Star Trek la serie original nº03

Título: Las Voces de Al-Niyat (y III)
Autor: Sikileia
Portada:
Publicado en: Mayo 2006

El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Gene Rodenberry

Nota: Esta historia esta situada poco después de Star Trek la película

Kirk comenzaba después de unas horas a recobrar la consciencia perdida. Los dolores de brazo volvieron a hacerse notar. El almirante estaba quejándose y rumiando palabras sin sentido. Le estaba dando un nuevo acceso de fiebre. Los índices del escáner médico comenzaron a fluctuar de arriba abajo. La enfermera que estaba de guardia se sobresaltó y avisó a McCoy quien con un hipospray administró un calmante a Kirk. Éste volvió a caer en un profundo relax, pero había que hacerle bajar la fiebre… Entonces ordenó a la enfermera de guardia que fuese a buscar unos paños fríos. “Un método un tanto primitivo, Jim –admitió para sí el médico del ENTERPRISE- pero efectivo”. Las gotas de sudor cubrían la frente del almirante.

Cuando la enfermera retornó con el encargo de McCoy, el propio médico comenzó a colocar con cuidado los paños fríos sobre la ardiente frente de su amigo; éste se quejaba de vez en cuando. El doctor vio que le aliviaba un poco.

Las heridas del almirante estaban curándose e iban cicatrizando poco a poco. McCoy al efectuar la cura había colocado un poco de plastipiel para favorecer el proceso de sellado de las tres heridas. Lo importante en una primera etapa era detener la hemorragia interna, restaurar los vasos sanguíneos dañados y cerrar las heridas. Así después podría operar con toda normalidad sin complicaciones de segundo orden.

Poco tiempo después, la enfermera jefe Chapel trajo al doctor las digitografías en 3-D del último escáner exploratorio realizado a James T. Kirk. McCoy observó cómo un trozo de flecha alargado se alojaba en el omóplato izquierdo del almirante y penetraba hacia una costilla. Pero la que revestía mayor gravedad era la del antebrazo: una punta metálica de flecha, con forma dentada a los lados y acanalada en el centro que parecía haber desgarrado por dentro tendones y fibras musculares al clavarse en el brazo de Kirk, como si un antiguo peine de púas terrestre se hubiera enredado en una larga cabellera. De momento, la operación tendría que esperar hasta que Jim estuviese lo suficientemente fuerte y las heridas bien cerradas, cosa que pasaría en días…


Arriba en el puente la situación se hacía tensa por segundos. Cada minuto que pasaba era un paso más hacia el desastre. Pero algo inesperado ocurrió a los cinco minutos:

-Capitán Spock.-comentó Uhura. –Nos están llamando desde la Salatrel.

-En pantalla –replicó Spock.

En unos instantes, la pantalla negra con el planeta al fondo desapareció. Otra vez la cara del orgulloso y recio romulano volvió a aparecer:

-Hola de nuevo, capitán.

-¿Y bien? –preguntó un frío Spock.

-Vemos que estamos en desventaja, capitán… -Tras una pausa continuó: Además, estoy a punto de retirarme y veo una pérdida de tiempo el seguir aquí dado que nuestro pacto con Zandhi-Baar y los alniyatianos ramaq ha concluido… Por ello, hemos decidido retirarnos de Al-Niyat V…

Spock estaba que no salía de su asombro, conocía la altanería de los romulanos y otro almirante habría llevado hasta la muerte a su tripulación con tal de salvar su honor. Pero Rumak no había terminado su frase:

-… pero nos iremos con ciertas garantías: La primera, que no se harán prisioneros no se abordará la Salatrel bajo ningún pretexto…

-Concedido. –Contestó Spock tras reflexionar un poco. –Prosiga, Rumak.

-La segunda, es que su nave nos escoltará hasta el límite de la Zona Neutral y que usted conseguirá, por decirlo así, un salvoconducto para mi nave de parte de la Federación.

-Concedido también…

-…y la tercera más que una garantía… es una petición… de socorro: Mi nave está comenzando a agotar sus cristales de dilitio, capitán Spock, debido al uso del dispositivo de ocultación… Solicitamos asistencia técnica de inmediato… Unos nuevos cristales que se pueden conseguir perfectamente en la superficie de Al-Niyat… Se lo ruego encarecidamente ya que no dispondríamos de suficiente fuente de energía para volver…

Al oír aquello más de un miembro del Puente estaba a punto de reírse, especialmente Chekov y Sulu. Sólo la mirada hierática que les dirigió Spock evitó una sonora carcajada delante de las narices, y orejas, del romulano.

