Batman nº 23

Título: Amnesia
Escritor: Igor Rodtem   
Portada: Roberto Cruz
Fecha de publicación: Julio 2010

Imperio ha terminado. Ha llegado el momento de sufrir las consecuencias. Batman y sus aliados han sido uno de los mas castigados. Ha llegado la hora de tomar grandes decisiones en un capitulo que redefinirá la leyenda de Murciélago para siempre. ¡No te lo pierdas!
Hice una promesa ante la tumba de mis padres: librar a esta ciudad de la maldad que les quitó la vida. Soy Bruce Wayne, filántropo multimillonario. De noche, los criminales, esos cobardes y supersticiosos, me llaman...
Batman creado por Bob Kane


El que no pueda acordarse del pasado está condenado a repetirlo.”
 Jorge Ruiz de SANTAYANA, Filósofo, poeta y novelista


Prólogo

La cuerda se rompe, de improviso, y los veo caer. Caen, y no son más que un par de escasos segundos, pero algo más se va con sus vidas. Caen, y para cuando él quiere reaccionar, y para cuando yo debería haber reaccionado, ya están muertos. Yacen en el suelo, con el cuello roto, en sendos charcos de roja y espesa sangre. Entre ellos, también en el suelo, reposa el trapecio roto, madera y cuerda ahora ya inservible. Ahí acabó la vida del niño y sin embargo, empezó también su nueva vida, aunque como un adulto prematuro. Primero a mi lado, bajo mi tutela, y luego volando libre, con su propia identidad. Ahora él también ha muerto. Dick Grayson ha muerto, y todo por culpa de la locura desatada de Lex Luthor y Zod (1)... Ahora todo ha acabado ya, el Imperio del mal ha caído, y el mundo está a salvo de nuevo, gracias a héroes como Dick, como Nightwing, que han dado su vida por los demás.

Soy Bruce Wayne. Fui su mentor y su padre cuando más lo necesitó, pero no estuve a su lado para ayudarle en el último instante. Su vida se ha ido ya, y también lo ha hecho buena parte de la mía...


El funeral

Hace unos días asistí, con cierto dolor, al funeral de la pobre Helena Bertinelli, la Cazadora, asesinada con sangre fría por Deadshot (2). Ahora me derrumbo, completamente roto, en el de mi pupilo e hijo adoptivo, Dick Grayson, también conocido como el héroe Nightwing, y quien fue el primer Robin(3)

Hace unas horas, ataviado como Batman en una especie de funeral no oficial, acepté el pésame de docenas de buenos héroes que lloraban su pérdida. Buena parte de ellos no llorarán ni la mitad en mi funeral, y no me importa. Me enorgullece el respeto y la admiración que Nightwing había conseguido en vida. Con la máscara de Batman, no me han podido ver llorar, pero la realidad es que estaba destrozado y me he derrumbado, sobre todo al ver  a sus antiguos compañeros de los Titanes y de los Outsiders. Como siempre, Clark ha sido nuestro mejor punto de apoyo, sigue siendo el más grande.

Ahora, ya en mi rol de Bruce Wayne durante la ceremonia oficial del funeral por Dick Grayson, tengo que revivir nuevamente el dolor. Me siento solo, a pesar de que me rodea mi gente. Buena gente, como mi fiel y leal Alfred, siempre a mi lado. A mi brazo se agarra fuertemente mi querida Silver St. Cloud, quien tan sorprendentemente reapareció en mi vida hace tan sólo unos pocos meses. Y en medio del dolor por Dick, no puedo dejar de sentirme culpable por pensar en Selina, quien no está presente porque aún se encuentra ingresada en el hospital, tras recibir una brutal paliza por parte de Deathstroke (4). En igual situación se encuentra el joven Tim Drake, el actual Robin, a quien poco le ha faltado para acompañar a Dick a la tumba (5). Ambos habrían deseado estar aquí, a pesar del dolor, para dar un alto adiós a un leal amigo. El bueno de Lucius Fox es quien se ha hecho cargo del funeral, junto con Leslie Thompkins. Les debo tanto a ambos... Entre las lágrimas apenas puedo ver al resto de asistentes, aunque me siento reconfortado cuando Jim Gordon y su hija Barbara, alias Oráculo, me dan un sentido y caluroso abrazo. Sé que para ella es tan doloroso como para mí, o incluso más, pues llegaron a estar muy unidos. Pero también alcanzo a ver a Cobblepot, el Pingüino, y me contengo para no sacudirle. Sé que en su interior sonríe, pues disfruta del mal ajeno, y sólo está aquí para aparentar, un acto más en su campaña de lavado de imagen. En el fondo, agradezco que realmente no sepa quién soy realmente, ni quién era Dick. No es el único que no debería estar en el funeral. Algo apartados de los demás, con unos burdos disfraces, puedo distinguir a Ra‘s Al Ghul y su hija, Talia. Aunque no me guste su presencia, al menos sé que ellos están aquí para demostrar su respeto por el héroe caído. Hay tanta gente, y me siento tan solo...

