New X-Factor nº01

Título: Cacería Mutante (Prólogo)
Autor: Joaquín Sanjuán Blanco
Portada: José Manuel Triguero
Publicado en: Octubre 2011

Nueva miniserie,  De la mano de Joaquín Sanjuán, autor de la saga de libros las Leyendas de Lácenor. Kaos esta siendo perseguido y cazado por una serie de hombres armados con alta tecnología. Alex Summers pedirá ayuda a los X-Men pero no serán estos precisamente quienes acudirán en su rescate.... ¡Descúbrelo leyendo este número!
“El grupo mutante donde debes esperar lo inesperado”
Stan Lee y Action Tales presentan:
Creado por Bob Layton y Jackson Guice



— ¡Maldita sea! ¿Dónde está mi hermano cuando lo necesito?

Álex Summers, el mutante más conocido como Kaos, estaba al borde de un ataque de nervios. Se encontraba en la cabina de teléfonos de un callejón de New Jersey. Era de noche, estaba agotado y hambriento y apenas llevaba unas pocas monedas encima. Echó un nervioso vistazo por encima del hombro y decidió dejar un mensaje en el contestador de  la Mansión de los X—Men, quizás alguien lo escuchase y acudiese en su ayuda antes de que fuera demasiado tarde.

— ¡Scott, o el que sea! ¡Soy Kaos! ¡Estoy en New Jersey y necesito ayuda! ¡Tienen a Lorna y ahora

van a por mí, no sé cuánto tiempo podré seguir huyendo! ¡Daos prisa!

Ya estaba. Si alguien escuchaba su mensaje enviarían ayuda, solo esperaba que lo hiciesen antes de que los que se habían llevado a su chica diesen con él. Álex rebuscó en los bolsillos de sus viejos vaqueros y encontró otra moneda, todavía podía hacer una llamada. ¿Pero a quién? Mientras pensaba en busca de alguien al que poder pedir ayuda echó otro vistazo a su alrededor, sabía que en cualquier momento estarían allí. No dudó más, no había tiempo para eso. Echó la moneda y marcó el número de un viejo amigo que según tenía entendido vivía en New Jersey desde hacía algunos meses por algún tema de trabajo.

— ¿Funerarias qué? ¡Guido, deja de hacer el idiota! ¡Estoy en problemas! Sí... sí... ¡no, claro que no estoy bromeando! ¡Me persiguen! ¿Cómo que si son mujeres? ¡Guido! Escucha, estoy en New Jersey. No, no sé en qué zona, llevo horas corriendo sin parar. Sí. Ya, pero el caso es que... ¿Guido? ¿Guido?

El mutante miró ofuscado el auricular, como si este tuviese la culpa de que no le quedasen monedas para seguir hablando.

—Genial —farfulló—. He utilizado mis únicas monedas para pedir ayuda a un contestador y... bueno, a Guido. No sé qué es peor.

— ¡Allí está! ¡Abatidle, no podemos dejar que escape!


Álex salió corriendo de la cabina y vio a media docena de soldados cubiertos con trajes blindados que corrían hacia él mientras disparaban con fusiles láser. Sin parar a pensar en lo que hacía rodó por el suelo para evitar los disparos y descargó un rayo de plasma contra el coche junto al que pasaban sus perseguidores, el vehículo explotó en una nube de humo y fuego mientras Kaos aprovechaba la confusión para levantarse de nuevo y echar a correr, no podía perder un solo instante.

Guido Carossella miraba con expresión estúpida el teléfono mudo.

—A que al final va a ser verdad que no bromeaba —dijo mientras se rascaba la cabeza—. ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo voy a ayudarle si no sé dónde está?

El mutante tristemente conocido como Fortachón colgó el teléfono y frunció el ceño. Pensar nunca había sido su punto fuerte, pero debía hacer algo para ayudar a su amigo. Necesitaba a alguien que pudiese dar con él, ¿pero quién? ¿Un rastreador tal vez? Guido suspiró mientras pensaba que seguramente a Lobezno nunca le pasaban esas cosas, y de pronto supo qué hacer.

