Superman nº 15

Título: Zod
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Israel Huertas
Publicado en: Noviembre 2006


Enviado a la Tierra desde el moribundo planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...
Creado por Jerry Siegel y Joe Shuster


Prólogo

Washington D.C. La Casa Blanca.

Luthor estaba en el despacho oval. Corregía un discurso que le habían preparado. Era tarde y el cansancio se apoderaba de él. En ese momento, un silbido le llamó la atención. Se giró y vio, detrás de él, a un hombre calvo, con perilla que llevaba un traje oscuro brillante. Su primera reacción fue alertar a las fuerzas de seguridad que se encontraban en el exterior del pasillo. Pero quedó paralizado por la sorpresa al ver que los pies de aquel visitante se elevaban unos palmos del suelo.

- Buenas noches, señor presidente. Mi nombre es Zod. General Zod.

- Pero, es imposible acceder aquí ¿cómo…?

- Para mí no hay nada imposible.

- ¿Zod…? Ese nombre estaba…

- Grabado en el suelo al lado de Green Lantern. De hecho, yo fui quien le mandó al hospital. Veo que le han informado. Supongo que también estará al tanto de la derrota del Capitán Marvel. Las cámaras de televisión me captaron. Un error.

- ¿Qué pretende…?

- Presidente Luthor… vengo a ofrecerle aquello que más desea.

- ¿Qué puede saber usted de mis deseos? ¿A qué se refiere?

- Poder, posesión…

- ¿Poseer… qué?

- El mundo, presidente, el planeta entero. ¿Es que usted se conforma con algo menos? Le he visto hablar, moverse, actuar. Sé que es usted ambicioso. Sé que hombres como nosotros hemos nacido para dirigir los destinos del resto.

- ¿Cómo sería eso posible?

- Ya le he dicho que para mí no hay nada imposible. Piense en mis palabras. Tome una decisión. No es preciso que conteste ahora. Le daré una semana. Mientras, allanaré el camino. No se asuste si en las noticias dan la muerte de cierto hombre de acero.

- Super…

- Es una espinita que aún, por poco tiempo, tengo clavada. Acabando con él, le demostraré que puedo hacerlo todo. Buenas noches. Estaremos en contacto.

Zod desapareció en un latido. Luthor se sentó meditativo. Su cerebro ardía en un mar de dudas. Sostuvo el teléfono y marcó un número. Una voz contestó:

- ¿Si?

- Laverne, Soy Lex, tenemos que hablar. [1]



Capítulo 1.

La Luna.

Atalaya de la Liga de la Justicia.

Hay cinco lugares por los que Superman siente un cariño especial. Citaremos, en primer lugar, la Atalaya de la Liga de la Justicia en la Luna. En aquella construcción, Superman se sentía entre iguales. Los asientos de su interior habían sido utilizados por los más grandes superhéroes del planeta. Superman sentía la Atalaya como un sitio en donde podía hablar de cosas que la mayoría de las personas nunca podrían llegar a entender: batallas en los confines del universo, viajes a dimensiones paralelas, combates contra seres alienígenas…

En este momento, Batman y Superman estaban solos en la sala de reuniones. En uno de los monitores veían la grabación que una televisión hizo de la pelea entre Zod y el Capitán Marvel. [2] Superman no quitaba ojo. Batman rompió el silencio:

- Ya lo hemos visto tres veces. Marvel cae y un fogonazo deja sin funcionamiento a todos los aparatos eléctricos e informáticos durante un minuto. Luego Marvel desaparece.

- Se convirtió en Billy.

- Probablemente. Hay que localizarlo. Pero, no ha sido el único. Kyle, [3] Lobo, [4] según me cuentas, y yo mismo. [5] Mis costillas dan cuenta.

- No hay duda. Es el General Zod… Ha vuelto.

- Cuéntame.

- El Señor del Tiempo, enemigo de la Legión de Superhéroes, creó un universo paralelo con un Krypton alternativo. Tres de sus villanos escaparon a su destrucción: Zod, Quex-Ul y Zaora. Llegaron a la Tierra de ese universo y la arrasaron. Mataron toda forma de vida. Cinco mil millones de humanos fallecieron. Sólo yo estaba frente a ellos. Logré quitarles sus poderes con kryptonita dorada y… exponerlos a la kryptonita verde.

- ¿Les mataste?

- No vi otra solución. Si hubiesen encontrado una manera de recuperar sus poderes y de escapar hubieran vuelto a crear parecida desolación. No podía arriesgarme que llegaran a nuestro planeta. Aún con todo, sigo arrepintiéndome. De hecho, mi juramento por no tomar una vida se reforzó en aquel momento.

- ¿Cómo manejaste la kryptonita?

- La kryptonita de ese mundo era inofensiva para mí. Supongo que la de este sería igualmente nula contra ellos.

- ¿Cómo pudo sobrevivir Zod?

- No lo sé. Recuerdo que Quex-Ul comenzó a estrangular a Zod mientras la radiación les bañaba. Creo que le cubrió. Quizá absorbió más cantidad y el cuerpo de Zod quedó en coma. Algo le ha liberado.

- ¿A qué nos enfrentamos?

- A un ser que procesa la radiación solar mejor que yo. Más fuerte, más rápido. Además, este vídeo demuestra que se ha estado entrenando.

- Cuando peleó conmigo utilizó movimientos de artes marciales que yo he tardado años en dominar. Además, detuvo todo los golpes que intenté darle sin utilizar su supervelocidad. Estaba probándose. ¿Guardas la kryptonita del mundo de Zod?

- Sí. La tengo en mi Fortaleza. La cogeré y la llevaré siempre conmigo. ¿Dónde puede estar oculto?

