquisita, efímera, casi etérea. Torreones y almenas se alzaban unos sobre otros, como eternas burbujas desiguales de fino diamante. La rectitud brillaba por su ausencia, siendo la curva la dominadora absoluta de tales construcciones. Pompa sobre pompa, en perfecta sincronía y elegancia, una composición planeada minuciosamente. De algunos ventanales parecían asomarse lo que pensaron serian mas de estas criaturas, quienes desconfiadamente volvían a esconderse. Toda aquella voluptuosidad helada no podía ser real, algo tan delicado debía disolverse al poco tiempo, igual que los sueños se nos escapan para no perder su magia al caer en la aceptación.

Y luego aparte, estaba la luz que daba brillo a tan hermosa visión, la cual provenía de unas mini nebulosas que danzaban impresas en la cara interna del domo, como una animación reflectante y onírica.

- Invasores, arrodillaos frente a la creación del obsceno arquitecto de la novena dimensión, Smugg Hoggondriath.-

Insospechadamente para sus compañeros, el Capi parecía ser de todos el mas obnubilado por la visión.

- Dios, Druida... algo tan bello no puede haber salido jamás de mente humana...- Susurro.

A pocos metros, un arco daba paso a tan imponente palacio-ciudad. Frente a la perfección de la ciudad, algo desentonaba en esta construcción.

Como un niño perdido, Jack caminaba hacia este arco, el elemento discordante y sus galerías subyacentes, casi hipnotizado.

- Mirad esto- Su mano se extendió hasta tocar una enorme estatua justo en la mitad del pasaje de entrada, sobre la cabeza de la cual estaba construido el arco.

La estatua resultaba insospechadamente tosca. Como esculpida por algún niño pequeño, ni mucho menos por las mismas manos que habían dado forma a la ciudad. Sin embargo, aquello que representaba resultaba obvio.

-Es la figura de uno de los viejos exploradores ingleses de principios del siglo XX.- Me duele ser así de capullo, pero que Dios salve a Inglaterra.- Apoyando su palma derecha allí donde la figura parecía poseer su pico y material de escalada.

Todos rodearon la estatua, observándola con gran detalle. Todos salvo Aarkus y Thundra, que seguían perdidos en la danza de luces del domo. Mas lejos que nunca de allí donde nacieron.

-Druida, ¿te gustaría explicarnos ahora los detalles de todo esto?-

- De hecho, ya es irrelevante, mi buen Capitán, os acabo de meter conscientemente en una trampa.

Da igual lo que sepáis, un ataque frontal era la única alternativa para que nuestro enemigo se fortaleciese y así ganar tiempo para cientos de estas criaturas indefensas. Aarkus siempre tuvo razón, esos tristes seres nunca fueron la amenaza.-

- Ataque frontal. Eso suena bien. ¿Adelante pues?- Bramo Thundra.

¿Pero que clase de grupo de excéntricos inconsecuentes había reunido con la esperanza de crear un grupo? Steve sentía peligrar su capacidad de liderato como pocas veces antes lo había hecho. ¿Qué se suponía que debía hacer ahora?

Una breve sonrisa alumbró la cara del Capi, Spitfire se la devolvió, aliviada. Lo que haya de ser, será. Después de todo en esas estamos.

- Bien, confiare en tu criterio esta vez, viejo amigo.- Jim, deberás aguardarnos aquí. El resto entraremos en la ciudad.-

- ¿Mermar aun mas nuestras filas? El frío debe haber congelado tu cerebro.- La idea de volver a quedarse solo ya era suficiente para arder en deseos de asar al yankee mas estúpido de todos hasta no dejar mas que su odioso escudo impregnado de cenizas.

- Mira la ciudad, Antorcha. ¿Prefieres tener millones de litros de agua sobre nuestras cabezas?- Mejor espéranos y sé nuestra retaguardia.-

La ausencia de replica fue la mejor afirmación posible. El ígneo invasor se inflamo, elevándose. Los esperaría, pero a una altura que garantizase su seguridad.