Sonrió con malicia y marcó un número de teléfono, al primer tono alguien contestó al otro lado.

— ¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? ¡No, no cuelgues! ¡Espera, por favor! ¡Es Álex, necesita ayuda! Sí, ese Álex. Ya, ya sé que hace mucho tiempo que tú y nosotros no... Oye, haz el favor de hablar más despacio, no puedo seguirte. Eh, ¿eso era un insulto? ¿Quieres escucharme, maldita sea? Sí, es una emergencia. Necesito que me ayudes a buscar a Kaos, está en New Jersey y alguien le persigue. No, no son mujeres. ¿Entonces me ayudarás por los viejos tiempos?

— ¿Quién demonios llama a estas horas de la noche? —protestó Theresa Rourke Cassidy, hija de Banshee, de quien había heredado sus poderes sónicos mutantes y su cabello rojizo.

La joven salió de la ducha con una toalla enrollada en torno al cuerpo y otra más pequeña envolviendo su melena pelirroja, se dirigió hacia el teléfono mientras dejaba manchas de agua a cada paso. Justo cuando se disponía a descolgar, este dejó de sonar.

— ¡Es la última vez que me quedo de guardia en  la Mansión! —gritó—. ¡No puedo ni ducharme tranquila!

Se dio la vuelta para marcharse de nuevo al baño cuando advirtió que la luz del contestador parpadeaba. Apretó el botón del aparato y se sentó para escuchar mientras se secaba el pelo.

— ¡Scott, o el que sea! ¡Soy Kaos! ¡Estoy en New Jersey y necesito ayuda! ¡Tienen a Lorna y ahora van a por mí, no sé cuánto tiempo podré seguir huyendo! ¡Daos prisa!

Eso era todo. La mujer frunció el ceño, ¿qué podía hacer ahora? Se suponía que estaba allí para ocuparse precisamente de ese tipo de emergencias pero ni tan solo había sido capaz de atender el teléfono. Tormenta y su padre se enfadarían mucho cuando regresasen de sus respectivas misiones[1], a no ser que se ocupase de rescatar a Kaos. ¿Pero por dónde empezar? ¿Cómo podría encontrarlo en New Jersey, cuando apenas conocía la ciudad?

—Ojalá Lobezno no se hubiese marchado a Canadá[2] —murmuró—. Se le da bien encontrar a gente y salvar a compañeros en apuros. ¿Pero qué puedo hacer yo?


Theresa se dirigió a su habitación y comenzó a vestirse. Ignoró el chándal que había dejado doblado sobre la cama y suspiró al recordar esas pizzas que le esperaba en la nevera, al parecer su noche de películas tendría que esperar a otra ocasión. Sacó del armario su uniforme de batalla, un traje verde y amarillo, y se vistió. Cuando terminó ya sabía qué era lo que iba a hacer: contactaría con algunos miembros inactivos de los X—Men y les explicaría lo que pasaba, estaba segura de que en unos minutos podría tener a un equipo de mutantes registrando New Jersey en busca de Álex.

De pronto llamaron a la puerta.

— ¿Pero qué es lo que pasa esta noche, es que nadie duerme en la costa este? —Refunfuñó mientras se dirigía a la puerta de  la Mansión—. Y lo más importante: ¿cómo diablos ha atravesado la seguridad, sea quién sea?

— ¡Pelirroooojaaaa! —Theresa gimió al reconocer la voz, ¿qué hacía él allí? —. ¡Tu ángel del amor ya ha llegado! ¡Y traigo pizzas!

— ¿Qué haces aquí, Wade? —preguntó cuando abrió.