Poco a poco, la gente se va yendo, y me despido como puedo de todos. Necesito quedarme unos instantes a solas ante su tumba. Perdí a mis padres siendo un niño, y eso me marcó como Bruce Wayne para toda la vida. Perdí a Jason Todd (6) y eso me marcó como Batman. Pero ahora he perdido a un hijo, a mi pupilo, a quien estaba destinado a seguir mis pasos y heredar el manto del Murciélago... Parte de mí ha muerto también.

Dick Grayson ha muerto haciendo lo que quería, defendiendo la justicia, pero no puedo dejar de sentirme responsable de su muerte pues, aunque en su vida fue libre de elegir el camino que deseara, no hay duda de que yo le guié en dicho camino. Dick Grayson es la última víctima provocada por la cruzada de Batman. Quizás sea el momento de replantearme la existencia de Batman...


El accidente

Alfred conduce en silencio mientras volvemos a la Mansión Wayne. A ninguno de los dos nos apetece hablar, el dolor es demasiado intenso para ambos. De repente, otro vehículo, un enorme todoterreno que parece salir de la nada, se nos echa encima a una velocidad endiablada. Apenas alcanzo a distinguir al conductor durante un breve instante, pero no estoy seguro de poder fiarme de mis ojos. Me pesa demasiado el dolor por la muerte de Dick, y las lágrimas me nublan la vista, así que tampoco me sorprendo al ver que el conductor del todoterreno ni siquiera me parece cien por cien humano. Tiene un aspecto sombrío, como de ultratumba, con la piel extremadamente pálida. Tiene la mirada perdida, no controla sus actos. Ya he visto antes a gente así. Hay una explicación para ello: el cuerpo de ese hombre está ahora poseído, controlado por el espíritu errante llamado Deadman. Deadman es un alma en pena que se supone que está de nuestro lado, por lo que no entiendo que ahora nos esté atacando...

Alfred es un conductor excelente, pero el todoterreno se nos ha echado encima tan rápido, que le resulta incapaz esquivarlo. El impacto es brutal, pero viajamos en un Rolls Royce con el chasis y la carrocería reforzados, que consigue soportar el fuerte golpe. No obstante, la violencia del impacto es tal, que salimos desviados hacia un lateral de la carretera, hacia una zanja y un enorme muro...

De repente, todo se vuelve negro...


El hospital

Abro los ojos. Tras unos primeros instantes de niebla empiezo a ver claridad y a distinguir diferentes formas. Estoy tumbado en una cama, y me doy cuenta de que estoy en una habitación de hospital. ¿Qué hago aquí? No lo sé. Lo siguiente que pienso es... que ni siquiera sé quién soy. No recuerdo quién soy, ni cómo me llamo. No recuerdo nada. Mi mente está vacía...

Los siguientes cuarenta minutos pasan en un suspiro. Hablo con un par de amables doctores pero lo único que saco en claro es que mi nombre es Bruce Wayne aunque lo mismo podría haber sido Michael Keaton y  que al parecer soy inmensamente rico, uno de los hijos predilectos de mi ciudad natal, Gotham City. Por lo visto, no hace ni veinticuatro horas que he sufrido un brutal accidente de tráfico mientras regresaba del funeral de mi hijo adoptivo. Estoy apesadumbrado, pero no sé si tanto por lo trágico de la situación o porque en el fondo no recuerdo nada de lo que me están contando. Aunque físicamente apenas he sufrido daños, tan sólo unos pocos rasguños y magulladuras, parece que he recibido un fuerte golpe en la cabeza que me ha provocado una amnesia total en lo que se refiere a mi vida y a quién soy. Peor suerte parece haber corrido mi mayordomo, un tal Alfred Pennyworth, quien conducía el coche, y que ahora permanece en coma, estable pero con la incertidumbre de cuál será su futuro.

En cuanto al tipo que nos ha embestido con su todoterreno, parece que se ha dado a la fuga, sin dejar rastro alguno.


Las visitas

Poco después, comienza el baile de visitas de gente que me conoce y que, sin embargo, yo no consigo reconocer, por mucho que lo intente. Ante mí se presenta una hermosa mujer que no para de llorar. Se presenta como Silver St. Cloud.

- ¿Eres mi esposa?- le pregunto, y entonces ella se ríe y llora a la vez. Además de preciosa, es tremendamente sexy. Pero a la vez, terriblemente sensible.
- Eres el soltero de oro de Gotham, Bruce dice otra voz, grave y profunda, al otro lado de la habitación, aunque últimamente Silver y tú os habéis convertido en la pareja de moda de la ciudad.

Es un hombre negro, de unos cincuenta años, con un cuidado bigote y elegantemente vestido. Se presenta como Lucius Fox y, por lo visto, es mi principal asesor en el entramado de las empresas Wayne. Parece un buen tipo, y me cae bien. Claro que no sé si se me da bien juzgar a la gente...

