Blade nº06

Título: El Amanecer de la noche (III): Eclipses sangrientos
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Febrero 2012

El cazador de vampiros se enfrenta a un licántropo, pero puede que algunas revelaciones sean peor que ese duelo… ¡Si es que sobrevive para contarlo!
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan


UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Parecía que habían pasado meses.

Fue una batalla ardua que hizo que el tiempo se deshiciera bajo golpes y heridas. Eso suele conseguirlo cosas como aquella: el duelo de dos enemigos mortales.

La lucha tuvo lugar en el tétrico jardín que un día perteneció a la familia de vampiros conocidos como los Coldwin. Todos asesinados por Blade, quien había cumplido con el encargo del Maestro.

Sin embargo, antes de irse, Blade había tenido que salvar a una bruja de varias gárgolas que habían cobrado vida. Típico de la vida de alguien como él.

Cuando la pudo rescatar, ella, Belladonna, le habló de una orden secreta. En ella, Blade podía tener un familiar… Algo que era imposible... Algo inesperado, como fue que un hombre lobo apareciese y atacase. El mundo estaba hecho de horribles casualidades, más cuando eres un ejecutor de chupasangres.

—Odio cuando las batallas se vuelven tan tópicas– dijo Blade, mientras frenaba a aquella gran bestia. Su embestida fue como recibir el golpe de una viga de acero.

El licántropo respondió con gruñidos salvajes. Por sus fauces, expulsaba el hedor de la sangre y las babas. Sus colmillos parecían pequeños cuchillos incrustados en sus ansías. No era una vista demasiado agradable para el cazador. Era un augurio de que iba a ser devorado.

— ¡Oh, Dios mío, no!– dijo Belladonna reconociendo a aquel monstruo desde el primer instante: le faltaba uno de los ojos y era el pelaje y la furia de él, de…– ¡Rex! ¿Qué demonios haces aquí?

Blade, bajo el peso del licántropo, consiguió dar un puñetazo en el cráneo a su rival. Por ello, logró apartarlo. Al menos, lo suficiente como para él poder dar la vuelta sobre sí mismo y levantarse. De pie, podía tener alguna oportunidad contra aquella apisonadora.

— ¡REX, NO LO HAGAS! ¡REX! ¡PARA!

¿Por qué Blade tenía la sensación de que aquella tipeja suplicaba a un hombre lobo como si fuera su chucho que estuviera comiéndose los muebles nuevos?

La brisa de la noche golpeó al cazador. Blade notó entonces los cortes que le habían hecho las garras. Sus ropas estaban llenas de roturas. La sangre caía. Eso, sumado a la tortura de los Coldwin, hacía que su cuerpo soñase con rendirse, a poder ser en una tumba.

— ¡REX, por Dios, detente!– gritó Belladona. La mujer estaba a un lado, siendo espectadora del combate del siglo. Donde estuviesen dos fuerzas ancestrales de la oscuridad, que se fueran el superhéroe y el supervillano de turno a hacer gárgaras–. ¡REX, SÉ QUE ESTÁS AHÍ! ¡REX, DETENTE!

El licántropo agitó su cabeza y sus ojos se centraron en Belladonna. Ella sonrió brevemente, ¡él había despertado! Pero…



Entonces, él lanzó una dentada al aire y expulsó un aullido salvaje desde el interior de su alma furibunda. Corrió hacia ella con una intención clara: matarla. A Belladonna no le había salido bien el plan.

Entonces, el lobo cayó a un lado con un salvaje gemido. La patada de Blade le había recordado al hombre lobo que tenía un cazador al que matar. Mientras, su atacante se maldecía por sólo tener ahora consigo su katana. Nada de plata. Hubiera solucionado el tema en poco tiempo.

“La vida siempre sabe cuando ponerse difícil”, pensó.

Blade consiguió, no sin antes perder un trozo de su brazo derecho, colocarse encima del cuello del licántropo, cuyo morro hundió contra la tierra. No era su primer duelo con aquellas bestias. Posó sus manos en el pescuezo del servidor de Lycaon y se preparó para partirle el cuello.

— ¡NO, NO LO HAGAS! ¡ES HUMANO!– rogó la mujer.

—Es un hombre lobo…– dijo con dificultad Blade, sentía que sus manos estaban abriendo por la mitad algo con la fuerza de la mismísima tierra-. ¿Qué parte crees… Que no entiendo… De que sea… humano y mitad lobo?

—¡Le conozco! ¡No le hagas daño! ¡No es malvado! ¡Sólo pierde el control! ¡No lo mates, por Dios, por favor!

Blade prosiguió, luchando contra la bestia que se removía como un terremoto en miniatura, aunque el lobo era cuatro veces más grande que el asesino de vampiros.

—¿Por qué… No le dices eso… De que no haga daño a él… Y toda esa mierda hippie… A él?

—¡Lo he intentado!