No pudo evitar sonreír al ver que su viejo amigo Masacre se encontraba allí con su uniforme de combate y sobre él llevaba puestas una camiseta y una gorra con el logo de SuperPizza, una empresa de comida a domicilio. El mercenario cargaba con una pila de por lo menos diez o doce cajas de pizzas.

— ¡Genial, ya tienes puesto tu traje de Siryn! ¿Nos vamos?

— ¿Qué... cómo...? Wade, ¿qué haces aquí? —repitió ella.

—Bueno, escuché que mi caramelito pelirrojo necesitaba un compañero de aventuras y pensé en echarte una mano. Yo soy más guapo que ese enano gruñón, ¿sabes? ¡Y sé chistes! Escucha, este te va a encantar: ¿qué le dice una maceta a una regadera?

—Wade, ¿cómo sabes que yo...?

— ¡Nada, porque las macetas no hablan!


— ¡Wade! —gritó la joven, furiosa.

— ¡No me pegues! ¡Te daré todas estas pizzas a cambio! Digan lo que digan de mí soy un hombre delicado, ¿sabes?

—Wade, ¿cómo sabes que necesito ayuda? Es más, ¿cómo sabes lo de Logan?

— ¿Logan? —Preguntó a su vez Masacre—. ¿Qué pasa con él? ¿Cómo está ese pequeño cabrón?

Dicen que se fue a Canadá, ¿por fin lo habéis devuelto? Siempre pensé que tendríais que haberos quedado con el grande y peludo, ya sabes: Sasquatch. Claro que necesitaría una caja de arena enorme para hacer sus cosas. ¿Te conté lo que me pasó una vez con una caja de arena gigante?

— ¡Wade, haz el favor de callarte! —Siryn estaba al borde de un ataque de histeria—. No te lo preguntaré otra vez: ¿cómo sabes que necesitaba ayuda y que estuve hablando de Logan?

—Eh... suerte, supongo.

— ¿Me has estado espiando?

—Eh.... ¿no?

— ¿Y cómo has llegado tan rápido? ¿Has usado tu cinturón de teletransporte? Por el amor de Dios, Wade, ¿has puesto micrófonos en  la Mansión?

—A eso puedo responder: te prometo que no he puesto ni un solo micrófono en toda esta casa vuestra. Por cierto, no me gustaría ser yo el que la limpiase. ¿Cuántas habitaciones tiene? ¿Quince? ¿Veinte? Y por lo menos media docena de baños, ¿verdad?

—Dime por favor que no has puesto cámaras.

—Por favor que no has puesto cámaras.

— ¡Wade!

—Vale, ¿pero prometes no enfadarte?

—Oh, cielos, Wade, ¿cómo se te ha ocurrido hacer algo así? ¿Sabes lo que pasaría si el Profesor Xavier o Tormenta se enteran de esto?

—Pero no se lo vamos a decir, ¿verdad? Además, alguien tenía que cuidar de ti.

De pronto Siryn se quedó mirando fijamente a su viejo amigo, este retrocedió un par de pasos al reconocer la mirada de pura furia de la joven.

—Wade.

—Theresa.

—Dime que no me has espiado mientras estaba en la ducha.

Ambos se quedaron en silencio, Masacre se rascó la barbilla de forma despistada mientras miraba hacia otro lado.


—Me encanta el lunar que tienes en ese sitio —dijo al fin.

— ¡No me lo puedo creer, maldito lunático! ¡Y pensar que yo confiaba en ti, que estuve dispuesta a intentarlo contigo! ¡Pero ahora voy a tener que matarte antes de que lo haga mi padre! —gritó fuera de sí.

—Eh, espera, ¿puedes volver a lo segundo que has dicho?

— ¡No!

—Mira, sé lo que piensas de mí, pero solo quería protegerte. Piensa que si te hubiese atacado algún supervillano yo habría hecho mi entrada triunfal y te habrías enamorado locamente de mí. No me negarás que era un buen plan, ¿verdad?