-Aceptado también, almirante Rumak… Pero yo también le antepondré mis exigencias:

Los prisioneros que tengo a bordo, y especialmente Zandhi-Baar son culpables de varios delitos contra la Federación y por tanto, serán juzgados según la normativade ésta. Así, por ello, Rómulus evitará cualquier conflicto con la Federación a escala galáctica…

-¡Hum! –farfulló Rumak. –¡De acuerdo!

-Dos. –añadió el vulcaniano. –Viajarán durante todo el trayecto hasta la Zona Neutral son usar el dispositivo de ocultación… Sabemos que disponen de suficiente combustible como para salir de este cuadrante sin estar camuflados. Así que los cristales de dilitio se los daremos antes de traspasar sus fronteras.

-Muy bien. –dijo rendido el romulano. –Aceptamos todas sus condiciones.

-Y tres, la más importante, renunciarán a cualquier derecho de conquista e invasión de Al-Niyat V así como de que se respetarán su estatus de miembro de la FPU. Esto implica el reconocimiento del gobierno legítimo alniyatiano por parte de su mundo así como el evitar toda intromisión en asuntos internos.

-De acuerdo… -concluyó resignado Rumak.

-Partirán dentro de 72 horas, tiempo local de Al-Niyat, a contar desde ahora. En ese tiempo llegará el carguero federal Perséfone que será el que lleve los cristales y nos servirá como nave de abastecimiento. Mientras tanto, le propongo una tregua por ese tiempo entre nuestras dos naves, si a usted le parece bien, Rumak, como garantía de nuestra buena voluntad.

-Está bien, capitán. Corto y cierro. Ya nos pondremos en contacto en 72 horas solares.


Habían pasado ya 28 horas antes de dejar Al-Niyat V para escoltar a la Salatrel a la Zona Neutral. En ese lapso de tiempo, Kirk mejoró de sus heridas y la fiebre le descendió gracias a los diligentes cuidados de Leonard H. McCoy, quien tomó más de cinco cafés diarios con tal supervisar personalmente la evolución de su paciente.

El almirante estaba ya consciente y podía ingerir ahora alimentos sólidos. La sonda intravenosa con suero le había sido retirada al igual que el reemplazador de fluidos. Sin embargo, tenía inmovilizados el pie derecho y el hombro y antebrazos izquierdos.

Comenzó a recibir numerosas visitas sobre todo las de sus fieles amigos del puente: Sulu, Chekov, Uhura, Janice Rand… y la del Sr. Spock quien le refirió todo lo acaecido con la salatrel así como de las nuevas órdenes llegadas de la Flota Estelar para proporcionar a los alniyatianos Zubal toda la asesoría militar así como apoyo logístico en base al artículo 34 de los Estatutos de la Federación. Sin embargo, la Federación evitaba así toda injerencia que traicionase la Primera Directriz y daba la posibilidad de que fueran los propios alniyatianos los que buscasen la paz. También le refirió cómo se estaban haciendo los preparativos, en los montes de Za-ra-dok, de las exequias pro N’Zaiss y de la ascensión al poder del hermano de la Gran Líder, L’Waq.

-Es un joven muy idealista. –Opinó Spock . –Pero creo que podrá continuar la labor de su hermana.

-Al menos Sha-Vor-Ta’U caminará hacia la paz definitiva. Pero ¿a qué precio? –comentó Kirk y después de respirar profundamente añadió: -Spock me gustaría asistir a las exequias por N’Zaiss es lo mínimo que puedo hacer por quien me salvo la vida…

-No lo sé, Jim… Le tiene que dar el alta McCoy, yo no puedo hacerlo… Soy el oficial científico, no su médico.

Kirk rió de buena gana tras oír la frase ¿Acaso el mundo se había vuelto del revés? Entonces se sentó sobre la camilla:

-Me marcho ahora al puente… Diga lo que diga McCoy, al menos no podrá sacarme de mi terreno…

Spock permaneció callado. No podía contradecir al almirante ya que siempre se salía con la suya.

En ese momento llegó McCoy y miró atónito a Spock y a Kirk:

-¡Vaya, vaya, Spock! ¡Qué golpe más bajo de su parte! Con que conspirando a mis espaldas para que mis pacientes escapen de la enfermería.

Spock levantó una ceja asombrado. Y McCoy miró al almirante gruñéndole:

-En cuanto a Jim… ¡hale, a la cama! ¿Cuándo le he dicho a usted que se levantara? Y en relación a usted, Spock, márchese… Jim debería evitar malas compañías como la suya.

-¡Bones! Spock no tiene nada que ver… yo soy el cabeza loca aquí… Creo que ya estoy bien y que puedo estar en el puente… Y querría asistir de paso a los funerales de N’Zaiss. –Replicó Kirk como pudo defendiendo a Spock. –Estoy bien ¿no lo ve?