El cazador negó con la cabeza. ¿Por qué perdía el tiempo con aquellos mortales?

Entonces…

Tuvo que soltar a la criatura. Fue cuando se llevó un mordisco demasiado cercano a su mano. Menos mal que la había alejado. Aún así, Blade cayó con demasiada fuerza contra el suelo. La muñeca de su mano debía haberse hecho añicos. Se maldijo una y mil veces… O lo hubiera hecho si no le restase tan poco tiempo de vida.

— ¡REX, ESCÚCHAME, SOY BELLADONNA, TU BRUJA!– gritó la muchacha, pero el hombre lobo parecía más interesado en arrancarle el rostro a Blade de un bocado.

—¿Bruja? ¡Haz algo… Entonces con este… Pedazo de cabrón!– gritó Blade, intentando librarse de su mortal adversario–. ¡Conviértelo en sapo o lo que…!

—¡NO SOY TAN PODEROSA!

—Vaya basura– opinó Blade, recibiendo un zarpazo que cruzó su mejilla. Su sangre cálida salpicó el suelo. Después, empezó a escocer, pero el daño del resto de las heridas era más fuerte–. Hijo de…

Belladonna decidió correr entonces hasta Rex. Esperaba no morir así. Nadie muere así en las películas…

Pero aquello no era una película.

Belladonna lo comprendió cuando una de las garras de Rex le golpeó en el vientre y la lanzó contra una verja cercana. Las manos de Belladonna se posaron en la herida y rezó porque la sangre no fuera de sus tripas.

Blade consiguió blandir su katana. No la había retenido como último recurso para no liquidar al perro lobo de la chica, sino porque se le había atascado. Ahora era toda suya y pronto buscó el cuello de aquel licántropo. Deseaba fervientemente hacerlo rodajas.

—¡Se acaba el buen rollo, imbécil”– gritó Blade, alzando su arma.

El acero cortó el aire.

El licántropo aulló.

El duelo se acercaba a su final…

Blade llevó, hacia delante, su espada.

Belladonna lo vio con la mirada nublada y se contempló a sí misma haciendo que la katana cayese y no matase a Rex, pero eso…

Fue una fantasía…

La hoja ya se movía hacia el cráneo del hombre lobo…

Pero el licántropo esquivó el golpe, dio un gran salto, con un manotazo hizo que la mano buena de Blade soltase la espada y con la otra destrozó la muñeca rota de su rival.

Finalmente, el hombre lobo cayó sobre el cazador y abrió las fauces. Era hora de terminar…

Blade vio el profundo abismo de la garganta de aquel monstruo enorme y cuando ya se había hecho a la idea de que su historia terminaría de una forma tan mediocre…

El licántropo quedó como un peso muerto. Blade lo echó a un lado y se levantó, alcanzó su katana y la portó hacia el cielo para descargarla en el irracional ser, que se convulsionaba… Convirtiéndose en un ser humano.

Recuperaba su forma después de haber recibido algo…

Una cuchilla de plata se había clavado en su espalda.

Blade miró a Belladonna. Ella no había tenido nada que ver. Demasiado débil para aquello.

El guerrero de la noche intentó encontrar a su salvador y entonces divisó a alguien que había aparecido como una sombra.

— ¿Cómo sabías…?– preguntó Blade, llevándose las manos a su rostro ensangrentado.

—No iba a dejar a mi pupilo solo. Sé dónde estás. No dejaría mis armas por ahí sin un rastreador, chico– dijo la voz del Maestro. Fue hasta Rex y sacó la cuchilla–. Mezcla de varios venenos, Blade. Una versión de tu suero baña esta cuchilla. Parece que el perro se ha relajado.

—La humana– dijo Blade mirando a la bruja.

El Maestro se acercó. Sus manos tocaron la herida. Pronto, juzgó:

—Un buen golpe se ha llevado esta mujer, pero un corte superficial. Ha tenido suerte. Ahora mismo podría estar escupiendo todas sus entrañas por ese agujero.

>> Llevaremos al refugio a esta dama, al licántropo también. Tengo un vehículo cerca. Les curaremos y después sabremos qué diantres hacían aquí.

Blade asintió con la cabeza. Podría haber dicho por qué Belladonna estaba allí, pero decidió guardar silencio. Quizás fue por el dolor… Era demasiado.

—Buena batalla, mi aprendiz– juzgó el Maestro.

—¿Cómo sabes que los he matado?

—He mirado a mí alrededor. Los Coldwin son historia. Siempre vigilante, aprendiz. Aprende eso.



IGLESIA DE LOS DESPOSEÍDOS, NUEVA ORLEANS.

Belladonna despertó súbitamente, durante la madrugada. Sus ojos acribillaron su alrededor, nerviosa. ¿Qué había pasado?

Sus manos intentaron liberarse. Estaba cubierta con algo. Necesitaba saber con qué. Intentó decir algo, pero sentía que su garganta estaba seca.