El Capitán América, Spitfire, Union Jack, Druida, Thundra y Aarkus penetraron en la ciudad de hielo. Sin planes, sin estrategias, sin experiencia como grupo... solo empujados por las circunstancias. Y eso tenia que bastar. Y para colmo, aquellos sonidos infrahumanos no hacían mas que aumentar a medida que avanzaban mas y mas hacia el gélido corazón de la mas bella de las trampas.

- ¿Responderás al Capitán, ahora, frente a que no enfrentamos, al menos?- La voz de Aarkus, que llevaba horas en el mas sepulcral de los silencios, en lugar de inquietar a sus compañeros como de costumbre, los reconforto en sobremanera, recordándoles que tenían a su lado a un aliado que creían perdido hacia mucho.

- En realidad solo tengo claro que tras todo esto, se encuentra una mujer de recursos, a quien conozco muy bien y de la que en parte me siento terriblemente responsable. Tras ella, podemos suponer que habrá un numero considerable de algún tipo de oscuras criaturas-.

- Vampiros. Tienen muchos nombres en los muchos mundos en los que han extendido su maldita plaga. Aquí los llamáis así, y este aire esta impregnado de su olor. Hay otras impregnaciones, que no conozco, pero que me traen el sabor de la muerte de igual manera.-

Las descorazonadoras palabras de la amazona dieron paso a un aumento de los repulsivos siseos que los rodeaban, a la vez que llegaban a una hermosa plaza de hielo, donde este aparecía ornamentado en espirales o guirnaldas haciéndolo todo aun mas onírico. En el centro algo similar a una fuente detenida, en la fuente un trono, en el trono una figura en sombras.


-Hola maestro.- Siseo la dueña de la figura.

-Nekra.1- Debí arrebatarte la vida antes de permitir que el mundo sufriera tus atrocidades.-

-¿No te alegras de verme inmersa en objetivos mas altos? ¿No te sientes orgulloso?-

-Asqueado y decepcionado de que no entendieses nada. Renunciaste a tu color de piel, a tus principios, a todo lo que eras... eres repulsiva.-

Dos golpes sordos sonaron tras la espalda de Druida. Jack y Spitfire yacían en el suelo, noqueados por dos figuras cuya rapidez convertía en ráfagas. El tercer golpe se encontró con el escudo. El místico no podía volverse, bajo ningún concepto podía retirarle la mirada a aquella víbora, una disminución en su voluntad es todo lo que ella necesitaba.

-Has enojado a los dioses, Nekra. Medita tu retirada.-

-Aquí soy una diosa, patético llorón. No sabes lo cerca que está tu querido mundo de cambiar. Quizás pronto te permita lamer mis pies, o entre los dedos de estos, ¿no?-

La blasfema risa que acompaño estas palabras sumergió aun mas a los héroes en el negro desconcierto. Justo lo que Druida había estado esperando.

Con un salto casi inapropiado para alguien de su edad se lanzo hacia el trono, clavando sus dedos en el cuello de Nekra como la garra de una rapaz.

-Tu juego ha terminado, bruja. Nuestra historia termina hoy.-

A su espalda 7 vampiros de gran tamaño rodeaban a los tres Invasores aun en pie, sus miradas daban cuenta de lo mucho que habían vivido y del poco miedo que le tenían a sus presas, quienes ya formaban un pequeño circulo alrededor de sus caídos compañeros. Sus siseos comenzaban a hacer daño. Allí había mas de lo que parecía.

