New X-Factor nº03

Título: Cacería Mutante (IV)
Autor: Joaquín Sanjuán Blanco
Portada: José Manuel Triguero
Publicado en: Enero 2012

Kaos y sus compañeros han caído prisioneros del comando que está cazando mutantes.¿Podrán escapar o se convertirán en las nuevas víctimas de estos militares? Y lo que es más importante,  ¿qué está pasando en realidad? Algo no es lo que parece, ¿Quién es el auténtico enemigo de los mutantes?
“El grupo mutante donde debes esperar lo inesperado”
Stan Lee y Action Tales presentan:
Creado por Bob Layton y Jackson Guice

— ¿Qué es lo que pretendíais con semejante estupidez?

Kaos mantuvo la mirada al hombre que le gritaba a escasos centímetros de la cara y trató de ignorar los salivazos que arrojaba con sus gritos.

—Álex…

—Calla, Guido —le interrumpió el aludido—. Ahora no es el momento.

El grandullón guardó silencio tal y como le había pedido su líder, pero eso no contribuyó en absoluto a calmarle. Echó un vistazo a su alrededor e hizo memoria para tratar de recordar alguna otra situación en la que se hubiesen visto tan mal, pero no conseguía recordar ninguna.

Los cinco compañeros se encontraban engrilletados y neutralizados y frente a ellos tenían todo un batallón de soldados, algunos con exoesqueletos blindados del tamaño del propio Guido Carossella y otros con armas que parecían sacadas de una película de ciencia ficción. Fortachón sintió el impulso de tratar de romper de nuevo sus grilletes, pero finalmente logró reprimirse. Sabía que no le serviría de nada, pues esos militares habían encontrado la manera de evitar que utilizasen sus poderes. Álex Summers, el hombre llamado Kaos, se encontraba en medio del grupo, y de sus grilletes surgían cables metálicos que enlazaban a unos con otros. Según habían podido comprobar el uso de sus rayos de plasma, los intentos de Guido por romper sus propios cepos o el hecho de que Mercurio utilizase su velocidad para intentar liberarse producía terribles descargas eléctricas en los demás que podían llegar a matarlos. Fortachón dudaba que él pudiese morir con eso, pero estaba seguro de que al menos podrían acabar con sus compañeros. Lo cierto era que no sentía mucha simpatía por Mercurio y por Mística, pero no quería que Kaos ni Siryn resultasen dañados. La chica, por su parte, además de encadenada tenía la boca cubierta con una mordaza que no le permitía usar sus poderes. Si por un casual conseguían liberarse de aquella trampa tenían a dos docenas de soldados apuntándoles con armas de láser, otros cuatro con exoesqueletos e incluso un centinela que vigilaba todo lo que allí sucedía.

¿Quién iba a decirles que lo que parecían unas fábricas abandonadas era en realidad el escondite de un departamento anti-mutante del gobierno? Fortachón frunció el ceño mientras pensaba en lo que le habría gustado liarse a puñetazos con todos ellos. Pese a que no prestaba atención a la conversación que mantenía Álex con el que parecía ser el Comandante de esa división, escuchó una palabra que atrajo su interés de inmediato.

— ¿Puedes repetir eso? —preguntó con fingida cortesía.

— ¿Lo de que tendremos que ejecutaros? —dijo el Comandante, un hombre grande de facciones angulosas y que lucía un cuidado bigote negro que le daba un aire casi aristocrático.

— ¿Por qué estáis cazando a nuestra gente? —Preguntó Kaos—. Se supone que tenemos un acuerdo con el gobierno.

—Yo tengo más interés en eso de que van a ejecutarnos, me gustaría que me lo aclarasen. Llamadme caprichoso pero es que…

—No te pongas en ridículo, Guido —intervino Mercurio—. Estos borregos sapiens nos tienen miedo, ¿qué esperabas?

—Suenas como tu padre —observó Mística.

—Nunca he negado que tuviese razón, tan solo que sus métodos no eran los más adecuados —se defendió el velocista.

— ¿Estáis seguros de que queréis mancharos las manos con la sangre del hijo de Magneto? —preguntó la metamorfa.

— ¿Por qué no? —Dijo el Comandante—. Va siendo hora de que se reúna con su padre.


— ¿Qué os hace pensar que su padre está muerto? —continuó ella.

— ¿Qué?

