Wonder Woman nº 07

Título: La maldición de Pandora (VII): Enfermedad
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Edgar Rocha
Publicado en: Julio 2010

Wonder Woman regresa a las páginas de Action Tales y Tierra-53 de la mano de Jose Luis Miranda para continuar narrándonos la mayor de sus aventuras. En Imperio, vimos a Diana al borde de la muerte. ¿Cómo llegó hasta esa situación? Entra y descubrelo sumergiendote en esta emocionante aventura
Nací como Diana, princesa de Themyscira, heredera mortal de los Dioses griegos y su embajadora en el mundo patriarcal, donde ellos me llaman...
Wonder Woman creada por William Moult

En anteriores episodios de Wonder Woman:  Asmodel, antiguo Ángel rey, quiere iniciar una rebelión contra el cielo. Su plan es sustituir al mismísimo Dios. Para ello, está absorbiendo el poder de los panteones de las razas de dioses que habitan la Tierra. Sabedor de que alguno de estos dioses le igualaba en poder, liberó a las ocho Lacras residentes en la mítica ánfora de Pandora para debilitarles. Su plan dio resultado. Atacó un Olimpo mermado por la lacra del Dolor y logró crucificar y absorber el poder al mismísimo Zeus, para después partir hacia otros panteones. En la Tierra, Wonder Woman, John Constantine, Fantasma Desconocido y la Cosa del Pantano, han detenido a la lacra del Hambre. Cronos, padre de Zeus, a costa de su vida consiguió vencer a la del Dolor. Todavía hay sueltas seis.

Prólogo

    Asmodel reía triunfante. Había sometido a la mayoría de las diferentes razas de dioses que poblaban el planeta. En Egipto, Ra hincó la rodilla ante su presencia y simuló someterse para que el resto de los dioses le atacase. Todos fueron derrotados sin remisión. Ra, crucificado y con su corazón fuera del pecho; Lug, dios celta, también fue clavado y murió agonizante; igualmente, la trinidad hindú, Brahma, Visnú y Siva, había claudicado ante el poder del antiguo ángel-rey. Asmodel sabía que la muerte de algunos de estos dioses sería temporal, pues tenían la habilidad de resucitar. Cuando lo hicieran unirían fuerzas contra él. Por ello, su plan no podía demorarse mucho, cuanto antes intentase el asalto al trono del cielo más posibilidades tendría de triunfo. Pero, la justa paciencia era fundamental. No podía arriesgarse a que su poder no alcanzase el nivel del de Dios. Ya había incorporado a su persona un poder sin igual, porque, mientras clavaba en una cruz al patriarca de cada panteón, devoraba sus energías. Cada asalto a un nuevo grupo de dioses le era más sencillo, simplemente, porque estaba más cargado de fuerza. En estos momentos, acababa de destruir el hogar de los dioses japoneses. Con dos lanzas había atravesado las muñecas de Izanagi, primigenio dios japonés. El dios agonizaba mientras veía esparcidos, como papeles rotos, por el suelo a sus hermanos e hijos. Asmodel le hablaba:

-    Apreciado Izanagi. Cuánto poder y cuánta desgracia a la vez. Tu leyenda de forjador de la primera tierra firme y creador de varios dioses como Amaretasu, diosa del sol, Susanowo, del océano y la tempestad, ha terminado.

-    Yo fui… el primer creador…de tierra firme…

-    Tu leyenda es falsa, violaste a tu mujer, la diosa Izanami, la golpeaste hasta que dio a luz a un ser deforme, volviste a forzarla y sólo cuando ésta murió al dar a luz a un ser de fuego la echaste de menos.

-    Bajé al infierno a rescatarla…

-    Ja, ja, ja. Bajaste a un inframundo y la obligaste a comer frutos de allí para que no pudiera volver. Después la hechizaste para que se convirtiera en un demonio sangriento. Te enfrentaste y desterraste a tu propio hijo Susanowo.  Todos vosotros, dioses de pacotilla, cometisteis errores parecidos. Tuvisteis la fortuna del que creador otorgó a vuestras razas poderes y habilidades sólo patrimonio de los ángeles. ¿Y qué hicisteis con ellas? Las utilizasteis en vuestro propio beneficio forjando un solemne pacto entre vosotros:  os repartisteis las áreas del planeta y os aparecisteis a los seres humanos como sus dioses contándoles falsedades sobre el principio y el fin del mundo. Tanto poder sustentado por egoísmo y estupidez. Tantos milenios vividos y sois como niños sin maestros.

    Asmodel se alejó de la cruz. Sólo le faltaba conquistar Asgard, el hogar de los dioses nórdicos. Ya tenía más fuerza que Odín, pero éste junto con Zeus, eran los dos dioses más poderosos. Por ello, no quería malgastar nada de la energía obtenida y tenía pensado, al igual que hizo en el Olimpo, utilizar a una de las Lacras para debilitarlo primero. Se acercó al cuerpo agonizante de Susanowo, hijo de Izanagi, héroe mayor de los dioses japoneses, el mayor rival que había tenido en esta batalla, y le sostuvo entre los brazos. Con un pensamiento ambos aparecieron en Corea del norte. Allí se habían aposentado tres Lacras: ODIO, ENVIDIA y GUERRA. Asmodel las convocó y comparecieron ante él llenas de desagrado. Asmodel les habló con autoridad:

-    Entrad en este cuerpo y acudid a Asgard. Una vez sembréis cizaña y muerte en sus salones, seréis libres para horadar este planeta.

-    Hemos notado la muerte de DOLOR en el Olimpo. ¿Nos pides que nos suicidemos por ayudarte?