- Conoce al Capitán Marvel, a Green Lantern, a mí. Creo que se ha estado preparando mucho tiempo. Quizá te haya estado observando y sepa quién eres dónde vives, quiénes son tus amigos…

- Maldición. No puedo creerlo. Voy a cortar la kryptonita en varias partes y las repartiré. Localiza tú al resto de la Liga. Habla con la Sociedad de la Justicia, con los Titanes, con los Outsiders… Salgo ahora mismo hacia la Fortaleza.

- Sup…, Clark.

- ¿Sí?

-Ten mucho cuidado.

Capítulo 2.

Fortaleza de la Soledad.

Decíamos que existían cinco lugares por los que Superman sentía un afecto especial. Seguiremos el recuento citando a un segundo: La Fortaleza de la Soledad. La Fortaleza estaba contenida en una gigantesca esfera que albergaba una dimensión de espacio ilimitado. Para entrar, tenían que alinearse las piezas de la esfera. Sólo un ser con la fuerza de Superman podía hacerlo. Este lugar, situado en la Antártida, era para el héroe un sitio de privacidad. Realmente, pocas veces acudía allí acompañado. Le servía para guardar recuerdos de diferentes aventuras, especies de animales extraterrestres, armas, etc. Pero, sobre todo, como ámbito de descanso. Un lugar en donde poder pensar y alejarse del mundo.



Sin embargo, a pesar de lo dicho, Superman odiaba la soledad. Cuando crecía nunca pudo sentirse normal. Una de sus obsesiones siempre fue la necesidad de ser aceptado. Era Krypto quien hacía que se sintiera realmente cómodo allí. Krypto, el superperro, poseía los mismos poderes que su amo. Provenía de otro Krypton artificial creado por una de las anteriores encarnaciones de Brainiac. Fue adoptado por el Hombre de Acero. Superman le trasladó a la Fortaleza para que no causase daño a los habitantes de la ciudad. Krypto era, sin duda, su aliado más fiel. No cuestionaba ninguna de sus órdenes. Obediente y sincero amaba realmente a su dueño. Krypto significaba mucho para él. Podía compartir esa forma de sentir el viento en la cara tan única.

Superman entraba en aquel recinto cuando Kelex, el robot que gobernaba la Fortaleza, acababa de efectuar la última comunicación:

- Amo, como me ha pedido, he llamado a la señora Kent, pero no me ha sido posible contactar con ella. De hecho, apagó el móvil cuando supo que la llamada provenía de aquí.

- Sigue enfadada, supongo… ¿Algo más?

- Nos han llamado de Proyecto Cadmus. Algo ha sucedido con Krakoom. Nada más.

- Mantente alerta. Quiero que localices cualquier desgracia que suceda en el mundo. Avísame si sucede algo parecido a lo de Fawcett City. Escudriña el espacio, los ordenadores de la Tierra. Busca cualquier referencia a Krypton y a Zod. Y conecta todas las defensas de la fortaleza al grado máximo.

Krypto, feliz. Volaba alrededor de su amo. Quería jugar con él, le tiraba de la capa y le lamía las botas y las piernas a supervelocidad:

- Ahora no. Quieto, chico quieto. Ven, sígueme.

Superman llegó hasta una cámara acorazada con una pared de titanio de treinta centímetros de grosor. Pulsó la combinación secreta y la puerta se abrió. Allí, tenía objetos y armas mortales. En una de las vitrinas tenía cubierto, con campanas de plomo, pedazos de kryptonita. Levantó dos de ellas, debajo estaban dos pedazos de kryptonita del mundo de Zod: una verde, mortal para los kryptonianos y otra dorada, capaz de destruir sus poderes. Al provenir del otro universo no afectaban a Superman, pero serían perjudiciales para Zod. Troceó los pedazos. Guardó todos los fragmentos, menos un par, uno de cada color, que volvieron a su lugar bajo las campanas de plomo. Después, cerró la cámara.

Capítulo 3.

Metrópolis.

Lois Lane estaba embarazada. Su estado de ánimo no correspondía al que debiera. Se sentía sola, apesadumbrada. Enfadada con Clark. En su fuero interno sabía lo que significaba estar con Superman. Superman era del mundo. Ella sólo podría tener un minúscula parte de ese hombre. Cuando sonó su móvil, observó con enfado que la llamada provenía de la Fortaleza de la Soledad. Apretó la tecla de colgar con rabia. Si quiere hablar conmigo que venga a verme en persona, pensó.

Acababa de bajarse del taxi en la puerta del Daily Planet cuando volvió a sonar el móvil. Esta vez, no reconocía el número:

- ¿Sí?

- Hola, señorita Lane.

- Señora Kent, si no le importa. ¿Quién es?

- ¿Tan pronto me ha olvidado?

- ¿Es usted… señor Jurgens? ¿Cómo ha conseguido mi número?

- El dinero lo consigue casi todo. ¿Recibió mis rosas?

- Aún están quitándolas del pasillo. ¿Por qué me las envió?

- ¿La verdad?

- Siempre…

- No he dejado de pensar en usted desde el mismo momento en el que la vi.

- Señor Jurgens yo … no sé que decir… creo que se está equivocando de persona. Estoy casada y mi matrimonio…

- No diga nada. No pretendo nada más que invitarla a comer. Nada más.

- Yo… no sé. Creo que no.

- Por favor. Le daré una exclusiva para el Planet. Sólo una comida. ¿A quién va a hacer daño por comer conmigo? Yo invito. ¿Qué me dice?