Kaos, Guido, Mercurio, Siryn, el Comandante y buena parte de los militares miraron a la mujer con la misma expresión que si hubiese dicho que Elvis estaba tomando té en la habitación de al lado.

— ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó el Comandante.

—Matadme y nunca lo sabréis —dijo Mística mientras sonreía triunfante.

— ¿Qué sabes de mi padre? —gritó Mercurio.

—Pietro, cállate —le recriminó Kaos.

— ¡Pero se trata de mi padre! Si está con vida es mi obligación buscarle, pero si esta embustera ha…

Un cabezazo de Guido dejó fuera de combate al velocista, los otros mutantes miraron a Fortachón entre sorprendidos y agradecidos.

—De nada —dijo él.

—Bien, ya es suficiente —bufó el Comandante—. Llevaos a la bruja metamórfica y al velocista a las celdas, aunque no me creo ni una palabra de lo que ha dicho sobre Magneto no podemos arriesgarnos. Si es cierto que está vivo lo necesitaremos, la mujer del pelo verde ya no nos sirve.


— ¿¡QUÉ LE HABÉIS HECHO A LORNA!? —bramó Kaos, pequeñas descargas de plasma comenzaron a saltar a su alrededor.

—Eh, colega, cálmate —susurró Guido—. Recuerda el plan.

—Matadlos —ordenó el Comandante, un buen número de “clicks” indicaron que las armas láser de los soldados estaban preparadas para disparar.

Entonces el centinela se movió. Alzó la mano y apuntó con ella hacia donde estaban los mutantes, después lanzó una rayo de fuego a través de la palma… y volatilizó al Comandante, solo quedaron sus zapatos.

Durante unos momentos nadie fue capaz de reaccionar, tan solo podían mirar los restos humeantes del militar. El Centinela caminó pesadamente hacia los soldados, que miraron a su alrededor buscando a alguien que les indicase qué debían hacer.

 Cuando uno de los que manejaban un exoesqueleto abrió fuego contra el gigantesco robot, los demás lo imitaron. Pronto el Centinela se enfrentaba a una legión de soldados equipados con poderosas armas láser, pero mientras que el coloso mecánico apenas parecía sentir sus ataques, con cada descarga que disparaba desde la mano caían varios militares.

Sin previo aviso el titán de hierro se quedó inmóvil y comenzaron a saltar chispas por toda su superficie.

— ¡Al suelo! —gritó alguien.

Cuando el Centinela estalló Kaos sintió cómo alguien lo liberaba de sus ataduras y se puso en pie al instante.

—Suelta a Siryn —ordenó.

—La he soltado antes que a ti, oh gran jefe —respondió su liberador.

Cuando Álex Summers se volvió sonrió con resignación al ver a Masacre, que sostenía entre los brazos a Teressa. La joven pataleaba a fin de liberarse de su rescatador, que todavía no la había despojado de la mordaza ni de los grilletes que aprisionaban sus manos.

—Supongo que lo del Centinela es cosa tuya —preguntó—. Ignoraba que tuvieses conocimientos de mecánica.

—Y yo —confesó Wade—. ¿Qué hacemos ahora?

—Suelta a los demás —ordenó Kaos mientras arrancaba a Siryn de las manos del mercenario bocazas, un instante después la mujer estaba libre.

—Wade, cuando esto termine juro que voy a arrancarte esa mano tuya por ponerla donde no debes  —protestó furiosa.

—Ahora no, tenemos cosas que hacer aquí —intervino Álex.

Masacre empuñó sus katanas y corrió hacia los demás mutantes, con tres cortes bien dirigidos no tardaron en estar libres.

—Guido, tú conmigo. Demos a estos soldaditos algo de lo que preocuparse. Siryn, cúbrenos desde el aire. Mercurio, explora la zona. Hemos conseguido que nos traigan a su escondite principal, ahora tenemos que encontrar a Polaris y a los demás, como les hayan hecho daño…

—Voy.

El velocista desapareció de inmediato. Mientras tanto Siryn ya se encontraba en el aire y utilizaba sus poderes sónicos para hacer estallar en pedazos las armas de sus enemigos, que parecían superarle en una proporción de diez a uno. Guido por su parte intercambiaba golpes con dos de los soldados con

exoesqueletos en esos momentos.

—Mística, tú… —Kaos miró a su alrededor, confuso al no ver a la metamorfa—. ¿Dónde está Mística?

Masacre se encogió de hombros como toda respuesta.