-    Por eso, quiero que vayáis tres. Seréis imparables. Si DOLOR hubiese ido acompañado al Olimpo estaría vivo.

-    ¿Todo estará pagado entre nosotros si cumplimos?

-    Os doy mi palabra.

    Las tres Lacras se introdujeron en el cuerpo de Susanowo, uno de los más poderosos seres de la creación. Resistiría las energías de las tres Lacras el tiempo suficiente para que Asgard fuese un páramo humeante.


Capítulo 1
Moulton town (Pennsylvania EE. UU.)

    Moulton town era un pueblo en el extremo oeste de Pensilvania, situado a unos 2.000 metros de altitud y con, aproximadamente, unos 5.000 habitantes. Sólo había una carretera que llegaba al lugar y en época invernal quedaba muchas veces cubierta de nieve, aislando totalmente a la población. El avión invisible de Wonder Woman la sobrevolaba durante varios minutos. No había señal de ningún automóvil. Aprovechando que estaba desierta, Diana aterrizó en ella. Sus tres ocupantes bajaron: la propia Diana, el Fantasma Desconocido y John Constantine. El cielo era oscuro y tormentoso. Una sucia y fría neblina les envolvía. No se apreciaba un alma en kilómetros a la redonda. John sacó un cigarrillo e intentó encenderlo. No conseguía que el mechero se sobrepusiera al helado viento que surcaba el terreno. ¿Por qué los putos fantasmas no pueden aparecerse en una playa española en verano? Joder- se decía. El Fantasma Desconocido fue el primero en hablar:

-    En el corazón del pueblo que veis a lo lejos se encuentra la siguiente lacra: ENFERMEDAD.

-    Bien, ¿a qué esperamos?- dijo Diana.

-    Sí, cuánto antes arranquemos el corazón a ese cabrón mucho mejor. Odiaría perderme las semifinales de la Copa de Europa.

-    Esperad. Hay algo en el ambiente a partir de aquí.- dijo el Fantasma señalando al suelo. Comienza el influjo de la lacra. Recordad que no puede poseernos, pero sí hacernos daño. Quizá si damos un paso más podemos vernos afectados.

-    Creo que solo hay un medio de averiguarlo- diciendo esto, Constantine, avanzó con paso firme y decidido.

    Nada más hacerlo sintió la tenaza del dolor. Un intenso latigazo le golpeó en los pulmones. Comenzó a toser con fuerza y un esputo de sangre salió de sus labios.

-    ¿Es… de nuevo el ….cáncer?- balbuceaba un asombrado Constantine.

    Rápidamente, John dio un paso atrás y el dolor desapareció como si no hubiera existido nunca.

-    Cáncer, conseguí superarlo una vez gracias a un particular, y no recomendable, medio de curación.  Moriré si me adentro en el pueblo.

-    Bien, creo que debo ser el siguiente. No hay enfermedad humana que me afecte. Habló el Fantasma.

    Adelantó una pierna y entró en la influencia de la lacra. Al instante, su cuerpo comenzó a envejecer. Los siglos de existencia del Fantasma le pasaban factura. Su carne y piel se convertían en polvo. Antes de desfallecer, retornó junto a sus amigos y los efectos desaparecieron.

-    Imposible, el peso del tiempo me consume.

-    Sólo quedo yo- Diana sostuvo el lazo entre sus manos y tragando saliva penetró en el área de influjo.

    En apariencia no sucedió nada. No sintió ningún efecto extraño.

-    ¿No parece que… pase nada?

-    Hay enfermedades que pueden estar latentes años. Quizá la tuya aparezca dentro de una hora o un día…- dijo Constantine.

-    No, algo ha cambiado. Sí está siendo afectada.- dijo el Fantasma.

-    Pero, ¿cómo no siento nada especial?

-    Intenta levantar esa piedra.

    A su espalda una enorme roca de al menos cien kilos, que Diana podía levantar sin problemas con una mano. Se colocó a su altura, la asió con ambos brazos e intentó levantarla. Por más esfuerzo que hizo no lo consiguió.

-    Ahora intenta volar.

    Tampoco lo logró.

-    Has perdido tus poderes. La fuerza, la velocidad, la resistencia, la capacidad de vuelo. Todo ha desaparecido… Así, será imposible derrotar a esta lacra. Debo pensar…

-    Escucha Fantasma, si lo único que me ha robado son los poderes podré llegar hasta ella.

-    ¿Y luego, cómo la detendrás?- habló Constantine.

-    Sigo llevando el lazo de Hestia. Con el lazo no puede poseerme y si logro enlazarla la paralizaré.

-    Aunque lo hiciste con la otra le quedaron fuerzas para derribarte.

-    Una vez la capture, no soltaré el lazo pase lo que pase. Su poder menguará y podréis entrar. Voy a adentrarme en el pueblo.

-    Ten mucho cuidado… todos sus habitantes estarán afectados de alguna manera. Estás sola y sin poderes.

-    No es la primera vez, ni será la última. Será mejor que me desplace en el avión.

    Intentó dar una orden mental pero tampoco funcionaba ninguna forma de telepatía. Salió y ordenó al avión que entrará. El avión se retorció como si estuviera vivo. Había sido creado por tecnología lansanariana, a partir de un ser vivo tecno-orgánico que se veía afectado por las enfermedades. Tampoco contaba con él. Diana sacó del avión su capa azul y se envolvió con ella. También extrajo un cinturón con una funda y espada corta que se colocó en la cintura. Tras una breve despedida John y el Fantasma observaron como se adentraba en aquella espesa neblina grisácea y oscura. Constantine sintió un frío intenso, el cielo seguía taponado de nubes negras.