Con cuentagotas, me van narrando pasajes de mi vida, que para mí no tienen significado alguno. Me pregunto qué clase de vida desgraciada llevaba antes de perder la memoria, a pesar de toda mi fortuna: huérfano siendo sólo un niño, y viendo cómo asesinaban a mis padres –ese es un recuerdo que no estoy seguro de querer recobrar, ahora acabo de enterrar a mi hijo adoptivo, que ha muerto en extrañas circunstancias.

- Creo que ya es hora de irme-dice Lucius Fox al cabo de un rato- Cuando te recuperes, Bruce, tenemos que tratar un par de temas importantes relacionados con las finanzas de tus empresas.
- Espero que no estemos en bancarrota-acierto a comentar yo, sin ni siquiera hacerme una idea del volumen económico del que estamos hablando, aunque me imagino que será bastante elevado.
- No, no, puedes estar tranquilo-me responde sonriente-. No es nada tan grave, ni mucho menos, pero hay un par de datos un tanto... anómalos. Digamos que hay un par de partidas anárquicas que no quieren cuadrar en el balance.
- Ahora mismo te mentiría si te dijera que estoy deseando oírlo...
- Por supuesto, Bruce. Ahora no es el momento. Cuídate, y ya hablaremos.

Lucius se despide también de Silver, quien se echa a llorar cuando nos quedamos de nuevo a solas.

- ¿No recuerdas nada? -me pregunta.
- Lo siento. -respondo yo- Sé hablar, sé reconocer objetos, sé que estoy en un hospital... Pero no recuerdo nada referente a mi vida.
- Quizás sea mejor así...

Su respuesta, un susurro apenas audible, me sorprende. Por lo que me han contado de mi vida, casi empiezo a pensar que es mejor haberla olvidado, pero cuando Silver dice esas palabras, no es tristeza lo que percibo en sus ojos sino más bien... esperanza. Lamentablemente, no tengo oportunidad de seguir hablando con ella, porque la llaman al móvil, y debe marcharse ya.

- Lo siento, trabajo.-me dice mientras me da un sensual beso en los labios-. Regresaré en unas horas.

Me siento raro. Me ha gustado el beso y una parte de mí ha sentido que realmente la quiero. Pero a mi mente ha venido el nombre de otra mujer: Selina.

En realidad, éste no es el primer flash que me viene a la mente, esté relacionado con mi vida o no, aunque no tenga mucho sentido: cuando Silver y Lucius me narraron pasajes de mi vida, exactamente cuando me contaron que mis padres fueron asesinados cuando yo era un niño, en mi mente se dibujó la figura de un enorme murciélago. Fue una imagen tan nítida como sin sentido. Ni siquiera sé si son recuerdos de mi vida anterior al accidente, o simplemente delirios de una mente trastornada y accidentada.

Poco después, me visita otra mujer, que se apoya torpemente en unas muletas y no trae muy buen aspecto. Me dice que se llama Selina Kyle y mi corazón da un brinco al oír el nombre, aunque realmente no la recuerdo. Ella también está ingresada en el hospital, por un reciente accidente, me dice, aunque percibo que oculta algo. Ahora mi mente piensa en gatos, y no sé por qué. Estoy como para hacer el test de Rorschach. Selina se queda un rato charlando conmigo. Por sus gestos, por sus palabras, intuyo que entre nosotros ha habido, o hay, algo más que sólo amistad. Ella no me lo cuenta, y yo no se lo pregunto. Al igual que unos minutos antes, con Silver, me da la sensación de que no termina de contármelo todo, que me oculta algo de mi vida que, por alguna razón, no quiere o no se atreve a decírme.

Cuando Selina se va, se topa con una nueva visita al cruzar la puerta: un chica, más joven que Silver y Selina, que son de mi edad más menos. Va en silla de ruedas y en lo más profundo de mi alma me pregunto si yo habré tenido algo que ver en ello. Mi mente, y ya no descarto que me esté volviendo loco, decide traerme ahora la imagen de un macabro payaso de circo. Mientras, Selina y la chica de la silla de ruedas intercambian unas rápidas palabras. Desde mi camastro no puedo oír lo que dicen pero me maravillo al descubrir que soy capaz de leer perfectamente las palabras que salen de sus labios.

-¿Cómo está?-pregunta la chica de la silla de ruedas.
- No recuerda nada de su vida.- responde Selina, visiblemente triste.
- ¿Nada?
- Absolutamente nada.
- ¿Ni siquiera...?
- No, Bárbara. Ni siquiera eso.
- ¿Se lo has contado¿
- No.-responde Selina- ¿Acaso la harás tú?

Algo secreto y misterioso se esconde en mi vida, ya no hay duda. Pero yo no recuerdo nada...