McCoy puso una cara aún más de mala leche. Kirk se excusó:

-O.K.… Me acostaré… Pero le digo que estoy bien…

-Si no me necesitan ya, me marcho, Jim. Estaré en el puente. –Dijo despidiéndose el vulcaniano mientras salía camino del turbo-ascensor.

Cuando el almirante fue a recostarse un dolor agudísimo recorrió como un chispazo el hombro de Kirk. Éste intentó disimular, pero McCoy le pilló…

-¡Basta, Jim! ¡Deje de hacer de “médico” y escúcheme! Le propongo algo… ¿Quiere que le opere para extraerle los dos trozos de flecha ahora? En 12 horas podrá estar aún mejor e ir dónde le plazca… Decida: ahora o nunca, es su última oportunidad…

-De acuerdo, doctor… Me rindo… Empiece lo antes posible… -Se resignó Kirk.

Las siguientes dos horas transcurrieron rápidas para paciente y médico. Jim estaba con anestesia general yaciendo boca abajo con la cabeza tocada por una especie de gorra. Estaban ya en quirófano. Sobre el hombro izquierdo de Kirk, ya desinfectado, McCoy colocó una sábana plástica de color azul calada con un agujero rectangular y sitúo los equipos de microcirugía electrónica último modelo que le ayudarían a localizar y extraer los dos trozos de dardo sin dañar los tejidos musculares o nerviosos. La operación iba a ser complicada ya que tal como había visto en las digitografías, la posición de los dos cuerpos intrusos era bastante incómoda de operar.

A su lado, la competente Christine Chapel y su ayudante, la capellana Tayris, una de las primeras personas de ese mundo en entrar en la Flota Estelar. Ellas dos serían las encargadas de suministrar a McCoy el instrumental quirúrgico y médico según lo necesitase.

Con un bisturí láser el doctor hizo varias incisiones limpias. Empezaba la fase álgida de la operación. Mientras, las dos enfermeras velaban por la presión arterial, el corazón, el pulso, la temperatura y la transfusión correcta de sangre desde el remplazador de fluidos hasta el cuerpo del paciente.

Pasaron otras tres horas. La fatiga comenzaba a hacer mella en el jefe médico. El ajetreo de los días anteriores se notaba en su bienestar físico pero se sobrepuso ya que sabía que estaba respaldado por dos excelentes profesionales. El visor electrónico de 10.000 aumentos del equipo de microcirugía ayudó muchísimo a McCoy quien pudo completar la operación con éxito a pesar de la mala posición de los cuerpos ahí alojados. El doctor extrajo finalmente las dos esquirlas con el bisturí y las depositó en una bandeja de metal.

Ahora quedaba tan sólo suturar reparando vasos sanguíneos, tendones y ramificaciones nerviosas, proceso que le llevó otra hora y media. La intervención ya concluía. McCoy procedió a sellar las incisiones con un lápiz médico. Colocó un poco de plastipiel para acelerar el proceso natural de curación.

Respiró profundamente y se llevó la mano a la frente para limpiarse el sudor. James T. Kirk estaba fuera de peligro. Entre Chapel, Tayris y él lo llevaron a otra camilla de la enfermería para el postoperatorio.

El almirante Kirk despertó boca abajo. Al principio, su visión era borrosa aunque después las formas difuminadas fueron poco a poco recobrando su apariencia normal. Distinguió entre ellas la de la enfermera Chapel. Intentó levantarse pero la jefa de enfermeras se lo impidió:

-Lo siento, almirante. Debe quedarse ahí un poco más. La operación ha salido perfecta. En horas podrá levantarse, aunque con cuidado…

-Por favor, señorita Chapel… Cámbieme de postura… -Suplicó Kirk con voz débil. –Estoy muy incómodo así y me cuesta respirar…

-Esta bien… Pero nada de trucos, almirante… Como intente escaparse tengo órdenes de McCoy para atarle y administrarle un calmante…

Chapel dio la vuelta como pudo al convaleciente Jim Kirk y colocó su pierna derecha en una especie de cojín. Ahora el almirante se hallaba sentado con el brazo izquierdo vendado hasta el hombro y el antebrazo en cabestrillo.

-¿Le duele? –preguntó la enfermera con dulzura.

-No. Y con usted a mi lado la convalecencia se hará más llevadera. –Dijo Kirk con una sonrisa maliciosamente feliz.

-Me alegro de que esté bien, James.

Pasaron ya 42 horas según la hora local de Al-Niyat. James T. kirk había respondido muy bien al postoperatorio y McCoy ya le había dado el alta… Aunque sólo podía ejercer el cargo de almirante desde la silla de mando ya que el cascarrabias del doctor le había prohibido todo movimiento brusco. Ver a Kirk con la pierna en alto y el brazo en cabestrillo daba al oficial un aire cómico.