Capítulo 2.
El Olimpo.
Zeus había recuperado parte de sus fuerzas. La corte entera de dioses y titanes le rodeaba. Los dioses muertos, Hipnos, Hefesto, Enio, Asclepio y Tique estaban siendo envueltos en mortajas blancas con una moneda en cada ojo. El cadáver de Cronos era acariciado por Zeus. La voz del padre de los dioses atronó en la sala:

-    ¡¡Hoy es un día de tristeza!! Varios dioses han sido asesinados por culpa de Asmodel. Sólo el sacrificio de mi padre, Cronos, ha impedido mi propia muerte. Sé que muchos estáis dolidos conmigo por haberos implantado recuerdos falsos. Os pido que posterguéis ese odio. Ahora es tiempo de unión. Todos debemos ser uno hasta que las Lacras sean encerradas o destruidas y la cabeza de Asmodel adorne este salón.

-    Padre- intervino Heracles-, nos engañaste… pensamos que éramos creadores del mundo y sus criaturas, que gobernábamos cielo, tierra e infierno. Ahora descubrimos nuestra mortalidad.

-    Me niego a seguir escuchándote… ¿quieres mi muerte, mi caída, mi trono…? La tendrás. Pero antes debemos estar unidos en contra de nuestro enemigo.

    Todos callaron. Zeus prosiguió.

-    Cronos antes de morir superó sus bloqueos mentales y recordó donde estaba escondida la Espada del Tiempo. Con esa arma podremos matar a las Lacras e, incluso, a Asmodel.

    Atenea, diosa de la sabiduría, avanzó hacia Zeus:

-    Zeus tiene razón. Aunque nos ha mentido, violado nuestros recuerdos y utilizado en su gloria personal, nada conseguiremos desunidos. Las Lacras no son invencibles. Aquí yace DOLOR y acaban de detener a HAMBRE en la Tierra.

-    ¿Quién ha podido?- murmullos de sorpresa se extendieron entre dioses y titanes.

-    Diana…, prosiguió Atenea la hija de Hippolita, a la que los mortales llaman Wonder Woman. Propongo que un grupo de nosotros busque esa Espada del Tiempo y colabore con ella para erradicar las Lacras y derrotar a Asmodel.

    Zeus retomó la palabra:

-    Como siempre Atenea habla con razón y sensatez. Cronos, escondió la Espada del Tiempo en la Roca de la Eternidad, donde vive el viejo mago Shazam. Cuatro de nosotros irán a recuperarla. Pero, cuidado, Cronos me advirtió que no podréis coger la espada sin ceder un precio terrible. Yo avisaré a los demás panteones de dioses, si es que queda alguno con vida. El resto preparaos para la más grande batalla de nuestra existencia.


Capítulo 3
Moulton Town..

Las calles estaban desiertas. Diana, aún envuelta en su capa azul, sentía la mordaza del frío. Tenía los brazos congelados. La neblina se hacía cada vez más espesa y no conseguía ver bien a lo lejos. Llegó a los primeros edificios. Todo parecía abandonado, como si llevara décadas deshabitados. Wonder Woman recorría con la mirada el pueblo buscando alguna indicación que la llevara al centro.

    Un ruido la sobresaltó. A unos cien metros de ella observó como una niña se acurrucaba en una esquina. Se acercó hacia ella. Con más detalle vio como portaba un raído abrigo verde y como sostenía una pequeña muñeca entre los brazos. Era morena, no pudo apreciar su rostro porque lo escondía casi en el abdomen. Al acercarse escuchó con nitidez sus gimoteos:

-    He sido …mala…, me he esca…pa…do…

-    Pequeña, no te asustes. Soy una amiga. ¿Te encuentras bien?- Diana ya estaba a su altura.

-    Me he escapado… ya me dijeron que pasaría si lo hacía…

-    ¿Quiénes te advirtieron? ¿Estás sola?

-    Ahora no me dejan volver…

    Diana llegó hasta la niña y tocó su hombro esperando que se volviera. Ésta lo hizo. Al verla, la heroína retiró la mano y tuvo que sofocar un grito. Del rostro de la pequeña habían sido arrancados los ojos. Además, estaba recorrido de pequeños e incisivos cortes que parecían hechos con una hoja de afeitar.

-    No te asustes. Voy a abrazarte…

-    ¡No! No me toques…

    La niña se soltó del abrazo de la amazona y huyó. Diana dudó, pensó en dejar que se fuera. Luego se decidió. La sacaría de allí y la llevaría con el Fantasma y Constantine a la entrada del pueblo. Después, proseguiría su búsqueda. Empezó a correr tras ella. La fugitiva se detuvo en una da las casas y entró en su jardín, todo reseco y marchito. Diana la siguió cruzando el umbral. Ante ella apareció un porche con macetas rotas y plantas secas. Diez jaulas de pájaros, contenían los cuerpos sin vida, casi esqueléticos, de otros tantos pajarillos. Sólo uno de ellos parecía moverse por el viento. Vio la trampilla de entrada a un sótano abierta. Resonaba el eco de los pasos de la niña en su interior. Al acercarse, sintió un olor húmedo y sucio. Diana decidida a sacar a la niña de allí, empezó a descender con el corazón encogido.


Capítulo 4
El Olimpo.

Zeus había escogido la comitiva que debía recoger la Espada del Tiempo de la Roca de la Eternidad: Hermes, dios de la velocidad, los ladrones y el comercio, Heracles, dios del poder y la fuerza, Ares, dios de la guerra y Afrodita, diosa del amor y la belleza. Se agarraron de la mano y Hermes les imbuyó de una velocidad extrema que les propulsó a través de tiempo y espacio hacia la Roca. Una oscuridad total les invadió y una enorme montaña en medio del universo se apareció ante ellos. Las estrellas se veían lejanas como si no se atrevieran a acercarse a aquel lugar. Estaban en el mismo principio y final del tiempo y del espacio. Habían llegado a la Roca de la Eternidad.