- Es que…

Lois dudó. Se sentía adulada. Se sentía bien oyendo a un hombre que parecía muy interesado en ella. Al final, asintió:

- Bueno, de acuerdo. ¿Dónde iremos a comer?

- Eso depende de usted. ¿Qué ciudad europea prefiere… Madrid, Venecia, París…?

Capítulo 4.

Proyecto Cadmus.

Metrópolis.

El Proyecto Cadmus es un centro de investigación genética financiado en secreto por el gobierno de los EE.UU. Dubbilex es su jefe científico. Aunque su aspecto es poco tranquilizador, su cabeza está coronada por dos cuernos amarillos, es un investigador honrado y bondadoso que ha colaborado multitud de veces con Superman. Es el primer DNAlien que creó el laboratorio. Posee poderes telepáticos y telequinéticos. Dubbilex le explicaba al héroe de Krypton la desaparición de Krakoom:

- Aparecieron en su misma celda desde un Boom túnel. Eran Orion y Lightray, sin duda, y se llevaron a Krakoom. Dijeron que te diéramos esta esfera.

Una esfera de cristal con la ese de Superman grabada. Cuando Superman la tocó apareció de repente una proyección del Alto Padre. La imagen del líder de Nueva Génesis empezó a hablar:

- Superman. He meditado tus palabras. Quizá tuvieras razón. En ocasiones, no podemos quedarnos al margen de los acontecimientos. Ni observarlos como si lo que sucediera no nos afectara. Hemos traído a Krakoom a Nueva Génesis. Conseguimos dos cosas: que esté a salvo de Darkseid y alejar un foco de conflicto de la Tierra. Deja pasar un tiempo y ven a verlo. Recuerda la profecía de la Fuente: Del pasado llegará la muerte para el Hijo de las Estrellas. Zod será su mortaja, a menos que el Hombre del Mañana sepa aceptar la muerte con antelación. Descubre su significado, no cedas al odio. No sucumbas al lado tenebroso. No te conviertas en Zod.

Dubbilex se quedó callado. Vio como Superman se cubría el rostro con las manos. No recordaba haber visto a su aliado tan preocupado. Casi parecía que sus ojos estuviesen a punto de llenarse de lágrimas.

Capítulo 5.

Smalville (Kansas)

Seguimos con los cinco lugares especiales para Superman, mencionando un tercero: la granja de sus padres adoptivos en Smallville. Allí, se había criado. Una infancia feliz y una educación correcta le habían inculcado sus valores éticos y morales. Jonathan y Marta habían sido unos padres perfectos. Más aún, constituían todavía un auténtico apoyo. Superman, acudía, regularmente, a pedir su consejo. Sabía que aquella granja siempre sería su hogar. Si tuviera que elegir un lugar de entre todos los que ha visitado, no deja de ser curioso, que un hombre que ha surcado los rincones más extremos del universo, eligiera, sin dudar, este pequeño pueblo del corazón de Kansas.

Jonathan Kent terminaba de pintar la cerca de la granja. Aprovechando que Marta había ido al pueblo de compras con dos amigas, se decidió a terminar este trabajo tantas veces pendiente. No había nadie en kilómetros. Miró el cielo limpio, sin nubes. Dejó la brocha en el cubo de pintura y al girarse vio a Clark:

- ¡¡Clark!! Demonios, qué susto acabas de darme.

- Lo siento, papá. No era mi intención. Clark estaba con unos vaqueros y una camiseta, tenía las gafas en la mano y las miraba apesadumbrado.

- ¿Te sucede algo? ¿Qué ha pasado? Vimos en la televisión lo de Krakoom. Terrible. Cuántas víctimas. Menos mal que le detuviste…

- Son muchas cosas. Ayer murieron casi un centenar de inocentes. Lois… está… mal conmigo y…Zod… ha vuelto.

- ¿Zod? Pero, tú le… les

- Creí que había acabado con su vida. No fue así. No sé el por qué exacto pero Zod está vivo.

- ¿Y está en la Tierra?

- Sí.

- Tu madre está en Smallville. Si quieres que hablemos los tres…

- No tengo tiempo. Necesitaba hablar contigo. Zod… es más fuerte que yo. Esta aquí. Ha atacado a enemigos y amigos míos. Tengo miedo que pueda haceros daño. Toma. Guarda esto. Superman le entregaba dos pedazos, verde y dorado, de la kryptonita qie había troceado. Hay más… Lois está embarazada.

- ¿Embarazada? Eso es magnífico.

- Lo es. Por eso tengo miedo. Miedo de que Zod pueda destruir esta nueva vida. Temo que mi pasado, que mis acciones repercutan en las personas a las que quiero.

- Hijo. Escucha, hablamos hace mucho tiempo de lo que ibas a hacer con tu vida. ¿Recuerdas cuando te apuntaste en el equipo y ganabas todos los partidos? Yo me sentía mal. Entiendo que un chaval de esa edad quisiera fama, gloria, elogios... Pero no era justo. Tenías habilidades muy superiores y sólo las utilizabas en tu beneficio. Creo que entendiste que esas habilidades debían ser compartidas. Estás aquí para algo más que ganar al fútbol. Y lo has conseguido. Has ayudado a la gente. Siempre has hecho lo que considerabas correcto. No te arrepientas de nada. Ten fe en ti. Sé que cuando Zod te ataque sabrás hacerle frente. No se trata de ser más fuerte. No se trata de tener más poder. Se trata de defender lo correcto, lo que es justo. Aunque alguien pueda sufrir.

- Papá. Tengo miedo.

Ambos se fundieron en un abrazo.

Capítulo 6.

Plaza Mayor de Madrid.

España.