-¡Invasores, espalda contra espalda, y no se os ocurra distraeros, mantened la posición!-

-Anthony, querido, ¿tan tonta me crees?- Carraspeo Nekra, con su cara a pocos centímetros de la del mago, y con su laringe aun fuertemente oprimida por este. Mis nuevos amigos, no son la única carta que guardo. Y lo sabes, de no ser así no habrías venido a mí al descubierto. Si caigo... mmm, mejor míralo por ti mismo.-

Las dos inmensas compuertas existentes tras el trono se abrieron por la acción de un octavo vampiro, de pelo largo, cuya sonrisa transmitía una inquietante seguridad en la situación, con gran estruendo dejaron ver lo que tras ellas se escondía. Justo lo que Druida temía. Pocas esperanzas albergaban ya su mente, esa víbora se había dado cuenta de sus intenciones, ¿cómo pudo pasársele el hecho de que ella lo conocería tan bien como él a ella?

A las puertas de la ciudad, la Antorcha, estupefacta, veía como bajo sus pies y junto a la estatua del explorador comenzaban a congregarse todas aquellas criaturas que tiempo atrás les recibieron junto a la grieta, podía haber cientos de ellas. Todas permanecían en silencio, con sus negros ojos muy abiertos, intentando captar o comprender lo que dentro de su ciudad ocurría. Sus dioses se habían encontrado, y de aquello dependería su supervivencia. El flamígero invasor había podido oler también antes de la marcha de sus compañeros la presencia de vampiros de gran edad. Algunos de sus mejores amigos en el reich lo eran, pero eso no le quitaba un ápice de repulsión al característico olor que desprendían. Solo el deseo devolver a la isla pronto, el futuro ya se vería.

Todas las cabezas de invasores o vampiros se giraron hacia las compuertas que se acababan de abrir.

Una porción de delirante infierno lleno sus ojos. No era una sala de tortura, tampoco eran asesinatos en masa, aquello..., aquello era un matadero. Restos de criaturas eran apilados en grandes cajas de madera, troncos, brazos, piernas, todo menos las cabezas que eran desechadas en un foso. Los que estaban a punto de correr la misma suerte y pasar por la cuchilla, suplicaban piedad en las largas mesas donde eran troceados. Sus ojos empapados en lágrimas, su garganta en silencio, su nulo intento de defensa o movimiento alguno, solo el patético temblor que sufrían conscientes de su destino dificultaban su tarea a los verdugos. Los verdugos, claro. Nekra se había hecho con toda una legión de zombis que satisfacían sus deseos, era su especialidad, y en este caso tenia buen material a su disposición, cuerpos en semidescomposición de los cientos de exploradores caídos en la conquista del inhóspito continente servían a las ordenes de aquella deleznable mujer. La ironía definitiva.

La rabia ardía por las venas de Druida.

- Te, te...-


- No puedes hacerme nada, mi buen Anthony, al igual que a ti te ha tocado dominar lo vivo, a mi me toco la suerte de poder hacerlo con lo muerto. Y en estos parajes, la muerte impera. Trata de acabar conmigo si así lo deseas, eso no detendrá, mi... mi cadena de producción.-

Sus escupidas risas sonaron como cuchilladas en carne decrepita, nada mas adecuado con el panorama que se abría tras ellos.

La cadena de Thundra lanzo despedido a uno de los enormes vampiros que rodeaban al grupo, que salió despedido, golpeando la pared. El resto se acerco aun más a los tres invasores acorralados.

El hechicero comenzaba a aflojar la presa sobre el cuello de la bruja. Su mente estaba mas allá, tratando de establecer contacto con las criaturas afiladas para su desmembramiento.

Estas tan solo le devolvían la mirada.

-Tu turno, Aarkus. Sácalos de ahí amigo. Thundra nos quedamos solos, hombro con hombro, y que ninguno de estos seres sea capaz de acercarse a los caídos.-

La repuesta de la amazona fue una afirmación silenciosa. El ímpetu de hacia un momento se había transformado en concentración absoluta.

En una nube de humo amarillo, el ser de otra dimensión desapareció del lado de sus compañeros para aparecer fracciones de segundo después en mitad de la cruenta carnicería. Sus puños golpearon severamente varios zombis, que salían desperdigados, reincorporándose lentamente para volver donde el invasor, pronto decenas de ellos se le echaban encima, apenas dándole tiempo a quitárselos de encima.