    El anciano mago Shazam sintió la llegada de los visitantes y les recibió en la entrada. Estaba apesadumbrado, hacía unos días que había muerto su mayor campeón, su amigo, el superhéroe conocido como Capitán Marvel. 

-    Dioses del Olimpo, os saludo. ¿Cuál es el motivo de vuestra visita?

    Afrodita se adelantó y habló:

-    Nosotros también te saludamos. Es un honor encontrarnos con el venerable mago Shazam.

-    En estos tiempos aciagos, en los que he dejado de escuchar mi nombre, es un placer oírlo de unos labios tan bellos.

-    Respetado mago. El motivo de nuestra visita es encontrar un objeto que depositó aquí hace muchas eras el padre de los Titanes, Cronos. Se trata de la Espada del Tiempo. La creación corre peligro de desaparecer a manos del terrible Asmodel. Necesitamos detenerle con ese arma.

-    Cronos visitó la Roca con la espada antes de que yo viviera en ella. Pero sé de qué me habláis. La situó en una estancia que nadie ha vuelto a pisar. Hay lugares aquí en los que jamás he entrado y entraré pues las estancias y los lugares de la Roca son infinitos. Sí debo advertiros que, para coger la Espada, deberéis pagar un precio a su guardián.

-    ¿Quién es su guardián?

-    El mismo Cronos.

-    Pero, si está muerto.

-    Estáis en el principio y el final del tiempo. Cada recoveco de la Roca tiene su propio flujo temporal. Las reglas de vuestro mundo no se aplican allí. Quizá ese Cronos no haya salido todavía de la estancia.
.
-    ¿Puedes indicarnos dónde…?

    Shazam alzó un brazo y señaló un muro de roca en el que se abría un túnel. Los dioses se encaminaron allí. Nada más entrar en el túnel los cuatro dioses abrieron los ojos asombrados al ver como el pétreo techo era sustituido por una cúpula de estrellas. Las paredes desaparecieron y una inmensidad oscura se extendía en todas direcciones. Tampoco había suelo, pero flotaban en el espacio y podían seguir andando. Sin pretenderlo, los dioses cambiaban de posición en el recorrido y, a veces, les parecía estar colgados cabeza abajo y, otras, andar como por paredes. Haciendo caso omiso a todo prosiguieron el camino. Hermes intentó utilizar su velocidad para avanzar más rápido, pero, en cuanto lo hizo, se encontró el último de los tres a unos cien metros del penúltimo. Cada vez que iniciaba la carrera, veía como retrocedía aún más. En cuanto atemperó su paso se situó casi sin enterarse a la altura de Heracles que encabezaba la marcha. Finalmente, todo volvió a reducirse y aparecieron, sin saber bien cómo, en un gran salón decorado con frases en griego antiguo y una enorme espada metida en una urna de cristal. Una gran sombra se alzaba tras la urna. Dio varios pasos hacia los dioses y éstos vieron con asombro como se trataba de un rejuvenecido Cronos.


Capítulo 5.
Moulton Town.

Diana descendía por la escalera hacia el sótano intentando encontrar a la niña. Un repugnante olor de humedad y podredumbre le hizo estremecerse. Las paredes parecían estar cubiertas de una materia grasa y pegajosa. La luz se iba extinguiendo y, en cuanto bajó diez escalones, perdió por completo la visión. Diana se detuvo, dudó. Pensó en subir y esperar a la pequeña en el exterior. O mejor, proseguir hacia el interior del pueblo en busca de la lacra. Pero, estaba claro que la niña necesitaba atención médica. Así que se forzó a continuar su descenso. Llegó al final de la escalera sin ver absolutamente nada:

-    ¿Pequeña…? ¿Estás aquí quiero ayudarte? Ven hacia mi voz.

    El sótano era muy amplio. Wonder Woman tanteó la pared, también estaba manchada de algo grasiento. Chocó con unos botelleros que antaño debieron acoger decenas de botellas de vino. De repente, un rumor empezó a oírse en el fondo. Diana, no conseguía captar bien qué podía producirlo. Era un sonido grave, pero de baja intensidad. Prosiguió tanteando la pared buscando algún interruptor de luz, pero sin suerte. Al dar el siguiente paso tropezó de nuevo. Diana se agachó y tocó el objeto que casi le había hecho caer. Se trataba de un cadáver sin duda. Intentó proseguir pero no pudo, sus pies pisaban más bultos. La mitad del sótano estaba cubierto por cuerpos humanos. Los ojos de Diana se iban acostumbrando a la oscuridad y podía entreverlos. El rumor subía de volumen:

-    Ppppprrrr… ffffvvvvrrrr… vvvvnnnn… …ddddnnnn… ppppzzzz

    Diana supo que algo se le acercaba. Dio un par de pasos hacia atrás y entonces escuchó nítidamente las palabras:

-    Pppoorrr… fffaaavvvooor… vvveeennn…  dddaannnooosss  pppaaazzz.

-    ¿Quiénes sois?

-    Daannoosss ppaaazzz.

    Tres o cuatro voces repetían las primeras palabras. Eran varias personas que se acercaban a ella. Diana apenas las vislumbraba. Retrocedía intentando llegar a la escalera de subida. De repente, sintió un corte en su antebrazo. Lo tocó y comprendió que estaba sangrando.

-    Alejaos de mí.