Desde el sillón pudo ver Al-Niyat V con todo su esplendor. Y se acordó de N’Zaiss…


EPÍLOGO:

Al día siguiente, casi todos los miembros importantes de la USS ENTERPRISE con Kirk al frente estaban en las primeras filas durante las exequias de N’Zaiss en los montes de Za-ra-dok, junto al nuevo Líder L’Waq. Sobre un catafalco elevado estaba un ataúd rojo que contenía, embalsamados, los restos mortales de la joven Gran Líder Zubal que estaba envuelta en un sudario púrpura con extraños grabados circulares blancos. A los lados, presidiendo el acto, inmóviles y enigmáticas, las Cariátides de Sha-Vor-Ta’U.

Alrededor de la muerta Líder, dos filas de monjes San-chun, con túnicas rojas y fajas negras, entonaban monódicos cantos de los Kirk sólo pudo entender la palabra “Zar-kha-dum”. Haciendo escolta, dos guardias zubal y otros dos ramaq velaban lanzas ante N’Zaiss.

Comenzaba a caer la tarde en esta parte del Universo. La primera en salir fue la estrella Nya Am-Karal (Antares), el Ojo que Todo Lo Ve, el Ojo de Zar-kha-dum. Los monjes continuaron sus cánticos, tal vez una especie de mantra que procuraría un estado de trance con el cual contactar con las Voces de Al-Niyat, los cánticos ancestrales de los primeros Oi-maa de Sha-Vor-Ta’U.

Entonces dos monjes San-chun comenzaron a apilar troncos de madera De-Kai-Po’D, madera aromática que provenía del ecuador de Al-Niyat, mientras que otros dos echaban pétalos de flor Nee-Di-Zaam, una especie de clavel gigante azul, sobre el ataúd hasta cubrir su cuerpo con un manto celeste perfumado. Y otros dos monjes completaron el ritual quemando trozos de De-kai-Po’D en sahumerios de oro. Así, les explicó L’Waq, las puertas de Nya Am-Karal se abrirían para recibir a la parte inmortal, hecha de nácar Na-Pa-Dhaam y de la chispa de Zar-kha-dum de la fallecida. A la tierra se devolvía el cuerpo de N’Zaiss que sería incinerado en breve en su pira funeraria…

Las llamas comenzaron a crepitar alrededor del cuerpo. Un par de horas después, todo quedó reducido a cenizas que los monjes recogieron hábilmente en vasijas de metal dorado y habrían de conservar enterradas en Za-ra-dok, la tierra de los primeros oi-maa´.

La ceremonia había terminado. Los deudos de la comitiva se fueron yendo poco a poco y terminaron por dejar casi sola a la delegación de la Federación. El último alniyatiano en despedirse de James T. Kirk y los suyos fue L’Waq quien tan sólo intercambió unas palabras protocolarias de pésame y condolencia y le deseó buen viaje de vuelta…

Kirk, sentado en una especie de diván oriental, estaba embargado por la emoción; quería llorar pero no podía porque sabía en el fondo que ella estaba de alguna manera viva y aquello le tranquilizaba en parte.

Spock envuelto en su túnica negra vulcaniana con bordados blancos, le miraba de soslayo, preocupado porque percibía las ambiguas emociones, mezcla de alegría y tristeza, que pasaban por la cabeza de su amigo. Entonces, colocó su mano en el hombro derecho del almirante y le susurró despacio:

-Jim… No se martirice más… Comprendo su estado de ánimo actual… Pero debe saber que su muerte no ha sido en vano… Traerá la paz a este planeta… La gran mayoría de los alniyatianos se han dado cuenta más que antes de lo importante que era la labor que su Gran Líder realizaba por ellos… Por primera vez tras muchos decenios de guerra los zubal y los ramaq convivirán entre sí. Y esto no es nuevo, Jim; la propia historia de su mundo ha conocido líderes que dieron su vida por los ideales que profesaban: Gandhi, Kennedy, Martin Luther King… Y hoy. La joven N’Zaiss…

-Gracias, Spock, por sus consejos…

-Almirante, lo más importante es que N’Zaiss vive. Usted ya me entiende.

De pronto un pitido intermitente se escuchó en el comunicador que Spock llevaba en su muñeca. Era la voz de Uhura:

-¡Señor Spock! ¡Almirante Kirk! Flota Estelar nos comunica que vayamos haciendo los preparativos para escoltar a la Salatrel hasta el límite con la Zona Neutral. Nos comunican que llegan con tres horas solares alniyatianas de adelanto el carguero Perséfone junto con la USS Gettysburg con el nuevo delegado de la Federación para Al-Niyat V, Androvar Drake [1] .