Todo plan parecía fallar, pues las albinas criaturas seguían inmóviles, observando la lucha con sus enormes ojos negros, y agachando la cabeza en señal de sumisión a lo que el destino les deparase.

-Veo que al fin lo veis. Como dije, aquí soy una diosa, y estas criaturas no mas que alimento para mis asociados-. No podéis ganar, simples moralistas, no se puede luchar contra la deidad-. Con un golpe de mano, Nekra se quito fácilmente la presa sobre su cuello de un Druida totalmente desconcertado, incorporándose de su trono.

-Venceré sobre ti, maestro. Siempre supe que te superaría.- Como una pantera, su brazo derecho se elevo sobre el antiguo doctor, presto para atacar sus ojos, mientras seguía aun sumido en un intento fútil de comunicarse. Solo un golpe, hasta el cerebro, pensó.

-Los secretos nunca fueron bueno para un grupo, mi Capitán. Me sorprende que alguien como tu, no lo sepa-.

Una voz helada recorrió autoritaria toda la plaza. Vampiros y humanos miraron desconcertados en todas direcciones, todos menos Steve Rogers, quien permanecía con la mirada fija en el mayor de los vampiros, frente a él.

Una lengua de hielo, salía de un agujero en el techo de la cubierta plaza, como un gran gusano. En su extremo la ultima carta en la manga del líder de los Invasores, su nuevo miembro.

Jack Frost2, hijo de gigantes, permanecía altivo, rígido en pie sobre la lamina de hielo, llevando el abrigo largo de piel que su amigo le había dado y entonando una canción de guerra en su asgardiano natal. Sus manos brillaban como diamantes, como siempre que desplegaba su inmenso poder.

Los vampiros que rodeaban a los dos invasores en guardia, así como a sus compañeros caídos, comenzaron a caer de rodillas. Desde el suelo, Jack había hecho crecer en segundos estalactitas que atravesaron el corazón de estos.

-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ...-

-Este no hace falta.- Completo el Capi, que acababa de decapitar al mayor de ellos con un giro de la muñeca que portaba el escudo.

En instantes, los no muertos no eran mas que polvo.

Ahora era Nekra la que estaba profundamente desconcertada. Un ruido a su espalda la hizo volverse. Aarkus empujaba al foso donde tantas cabezas de los albinos batracios habían sido arrojadas, los últimos exploradores revividos por esta, así como todas las cajas repletas de restos que fue encontrando. Había derrotado a todos los muertos vivientes el solo. De alguna manera lo había hecho.

nk

- ¡¿El foso, no deis mas tributos al foso, acaso queréis una eternidad de desconcierto sobre vuestras cabezas?!- La lamina de hielo que servia de alfombra a Jack se dirigió bruscamente al lugar de Aarkus. Voces distorsionadas y mezcladas parecían provenir de la intensa negrura que contrastaba con la absoluta blancura de la plaza.

- Debo cerrarlo, pero antes esta lamiosa criatura recibirá una eternamente dolorosa lección sobre la deidad.-

Una jaula de hielo se formó en torno a Nekra, presa del pánico al comprobar que la jaula se dirigía hacia el negro abismo.

-¡Ellos querían su sangre! La sangre, todo esta ahí...

Vestidas de sollozos agónicos, fueron sus ultimas palabras mientras su prisión de hielo se perdía en la oscuridad.

Arrodillado sobre al agujero y sumido en una gran concentración, Frost comento a cantar de nuevo, mientras el foso se iba haciendo cada vez mas pequeño hasta desaparecer ante los ojos de los Invasores.

Cogiendo en brazos a los caídos y exhaustos, lanzaron la mirada hacia el pórtico por donde entraron, era hora de volver sobre sus pasos. Solo Druida se retraso, con la mirada aun fija donde una vez hubo un foso a la novena dimensión. Normalmente los sentimientos no son fáciles de comprender.

Los albinos batracios permanecían en el mismo sitio, cabeza agachada, a la disposición de sus nuevos dioses, para ellos nada había cambiado.