—Ya es suficiente. Será mejor que te vayas de aquí, tengo un asunto de los X—Men entre manos. Pero cuando termine con él ten por seguro que vamos a tener una charla, y no te va a gustar.

— ¿Entonces nos vamos ya? ¡Me llevaré un par de pizzas para el camino!

—Me voy, pero tú te quedas aquí.

— ¿En  la Mansión? ¿Yo solo? ¿En  la Mansión? ¿En serio?

Siryn miró fijamente a Masacre, podía distinguir su sonrisa de fingida inocencia bajo la máscara que cubría su rostro desfigurado.

—No, no es una buena idea.

—Eso pensaba —dijo el mercenario—. ¿Y a dónde vamos?

—Lo sabes de sobra —replicó Theresa mientras le lanzaba una mirada envenenada—. Tápate los oídos, New Jersey está a un par de horas de aquí.

— ¿Pero y las pizzas? Tengo hambre.

—Oh, cállate ya. No me obligues a matarte.


—Ríndete de una vez.

La voz del capitán del batallón de soldados blindados que perseguían a Álex parecía salida de una película de ciencia ficción, o al menos eso fue lo que pensó el mutante acorralado.

— ¿Qué habéis hecho con Lorna?

—Lo descubrirás dentro de poco, vamos a llevarte con ella.

Media docena de fusiles láser le apuntaban, mientras que Kaos se encontraba agotado y apenas le quedaba poder para utilizar otro de sus rayos de plasma. Además se había dado cuenta de que las armaduras de esos hombres parecían absorber sus disparos y redirigirlos hacia sus baterías, al parecer estaban diseñados para enfrentarse específicamente a él. O quizás estuviesen construidos para derrotar a su hermano Scott y él simplemente se hubiese convertido en un extra, a fin de cuentas sus poderes funcionaban casi de la misma manera. Si no hubiese estado tan agotado podría haber intentado sobrecargarles para que con un poco de suerte explotasen las baterías de los trajes, pero en su estado era inviable hacer algo así.

Estaba acorralado, herido, cansado, rodeado por un batallón y apenas podía reunir poder para utilizar sus poderes, pero ni así se rendiría: era un hombre—x y ellos no abandonaban.

—Venid a por mí —bufó mientras reunía sus últimas fuerzas y empezaba a emitir un resplandor blanco a medida que la energía solar que su cuerpo acumulaba se concentraba en sus puños, una

esfera de puro poder comenzó a formarse entre ellas.

— ¡No dejéis que utilice sus poderes! —Gritó el capitán del escuadrón—. ¡Disparad!

Los soldados obedecieron de inmediato y media docena de fusiles láser zumbaron cuando descargaron rayos de energía contra su enemigo, sin embargo este ya no estaba allí.

— ¿Dónde narices se ha metido? —preguntó el capitán mientras levantaba el visor de su casco.

No había ni rastro de su víctima.

Álex Summers rodó por el suelo para evitar los disparos de los fusiles láser, pero para su desconcierto no escuchó el familiar zumbido que hacían las armas al disparar. Se levantó muy despacio mientras miraba a su alrededor, se encontraba en la terraza de un viejo edificio.

— ¿Qué hago aquí? —murmuró mientras se preguntaba si no estaría más herido de lo que había creído, tal vez se hubiese dado un golpe en la cabeza y estaba alucinando.

— ¿No me vas a dar las gracias? Te he salvado la vida.

Kaos se volvió y apenas pudo reprimir una carcajada de alegría y alivio al reconocer al viejo compañero que estaba ante él, su traje azul atravesado por un rayo blanco resultaba inconfundible. 

— ¡Pietro! ¿Qué haces aquí? ¡Hacía años que no sabía nada de ti![3]


— ¿No es evidente? He venido a rescatarte. Como siempre, debo añadir. ¿Cómo os las apañasteis para sobrevivir sin mí en los viejos tiempos?