La chica de la silla de ruedas se llama Barbara Gordon y parece querer mantener las distancias mientras apenas me dice un par de frases. Enseguida aparece su padre, que responde al nombre de Jim, y que por lo visto es un viejo amigo mío. Se trata de un hombre de más de cincuenta años con el cabello y un poblado bigote canosos, que sin embargo desprende una enorme vitalidad. Me cuenta que ahora trabaja como profesor universitario, pero que hace unos años dimitió como comisario de policía de Gotham City(7) . De nuevo me viene a la mente la imagen del murciélago. Creo que tengo que hablar con alguien que me diga realmente quién soy, pero por las conversaciones que estoy teniendo hasta ahora, empiezo a pensar que la única persona indicada para ello es mi mayordomo, Alfred, que permanece en coma tras el accidente. Estoy harto de estar en el hospital, viendo gente que no reconozco y que me descubren poco a poco mi vida. Una vida que no me agrada y de la que aún, creo, no sé quizás lo más importante.

    Barbara se despide de nosotros y entonces le pido a Jim Gordon que me lleve a casa. Quizás allí empiece a recordar...



 Lugares importantes

- Antes de ir a tu mansión -me dice Jim-, pasaremos por un par de sitios importantes. Será duro para ti, pero si te hace recobrar la memoria, habrá merecido la pena.

Primero me lleva a un sito llamado Callejón del Crimen, en el East End. Aquí, me cuenta Jim, fue donde murieron mis padres, asesinados por un carterista, ante mis propios ojos, cuando tan sólo era un crío. Ahora, amnésico como estoy, soy incapaz de recordarlo, pero no quiero pensar en qué manera ha podido afectarme todo aquello en mi vida. En mi mente veo ahora un collar de perlas que cae al suelo y se rompe, liberando las perlas como si fueran canicas que ruedan por el asfalto. Y luego, una vez más, el murciélago.

Después visitamos una pequeña clínica cercana. Jim me presenta allí a Leslie Thompkins, la encargada del lugar, que se disculpa por no haber ido a verme al hospital. Por lo visto, ella fue una de las personas que más y mejor cuidó de mí cuando perdí a mis padres. Estoy a punto de preguntarle si para ella tiene algún significado la figura del murciélago, pero algo en mi interior me dice que es mejor callar. Entonces Leslie me lleva a ver a un chico, mientras Jim se queda en el vestíbulo atendiendo una llamada de móvil. El chico se llama Tim Drake, quien permanece ingresado en la clínica de Leslie. Tiene mal aspecto. De alguna manera, sé que está ahí porque ha recibido una brutal paliza hace bien poco (8) Me gustaría hablar con él, pero Leslie me lo impide.

- Aún está débil -me dice-Ni siquiera sabe lo de tu accidente y tu amnesia. Cuando se recupere...
- ¿De qué conozco a este muchacho?- le pregunto
- Cuando se recupere -me insiste Leslie, esquivando mi pregunta.- Me alegro de que no recuerdes... algunas cosas.

Otra vez esa sensación de que algo oscuro se esconde en mi interior. Y nadie quiere, o se atreve, a decírmelo. No hay duda de que hay algo atroz en mi vida que afecta a quienes me rodean.

El siguiente destino al que me lleva Jim Gordon es el cementerio. A la tumba de mis padres.

- ¿A qué me dedico? -le pregunto a Jim, ante la tumba.
- ¿Cómo dices?
- ¿Cuál es mi profesión?. -insisto- ¿Cómo me gano la vida? ¿A qué dedico mi vida?
- Eres millonario, Bruce -me responde Jim, tras una pausa exageradamente larga-. Tienes... fama de playboy mujeriego, aunque la gente en realidad no sabe que dedicas buena parte de tu tiempo a...
- ¿Sí? -pregunto ansioso.
- A tus empresas y a diversos actos caritativos...

    No es eso lo que esperaba oír, la verdad. Ante la tumba de mis padres, la sensación que tengo es que debería hacer algo para combatir injusticias como la que acabó con su vida. Me habría imaginado que tal vez era policía, pero no un simple y patético playboy...

- Te espero fuera, Bruce- dice entonces Jim.

    Le agradezco que me deje un rato a solas, pero poco después aparece alguien para perturbar mis pensamientos. En realidad, hace ya bastante tiempo que me he percatado de su presencia. Nos viene siguiendo a Jim y a mí desde que salimos del hospital. Creo que ha estado esperando el momento de poder hablar a solas conmigo.