Lois Lane y Julian Jurgens estaban en Madrid. Habían visitado el Museo del Prado, deteniéndose en la pintura de Velázquez. Jurgens, experto en arte, hacía las veces de guía turístico. Después, pasearon por el casco antiguo de la capital de España. Por último, comieron en uno de sus lugares más emblemáticos: la Plaza Mayor. Los soportales acogían multitud de restaurantes repletos de turistas y visitantes. La música de violines de unos músicos callejeros inundaba el aire. Lois y Julian, al terminar, se situaron junto a la estatua de Felipe III, situada en el centro de la Plaza.

- Este rey español, decía Jurgens. Fue el primero de los llamados Austrias Menores. Dejó los asuntos de gobierno en manos de un valido, o representante del rey, llamado Duque de Lerma. El Duque…

- Julian, interrumpió Lois, lo he pasado realmente bien. El vuelo privado, la visita al Museo del Prado, la comida en esta fantástica plaza… Eres una persona encantadora. Es…

- No ha terminado el día. Podemos cenar en París, en Barcelona, en Praga… ¿Has estado alguna vez en la Playa de la Concha en San Sebastian y en la Plaza de San Marcos en Venecia…? ¿Quieres…?

- Julian…

- Contéstame, ¿de veras lo has pasado bien?

- Debo reconocer que sí.

- Esto podría repetirse todos los días

- Julian... soy una mujer casada.

- No me importa tu anillo. Me importa tu corazón.

Julian se acercó a besarla. Por un momento Lois estuvo a punto de ceder, pero colocó su mano entre los labios de Jurgens y los suyos y le retiró:

- Julian. Todo esto … casi me confunde. Pero, aunque me encantan tus palabras... sé a quien amo. Lo siento. ¿Quieres saber la verdad?

- Siempre.

- Estoy aquí porque él no puede estar conmigo.

- Ya.

- Lo siento.

- Yo lo siento más.

Julian Jurgens no volvió a dirigirle la palabra. Lois intentó retomar algún tema de conversación, pero Jurgens lo cortaba de manera tajante. El viaje de vuelta estuvo presidido por un enorme silencio. A Lois se le hizo eterno. Cuando se bajó del aereopuerto de Metrópolis se sintió muy aliviada. Julian no se despidió. La metió en una limusina y ordenó al chofer que la llevara a casa. Lois pensó en Clark. Ojalá estuviese en casa. Tenía muchísimas ganas de abrazarle.

El cerebro de Julian Jurgens era un remolino: Lois Lane… te conseguiré aunque sea lo último que haga en esta vida.

Capítulo 7.

Daily Planet. Metrópolis.

Toca mencionar el cuarto de los cinco lugares que Superman considera especiales. Se trata del Daily Planet. Clark estaba realmente satisfecho de trabajar allí. Conseguía dos cosas: colmar su pasión por la escritura y estar permanentemente informado de la actualidad. Pero, el Planet era algo más que un lugar del trabajo. El Planet era un símbolo de honradez y fiabilidad para Metrópolis. Una luz de esperanza. Si el Planet denunciaba a una empresa, los habitantes de Metrópolis dejaban de comprar sus productos. Si el Planet incriminaba a algún político, la fiscalía pasaba a investigarlo. Esta conexión con la ciudad se la había ganado desde su fundación en 1775 por el colono Joshua Merriweather. El Planet nunca publicaba nada sin pruebas, nada que no se pudiera demostrar. No cedía ante las presiones de políticos o grupos empresariales. Era un diario independiente que sólo rendía cuentas a la verdad..

Consciente de su fama e historia, el presente del diario no podía ser más halagüeño. Su redactor jefe, Perry White, era una leyenda del periodismo. Empezó vendiéndolo en las calles de Metrópolis y ahora era el auténtico motor de esta forma de hacer prensa. Perry era duro y exigente con sus colaboradores, pero poseía un corazón de oro. Siempre atento a reivindicar causas sociales y a colaborar por el bien de la ciudad. White era la honradez personificada.

En el despacho de Perry, Superman le hacía entrega de dos pedazos de kryptonita:

- No sé si os atacará. Pero sé que lo ha hecho con varios aliados. En teoría esta kryptonita le detendrá.

- Superman, ¿estás bien? Es decir…nos conocemos desde hace años. Te he visto metido en muchas muy gordas, pero te veo… no sé como expresarlo como decaído. Como si…

- Como si…

- Como si creyeras que esta vez vas a perder.

Superman sonrió con esa sonrisa que tranquilizaba aunque el infierno estuviera sobre las cabezas.



- Perry, nunca me he rendido. ¿Crees que voy a empezar ahora?

Superman salió volando por la ventana. Perry White conocía a las personas. Encendió un puro pensando que su amigo no había estado tan poco convincente en la vida.

Capítulo 8.

La Fortaleza de la Soledad.

La alarmas se dispararon cuando Zod aún estaba a diez kilómetros de allí. Kelex, el robot guardián mandó un aviso a Kal- El de inmediato. Pero la velocidad de Zod era tal, que, antes de que el aviso saliese, la entrada era arrasada por el terrible enemigo. Las defensas de la Fortaleza se activaron. Zod las barrió en segundos. Se acercó a Kelex y lo destrozó de un poderoso puñetazo. El único robot de Superman que quedaba, al que llamaban Ned, fue destrozado por completo. Zod observó un segundo el enclave y susurró:

- Ha construido una réplica de Krypton. Sentimental y ridículo.