    Lanzó un puñetazo pero no conectó con nadie. Intentó huir hacia la escalera, pero algo le hizo tropezar y cayó al suelo. Decenas de manos se abalanzaron sobre ella, arañándole brazos, rostro y piernas. Afortunadamente la capa que le cubría desviaba la mayoría de los ataques. Oyó el silbido de una hoja de acero que le rasgó la pierna. Fue como una descarga eléctrica que le impulsó a ponerse de pie y a intentar alejarse corriendo. Otra cuchillada en el costado la volvió a tumbar. Se arrastró como pudo hasta tocar el primer escalón. Lanzó una fuerte patada que impactó en uno de los atacantes y, éste a su vez, entorpeció el ataque de los demás. Wonder Woman consiguió alzarse y empezó a subir las escaleras. Alguien le agarró de la capa y Diana tuvo que soltársela para no volver a caer. Diana ascendía velozmente, ya observaba la luz en el exterior. De pronto, escuchó como las escaleras se llenaban de pasos. Sus asaltantes la perseguían.  Diana salió al exterior mirando sus brazos y piernas llenos de cortes sangrantes. También el rostro lo tenía marcado. La puñalada en el costado era la herida más grave. El ruido aumentaba, la marabunta humana no tardaría en llegar. Agarró una de las jaulas de pájaros muertos que había y en cuanto el primer asaltante asomó la cabeza se la estampó con todas las fuerzas que pudo reunir. Sólo pudo verle una fracción de segundo, pero apreció con nitidez que el enemigo también tenía los ojos arrancados. El golpe le hizo frenar en seco. Un segundo impacto de Diana le precipitó escaleras abajo chocando con el grupo que ascendía. Diana salió de la casa corriendo hacia la calle. No dejó de correr hasta que vio que nadie la seguía.


Capítulo 6
Moulton town (Pennsylvania, EE. UU.)

El Fantasma Desconocido y John Constantine se desesperaban en la frontera del pueblo. El Fantasma había intentado varias veces cruzar la línea imbuyéndose en hechizos protectores, pero ninguno daba resultado y debía retornar al punto de partida. Tras el último intento, John le preguntó:

-    Pensé que eras un mago más poderoso.

-    Yo pensé lo mismo de ti. Por eso te traje.

-    Je, no sabía que tuvieras sentido del humor. ¿No hay forma de localizar a Spectre?

-    Ojalá.

-    Oye, cuéntame la historia de Asmodel. ¿Por qué quiere organizar una rebelión?

-    El Creador otorgó libre albedrío y sentimientos a sus criaturas. Esto se volvió en su contra. Los ángeles no eran esclavos sin mente, sino seres capaces de decidir y de contradecir sus designios. Además, en contra de lo que se piensa, el Creador no dirigió la creación, sólo la puso en marcha. Decía que el desarrollo de la vida perdería su sentido sin libertad. Instauró el tiempo que llevaría a cada ser a su presencia para juzgar el bien y el mal cometido. Y todavía más polémico, el perdón. Cada ser podía arrepentirse del mal causado. Hubo ángeles que no entendieron esta forma de actuar. Asmodel fue el más vehemente. Él pensaba que la creación debía estar sometida a un control absoluto y no permitir disensión alguna. Había que otorgar la felicidad por decreto a las criaturas, privándolas de raciocinio y libertad de actuación. Curiosamente, Lucifer, el dador de luz, fue quien más se opuso a Asmodel.

-    Vaya.

-    Los milenios pasaron y las perspectivas cambiaron. Lucifer pasó a pensar que este comportamiento de Dios generaba injusticias y encabezó la primera rebelión contra él. Realizó una reunión secreta entre cuatro ángeles rey: Rafael, Abbadón, Asmodel y él mismo.

    Con un gesto de su mano, una representación de la reunión se apareció ante los ojos de Constantine. Veía a los cuatro seres como si hubieran sido filmados en una película.  Hablaba Lucifer:

-    Tú tenías razón Asmodel. La libertad concedida es su mayor error. La libertad provoca injusticia y sufrimiento.

-    Pero, el peso del tiempo lleva a cada ser a rendir cuentas ante él- opinó Rafael.

-    Y cuando son condenados, ¿no es culpa de que Dios les dejó elegir? ¿No es injusto que sufran una eternidad de castigo cuando el creador se la podía haber evitado? ¿Es justo que la evolución de las criaturas les haya llevado a renegar de él? ¿No habría que haber dirigido su desarrollo? Hay seres que se autoproclaman dioses, ¿no insulta esto a su obra?

-    ¿No lo haces tú, con tus palabras?- dijo Abbadón.

-    Yo quitaré la libertad, seré un dios de amor y compasión ayudaré a la humanidad y nadie sufrirá. Sólo habrá felicidad.-respondió Lucifer.

-    Eso opinaba yo y tú me decías que serían esclavos…- intervino Asmodel.

-    He cambiado mi forma de pensar. ¿Estarás a mi lado?- volvió a hablar Lucifer.

-    No. –respondió Asmodel. No porque no tengas razón, sino porque eres débil para llevar esta revolución a cabo.

-    Seré lo fuerte que haga falta. Quitaré las contradicciones de ahora. Si dedicó cien eras a destruir y otras tantas a hacer el bien, ¿sería perdonado?

-    Dependerá del grado de arrepentimiento, habló Rafael.

-    Imbéciles, renegáis de vuestra inteligencia. ¿Quién está conmigo?.

    Las imágenes desaparecieron y el Fantasma volvió a hablar:

-    Sólo Rafael le siguió. Abbadón y Asmodel se le opusieron. La rebelión fracasó. Rafael se arrepintió y fue perdonado. Es parte del ser que conoces como Spectre. Lucifer fue condenado y encerrado en el infierno. Lugar del que se hizo señor. Con el paso del tiempo Abbadón intentó una segunda rebelión, pero fue detenido por el mismo Spectre en los días de la Segunda Guerra Mundial.  Era cuestión de tiempo que lo intentara Asmodel.