Su respiración empezó a complicarse a medida que empezaba a recordar y no sabía dónde demonios estaba.

—Dios mío, ¿dónde estoy?

Entonces, se encendió una pequeña luz y encontró a su lado una presencia. Estaba sentado, apoyado contra la pared. Se levantó y la miró. Era Blade, con varios vendajes. ¿Habían sobrevivido? Todo era confuso.

—¡Blade! ¡Gracias al cielo! ¡Estás vivo!

—Tú también.

— ¡Gracias, Blade, gracias!– Se llevó las manos al torso. Le dolía y cuando lo tocó, recordó quién se lo hizo–. ¿Y Rex?

—El perro, ¿no?

—El hombre que sufre una maldición, la licantropía. Rex. Dime que está vivo.

—Está vivo.

—Dime la verdad.

—La he dicho. El tipo se recupera de un par de heridas. No te preocupes, yo me lleve la peor parte, aunque él perdió un ojo…

—Es tuerto… De antes, quiero decir.

—Entonces, definitivamente, yo sufrí la peor parte.

Balladonna intentó recuperarse. Miró a un lado. Estaba en una habitación pequeña que sólo constaba de una pequeña mesilla de noche, una silla y un crucifijo. No se molestó en mirar hacia el otro flanco, le dolía demasiado su cuerpo. Daba igual, Blade parecía que tenía una guarida modesta.

—Blade, tengo tantas cosas que contarte…

—Dispara.

—Quizás sepas que… Ha habido una serie de crímenes por toda Nueva Orleans. Son asesinatos que, a veces, se han archivado como meros suicidios o se ha culpado a gente inocente o… Se han quedado sin resolver.

Blade recordó entonces la historia de la niña muerta, Anna Molly.

— ¿Qué ocurre con ellos?

—Nada parece unirlos, Blade salvo que son como nosotros… Diferentes: brujas, licántropos, vampiros… ¡Están matando monstruos, Blade!

—Me ayudan a la caza.

— ¡No lo entiendes! Tú ahora eres la caza.

—No lo creo…

—Hay cosas que no sabes… Tu madre tenía un hermanastro, llamado James Smith.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Tus dotes de adivinación Permíteme dudar de ellas?

—Blade, hay algo más que simples augurios. Somos muchos y… Yo buscaba información de esos Ángeles y, por otro lado, tuya. Queríamos contar contigo, ¡eres un mito! Podíamos necesitarte. Entonces…

—Entonces, ¿qué?

—De pronto, el nombre de Smith apareció varias veces, pero en lugares diferentes. Busqué historias y supe que Smith era la Boca de los Ángeles, era un reverendo que servía a esa Orden. Él también caza monstruos, Blade. ¡Es uno de esos mandamases! ¡Él a su vez era familia tuya!

Belladonna esperó alguna reacción que no fuera un…

— ¿Y?

… Pero fue la que tuvo.

—Te necesitamos Blade. Somos muchos y no queremos morir bajo una orden de malditos… Psicópatas, unos fanáticos que se están extendiendo por todo el mundo. ¡Tú eres la gran esperanza para salvarnos!

Blade caminó un poco. Miró a un rincón y luego a la mujer:

—No encuentro el motivo por el cuál debería detenerles.

— ¡Mata a gente inocente, tú salvas a gente inocente de los vampiros!

—Nadie como nosotros es completamente inocente, mujer.

Belladonna estaba perdiendo el control. No esperaba que el famoso Blade le dijese eso:

— ¡Blade, te han tendido una trampa! Cuando no queden más monstruos, tú serás su última presa. ¡No hay salvación para ti!

Blade se encogió de hombros.

—Eso lo he sabido siempre. Dime algo que no sepa.

— ¡Ya te han reclutado! ¡Eso no lo sabes!

— ¿Qué?

—El líder de la resistencia me lo ha confirmado y mis visiones también: el tipo que te reclutó es uno de los Ángeles de la Mañana Silenciosa y…

—Ese soy yo.

La voz no era la de Blade.

Belladonna miró al otro lado de la habitación, lo que no hizo al principio por dolor. Debería haberlo hecho aunque sus huesos se hubieran convertido en polvo.

Había otra silla y, en ella, estaba sentado el Maestro, aquel que había salvado a Blade dos veces…

A Belladonna se le heló la sangre.

—Ahora, me toca a mí contar la verdadera historia– dijo.

Belladonna no podía hacer nada, Blade señaló a su mentor:

—Espero que sea buena– respondió Blade.

El Maestro rió.

Fue una risa escalofriante.

Mientras, fuera, empezaba a amanecer de verdad, en medio de la noche. Auténticos rayos salían y cubrían todo aquel reino de sombras. A su vez, empezaban a nacer las palabras en la boca del Maestro.

Unas palabras que lo cambiarían todo.

Para siempre.


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