- Me he enterado de lo suyo, señor Wayne.
- ¿Lo mío? -pregunto. Ante mí tengo a un tipo bastante curioso. Alto y espigado, con cara de pícaro y vestido con un ridículo traje de color verde.
- Lo de su amnesia, claro- me responde el tipo mientras me tiende una tarjeta de visita.
- Edward Nygma, investigador privado.- leo en voz alta.
- El mismo.
- ¿Puedo hacer algo por usted?- pregunto con cierta cautela.
- No es lo que usted puede hacer por mí, sino lo que yo puedo hacer por usted me responde, haciéndome un gesto con la mano, como si me disparase con una pistola ficticia, y chasqueando la lengua.
- Creo que no le sigo...
- Le haré una pregunta, señor Wayne: ¿Qué es lo único que se tiene cuando se ha olvidado todo lo demás? - y ante mi silencio, el tipo se contesta a sí mismo- La respuesta es curiosidad.
- ¿Curiosidad?
- Curiosidad por saber lo que se ha olvidado -me responde- Estoy aquí para ayudarle a cubrir esa curiosidad que siente por saber quién es usted realmente, señor Wayne.
- ¿Usted puede ayudarme?
- Por supuesto-me dice, pero por alguna razón, sé que no debo fiarme de él.- Pero no quiero presionarle. Dentro de un par de días le visitaré con un informe detallado con todo lo acontecido en su vida.
- ¿Y eso me hará recordar?
- Magnífica pregunta, sí señor -me responde, sonriendo ampliamente. Tengo la sensación de haber visto antes a este tipo. De hecho, tengo la sensación de haber visto en mi vida a muchos tipos raros como éste.-No sé si le hará recordar su pasado, pero al menos podrá hacer un repaso exhaustivo a su vida. Y no se preocupe, le haré un listado detallado de todas sus conquistas amorosas, con fotos a color y, por supuesto, números de teléfono incluidos...
- Se lo agradezco de veras, señor Nygma -le digo finalmente-, pero creo que el recordar quién soy y cómo es mi vida es algo que tendré que hacer yo solo.

Aunque intenta replicar, le pido que se vaya y finalmente no insiste más. Mientras le veo alejarse, de nuevo me veo a mi mismo dentro de una especie de dualidad. Soy un millonario playboy, pero también hay algo oculto en mi vida. Tengo que averiguar qué es, me guste o no.

    Cuando me dirijo a la salida del cementerio, me siento obligado a pararme ante una tumba. Es la tumba de un chico joven, que se llamaba Jason Todd, y que murió hace unos pocos años. De nuevo un murciélago revolotea en mi mente.



El último encuentro

- Jim -le digo, mientras conduce de nuevo, ahora camino a mi casa.- ¿Con quién más podría hablar sobre mi pasado?
- Quizás haya alguien... -me responde, dubitativo.- Pero no creo que sea buena idea.

Insisto y, poco después, nos encontramos en Arkham Asylum, un centro para criminales dementes, precisamente visitando a uno de sus pacientes: Harvey Dent. Arkham es un sitio horrible, lleno de psicópatas. Desde el preciso momento en que traspaso la barrera de entrada, no dejo de pensar en murciélagos, pero esta vez mis pensamientos vienen con nuevas imágenes: sangre y crímenes, cuchillos y cicatrices, miedo y horror, risas histéricas que erizan el vello... Jim Gordon me pregunta si me encuentro bien. Le miento y le digo que sí.

Harvey Dent, al parecer, fue amigo mío unos años atrás. Fue fiscal del distrito -y no me pasa desapercibida la coincidencia de conocer tanto al comisario de policía como al fiscal del distrito- hasta que le desfiguraron la mitad del rostro y enloqueció, convirtiéndose en un peligroso criminal llamado Dos Caras.

La visita no puede ser más desalentadora. Me encuentro a un hombre con medio rostro totalmente desfigurado, aparentemente tranquilo, pero completamente trastornado. En Arkham me dicen que ya no responde nunca al nombre de Harvey Dent, sólo al de Dos Caras, pero ya que he ido hasta allí, insisto en hablar con él. No les hace mucha gracia, pero creo que les convence la presencia de Jim Gordon.

- No suelo recibir visitas, señor Wayne -me dice Dos-Caras.- ¿Qué le trae por este antro?
- Quiero hablar con Harvey Dent.
- Me temo que es imposible- me responde, tranquilamente.- Dent no está. Si puedo ayudarle yo...
- Sufro amnesia total y necesito recordar mi pasado- decido ir al grano y contarle la razón de mi visita.- Dent fue amigo mío y tal vez pueda ayudarme.
- Interesante, señor Wayne - me dice, con una sonrisa escalofriante.-Tendrá que encontrar ahora su auténtica identidad.
- ¿Cómo dice?
- Harvey Dent me retuvo escondido mucho tiempo -me responde- pero fracasó en su intento, y ahora Dos Caras es libre para hacer su trabajo. Y hay mucho por hacer...
- ¿Qué tiene eso que ver conmigo?
- Quizás nada. Quizás todo. Usted ya no recuerda ser Bruce Wayne. Quizás la razón sea que eso ya no es cierto y que ya ha dejado de ser realmente Bruce Wayne. Quizás es el momento de empezar una nueva vida, buscar su nueva y auténtica identidad.
- ¿Y cómo puedo hacerlo?
- Puede hacerlo buscando en su interior, en lo más profundo de su alma -me dice, y después vuelve a sonreír con maldad en el rostro-, o puede hacerlo con mi método.
- ¿Su método?

Entonces Dos Caras se mete una mano en el bolsillo. Pienso que va a sacar un arma y debería asustarme, pero compruebo que mantengo la calma (y eso, en parte, no deja de asustarme un poco). Lo que saca es una moneda, que rápidamente lanza al aire y cae sobre su otra mano, mostrando una de sus caras llena de rasguños, como la mitad deformada de su propio rostro.