-    ¿Cómo sabes todo esto con tanto detalle?- habló John Constantine.

-    Yo estuve allí. En la primera rebelión. Dudé y me mantuve al margen de ambos bandos. Fui despreciado por cielo e infierno. Sin un hogar, condenado a vagar errante por los siglos de los siglos.


Capítulo 7
Roca de la Eternidad.

Heracles, Ares, Hermes y Afrodita rodearon la urna con la espada. Cronos apoyó su mano en el cristal que la protegía y empezó a hablar:

-    ¿Quiénes sois?

-    Yo soy Heracles, hijo de Zeus. Tú eres mi abuelo. Somos olímpicos, dioses de tu futuro.

-    Tu abuelo… tuve hijos…

    Afrodita se adelantó.

-    Cronos, padre del tiempo. Venimos a solicitar tu espada. Las Lacras han retornado.

-    Las Lacras. Seres de enorme poder que atacaron la Tierra, a humanos y titanes. Gracias a esta espada fueron derrotadas. Esta arma es capaz de hacer envejecer hasta el fin de sus días a cualquier ser que atraviese. Maté a ocho y exilié a otras tantas: Dolor, Odio, Esclavitud, Enfermedad, Olvido, Envidia, Hambre y Guerra. Después, la guardé en esta Roca de la Eternidad y dejé una porción de mí, esta que veis, para protegerla. ¿Qué pasó después?

-    Tras el exilio de esos seres una profecía te anunció que tus hijos te destronarían y decidiste devorarlos. Al último de ellos, Zeus, le salvó tu esposa Gea. Zeus te destronó y liberó de tu vientre a sus hermanos. Fuiste encerrado, cuando las Lacras regresaron, Zeus acudió buscando tu ayuda, pero por rencor te negaste a descubrirle el paradero de la espada. Sin embargo, Zeus logró que Hefesto, dios de la forja y el fuego, construyera un ánfora que absorbió las almas de esos ocho seres. Después, Zeus recurrió a Hipnos, dios del sueño, para que nadie pudiera encontrarla jamás y le hizo borrar de la memoria este suceso. Nadie recordaría la existencia de la vasija salvo Zeus Hipnos y Hefesto. Zeus entregó el ánfora a Morfeo, para que le custodiara en su reino de los sueños. Al abrirse de nuevo el ánfora Zeus nos reveló la verdad. El Olimpo fue atacado por la lacra del DOLOR y tú, padre del tiempo, la detuvisteis a costa de vuestra vida. Antes de morir desvelaste a tu hijo la ubicación de la espada.- explicó Heracles.

-    Así que he muerto. Esta personalidad carecerá de tiempo si salgo de esta estancia. Y si os lleváis la espada mi permanencia aquí carecerá de sentido.

-    Déjanos tomarla y prometo que la devolveremos a este lugar para que puedas seguir cuidándola.- dijo Afrodita.

-    ¿Cómo sé que estáis diciendo la verdad?

-    La prueba de que estamos aquí. Tú nos guiaste hasta este sitio.- intervino Ares.

-    De cualquier manera, me hice prometer que sólo entregaría la espada a alguien desesperado que la viera como única solución.

-    Lo estamos.- dijo Hermes.

-    Demostradlo. Sólo quien esté desesperado será capaz de entregar su vista por salir de aquí triunfante. ¡Que uno de vosotros me entregue voluntariamente sus ojos y tendréis la espada!

    Heracles y Ares entendieron a la perfección que Cronos hablaba en serio. La única solución era derrotarle y robar el arma. Ambos se miraron cómplicemente y proyectaron sus puños contra la urna que protegía la espada. Antes de tocar el cristal una fortísima descarga de energía les bañó a los dos y salieron propulsados al otro extremo de la estancia. Hermes y Afrodita sintieron como las piernas no les sostenían y cayeron al suelo. Cronos volvió a hablar:

-    Aquí soy omnipotente. Si no estáis dispuestos a entregar la vista por la espada es que aún no estáis lo suficientemente desesperados. Idos y dejadme descansar.

-    Tú, en tu futuro, nos trajiste. Las Lacras te dieron muerte. Ayúdanos a vengarte. –gritó Ares.

-    Cédeme tu vista y me convencerás de lo que dices es cierto. Si no, marchad.-contestó el titán.

    Hermes alzó su mano y le dijo:

-    Soy el mensajero de los dioses, he recorrido el mundo y mi vista se ha llenado de maravillas. Ya he visto lo que tenía que ver. Toma mis ojos y concédenos la espada.

-    No lo hagas Hermes, dijo Afrodita.

-    No hay otra solución, Ares y Heracles jamás cederían voluntariamente sus ojos, y, en cuanto a ti, sería un pecado destruir tu belleza.

-    Entonces, ¿deseas entregarme tu vista?- volvió a intervenir Cronos.

-    No, pero mi voluntad de obtener la espada es más fuerte que mi deseo por querer seguir viendo.

-    Sea.

    Cronos sacó una guadaña de su cinturón. Fue lo último que vio Hermes, porque el movimiento que le seccionó ambos ojos fue tan rápido que ni siquiera apreció un simple brillo. Un latigazo terrible de dolor hizo que se cubriera el rostro con las manos. La sangre las inundó. Afrodita le abrazó. Cronos mostró los ojos de Hermes en la palma de su mano. Con la otra, tocó la urna de cristal y se alzó. Heracles agarró la espada. Ares sacó una funda que llevaba colgada en su espalda y la introdujo en ella. Nos turnaremos para llevarla, dijo Ares a Heracles. De acuerdo, asintió éste. Cronos habló por última vez:

-    Id y recordad vuestra promesa de devolverla a este lugar. Os esperaré. También tened presente que para usar la espada también se debe estar desesperado.