El rostro de la Antorcha se ilumino un poco mas si cabía al ver llegar a sus compañeros. Ja! Volvería a la comodidad de la isla, lo sabia. Bajo sus ardientes pies, el grueso de criaturas libres abrazaban- la estatua del explorador, produciendo un murmullo cuanto menos extraño.

- Aguardad, un momento grupo.- De su escondite en el reverso del cinturón, Steve Rogers saco un pequeño carboncillo y un trozo de papel. Apoyando este sobre una de las aristas del arco, y ante la perpleja mirada del resto, el mayor héroe de la 2ª GM comenzó a dibujar.

Cansados, los Invasores se miraban divertidos, incluso los reestablecidos Union Jack y Spitfire parecían tener ganas de hacer un comentario sobre la circunstancia que finalmente nadie hizo. El vengador había estado mas pensativo de lo normal en el camino de vuelta, pero esto parecía demasiado inapropiado para el concepto que tenían de el.

-Ya esta. Frost, Hammond, venid un momento por favor. Quiero que acabéis con eso y tratéis de hacer algo parecido a esto lo mejor que podáis.- Señalando a la estatua con el carbonillo, mientras con la otra mano les enseñaba el papel con su obra.

Jack Frost cubrió la estatua de hielo dándole un contorno mas adecuado a lo que el Capi había dibujado, la Antorcha remataba los detalles con finas llamaradas. Una vez finalizado todos observaron el resultado final, así como las intenciones de este.

La figura ahora detallaba a una de estas criaturas con el puño izquierdo levantado, en señal de victoria. Parecía mucho mas firme y recta de lo que estas eran al natural. Fueron agrupándose desconcertadas, frente a su nueva estatua, elevando el murmullo que habitualmente producían, hasta que este fue respondido, y las criaturas que se hallaban en la sala de ejecuciones comenzaron a salir de la ciudad, igual de maravilladas por lo que le había acontecido a su principal icono religioso.

Thundra se apoyo en la figura, cansada y deseosa de verla mejor. Una sucesión encadenada de miradas recelosas de las criaturas, le hizo quitar la mano de forma instintiva. Algo estaba cambiando.

- Sigamos nuestro camino, nos queda un largo camino de subida y pocos voláis. ¡Ah! Y brillante Capitán... deslumbradoramente brillante.- Sentencio Druida, quien a ojos de los demás parecía mas comunicativo y cercano que en todo lo que le habían conocido.


Poco más de una hora después, el ensordecedor sonido de la tormenta dio la bienvenida a los Invasores, quienes también lo recibieron de buen grado.

-¡El calor fue el problema. El calor los hizo subir!-

-¡¿Qué dices Druida? Si esto es para congelarse!- Respondió Spitfire, que no paraba de frotarse los hombros a hipervelocidad tratando de conseguir algo de temperatura por fricción.

Azotado por los vientos señalo sobre sus cabezas, al cielo. Ninguno se había percatado antes, tanto mirar hacia abajo, no se les ocurrió pensar que el problema podía estar arriba.

El agujero de Ozono era una imagen tristemente hermosa desde aquella perspectiva. Un inmenso arco iris circular, similar a la aurora boreal, pero mas difuminado por el tamaño. Ninguno supo que decir. Solo Aarkus.

-¡Druida, ¿podrás conectarme a la tierra? Necesito su fuerza para lo que voy a hacer!-

Sin detenerse siquiera a contestar, el mago cogió ambas manos del ser en otro tiempo conocido como la Visión con las suyas, quedando ambos ligados en un mini campo invisible que los envolvía, un


hueco en la tormenta, manteniéndolos alejados del resto del grupo. La boca, los ojos, todos sus orificios, comenzaron a excretar, para sorpresa de todos, grandes cantidades de un humo violeta muy parecido en su forma y textura al que aparecía cuando se teletransportaba, la conocida como niebla de otro mundo.