Un gruñido tras él le anunció que no estaba solo. Krypto se lanzó como un rayo y le mordió desgarrando su mano. Zod sonrió. No huyó. Krypto podía ser tan rápido como él, pero no más fuerte. El super perro giraba alrededor de Zod. Lanzó rayos de calor que inundaron de dolor a Zod. Este no se movía. Krypto creyó que se acobardaba y decidió atacar. Fue su perdición. Krypto se lanzó como un misil y clavó sus fauces en el brazo de Zod. Este sintió como los colmillos del animal penetraban en su antebrazo. Sin embargo, había conseguido lo que pretendía: tenerlo a su alcance. Con la otra mano le aferró del cuello y lo apretó. Krypto lanzó su visión de calor. Zod su aliento gélido. Ambos poderes se anularon. Krypto sorprendido soltó su presa un segundo. Zod le agarró del cuello con ambas manos y apretó con toda su fuerza hasta que escuchó partirse las vértebras del animal.

Zod levantó inerte al can. Lo arrojó y se adentró en la Fortaleza. Su visión escudriñaba todos sus rincones. Debía ser rápido. Por fin, encontró lo que buscaba: la cámara acorazada en la que todavía quedaban dos pedazos de la kryptonita que podía detenerle. Zod traía un recipiente de plomo para protegerse de la radiación. Clavó sus manos en la enorme puerta de Titanio y la arrancó de.cuajo. Después, la levantó y la arrojó contra las esculturas de Jor-El y Lara, los padres kryptonianos de Superman, destrozándolas.

Entró en la cámara. Levantó la campana de plomo que cubría el pedazo de kryptonita verde. Su sorpresa fue mayúscula. No sentía el más mínimo efecto. Tiró al suelo el plomo que llevaba para protegerse y se expuso a la radiación de la kryptonita. No le hacía nada. Su visión microscópica penetró en el interior de la piedra. Era la misma con la que Superman creyó matarle y, sin embargo, sus radiaciones no le resultaban dañinas. ¿Cómo es esto posible?- pensó. Zod no lograba comprenderlo. Dispuesto a arriesgarse al máximo, se expuso a la kryptonita dorada con idéntico resultado. Zod rió. Ahora no había nada en la Tierra capaz de detenerle. Guardó los dos pedazos para que Brainiac los analizara y salió volando causando el mismo estropicio que al entrar.

Superman llegaba un par de minutos después. La esfera de entrada estaba destrozada, la Fortaleza era un caos, Kelex yacía aplastado. Su voz sonaba desde el ordenador central:

- Amo, no he podido detenerlo… Destrozó las defensas.

- Ha sido Zod. ¿Verdad? La kryptonita…

Superman se lanzó como un poseso y comprobó horrorizado que la kryptonita con la que había conseguido detener a Zod y a los otros dos supervillanos había desaparecido. El ordenador de la Fortaleza había grabado la escena de Zod cogiéndola con las manos desnudas. ¿Cómo era posible? ¿Cómo se había vuelto inmune a su radiación? Kal El observaba horrorizado como la esperanza de detenerlo con kryptonita había desaparecido. Un segundo después se percató del silencio:

- ¿Krypto?

Su visión no tardó en localizarlo. Krypto yacía con el cuello roto. Parecía dormido. Realmente no parecía él. Desprovisto de la increíble vitalidad y del constante movimiento, Superman pensó que se trataba de otro perro. El Hombre de Acero no pudo reprimir las lágrimas. Se arrodilló junto al animal y lo sostuvo intentando encontrar un atisbo de vida. Superman no pronunció un solo sonido. La tristeza le inundaba. La rabia le nublaba la mente. Su visión telescópica miró en todas direcciones. ¿Dónde estaría Zod?

- Señor, dejó un mensaje…

En una de las paredes estaba grabada la palabra Smallville.

Capítulo 9.

Smallville. Kansas.

Zod descendía a la granja de los Kent. Cuando Zod impactó en el techo del salón Jonathan pensó que les habían tirado una bomba. Zod sonrió. Miró a los dos débiles humanos y pensó que podría matarlos de un simple soplido. Jonathan se puso delante de Martha y sostuvo una silla que enarboló como arma. Zod casi se echa a reír:

- Estupenda arma, señor Kent. Por cierto, estuve un día en esta granja. Un día de lluvia. Les observé todo el rato. ¿Y sabe a qué conclusión llegué? Pues, que son ustedes insignificantes. Causa de la debilidad de Kal-El. Han educado a todo un kryptoniano como un patán. Le han sembrado el alma de compasión. Eso sólo le ha hecho debíl. Han hecho de Kal-El un pobre infeliz. No tiene lo que hay que tener para enfrentarse a mí.

- No hables así de mi hijo. Tú y los de tu calaña creéis que el poder lo es todo. Realizáis vuestros deseos personales sin importaros a quien podáis dañar. Mi hijo es una gran persona.

- ¿Tu hijo? Él es un kryptoniano. No es tu hijo. Su sangre fue concebida en las estrellas, no en este mísero pueblucho. Tu hembra está vacía, su vientre nunca ha engendrado nada. Kal-El será un muñeco en mis manos. Voy a derrotarlo, a aplastarle sin dificultad.

- ¿Sí? Creo que la única vez que os enfrentásteis fuiste tú quien acabó en una tumba.

- Estúpido viejo.

Zod se sintió insultado. Sopló generando un fortísimo viento que arrojó a Marta y Jonathan contra la pared. Ambos chocaron contra el sofá y el impacto se amortiguó. Zod se acercaba a ellos desde el otro lado de la habitación. A cada paso que daba destrozaba parte del mobiliario. Jonathan se levantó como pudo. Alzó una silla y la arrojó contra Zod. La visión calorífica incendió la silla en el aire haciéndola pedazos. Jonathan le gritó:

- ¡Vamos, demuestra tu fuerza matándonos! ¡Qué poderoso te sentirás!