- ¡Hay algo oscuro en su interior! -me grita entonces, de repente. Los celadores acuden a sujetarlo, antes de que se ponga violento.-¡Usted sabe que oculta algo, señor Wayne! ¡Quizás no quiera recordarlo!

Decido que ya es hora de salir de Arkham, aunque una parte de mí se siente escalofriantemente atraída hacia este lugar y sus locos residentes. Psicópatas como Jonathan Crane, al que llaman el Espantapájaros, un eminente científico y profesor obtusamente obsesionado con el terror, o Mr. Zsasz, un peligroso criminal demente, con su cuerpo lleno de cicatrices, una por cada víctima... Me doy cuenta de que Gotham es una ciudad llena de locura y de maldad. Llena de injusticia...

Antes de salir, me detengo ante una celda vacía. Una celda que desprende el olor de la locura y la maldad absolutas. ¿Quién demonios debería estar ahí?, me pregunto, ¿Acaso puede existir alguien cuya sola mención provoque un escalofrío aterrador?

- Es la celda del Joker -me explica Jim Gordon, a mi lado.-Ahora anda libre, vete a saber dónde y tramando qué. Pero tranquilo, Batman pronto lo atrapará y volverá a estar encerrado.

Batman. El murciélago. Mi mente sigue en blanco y, sin embargo, sé que la respuesta está en la oscuridad.



La última conversación

- ¿Por qué dejaste tu puesto de comisario? -le pregunto a Jim mientras, ya por fin, me lleva definitivamente a casa. Me siento realmente agotado y mi cuerpo, pero sobre todo mi mente, me pide descanso.
- Esta ciudad me ha hecho mucho daño-me responde Jim, y noto la tristeza en su voz. Principalmente el Joker, quien dejó en silla de ruedas a mi hija Barbara (9), a quien ya has visto antes. Y asesinó a la mujer que amaba (10). Aún echo de menos a Sarah...
- Lo lamento, Jim...
- Aún con todo, decidí continuar combatiendo el crimen y las terribles injusticias de esta maldita ciudad. Y a punto estuve de morir en el intento cuando me acribillaron a balazos por la espalda. Supongo que me sentí demasiado viejo para seguir en el cargo y decidí que había llegado el momento de dejarlo.
- ¿Te arrepientes?
- No, fue la decisión correcta en ese momento. Pero lo echo de menos. Mucho.
- Aunque no pueda recordarlo ahora, estoy seguro de que fuiste un magnífico comisario.
- ¿Sabes una cosa, Bruce? -me dice de repente, mientras me mira con atención, como intentando desentrañar un misterio.- Quizás te sorprenda lo que te voy a decir...
- Adelante, Jim.
- Este rato que llevamos hablando me ha recordado a las conversaciones que solía tener con... Batman.
- Ni siquiera sé quién es Batman -replico, sin dejar de ver el murciélago en mi mente.
- Batman es el alma de Gotham.

Jim me hace un breve resumen de quién es Batman y de lo que hace, pero apenas necesito oír sus palabras para saber cómo es.

- Jim - le interrumpo.- Quizás ahora te sorprenda yo a ti con lo que te voy a preguntar.

- Dime, Bruce. Estoy aquí para ayudarte.
- ¿Era yo Batman¿ - le pregunto,más bien como un impulso irrefrebanble.- ¿Soy yo Batman?
- No lo sé, Bruce -me responde tras un par de eternos segundos, y noto su sinceridad.- Nunca he sabido quién se esconde tras su máscara. Creo que nunca he querido saberlo realmente...
- Supongo que ha sido una pregunta estúpida...
- Ignoro tus razones para preguntármelo, y no quiero saberlas tampoco. Pero te diré una cosa: si realmente eres Batman, sólo te corresponde a ti averiguarlo.

    Apenas hablamos durante el resto del trayecto, y Jim se limita a explicarme algunas curiosidades sobre Gotham y a repasar su terrible historia reciente, en la que tienen cabida desde plagas hasta terremotos. Cuando llegamos a la Mansión Wayne, siento que mi cabeza va a explotar. Tengo una fuerte migraña, y no sé si es debido al accidente, a la amnesia, o al cúmulo de sensaciones extrañas que he tenido a lo largo del día, mientras he ido conociendo poco a poco quién soy. O al menos, una parte de lo que soy. Me despido de Jim y me dispongo a recorrer la mansión.


Hogar, dulce hogar

La Mansión Wayne es enorme, pero sus múltiples salas y habitaciones, sus paredes, no me dicen apenas nada. Entro en lo que supongo que es mi habitación y miro con detenimiento mi ropa, que tampoco me dice nada. Me desnudo y me observo en el espejo del armario. Observo mi cuerpo, musculoso y fibroso. Un cuerpo trabajado a conciencia durante años. Bajo el par de rasguños y moratones recientes descubro toda una colección de cicatrices y viejas heridas. Ni el cuerpo ni sus marcas se corresponden con la vida de un millonario al uso. Tengo que descubrir quién soy. Quién creo que soy.