James T. Kirk escuchó atónito ese nombre.

-¿De cuánto disponemos para partir? –Inquirió Spock,

-Dos horas y media, señor.

-¿Están avisados los de la Salatrel?

-Ya se encargó de ello el oficial Chekov, capitán. Quería decirle además que El resto de la tripulación del puente ya ha subido a bordo.

-De acuerdo… Uhura, Dígale a Scotty que nos transfiera al almirante, a Chapel, a McCoy y a mí mismo a la nave dentro de 10 minutos.

-De acuerdo, señor. Se le avisará cuando vayamos a transportarles. Uhura fuera.

Kirk empalideció. Estaba que no salía de su asombro y no daba crédito a lo que acababa de oír.

-¿Le ocurre algo, Jim? –Preguntó extrañado McCoy agachándose junto a Kirk.- ¿Quiere que le dé un tranquilizante?

-No… No es por lo de N’Zaiss, doctor. Es… Es… ese nombre, Bones: El capitán ANDROVAR DRAKE…

-¿ANDROVAR DRAKE? ¿Y qué le ha hecho ahora ese pobre muchacho?

-¿Pobre muchacho? Ese “pobre muchacho”, Leonard, es otro Zandhi-Baar en potencia… Es un viejo amigo de la Academia que tenía un punto de vista muy marcial sobre hacer las cosas… Un viejo enamorado de las guerras del pasado… Y entre nosotros dos no existía camaradería precisamente.

-No se precipite, almirante… Tal vez sean viejos resentimientos juveniles y haya cambiado… Los milagros a veces existen… -Añadió McCoy intentando echar tierra al asunto.

-El doctor tiene razón, Jim… No se deje embargar por sentimientos emocionales. –Sugirió Spock.

-¿Ve, Jim, cómo los milagros sí existen? –Reiteró McCoy meneando su cabeza en dirección al vulcaniano. –Aquí tiene la prueba.

Spock levantó una ceja mientras Kirk observaba a sus dos amigos con la risa dibujada en sus labios.

-Bueno… ¿Quieren que les confiese un secreto a cerca de ese Androvar Drake? En los tiempos de la Academia me llamaba… JIMBO.

-¿JIMBO? –se sorprendió riendo el médico. –Curioso nombre, Jim… Más apropiado para un perro o un gato.

-Gracias por su sugerencia, Bones… Y por favor, cállese, le he dicho que es un secreto…

-No se preocupe, Kirk… Lo será.

El comunicador de Spock sonó de nuevo. Ahora era Scotty.

-Señor Spock, cuando quieran puedo irles transfiriendo a la nave.

-De acuerdo, vaya transportando primero al Dr. McCoy y a Chapel… Yo iré después…

-Jim, –protestó el médico georgiano. –le di el alta a condición de que le tuviera siempre bajo vigilancia.

-Precisamente por ello, necesitaré a alguien en quien apoyarme cuando suba ahí arriba… Por favor, Scotty, transpórtelos… Es una orden.

-Si, señor.

En fracción de segundos, tanto Chapel como McCoy se disolvieron en dos haces azules y dejó al médico farfullando solo Dios sabía qué maldiciones terrestres herencia de su pasado pueblerino.

James T. Kirk se dirigió luego a su oficial científico:

-¡Ayúdeme a levantarme, Spock! –Suplicó levantando el brazo sano.

El vulcaniano le subió hacia arriba y apoyó al almirante sobre su hombro.

-Es una pena que tengamos que abandonar este maravilloso mundo. –Prosiguió Kirk con nostalgia. –Aquí también he conocido la tristeza más absoluta ¿Tal vez porque como decía N’Zaiss “la Belleza era un espejo en el que se contemplaba la Muerte.”?

-Unos versos fascinantes, almirante. Pero recuerde lo que le comenté en Zhom-qis-naar… También el dolor es una vía que abría el camino de la felicidad. Al final, uno acaba sabiendo cuál es la causa el dolor y aprende a asumirlo. Y usted no será una excepción, Jim. Todavía tiene que aprender… y mucho… Sólo el Tiempo será su verdadero maestro y verá que tengo razón, almirante. Usted cambiará y verá las cosas de modo diferente.

Kirk miró sonriendo a Spock y le interpeló en tono de sorna:

-¿Spock, es usted budista?

El vulcaniano levantó una ceja y confesó al almirante:

-Una filosofía sublime y fascinante, Jim, muy cercana a la de Surak.

Entonces el almirante miró a su oficial unos instantes.