En poco tiempo, las dos figuras resultaron despreciables comparadas con la gigantesca nube violeta a la que estaba dando paso. El campo que los envolvía distorsionaba cada vez mas aquello que albergaba, como rotando a una altísima velocidad. La intensidad parecía no dejar de subir, los cambios de presión ya se podían notar en los alrededores del campo.

Una súbita explosión silenciosa acabó con todo esto, dispersando la niebla por muchas hectáreas. Tras de sí, de nuevo una relativa calma que llegó ligada a una invisibilidad total de la zona y a la incertidumbre de los expectante testigos.

- ¡He perdido a Aarkus! Druida apareció de la nada frente al resto, quienes permanecían reunidos para no perderse en aquella densa nube que lo cubría todo.

- ¡Capi, esto hace que empiece a perder las comunicaciones con el DK! Añadió Spitfire, mientras la escala del aeroplano se acercaba a ellos, abriéndose paso entre la inescrutabilidad.

Todos esperaban que el Capitán América determinase el camino a seguir. Quedarse a buscar a Aarkus o subir al transporte antes de que el frío acabase con ellos. Así era la vida de Steve Rogers.

- ¡Tengo al limón, nos podemos ir!- Del lado opuesto a Druida apareció Union Jack llevando a

Aarkus, inconsciente, en brazos, toscamente se abrió paso entre sus compañeros hasta alcanzar la escala y treparla con su compañero al hombro. Aliviados, el resto no tardo en seguirle.

Tres abrigos sepultaban a Spitfire ya en la cabina de la nave, estaba tan hinchada que apenas era capaz de manejar los controles. A su lado, Union Jack no podía evitar sonreír mientras la miraba de semejante guisa, igual que no podía evitar que se le cayera la baba con las cosas de la anciana- señora Falsworth.

Tras ellos, en la sección de pasajeros, el Capi y Druida miraban desde sus ventanillas como aquella densa niebla tapaba completamente la grieta que un día aterrorizara a las naciones del mundo. Sobre un par de asientos cercanos, Thundra mantenía la cabeza del inconsciente Aarkus apoyada en uno de sus mulos, acariciándola con maternal ternura.

- Supongo que esto será mas que suficiente para mantener a salvo a estas criaturas de la radiación solar, Capitán-.

-Entre otras cosas, Druida, entre otras cosas-. Steve encendió el transmisor de su muñeca.

- Confirmado Val, la zona esta perdida, contaminada. Y la invasión ha sido frenada. Ya lo leerás en mi informe.-

- Recibido. Quizás debierais daros prisa Invasores, aquí hay algo que deberíais ver.-

La voz distorsionada por la transmisión por radio de Valerie Cooper silenció todo el transporte.

- ¿Os gusta Led Zeppelin? Os espero.-

Aun mas atrás la Antorcha y Jack Frost, reanudaban la conversación tras la interrupción del enlace con las Naciones Unidas.

-¿Una isla dices, Jim?-

-Sí Jack y además artificial. No imaginas como el hombre ha hecho avanzar la tecnología.-

Según el DK 01 se alejaba de aquellos helados parajes, y totalmente desapercibido para el resto, un miembro de su extraña tripulación dejaba caer una lagrima helada, a medida que observaba por su ventanilla como el mundo se tornaba mas cálido.

Próximo episodio: Stairway to heaven.

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Referencias:
1 .- La antigua novia del segador y Druida se conocieron en la miniserie del hechicero. Al convertirse Druida en una amenaza tanto a la seguridad del mundo como del equilibrio mágico de la Tierra, el señor demoníaco Daimon Hellstrom decidió eliminarle. Descubriendo que el geis, o debilidad mística de Druida era el amor de las brujas, reanimó a la villana Nekra para que usara sus habilidades para seducirle. Nekra así lo hizo, robándole así su voluntad y poder, y finalmente, Hellstrom y Nekra le mataron y quemaron su cadáver en un cubo de basura.
2 .- ¿Os habíais olvidado de el?

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