Más tarde, ya de noche en el amplio salón de la planta baja, repaso la vasta colección de libros de la lujosa biblioteca, deteniéndome en un viejo y grueso tratado sobre criminología. Lo ojeo rápidamente y mi vista se detiene en una frase que me llama la atención: “los criminales son cobardes y supersticiosos”, aunque pienso que es una generalización un tanto ingenua, ya que el crimen posee realmente un abanico demasiado amplio de personalidades. Intento despejar mi mente, recordar, pero soy incapaz. Noto cómo me invade la frustración y la rabia. De repente, un fuerte golpe seguido de cristales rotos me devuelve a la realidad. Miro hacia la ventana rota y algo se echa sobre mí, velozmente, con un agudo chillido. Es un murciélago. Un enorme murciélago que revolotea sobre mí, llamándome, reclamándome. Finalmente termina posándose desafiante sobre un viejo reloj carillón. Me acerco al reloj, casi como si estuviera hipnotizado e, instintivamente, sin pensarlo, manipulo las manecillas del mismo. Ni siquiera sé qué estoy haciendo, pero no me detengo. Todo ocurre rápidamente, el tiempo y el espacio dejan de tener sentido para mí. Mis manos encuentran resortes secretos y, finalmente, a mi derecha, se abre un panel oculto en la pared, con una pantalla y teclas con símbolos extraños. Me siento como si estuviera en un trance. Pulso varias teclas, al azar. No, no es al azar. Es una especie de código o contraseña. Acceso confirmado. Y se abre una puerta oculta a mi izquierda. Ante mí aparecen una infinidad de escalones que bajan hacia una oscuridad impenetrable. El murciélago levanta nuevamente el vuelo y se interna por el pasadizo. No me lo pienso y le sigo con rapidez.


Lo que descubro me fascina. Y confirma mis sospechas. Estoy en un enorme centro de operaciones oculto bajo la Mansión Wayne, construido a partir de una enorme cueva natural. El murciélago recorre aleteando la amplia y abarrotada estancia, mostrándome cuál es mi vida realmente. Veo varios ordenadores y múltiples pantallas, veo material científico por todas partes, veo un taller impresionante, veo vehículos alucinantes -varios coches y motos, una avioneta, un pequeño barco-submarino...- veo una sala de operaciones con material quirúrgico, veo trofeos y recuerdos -un dinosaurio, una enorme moneda...- veo la sombra de Batman en cada esquina. Sigo con la mirada el vuelo acelerado del murciélago y entonces me lo muestra, grandioso. El murciélago se detiene y se posa sobre un imponente y oscuro traje, la indumentaria de Batman. Sin duda, estoy en la Batcueva. Sin duda, yo soy Batman, el Hombre Murciélago.

Pero mi mente no lo recuerda. Grito con todas mis fuerzas, un eco atronador me rodea, ensordecedor, haciendo vibrar cada estalactita de la cueva, amenazándolas con hacerlas caer. No recuerdo ser Batman...

Poco a poco, recupero la calma, y soy consciente de que tengo que tomar una decisión. No recuerdo mi vida antes del accidente. No recuerdo ser Batman, pero sé que lo soy. O al menos, lo era. Mi decisión ahora es... ¿quiero seguir siéndolo?

He visto el horror que rodea a Batman. La injusticia y la peor de las locuras reinan en Gotham, y la muerte acecha a quienes rodean a Batman. Es mi oportunidad de comenzar una nueva vida. Un nuevo Bruce Wayne, libre, dispuesto a vivir su propia vida...

Pero no puedo hacerlo. Soy Batman. Ni siquiera recuerdo ahora qué habilidades tengo, ni de lo que soy capaz, pero puedo volver a entrenarme, volver a empezar. Quizás no hoy, ni mañana, pero volveré a ponerme el manto del murciélago. Todo lo que he olvidado, lo volveré a aprender...


Recordar

No le he oído entrar, pero ahí está. De pie ante mí, en medio de la Batcueva, me observa en silencio. Un tipo que parece un cadáver andante, todo piel pálida y huesos embutidos en un estrafalario traje de color rojo... No sé quién es, pero creo que le conozco. Sé que le conozco.

- ¿Quién eres y qué haces aquí? -le pregunto, intentando mostrar firmeza en mi voz, Poco antes, en un nuevo intento por recordar, me he puesto el traje de Batman. Aún no recuerdo mi pasado, pero siento que los recuerdos están ahí, agolpados en algún lugar por el momento inaccesible de mi mente, pero luchando por salir de nuevo a la superficie.
- Mi nombre es Boston Brand, aunque me llaman Deadman, y ya nos conocemos, Caballero Oscuro.