Álex sonrió, el velocista no había perdido su “agradable” personalidad.

— ¿Pero cómo sabía que estaba en problemas?

—Guido me llamó.

— ¿Guido?

—Sí. A mí también me sorprendió que ese bruto estúpido demostrase cualquier tipo de iniciativa, pero supongo que simplemente se dio cuenta de que necesitaba a alguien mejor que él para este trabajo.

—Eh... sí, es posible. ¿Pero dónde está?

—No tengo ni idea —respondió Mercurio—. Me dijo que nos buscaría, si te he encontrado ha sido gracias a tu espectáculo de luces.

—Sí, bueno, gracias por eso.

—Ya era hora.

— ¿Dónde me has traído?

—No muy lejos, este edificio está en el callejón del que te saqué cuando iban a dispararte.

— ¿¡Qué!? ¿Por qué no lo has dicho antes?

— ¿Acaso importa? Ni siquiera pudieron verme.

— ¡Escucha, Mercurio! ¡Esos tíos, sean quienes sean, pueden rastrearme! ¡De alguna manera tienen mi impronta de energía, por eso no pude despistarlos! ¡Tenemos que salir de aquí antes de que...!

El velocista gritó de dolor cuando un rayo de energía láser le golpeó de lleno y lo arrojó rodando por el suelo durante varios metros, casi en el mismo instante en que eso pasaba alguien dio una patada a la puerta de la azotea y esta se abrió con un estruendo.

— ¡Vamos, vamos, vamos!

Cinco soldados blindados entraron a la carrera y tomaron posiciones: el capitán y uno de ellos permanecieron junto a la puerta, pero los otros tres se desplegaron en torno a Kaos y Mercurio y apuntaron con sus armas al que todavía permanecía en pie. Álex miró de reojo hacia el lugar del que había llegado el ataque y dedujo que uno de los hombres blindados debía haber buscado una posición elevada para actuar como francotirador.


—Si lo habéis matado yo...

—Tú no harás nada, mutante. Vas a callarte y a estarte quieto mientras os ponemos los grilletes, después tu amigo y tú vendréis con nosotros. Si intentas alguna otra estupidez nuestro hombre disparará de nuevo a tu amigo, pero esta vez lo hará a matar —explicó el capitán.

Kaos guardó silencio. En cualquier otra situación habría seguido luchando hasta el final, pero si lo hacía no solo le costaba la vida a él sino también a Mercurio. De pronto se dio cuenta de algo: si se entregaba probablemente los llevarían a donde se encontraba Polaris, tal vez podrían rescatarla y escapar los tres juntos. Álex levantó las manos y las puso detrás de la cabeza mientras pensaba que en ese momento habría dado cualquier cosa por tener junto a él a sus viejos amigos de X—Factor, reencontrarse con Pietro le había hecho recordar aquellos buenos tiempos. ¿Cuándo se habían vuelto las cosas tan difíciles para los mutantes?

—Buen chico —dijo el capitán—. Ponedle los grilletes.

Mientras uno de los hombres blindados se dirigía hacia él con unas gruesas esposas Kaos levantó la mirada hacia el cielo nocturno. ¿Qué había sido eso?

— ¿Qué es ese escándalo? —protestó uno de los soldados.

—Ni idea. Parece... parece un grito —dijo otro—. Aunque suena bastante lejos.

El corazón le dio un vuelco a Álex cuando finalmente reconoció el grito. ¿Qué hacía Banshee allí? Con una sonrisa decidió que tal vez no fuese necesario que los capturasen, quizás sería suficiente con dejar a uno con vida para que les condujese hasta el sitio donde mantenían prisionera a Lorna Dane.

Solo tendría una oportunidad, pues apenas le quedaba energía. La utilizaría toda para crear un espectáculo de plasma y confiaría en que el viejo irlandés lo reconociese, de lo contrario sería el final para él. Era hora de jugar duro.