—Bueno, no importa. Masacre, tú…

El líder mutante advirtió que el mercenario aguardaba impaciente sus instrucciones, parecía deseoso de comenzar a disparar y a dar tajos.

—Lo tengo.

Kaos dio un respingo cuando Mercurio apareció junto a él de improviso.

— ¿Qué tienes? —preguntó.

—Las celdas. He contado veintisiete divididas en tres estancias, trece de ellas contienen mutantes pero las demás están vacías. Están inconscientes y llenos de tubos, como si los estuviesen drogando para que no despierten.

— ¿Has visto de qué mutantes se trata? —preguntó Kaos.

—No, ¿quieres que vuelva y lo mire?

—Ve y libéralos, pero llévate a Masacre.

— ¡Eh, un…

—…momento! —Masacre miró a su alrededor—. ¿A dónde os habéis ido todos?

—Esa sala está llena —indicó Mercurio al tiempo que señalaba hacia una habitación alargada, el mercenario pudo ver a dos guardias inconscientes junto a la entrada—. Nueve en total, cuatro en cada pared y uno al fondo. Las otras salas están distribuidas iguales, pero una está vacía. En la otra hay cuatro mutantes. Recuerda que nuestra prioridad son Polaris y Rondador Nocturno.

—¿Puedo apuntarme todo eso? —dijo el mercenario bocazas.

Pero el velocista ya no estaba allí.

—¡Detrás de ti!

El grito hizo que Kaos se lanzase de cabeza al suelo y rodase por él justo a tiempo para esquivar varios disparos. Un momento después los gritos sónicos de Siryn hicieron explotar las armas de los soldados, y algunos incluso cayeron al suelo con los oídos sangrando.

—¡Son demasiados! —gritó Fortachón—. ¿Dónde está Madrox cuando lo necesitas?

Por más que tumbaban a sus enemigos, otros parecían llegar a tomar su lugar. En esos momentos Guido se enfrentaba a los tres soldados con exoesqueleto que quedaban después de que hubiese tumbado a uno de ellos. Mientras peleaba contra ellos otro destacamento abría fuego contra él, que comenzaba a sentir el exceso de energía cinética acumulada. Sin embargo temía descargar contra el suelo, pues podía hacer que todo el lugar se viniese abajo. Y si soltaba su carga a los soldados causaría una matanza que prefería evitar.

De pronto una terrible descarga de plasma impactó contra Fortachón y lo arrojó contra los soldados con exoesqueleto. El mutante trató de incorporarse como pudo, pero todo le daba vueltas. Sentía su cuerpo arder y supo entonces que si no liberaba todo el poder acumulado de inmediato su cuerpo sufriría las consecuencias. Comenzó a golpear el suelo con tanta fuerza e ira como le era posible y poco a poco logró descargar la energía cinética, pero se encontraba hecho polvo. Cuando levantó la mirada y se dispuso a ponerse en pie Kaos estaba ante él con cara de muy pocos amigos.

—¿Qué pasa, Álex? ¿Por qué me miras así?

Cuando su viejo amigo descargó su poder contra él, Guido se dio cuenta de que había sido Kaos quien le derribase momentos antes. Un momento después Fortachón se encontraba fuera de combate. Un grito sónico hizo que el propio Álex Summers le siguiese, mientras Siryn tomaba tierra junto a ellos. Después tomó un arma y se disparó al pecho.


—Tú no tienes el pelo verde ni aspecto de demonio, pero seas quien seas creo que me va a gustar mucho conocerte —dijo Masacre mientras miraba a través de la ventana de una de las cápsulas contenedoras de mutantes, una mujer oriental muy atractiva permanecía inconsciente allí dentro—. Será como el cuento: yo te liberaré de tu sueño con un beso de amor y tú te volverás loca de pasión por mí y nos iremos a mi casa, te esposaré a la cama y pasaremos tres meses de locura y desenfreno. Después desapareceré de tu vida y estarás tan angustiada por perder al amor de tu vida que querrás suicidarte, pero apareceré de nuevo en el último momento y volveré a esposarte a la cama. Pero eso sí, debes saber que mi corazón pertenece a Teressa, no debe enterarse de nuestro romance.

—Sácame de ahí, deprisa. ¡No hay tiempo!

Masacre se rascó la cabeza y miró a su alrededor, estaba solo.


—¿Eres mi consciencia? ¿No habíamos quedado en que tú y yo no tenemos nada de que hablar?