Zod le agarró por el cuello y le levantó como si pesara dos gramos. Marta gritaba pidiéndole que le soltara. Jonathan movía con fuerza las piernas propinando a Zod varias patadas. Sólo consiguió partirse un par de dedos de los pies y las suelas de las botas.

-Ja, ja, ja. Patalea lo que quieras. A ver si eres más fuerte que el Capitán Marvel.

Los restos de la silla incendiada habían prendido las cortinas. El salón estaba llenándose de humo. La casa empezó a arder. Jonathan se acordó que tenía en el bolsillo la kryptonita que Superman le había dado, la sacó y golpeó con ella a Zod en el rostro. Pero, como ya hemos visto, Zod era totalmente inmune a su efecto. Zod sabía que Superman estaría de camino. Debía irse.

- Bueno, señores Kent. Acabemos.

Jonathan al ver que la kryptonita no hacía efecto perdió toda esperanza. Miró a Marta y le hizo un gesto explicito de que saliera de allí. Él iba a intentar atraer toda su atención:

- ¿Te crees invencible, Zod?. Otros han sido más fuertes que tú. Otros han creído que nadie podría pararles y al final... al final cayeron. ¿Te crees inmortal? Acuérdate de mí el día en caigas. Cuando mi hijo te derrote, sí mi hijo… porque yo le he criado y cuidado. Acuérdate de mí.

Zod levantó a Jonathan con una mano y lo lanzó contra la pared. Salió despedido con una fuerza inusitada hasta estrellarse contra el muro. Marta dio un alarido terrible. Jonathan no se movía. La casa se había incendiado, las llamas se extendían. Marta se situó junto al cuerpo de Jonathan. Zod avanzaba. Marta alzó los brazos como queriendo protegerse y gritó sin miedo a Zod:

- ¡No te acerques, cerdo asesino! Si quieres cogerle tendrás que matarme a mi primero.

Zod era, sin duda, un asesino. Mató a cinco mil millones de seres en su mundo sin la más mínima compasión. Sin embargo, esta vez fue la primera que dudó en matar. No sabía por qué pero la visión de aquel anciano vencido y de la esposa alzando los brazos sin la más mínima esperanza de salvarse, le afectó de alguna manera. Se detuvo un segundo. De repente, el comunicador que tenía con Brainiac sonó:

- Va hacia allí.

- Ok. Hora de irme.

Despegó atravesando el techo. Marta se levantó como pudo. El humo la asfixiaba. Las llamas abarcaban la estancia. No podía atravesarlas cargando a Jonathan Rompió una ventana del salón. Su intención era salir por allí con Jonathan pero no podía levantar a su marido. Parecía pesarle toneladas. Desesperada consiguió colocarle junto a la ventana pero no tenía fuerzas para levantarlo. Se sintió morir. El humo le hacía perder la consciencia. De repente, vio una enorme ese roja y amarilla.

Superman los sacó en un suspiro. Apagó las llamas de un fuerte soplido. La granja estaba arrasada. Marta intentaba hablar pero tosía sin cesar.

- Cof…cof…¿cómo está…Jonathan?

Jonathan no se movía, El superoído no detectaba latidos. Sopló haciéndole el boca a boca y dándole masajes cardiacos para que el corazón pudiese funcionar de nuevo. Nada de eso tuvo resultado. Marta empezó a llorar. Superman se desesperaba. No conseguía reanimarlo.

- Aparta, mamá.

Cogió dos pedazos de metal. Los frotó a supervelocidad y empezaron a saltar chispas eléctricas. Cuando estuvieron cargados los aplicó sobre el pecho de su padre. Jonathan se estremeció, la corriente eléctrica debía devolverle la vida. Lo intentó tres veces. Pronto se dio cuenta de que era inútil. El alma de Jonatahn Kent había partido. Marta se abrazó al cuerpo, llorando y gritando. Superman se levantó. Miró a su padre con los ojos empapados en lágrimas. Un infinito dolor le atenazaba:

- Con todos mis poderes, con todas las cosas que puedo hacer y no he podido salvarle.

Sirenas de policía, bomberos y ambulancias sonaban a lo lejos.

- Mamá, debo irme… debo detenerle…

- Ten mucho cuidado, hijo. Por favor… páralo, páralo antes de que alguien más vuelva a sufrir.

Kelex llamaba desde la fortaleza:

- Amo, está en Metrópolis.

Capítulo 10

Daily Planet.

Metrópolis.

Zod impactaba contra los elementos sustentantes del edificio. Un terremoto parecía envolver al Planet. Cascotes y cristales caían a la calle. El edificio entero vibraba. Los que estaban trabajando dentro supieron enseguida que iba a derrumbarse. Perry White salió de su despacho ordenando a la redacción que lo evacuara:

- ¡¡Por el fantasma del Gran César. Salid todos de aquí!!

El personal del Planet empezó a huir hacia los ascensores. Muchos bajaban por las escaleras. El Planet constaba de 37 pisos. Era imposible evacuarlo a tiempo. Jimmy Olsen se acercó a White le agarró del brazo y le habló:

- Jefe, no lo piense más. Tenemos que salir de aquí. Venga.

- Te he dicho millones de veces que no me llames…

Un trozo de techo se desmoronó y casi aplasta a los dos amigos. Perry White se resistía a marcharse. Jimmy tiraba de él. Las paredes temblaban, las ventanas se resquebrajaban. No había tiempo que perder. De repente, el globo que coronaba el edificio irrumpió desde el exterior atravesando la pared cortando el paso a Jimmy y a Perry. Ambos, se levantaron a duras penas. La destruida bola del Planet estaba ante ellos.