-Siempre recordaré esas palabras, Spock… Hoy me ha enseñado en pocos segundos lo que he necesitado años en aprender… -comentó agradecido Kirk. –Y ahora, dé la señal para transportarnos. –ordenó mientras miraba una última vez el anochecido cielo estrellado de Al-Niyat V.

Un leve cosquilleo comenzó a fluir del interior del cuerpo de James T. Kirk. En décimas de segundo los haces del rayo transportador descorporeizaron al almirante y a su oficial vulcaniano. La última imagen que Kirk vio en la superficie de Al-Niyat V fue la del Ojo de Zar-kha-dum en la que creyó ver en una aureola nimbolada la imagen triunfante de N’Zaiss envuelta en su túnica color sepia.

Después, el silencio del neblinoso vacío molecular…


EPÍLOGO(2): Años más tarde... Tras el acuerdo de Kitomer, que sellaba la paz entre los klingon y la Federación (Star Trek VI: Aquel País Desconocido)

COMO LÁGRIMAS EN LA LLUVIA

Era la fecha estelar 9529.7.

William Shatner as James T. Kirk in Paramount's Star Trek VI

Hacía apenas dos horas, según el Tiempo Universal, que James T. Kirk, había anotado por última vez como capitán en el cuaderno de bitácora la ruta definitiva a tomar por su nave: “Segunda estrella a la izquierda, todo recto hacia el Mañana.” Era el camino más largo posible ya que después las cosas ya no serían las mismas para Kirk. Todavía estaba en su nave, así que no tendría que justificar a la Flota Estelar el porqué escogió una ruta alternativa para volver a la Tierra.

Jim pensaba ésta y otras cosas mientras contemplaba la lejanía del Universo… El rostro, ya con más años, del antiguo almirante se reflejaba en el aluminio transparente del ventanal de la Sala de Juntas. Entretanto, su nave se dirigía a velocidad de curvatura irremisiblemente a su destino final…

Las estrellas se agolpaban en la retina de Kirk y desaparecían vertiginosamente como si fueran fantasmas del pasado… De repente, en lontananza, distinguió una gigante roja que con su luminosidad comenzó a teñir de color sangre la sala vacía y a oscuras desde la que contemplaba el paisaje cósmico…

Una voz lo sacó de aquel estado de semitrance. Era la de la fiel Uhura:

Uhura, 2293

-Capitán.-dijo la oficial de comunicaciones-estamos llegando a las proximidades de Antares. Usaremos esta estrella como punto de referencia navegacional para tomar la ruta hacia la Base Estelar 29, tal como nos ha dicho, señor.

-De acuerdo, teniente comandante. Gracias por notificármelo. Kirk fuera.

ANTARES ¿Qué le podía recordar aquella palabra? Cerró los ojos… La respuesta tendría que encontrarla unos 20 años atrás… Sí… N’Zaiss, Nya Am Karal, Al-Niyat V, Sha-Vor-Ta’u… nombres que pertenecían a su pasado, a su pasado poblado de sombras y espectros… Toda una cohorte de borrosas figuras que iban persiguiendo al capitán a través del Tiempo y el Espacio. Cerró los ojos y allí la vio. A N’Zaiss. Llamándole desde el vacío estelar, con su rostro proto-vulcaniano y piel azul claro de luna… Y lo llamaba por su nombre, como las dos sirenas del Estrecho de Messina, en Sicilia (Tierra), habían hecho milenios atrás con otro héroe, Ulises…

“¡Kirk, Kirk, ven!”- le animaba la sensual voz de N’Zaiss.-“¡Ven y escucha las voces de Sha-vor-Ta’U, las Voces de Al-Niyat!” ¿Qué estaba pasando? Había dejado tanto atrás: Edith Keeler, David Kirk Marcus, Meter, N’Zaiss… que habría hecho lo que fuera con tal de tenerlos junto a él unos instantes más…

Aún guardaba en su casa de San Francisco casi como exvotos las dos esquirlas de flechas ramaq que McCoy sacó del cuerpo del entonces almirante así como la flecha que había matado a N’Zaiss y que iba dirigida contra él… Resultaba paradójico que otros dieran su vida para que él pudiese vivir para contarlo. Justamente él, que tantas veces había coqueteado con la muerte.

Quiso asegurarse que aquella N’Zaiss no era real, sino algo forjado por su imaginación para no romper el largo hilo que le conectaba con el pasado. Pero ahí estaba… Donna angelicata, visión mística, musa estelar… cantando una extraña melodía… como si fuera la guía que le introdujese, como una nueva Eurídice, en esos territorios prohibidos del futuro donde allí nadie estuvo antes, …Kirk alargó sus brazos para abrazarla una última vez pero no la alcanzó… La visión de N’Zaiss desapareció de repente, entre los fulgores de Antares, y con ella, aquel extraño cántico ¿Tal vez, una de las Voces de Al-Niyat?