—Soy la mujer que estás mirando. Tienes que quitarme todas esas drogas sedantes para que mi cuerpo pueda despertar.

—¿Y poder así irnos a retozar juntos?

—¿Con quién hablas, Masacre?

El aludido se volvió y advirtió que Mercurio se encontraba allí de nuevo.

—No te lo vas a creer, yo…

—¡No le digas una palabra sobre mí o estaremos perdidos!

—¿Sí? —Mercurio observaba al mercenario con cara de muy pocos amigos.

—Estoy discutiendo con mi consciencia sobre si debo aprovecharme de esta ricura congelada o es mejor que mantenga mi hombría a buen recaudo.

—Estás enfermo —dijo el velocista con asco.

—¿Quién te lo ha dicho?

—Muy bien, Wade. Ha sido muy buena idea fingir que hablabas contigo mismo.

—¿Fingir?

—Cambio de planes, Kaos quiere que acabemos con todos estos mutantes ahora mismo.

—¿De pronto ya no quiere salvar a su churri?

—Ya la he puesto a salvo yo —dijo Mercurio—. Ahora ocúpate.

—¡No lo hagas!

—A ver, como no empecéis a hablarme de uno en uno me voy a volver loco. Más.

—¿Qué quieres decir con eso?

Pietro se acercó al mercenario y miró por encima de su hombro a la mujer de la cápsula. Un puñetazo del mercenario le hizo dar dos vueltas sobre sí mismo antes de caer al suelo como un muñeco roto.

—¿Cómo has sabido que iba a decirte que le golpeases?

—Ah, ¿ibas a hacerlo?

—Escúchame bien, no tenemos tiempo: tus compañeros están neutralizados, os enfrentáis a una amenaza contra la que no podréis hacer nada vosotros solos. Tienes que sacarme de aquí ahora mismo para que os ayude.

—¿Si lo hago después nos enrollaremos?

—No.

—Entonces te quedas ahí.

Masacre se volvió para irse, pero en lugar de hacerlo se quedó quieto.

—Escucha…

—¿Estás desnuda?

—¿Cómo?

—Dentro de esa cápsula.

—Sí, pero no veo qué…

El mercenario regresó corriendo junto a la mujer y abrió el contenedor, después simplemente se quedó observando el cuerpo desnudo de la mujer oriental.

—¡Deja de tocarte!

—¿Puedo tocarte a ti?

—¡No!

—Dime al menos que saldrás a cenar conmigo. Conozco un puesto en el que venden unos perritos calientes que están para chuparse los dedos, aunque yo a ti te chuparía…

—¡Vale, vale! ¡Pero ahora sácame de ahí!

—No le hagas caso, Masacre.

El aludido se volvió hacia quien le había hablado para encontrarse con que se trataba de Mística.

—¡Tú! Kaos estaba buscándote. ¿De qué va todo esto?

—Hay que matar a esa mujer ahora mismo —dijo la metamorfa—. Es la causante de todo esto. Apártate y deje que le dispare, después podremos ir a por los demás y marcharnos de aquí.

—No puedo hacer eso, ¡está buenísima!

—Como quieras, tenía que intentarlo.


Mística disparó al mercenario con una de las armas láser de los soldados, pero este consiguió mantenerse en pie y desenfundar una de sus katanas.

—Muy bien… —farfulló—. Tú lo has querido, azulita.

Con un gruñido la metamorfa disparó de nuevo y consiguió impactar de lleno en el pecho del mercenario, que se dio la vuelta y sesgó de un tajo los tubos que mantenían drogada a la mujer oriental, después cayó al suelo entre espasmos.

—¡No!

Mística saltó hacia delante, pero antes de que pudiese llegar junto a la prisionera chocó contra algo invisible.

—No le pongas un dedo encima —advirtió una voz fuerte y autoritaria—. Si sabes lo que te conviene.

—¡Cable, viejo amigo! —Farfulló un semiinconsciente Masacre—. ¡Has venido a rescatarme! ¿Quiénes son todos esos?

—¿Qué hace Masacre aquí? —susurró Dominó, a su alrededor se desplegaban los cuatro jóvenes mutantes que les acompañaban.

—Está en el grupo de Álex —explicó Nathan—. Pero ahora no podemos perder el tiempo con él, hemos venido a salvar a Mariposa Mental.

¡Continúa en Generación X nº3!

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