- ¿Estás bien, chico?

- Sí, creo que sí jefe… Madre de dios. ¿Qué está pasando…?

- No lo sé, Jimmy.

Unos dedos surgieron desde dentro del globo diviéndolo en dos. El símbolo del Planet estaba partido. Zod emergió triunfante ante los dos amigos. Jimmy tuvo miedo. Se aferró a la chaqueta del director del Planet. Perry también estaba aterrado, pero no lo demostraba. Alzó su puro y levantó el dedo hacia Zod:

- Seas quien seas, entérate que te demandaré por esto. Vas a pagar hasta el último centavo que cueste la reparación.

- Ja, ja, ja… Me encanta matar a gente con sentido del humor. ¿Sabe lo que dicen de su panfleto?, que es un símbolo de esperanza. Mírelo bien. Hoy se termina la esperanza.

White sacó los pedazos de kryptonita, tampoco causaron el menor efecto. Zod ni siquiera se percató. Avanzó hacia los dos amigos y les agarró por el brazo. Jimmy casi lloraba. White clavó el puro encendido en el ojo de Zod. Éste volvió a reírse.

- Ja, ja, ja. Espero que en tantos años que conocéis a vuestro superamigo kryptoniano os haya enseñado a volar.

Diciendo esto les arrojó por la ventana. White abrazó a Jimmy como si pudiera protegerle del choque contra el asfalto. 37 pisos de caída libre. Por la mente de White pasó toda su vida: su carrera como periodista, el cáncer que había superado, su mujer Alice, su hijo fallecido Jerry, Lex Luthor, Lois, Jimmy, Clark, Superman, pero…, sobre todo, el Planet. De todo lo vivido, amado y odiado… era el Daily Planet quien ocupaba sus últimos pensamientos. Cerró los ojos y esperó el impacto.

No se produjo. Superman había llegado a tiempo sostuvo a Jimmy y a Perry y los depositó en el suelo.

- ¡¡Lo sabía!!- gritaba Jimmy. ¡¡Sabía que nos salvarías!! ¡¡Lo sabía!! Sube allí arriba y demuéstrale a ese hijo de puta quién manda.

- Pensé que esta vez… no lo contábamos. Gracias, Superman- dijo White.

- Perry ¿está Lois en el edificio?

- No lo sé…

Los ascensores habían dejado de funcionar. Decenas de personas se quedaron atrapadas. Las escaleras se veían interrumpidas por enormes vigas. El edificio parecía un flan a punto de desmoronarse. Superman se puso en marcha entraba y salía del edificio sacando a todos los que podía.

El Planet empezó a caer. No había respiro, apuntaló un par de vigas con la visión calorífica y creó un gigantesco bloque de hielo que tenía que hacer las veces de pilar. Lo sostuvo apenas veinte segundos. El edificio no se sostenía. Eran múltiples los focos de ruptura y nada conseguía refrenarlo. Un estruendo ensordecedor acompañado de gigantescas olas de polvo anunciaron la caída del edificio. Superman había conseguido salvar prácticamente a la totalidad de los que se encontraban en su interior. Buscó incesantemente con su visión: Zod no estaba allí. Concentró su superoído. Lo aisló del fragor del estruendo, de los gritos y gemidos de los heridos, de las sirenas de la policía. Nada. Zod se había ido. ¿Dónde podría estar? Espera, se dijo. Ha atacado a mis padres, al Planet, a la Fortaleza… ¡mi apartamento!

Capítulo 12.

Metrópolis.

Apartamento de Lois y Clark

Nos falta por mencionar el quinto lugar al que Superman tiene un cariño especial. Es el apartamento en el que vive con Lois. Es un lugar en donde no existe Superman, sólo Clark Kent y Lois Lane.

Lois llegó a casa muy cansada. Se acostó y se durmió. Las sirenas de bomberos, policías y ambulancias que acudían hacia el Planet la despertaron. Su primer pensamiento fue para su hijo. Acarició su vientre pensando en la gestación que se producía allí. ¿Será niño, niña? ¿Tendrá superpoderes? ¿Alguna malformación? Dios mío, espero que salga normal.-pensaba.

Encendió la televisión y contempló el horror: el Planet estaba derrumbándose. Se dispuso a ir hasta allí. Cogió chaqueta, las llaves, el móvil y abrió la puerta de su domicilio… Zod se encontraba detrás.

- ¿Hola, señora de Kal El? ¿O debería decir de Superman o de Clark Kent? ¿Cómo ha ido el día? Espero que bien porque va a terminar muy, pero que muy, mal.

Zod sostuvo a una Lois que no paraba de intentar liberarse. La introdujo en el dormitorio y la tumbó sobre la cama.

- ¿Quién eres?

- ¿No sabes quien soy? A partir de hoy no creo que se te olvide nunca.

Zod se dispuso a matarla cuando su superoído escuchó el feto. Entonces cambió de planes. No la mataría, haría algo peor. Algo que haría sufrir a su enemigo mucho más. Concentró su visión calorífica en el feto y lo desintegró. Lois sintió una punzada terrible. El dolor la atravesaba. Cayó de la cama. Zod la levantó y volvió a tumbarla. La violación fue brutal. Aunque Zod acabó enseguida la fuerza que empleó fracturó varios huesos de Lois. Lois tosía sangre. Casi no podía respirar porque una de las costillas fracturadas le oprimía el pulmón. En su interior, una tremenda hemorragia amenazaba con acabar con su vida. Antes de salir por la ventana, carcajeándose, Zod habló:

- No eres gran cosa en la cama. Por cierto…, era una niña.