    Ares y Heracles se encaminaron hacia la salida. Afrodita juntó sus manos con las de Hermes, para dirigir sus pasos. Antes de abandonar la estancia, Afrodita, miró como Cronos depositaba los ojos recién segados en el lugar donde estaba la espada. Después, miró la terrible herida en el rostro de su compañero y, casi por primera vez en su vida, sintió un profundo pesar. Pronto, los cuatro dioses retornaron a presencia del mago Shazam.


Capítulo 8
Moulton town (Pennsylvania, EE. UU.)

Un zumbido enorme se adueñó del espacio. Wonder Woman miró hacia el cielo y vio como una nube de insectos descendía hacia ella. Eran millones, ocultaban la poca luz y parecían volver negra la neblina grisácea que ocupaba el espacio. Wonder Woman se vio bañada por millares de ellos. Las picaduras eran terribles. Se cubría el rostro con las manos, para proteger los ojos y evitar que se le metieran en boca y nariz. Intentó correr pero las picaduras en su cuerpo eran terribles y tropezó. No veía salida posible. Desesperada agitó las manos para intentar alejarlos sin conseguirlo. Casi creyó que deliraba cuando escuchó una voz desde lo alto de un edificio anexo:

-    ¡¡Cúbrete y sube!!

    Una sucia manta salió despedida desde la ventana del último piso. Diana no pudo ver bien de donde salía, pero agradeció que cayera sobre ella dándole unos segundos de respiro. Así cubierta, se fue aproximando a la pared del edificio. Tanteándola encontró una puerta por la que se introdujo. La cerró. Los insectos se amontonaban intentando entrar. Un grupo numeroso se adhería a la manta y los que habían logrado pasar la atacaban como si tuvieran vida propia. Se la quitó de encima y prosiguió hacia el interior del edificio subiendo por unas escaleras hasta llegar a la primera planta. Apareció una enorme sala en la que se disponían decenas de cuerpos amortajados. Las ventanas se llenaban de insectos golpeando los cristales. Los que estaban rotos los dejaban pasar en tropel. Diana cruzó la estancia hacia las escaleras del fondo pasando por entre los amortajados. Uno de ellos, al situarse la amazona a su altura, se alzó con un repentino movimiento agarrando su brazo:

-    ¿Cómo has entrado? El Apocalipsis ha entrado en nuestras vidas… Ayúdanos…

    Diana retiró la mano. La sábana que envolvía al amortajado cayó, dejando al descubierto un cuerpo desnudo repleto de llagas y pústulas. El enfermo alzó la mano e hizo ademán de acercarse hacia Wonder Woman. Esta dio otro paso atrás y escuchó:

-    Tenemos la lepra… sé que ha sido por nuestros pecados.

    Todos los cuerpos empezaron a despertar y a realizar la misma danza macabra, las sabanas caían y todos ellos se acercaban hacia la heroína. No puedo ayudaros… intentaba disculparse Diana cuando volvió a sentir picotazos de los insectos que entraban por el cristal fragmentado. Diana se veía desbordada. Los leprosos se le acercaban dejando jirones de carne y piel en el intento de sostenerla. Una puerta se abrió al fondo emergiendo una figura femenina con un extintor en la mano. Apretó el gatillo y una espuma blanca bañó a leprosos e insectos.

-    Por aquí… rápido…

    La amazona reaccionó de inmediato. Empujó a los enfermos que se le interponían y se apresuró hacia la salida que acababa de aparecer. Nada más entrar, la mujer que había gritado cerró la puerta con fuerza.

-    Rápido. Cof… cof… sígueme. Me llamo Raquel Corben.

-    Yo soy …

-    Sé… cof, cof… sé quién eres… veo… veía la televisión…

    Ambas mujeres corrieron por un enorme pasillo y subieron nuevamente por otras escaleras hasta llegar al tejado. Allí, Raquel, tenía dispuesta una especie de rudimentaria tirolina que comunicaba con las ventanas del edificio de enfrente. Podían cruzar la calle por arriba en segundos. Haz lo que yo haga, le dijo Raquel. Con rapidez, enganchó un arnés a la cuerda y se dejó caer llegando a la ventana del edificio de enfrente. Devolvió el arnés, que Diana sostuvo repitiendo la acción de su predecesora. Raquel selló la ventana con silicona. Los insectos no tardaron en llegar, pero esta vez no pudieron pasar. Diana sangraba por el costado, las heridas de los insectos le escocían terriblemente y sentía mareos debido al veneno inoculado. Sin embargo, era la primera vez desde que entró en el pueblo que paladeó un momento de tranquilidad. Diana alzó la vista y se fijó en la mujer que la había salvado. Tenía un aspecto horrible, parecía agotada, la carrera le había dejado sin fuerzas. Tosía sin parar. Su cara reflejaba delgadez y cansancio. Era morena y el pelo le caía sobre los hombros. Llevaba puesto un mono de trabajo con un cinturón porta herramientas. En él, entre martillos y destornilladores, pudo apreciar un cuchillo afilado y una pistola. Raquel advirtió que Diana se fijaba en la pistola.

-    Contra los bichos no sirve de mucho. Y contra los demás poca cosa, además… sólo me quedan dos balas.

-    ¿Quién eres?

-    Ya te lo he dicho… cof, cof… Me llamo Raquel Corben. Soy una de las pocas que ha conservado la cabeza en su sitio a pesar de cof, cof, cof… de mi enfermedad.

-    ¿Cuál…?