— ¡Álex! ¿Dónde estás? ¡ÁAAAAAAAAAAALEEEEEEEEX!

Guido Carossella caminaba por las calles de New Jersey en busca de su viejo amigo, aunque todavía no había encontrado una sola pista que le llevase hasta él.

—La culpa de todo la tiene Pietro —decidió—. ¿Qué es eso de que peso demasiado para él? ¡Bah! ¡Debí haber llamado a Madrox, él sí que sabe divertirse!

Una fuerte luz blanca brilló durante algunos segundos desde lo alto de un edificio, el enorme hombretón se volvió mientras se rascaba el culo y sonrió.

—No recordaba que este traje picase tanto —protesto, hacía años que no se ponía su viejo uniforme de combate—. Ah, así que ahí estás, ¿eh? Bien, vamos para allá.

Dicho y hecho Fortachón echó a correr hacia el alejado edificio del que había surgido el destello, los vecinos de las casas cercanas se despertaron sobresaltados mientras se preguntaban si se trataba de un pequeño terremoto.

—Maldita sea, ¡cogedlo ahora mismo!

Álex sonrió mientras los soldados blindados lo inmovilizaban para ponerle los grilletes, el grito del irlandés cada vez sonaba más próximo.


— ¡Sorpresa!

Alguien aterrizó entre los tres hombres blindados y comenzó a moverse como un borrón rojo y negro, empuñaba dos katanas que lanzaban chispas al tratar de cortar las armaduras de los perseguidores de Kaos.

Este parpadeó confundido, ¿qué hacía Masacre allí? Echó un vistazo hacia arriba y distinguió a Siryn, que después de soltar a su compañero ascendía para posicionarse antes de iniciar su propio ataque. Consciente de que no podría escucharle a causa de su grito sónico Álex le hizo señas y cuando logró atraer la atención de la pelirroja señaló hacia el edificio en el que se encontraba el francotirador, después simuló con las manos que apuntaba a alguien. Theresa asintió, señal de que había comprendido su mensaje, y se marchó hacia el lugar en el que se ocultaba el tirador. Un disparo surgió de allí, pero consiguió maniobrar para esquivarlo y siguió volando hacia su objetivo.

— ¡Theresa! ¡Corazón mío! ¡Mi media langosta! ¡Alma gemela! ¡No te vayas sin mí, estoy aquí! —exclamó Masacre, que en esos momentos saltaba en una complicada acrobacia para apartarse de

los tres soldados blindados, había comprendido que sus aceros no podían hender semejantes defensas.

— ¡Llevan armaduras! —Gritó Álex—. ¡No podrás herirles con tus espadas!

—Vaya, gracias, no me había dado cuenta. Pero no pasa nada, siempre llevo algo para este tipo de situaciones —replicó el mercenario mientras soltaba las katanas y echaba mano de dos pistolas cargadas con munición antiblindaje.

—No sé de qué están hechos esos trajes pero les hace inmunes a mis poderes —explicó Kaos—.

Todavía no he encontrado la manera de herirles, pero aunque sean hombres de acero tienen que tener un punto débil.

— ¿Has probado con kryptonita? —preguntó Masacre con inusual seriedad.

— ¿De qué estás hablando?

—Lo leí en un cómic, parece que va muy bien contra los hombres de acero.

Masacre esquivó un nuevo disparo de los fusiles láser y abrió fuego, sus disparos derribaron a dos de los soldados blindados. De pronto el tercero surgió tras él y se dispuso a ensartarlo con una cuchilla de energía que se había formado en torno a su brazo, pero un disparo láser lo derribó antes de que pudiese hacer daño.

—Deberías de tener más cuidado —advirtió Kaos, sostenía en las manos el fusil de plasma de uno de los soldados caídos.

— ¿Tú no tenías tus propios rayitos? —preguntó el mercenario.

—Digamos que estoy en baja forma —confesó aquel mientras se encaraba hacia los dos supervivientes.