Sabía que las cosas iban irremediablemente a su término. Al final, él no marcaría esa diferencia y quedaría para siempre condenado al olvido. Quizás, como dijo Spock, algún día tendría que aprender y parte de ese aprendizaje era asumir como tantas veces le recordó su fiel amigo “el orden consecuente y lógico del Todo”. Era una especie de viaje iniciático que lo llevaría a un nuevo modo de ver las cosas…

Así, miró por vez última hacia Antares, que se alejaba a velocidad factorial de su campo visual y ya en la distancia, reconoció la estrella Al-Niyat que junto con sus compañeras formaba la silueta del Escorpión. Fue un encuentro fugaz con los recuerdos, con el pasado que se le escapaba…

Entonces, algo inesperado ocurrió: Los ojos adquirieron un brillo extraño, tembloroso… y comenzaron al fluir las lágrimas… ¿de alegría o tristeza? Kirk estaba llorando… Aquel hombre que no dejó a Sybok penetrar en los más oscuros recovecos de su existencia y había hecho del dolor su coraza contra los embates de la vida, estaba ahora llorando como el más simple de los mortales.

Kirk se enjuagó las lágrimas que embebían su rostro y volvió a mirar a las estrellas…

De pronto la puerta de la Sala de Juntas se abrió fortuitamente.

Era Leonard McCoy y así le identificó en la penumbra…

Y reconoció su voz socarrona:

-¿Dónde estaba metido? Deja a Chekov en el puente y se larga tan tranquilamente…-Y continuó muy serio.-¿Otra vez envuelto en meditaciones sombrías, James? ¿Tiene acaso morriña porque le jubilen?

Leonard McCoy, 2293

-No, doctor… Y déjeme en paz…-le increpó un molesto Kirk.

Entonces el jefe médico observó bien en rostro de su amigo y le contestó:

-¡Vaya, Jim! Ha estado llorando ¿no?

-No… A Ud. eso no le incumbe… Márchese…

-Venga, capitán… Esos ojos hinchados y brillantes… No me dirá que se ha puesto el Retinax-5.-Las palabras irónicas de McCoy calaron hasta lo más hondo de la autoestima de Jim Kirk.-N’Zaiss… Estaba acordándose de N’Zaiss… Y no me lo niegue; ya lo intuía porque era la primera vez que pasábamos cerca de Al-Niyat y Antares después de 20 años…

-¿Y quién le enseñó a entrometerse en la mente de la gente, Bones? ¿Spock? ¿Por fin ha hecho las paces con él y le ha enseñado las argucias vulcanianas que él sabe?

-Bueno, Kirk… no era mi intención el molestarle… Pero a mí no se me escapa nada… Es la habilidad secreta de ser un buen psiquiatra… En cuanto escuché de labios de la alférez Gucci la palabra “Antares” me imagine que Ud. no se perdería el espectáculo…-Entonces colocó su mano en el hombro del capitán y cambió el tono de su voz, pasándose a tutearle y haciéndolo más paternal: -Jim, por mucho hombre de hierro que seas, también tienes tus pies de barro… O si lo prefieres, tu “corazoncito”… Eres un ser humano y no puedes pretender jugar a ser Spock y creerte ser inmortal… Aunque pensándolo bien ya me gustaría por una vez tener su particular “secreto de la eterna juventud”.

-… “Haz que vuelva el ayer” ¿Conoce esa cita de Shakespeare, doctor?

-Jim, soy un médico, no un literato… Pero creo que sé por dónde va la referencia: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. De lo que usted tiene miedo es del futuro, de aquel “país desconocido” del que hablaba el canciller Gorkon ¿verdad? Y tiene miedo de no saberse adaptar a él ¿a que sí, Jim?

-Sí, lo admito, McCoy.-se resignó el capitán-Todo parece que se dirige hacia un punto final… Vivimos tiempos extraños…

-Pues aquí le traigo el brebaje mágico que convertirá sus lágrimas de pena en lágrimas elaasianas, Kirk.

Sacó una botella metálica y un par de vasos.

-¿Qué es?-preguntó el capitán mosqueado.-¿Sabe que aún le puedo hacer arrestar por beber alcohol estando de servicio?

-¡Vamos, James! Es “Consuelo Rigeliano”. Mi remedio curalotodo para las almas en pena como la suya, mi buen capitán… Receta de su médico personal… Tenga su vaso.-insistió mientras le echaba un burbujeante líquido rosado dentro de su recipiente.-…y brinde conmigo por esos tiempos extraños…

Capitán y jefe médico hicieron chocar sus vasos y bebieron el contenido de un trago.