Entonces me viene el primer recuerdo claro. Veo el accidente que me ha provocado la amnesia. Veo al tipo que nos embiste a Alfred y a mí con un enorme todoterreno. Recuerdo que me di cuenta de que el tipo estaba poseído por Deadman...

Sin pensarlo, me lanzo hacia él como un loco. Es un error, Soy Batman, pero tengo la mente en blanco. Cuando alcanzo a Deadman, éste se vuelve intangible y le atravieso a toda velocidad. Me giro y veo que Deadman me mira con cara de circunstancias, abriendo los brazos y encogiendo los hombros.

- Deberíais hablar ya -dice, entonces.- Yo ya he cumplido mi parte, a desgana. Y no me resulta nada fácil hacerme visible y audible.

Entonces aparece el otro tipo, aún más sombrío y oscuro. Viste con un traje oscuro y lleva una enorme capa aún más oscura. Apenas puedo verle el rostro, oculto por un enorme sombrero.

- Mi nombre, o al menos uno de ellos -dice el tipo de la capa oscura.-  es el Fantasma Desconcido.
- ¿Y qué haces aquí?
- Comprobar que has decidido seguir siendo Batman -me contesta, mientras alza un brazo.- Si lo deseas, ya puedes recordar.

Sé que es un momento crucial en mi vida. Tengo la oportunidad de empezar de cero, una nueva vida libre de ataduras y sufrimientos. O puedo regresar a la oscuridad, la rabia y el dolor. Debo tomar una decisión...

Y entonces, lo recuerdo todo. Recupero la memoria. Sé quién soy. Soy Batman. Y lloro una vez más...


Epílogo

- Pensaba que el Fantasma Errante no interfería en los asuntos de los humanos -e digo a Deadman, que aún permanece en la Batcueva. El Fantasma Errante, por su parte, hace ya rato que se ha ido, sin despedirse. Yo estoy cabreado, aunque enfadarse con seres como Deadman y el Fantasma Errante no lleva a ningún lado.
- Y él no ha intervenido, en realidad he sido yo -me contesta Deadman, con su voz apagada de ultratumba.- Me convenció para que provocara el accidente...
- Pero me ha devuelto la memoria...
- No. Te ha dicho que podías recuperarla si así querías –me explica  No es fácil de entender, pero él no ha intervenido directamente.
- El Fantasma Errante fue el tipo extraño que vi durante la visita que hice hace unas semanas a Arkham, ¿verdad? Cuando Dos Caras provocó un pequeño caos (11).
- Efectivamente.
- Y después me dejó una tarjeta en la chaqueta, con un misterioso mensaje.
- Tan sólo te estaba avisando, Batman. Con la muerte de Nightwing te ibas a replantear tu futuro, y Gotham y el mundo aún siguen necesitándote.
- O sea que el Fantasma Errante no ha intervenido, pero ha conseguido que yo siga siendo Batman.
- En realidad -me explica Deadman-, ha forzado la situación y tú has tomado tu propia decisión.
- ¿Y qué pasa con Alfred? -pregunto yo entonces.- ¿Y con el tipo al que controlaste para embestirnos con el todoterreno?
- El tipo está bien -me contesta.- No le ha pasado nada, ni le pasará nada. Esa era mi parte del trabajo, y está bien hecha. En cuanto a Alfred, era necesario que no estuviera a tu lado tras tu pérdida de memoria. A estas alturas debería estar despertando del coma, sin secuelas.
- Quiero que te vayas de mi casa, Deadman -le digo finalmente, sin ocultar mi enfado. -Y no quiero volver a veros ni a ti ni al Fantasma Desconocido en mucho tiempo.


FIN

Igor Rodtem
(26-03-2010)
rodtem@gmail.com


Referencias y notas:

1.- Hace referencia a lo ocurrido durante el crossover Imperio, en Action Tales.
2.- La muerte de la Cazadora ocurrió durante el crossover Imperio, en Batman y Robin especial Imperio
3.- La muerte de Nightwing ocurrió en el crossover Imperio, en Superman nº 20
4.- Ocurrió durante el crossover Imperio, en Catwoman # 8 (Action Tales).
5.- Ocurrió durante el crossover Imperio, en Batman y Robin especial Imperio
6.- Jason Todd, el segundo Robin, murió a manos del Joker (Batman: Una muerte en la familia, por Jim Starlin y Jim Aparo).
7.- Ocurrió tras la saga Batman: Agente Herido, en la que tirotearon a Jim Gordon y a punto estuvo de morir.
8.- Ocurrió durante el crossover Imperio, en Batman y Robin especial Imperio
9.- Ocurrió en Batman: The Killig Joke, por Alan Moore y Brian Bolland. El Joker disparó a Barbara Gordon en la columna vertebral, dejándola paralítica
10.- Ocurrió en la parte final de la larga saga Batman: Tierra de Nadie (No Man’s Land). El Joker asesinó a Sarah Essen, la segunda esposa de Jim Gordon.
.- Ocurrió en Batman # 13 (Action Tales).


Agradecimientos a Roberto Cruz por sus sugerencias.




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