Zod salió por la ventana riéndose. Lois se arrastró por el suelo, quería llegar al teléfono para pedir ayuda. Su mano derecha se aferraba el vientre. Aturdida, balbuceaba:

- No pasa nada cariño… no pasa nada…

Superman tardó segundos en cruzar la ciudad. Enfocó su visión en su apartamento y la tristeza fue mayor que nunca. Vio a Lois sangrando y arrastrándose por el suelo. Zod acababa de irse. Entró con la velocidad de un huracán. La cogió en brazos y se dispuso a salir volando por la ventana. Lois le detuvo:

- Cla…rk …

- No digas nada, no hables… enseguida llegaremos al hospital.

- No… no… espera. Mira el fe…to… ¿le oyes latir?

Superman se había hecho cargo por completo de la situación. Su hija había muerto, su mujer violada…

- Lois… por dios…

- Dímelo, ¿lo oyes latir…?

El silencio de Superman fue la respuesta más temida por Lois. Lois se aferró a su marido. Lloraba, sentía ganas de suicidarse. No pronunció sonido alguno. Se acercó al oído de Superman y le dijo una frase que Superman no olvidaría en su vida:

- Júrame que lo matarás.

Superman no contestó. Levantó a su mujer y se la llevó al hospital más cercano. Lois perdió el conocimiento nada más alzar el vuelo.

Capítulo 14

Hospital Municipal de la ciudad.

Metrópolis

Superman acababa de dejar a Lois en el hospital. Estaba en la entrada. Todos sus miedos se habían cumplido. Zod había golpeado donde más le podía hacer daño: en sus seres queridos. Una sensación de impotencia le dominaba. Sentimientos contradictorios. Rabia, dolor, frustración, odio. ¿Dónde estaría Zod? ¿A cuál de las personas a las que conocía estaría haciendo daño? ¿Lana Lang, Pete Ross, algún miembro de la Liga? ¿Dónde ir…? Mil preguntas bailaban en su cerebro. De repente, una voz a su espalda rasgó como un cuchillo todo pensamiento:

- Estoy aquí, hijo de Jor-El. Se acabó el esconderme.

Superman se giró muy despacio. Le miró de arriba abajo. Su visión de rayos equís penetró hasta en el más mínimo rincón de su enemigo.

- Analízame lo que quieras. No soy un androide, ni un clon, ni un fantasma. Soy el General Zod, Kal- El. Se nota que no estabas acostumbrado a matar. ¿Vas a intentarlo de nuevo?

Superman no hablaba. Seguía observándole. Concentraba sus supersentidos en él. No existía nada más en ese momento que Zod. La rabia, el odio le inundaban por dentro. Sin embargo, el héroe de Krypton no mostraba un solo sentimiento.

- ¿No tienes nada que decir? He matado a ese anciano al que llamabas padre, a tu perro, a tus amigos, he violado a tu mujer, he destruído tu periódico, he arrasado tus hogares y sobre todo… he matado a ese híbrido de kryptoniano y terrícola que pretendías criar. ¿Sabías que era una niña? Algún insulto merezco…

Superman le miraba con desprecio, con tensión, pero sin pronunciar una sílaba.

- ¿No vas a decir nada? Eres más patético de lo que creía. Que te quede claro que esto no es sólo por venganza. ¿Quieres saber el verdadero por qué? Porque yo he nacido para gobernar. Para dirigir los destinos del resto. Para la gloria. No soy un ser vulgar. En el otro mundo no aceptaron mi gobierno. Se unieron contra mí. Les exterminé. Tardamos años pero lo hicimos. Esta vez será diferente. Gobernaré el planeta Tierra.

El silencio de Superman irritaba a Zod.

- Tu sangre y la mía son superiores al del resto de los que nos rodean. Somos kryptonianos, no terrestres. Nuestro destino es guiarlos, dirigirlos. No son nada a nuestro lado. Simples hormigas. Y tú, te mezclas con ellos. Te haces pasar por un simple humano. Procreas, manchas la sangre kryptoniana. Nuestra raza es superior. Nuestro nacimiento nos marca. Pero, aún con todo el odio que te tengo, te voy a dar una oportunidad. Arrodíllate ante mí. Ríndeme pleitesía. Te dejaré vivir y me ayudarás a conquistar este planeta. Retorna a la grandeza kryptoniana. ¡Arrodíllate ante Zod o muere!

Superman cerró los puños y habló:

- General, no habrá fuerza en el universo que me impida hacerte pagar todo lo que has hecho.

Epílogo

Nueva Génesis

El Alto Padre acababa de dejar a Krakoom en una habitación. Acostumbrado durante años a dormir en una cueva, la mullida cama le parecía realmente un sueño. El Alto Padre avanzó hacia el muro llameante que conectaba con la Fuente. Allí, la mágica mano apareció de nuevo para escribir otro profético mensaje. El Alto Padre lo leyó, se sentó en uno de los bancos y cerró los ojos. El mensaje escrito no podía ser más explícito: La muerte es la única respuesta ante Zod.

Continuará...




Dedicado al actor Terence Stamp,por ser en el cine un Zod espectacular.

José Luis Miranda Martínez.
jlmirandamartinez@hotmail.com
Marzo de 2006-mayo de 2006.



Referencias:
[1] Laverne de Renal es una vieja conocida de Lex Luthor. Una de las mayores especialistas en la mente y la sicología humana. Veremos su entrevista y las terribles consecuencias en Flash # 6.
[2] Número 13.
[3] Número 12.
[4] Número 10.
[5] Número 14.

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