—Tirad las armas o moriremos todos aquí y ahora —advirtió el capitán, tenía en la mano lo que parecía ser un mando con un botón—. Nuestras armaduras contienen explosivos, si no os entregáis nos iremos al infierno todos juntos.

—Genial, así podría volver a ver a Muerte. ¿Sabéis? Tuvimos un romance hace algún tiempo, pero no funcionó demasiado bien.

—Masacre, tira las armas —ordenó Kaos—. No podemos dejar que apriete ese botón, no solo estamos en peligro nosotros: ignoramos el alcance de la explosión, podrían haber víctimas inocentes.

—O también puedo volarle la cabeza —dijo el aludido, que ya apuntaba al capitán con una de sus armas antiblindaje.

El otro soldado acorazado levantó su propia arma y antes de que nadie se diese cuenta de lo que pasaba apuntó a la cabeza de su líder y disparó, este cayó muerto al instante.

— ¿Ves? Le ha gustado mi idea —observó Masacre con orgullo.

En ese momento Siryn aterrizó en la terraza y una enorme manaza se cerró en torno al cuello del único superviviente del batallón que había estado dando caza a Kaos.

— ¿Qué hago con él, Álex? —preguntó el vozarrón de Guido mientras el hombretón salía por la puerta que habían estado custodiando los dos soldados.

— ¿Ahora llegas? —replicó este.




—Bueno, algunos no podemos volar ni tenemos supervelocidad. Por cierto, ¿dónde está mister simpatías?

—Inconsciente —respondió Kaos con una sonrisa.

—Mejor para todos. ¿Y qué hacen ellos aquí? —añadió mientras señalaba con la cabeza a Siryn y a Masacre.

—Dejó un mensaje en  la Mansión y vine a ayudarle,  la Patrulla—X estaba de misión. Respecto a él —dijo la pelirroja refiriéndose al mercenario—, digamos que me lo encontré por el camino.

Álex caminaba hacia Guido, tenía una furiosa mirada clavada en el soldado que su amigo mantenía bien sujeto.

— ¿Qué ha pasado aquí? —preguntó.

—Os he salvado la vida —replicó el aludido.

—Sí, después de intentar matarme y de que vuestros compañeros se llevasen a Lorna. Ahora podemos hacer dos cosas: me cuentas de qué va todo esto o te suelo a Masacre.

— ¡Sí! ¡Déjamelo a mí, nos divertiremos mucho juntos! —exclamó este mientras desenfundaba un machete de caza.

—No será necesario, Álex Summers. Te habría ayudado antes, pero no podía hacer nada contra el resto del batallón. Ahora en cambio creo que si me ayudáis tenemos una posibilidad de llegar al fondo de este asunto y de descubrir quién está cazando mutantes y con qué intención.

— ¿Por qué? —Preguntó Kaos—. ¿Por qué debo confiar en ti?

—Porque si rescatamos a tu querida Lorna Dane también podremos rescatar a mi hijo —respondió mientras se quitaba el casco del traje blindado.

— ¿Tu hijo es un mutante? —preguntó Guido confuso—. ¿Y por qué te dedicas a cazarlos?

—Me había infiltrado, estúpido —replicó el prisionero mientras su aspecto comenzaba a cambiar hasta que su piel adquirió un color índigo y su cabello se tornó granate.

— ¡Mística! —exclamó Siryn.

—Sí. Tenéis que ayudarme, Rondador Nocturno es uno de los mutantes desaparecidos.

Continuará en Generación-X nº01


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Referencias:
1 .- La mayoría de la Patrulla-X se encuentra en misión en el espacio, como podéis leer en la serie regular de X-Men.
2 .- Como se puede ver en la serie de Alpha Flight aquí mismo en AT.i
3 .- Mercurio esta ya recuperado del estado en el que se vio en la serie de la Visión y veremos en los Vengadores.

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