-¿Tiene algo más de ese “Consuelo”,Bones?

-¡Ajá! Ya sabía que te iba a gustar… Toma un poco más…

-Doctor, no sé que me pasa hoy… Debería estar en el puente… Y estoy aquí hablando sólo… ¡Me estoy haciendo un carcamal! ¡No soy ya el mismo!

-¡Y todos! Menos ese elfo de sangre verde que parece que ha firmado un pacto con el mismísimo Lucifer.-dijo con una voz que denotaba a la vez malicia y cariño por Spock.-¿Y tu nave, Jim? Ella te ha servido dignamente y sin rechistar… ¿No crees que ella es tu verdadero amor?

A James T. Kirk casi se le atragantó el “Consuelo Rigeliano” al oír aquello.

-No te hagas el duro contigo mismo, Jimmy… Sé cuál es tu pasión más oculta: Estar siempre en la grupa de las estrellas… En ese sillón de mando… Por encima del amor la vida y la muerte.

-No soy el hombre de antes, Bones … Mírame fijamente, llevo detrás de mí a toda una legión de quimeras y sombras que desde el pasado buscan atraparme en sus redes… He llevado (y llevo) la responsabilidad de ser el capitán y servir en cambio a la vida… Resulta fascinante, Leonard … De paseo por la vida y la muerte…

-¡Humm!-refunfuñó el doctor-No me empiece con las monsergas filosóficas a lo Spock… Ni me recuerde que se me metió –añadió señalando con su índice derecho la arrugada frente- hasta el mismo fondo de aquí…

Kirk sonrió un poco.

-Así pues ¿Por qué he llorado entonces? Algo está fallando… -titubeó el capitán de Iowa-Yo…

-Quizás nuestro hombre de hierro se esté convirtiendo en todo lo contrario… Jim, no es malo llorar, es algo muy humano y que forma parte de lo que tú eres…-remarcó con efusión McCoy.-Y como dijo Stendhal: “Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.”

-Buena puntería, doctor… Quizás haya subestimado su cultura literaria…

-Capitán, le aseguro que todavía a usted le queda mucho futuro… Tiene un espíritu demasiado rebelde y nómada como para ser domado de una sola vez… Pero ya está cambiando y eso es lo que importa…

En ese viaje de retorno a la Tierra, terminaba toda una carrera dedicada “a la búsqueda de nuevas formas de vida y de nuevas civilizaciones.” Pero en el fondo del alma de James T. Kirk subyacía una corazonada. Quizás, como le comentó un viejo amigo de sangre verde años ha: “Siempre había posibilidades”. Sabía que su alma había nacido nómada y libre, y como tal continuaría con ella hasta el fín de sus días.

Lo único que cambiaba eran las circunstancias y la gente que le rodeaba.

Sabía que había posibilidades, pero no sabía el cómo ni el cuándo…

Y sabía que su destino estaba escrito en las estrellas…

Entre la geometría de las constelaciones una vida se había forjado… De vez en cuando, los hombres necesitaban soñar y Kirk, ahora más que nunca, lo necesitaba… Al igual que Ulises con las sirenas, el ahora retirado capitán necesitaba escuchar esa llamada, las Voces de Al-Niyat, una vez más y sólo podría oírlas si regresaba a las estrellas…

Al fin y al cabo, el hombre, descendiente del primer oimaa, según los alniyatianos, ¿no era una mezcla del nácar cósmico y de la chispa divina de Zar-kha-dum? Y regresar a las estrellas significaba regresar al Origen…

Y recordó la extraña inscripción maya de la pirámide de Palenque que había visitado en su juventud allá en la Tierra: “Soy hijo del barro, pero también del cielo estrellado”.

En el camarote, acostado en su litera, el ahora ex capitán de la USS ENTERPRISE abrió una página al azar del libro –edición de 1956- Four Quartets de T. S. Eliot y leyó para sí los versos del poema Little Giding:

"Y no cesaremos de explorar

y al cabo de toda exploración

llegaremos al punto de partida

y por primera vez

conoceremos el lugar."


James T. Kirk jamás podría quedarse indefinidamente en la Tierra, necesitaba volver a su verdadero hogar, el espacio… Algún día sucedería… Sólo había que esperar…

Esos viajes llegarían, pero ésa era otra historia…

Unos viajes infinitos, llegando audazmente hasta allí donde nadie estuvo antes…

Continuará...


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Nota:Este epilogo, como relato independiente, fue ganador de un premio literario Espatrek (la Espatrek es la convención anual de los clubs y aficionados de Star Trek de España)

Referencias:
1 .- Personaje de la Flota Estelar que será enemigo de Kirk en la novela de William Shatner, The Ashes of Eden.

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