-    Cáncer de pulmón… supongo que es justo debido a mis años como fumadora empedernida… cof, cof… Bueno… dime ¿qué vamos a hacer?

-    ¿A hacer?

-    Claro, supongo que… ¿eres la verdadera Wonder Woman o una tía disfrazada como ella? Lo que ha sucedido aquí no es normal… supongo que la Liga de la Justicia estará contigo… que habréis venido a sacarnos de aquí.

-    Estoy sola.

-    ¿Sola?

-    Sí.

-    Bueno, pues llama a ese avión invisible o cógeme en los brazos y salgamos…

-    No tengo poderes, mi avión no puede entrar en el pueblo…

-    Pero, ¿por qué has venido?

-    Verás… un ser que hace contraer enfermedades está en el pueblo… por eso todos los habitantes han enfermado.

-    Algunos pensamos que era cosa del diablo. Algo sucedió… todo el mundo empezó a enfermar. La gente se volvió como loca. Además, una fuerza nos impedía salir del pueblo. Una especie de barrera invisible que además aumentaba nuestras dolencias. Todos encontraban consuelo acercándose al hospital.

-    Es el influjo de ese ser que te he mencionado. Él estará en el hospital.

-    Los doctores y las enfermeras también empezaron a enfermar… intentamos llegar a la frontera sin conseguirlo. En cuanto nos alejábamos de las calles y nos dirigíamos a la carretera, todos caíamos con una dolencia mayor. Pronto, empezaba a morir la gente y retornábamos al interior. Los enfermos con dolencias similares formaban grupos. Casi todos enloquecieron. El edificio en el que entraste era la escuela, allí viven los leprosos. Comen restos podridos del antiguo almacén.

-    ¿Queda más gente con la cabeza en su sitio o eres la única?

-    Yo comparto un escondite con diez personas. Salimos en busca de alimentos. Latas de conservas que queden en casas. Estamos ocultos. Todos tienen alguna enfermedad, pero hemos logrado sobrevivir unidos.

-    ¿Y los insectos?

-    Aparecen durante una hora y luego desaparecen por otras seis. Es decir, cuatro veces al día. Pueden devorar a una persona si se la encuentran en la calle. Les he visto picotear ojos hasta que estallaban, introducirse en el cuerpo de un hombre por los oídos y la nariz y la boca e inundarle el interior. No sé por que vienen, quizá sea un efecto de ese ser que mencionas.

-    Quizá…

-    Bueno, es hora de volver a mi escondite. ¿No puedes llamar a Superman y que nos saque de aquí?

-    Ojalá estuviera aquí conmigo.

-    No tienes, cof, cof… buen aspecto. Los insectos te han inoculado veneno y esa herida del costado te sangra y puede infectarse. Déjame ayudarte.

    Raquel sacó un paquete de vendas y envolvió las heridas más graves de Diana, después le dio un ungüento para que se lo extendiera por las picaduras. Diana lo agradeció y sintió un gran alivio.

-    Mejor, ¿verdad?

-    Mucho mejor, muchas gracias. Debo llegar al hospital y enlazar a la lacra con el lazo de Hestia. Esa es nuestra única esperanza.

-    Bien, lo intentaremos. primero vayamos a mi escondite y descansemos un poco.


Epílogo

    Susanowo, con las Lacras ODIO, ENVIDIA y GUERRA en su interior, llegó a Bifrost, el puente del Arco Iris que comunica la tierra de los humanos, Midgard, con la morada de los dioses, Asgard. Su guardián Heimdall le cortó el paso. Susanowo, se hincó de rodillas:

-    Oh, poderoso Heimdall. Mi pueblo ha sido masacrado. Mi padre crucificado. La humillación mancilla mis manos por no haber sido capaz de defenderlos. Pocos hemos sobrevivido. Así está sucediendo con multitud de otras razas de dioses. Por ello, pido audiencia al poderoso Odín y solicito su ayuda.

    Heimdall comunicó mentalmente con Odín y éste autorizó su entrada. Las Lacras dormitaban internas sin conectar su poder. Nadie advirtió su presencia. En el gran salón del trono Susanowo volvió a clamar ayuda a Odín. Éste había sido avisado por Zeus de la presencia de Asmodel, y ordenó a todos los guerreros que se prepararan para el combate. Pero al entrar en las estancias que Odín le había preparado para descansar, las Lacras empezaron a irradiar el aire con su maléfico poder. Se extendió sobre el oxígeno y los dioses respiraron la ponzoña sin darse cuenta. Las tierras de los gigantes fueron invadidas por este hedor, las regiones de los trolls, los enanos y toda otra raza que habitara Asgard. Y todos desearon las cosas que tenían las otras razas, empezaron a odiarse entre sí y establecieron que la guerra era el único medio para acallar ese odio y esa envidia que les corroía por dentro.

Continuará...

Junio 2006-abril 2010
José Luis Miranda Martínez
jlmirandamartinez@hotmail.com



Referencias:
[1]  Explicación tergiversada, parcial y resumida de algunos mitos japoneses.
[2]  Ver capítulo anterior.
[3]  John Constantine contrajo un cáncer que estuvo a punto de matarlo. Se salvó vendiendo su alma a tres entidades demoníacas a la vez. Para evitar la guerra por el control de su alma cuando éste falleciera, Satanás se lo curó. Ver la saga Hábitos Peligrosos realizada por Garth Ennis y William Simpson, números 41 a 46 USA de Hellblazer..
[4]  Estos episodios tienen lugar antes de la serie Imperio.
[5]  Ver Los Primeros Días de la JSA (próximamente en Action Tales
[6]  La aparición de los dioses de Asgard es anterior a la que tuvieron en Green Lantern 3 Action Tales.

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