Star Trek Defensor nº04

Título: Un elefante en la vidriera 
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Moisés López
Publicado en: Septiembre 2013

El Mayor Maximiliano Wallenstein iba recordando lo que había ocurrido hacía poco. Le costó unos segundos el acordarse ¿Dónde se encontraba? y que estaba de incognito. Luego le tomó un poco de entereza el evitar gritar cuando el dolor, a gran velocidad, alcanzó a su cerebro. Trató de moverse, pero los grilletes que le ataban al muro lo evitaron.
Durante la última invasión la Federación fue sorprendida con la guardia baja, desliz que ha costado muchas vidas y recurso. El alto mando consciente de las fallas en Seguridad y Defensa ha decidido tomar una actitud más proactiva en ese tema; para ello se ha creado el Proyecto: Defensor. Este consiste en una serie de naves y personal dedicados únicamente a garantizar la seguridad y estabilidad de la Federación y sus aliados. Y estas son las crónicas de aquello que han sacrificado todo en pos del sagrado deber…
Gene Rodenberry y Action Tales presentan
Creado por Guillermo Moreno



I

Mientras su vista se iba aclarando, el Mayor Maximiliano Wallenstein iba recordando lo que había ocurrido hacía poco. Le costó unos segundos el acordarse ¿Dónde se encontraba? y que estaba de incognito. Luego le tomó un poco de entereza el evitar gritar cuando el dolor, a gran velocidad, alcanzó a su cerebro. Trató de moverse, pero los grilletes que le ataban al muro lo evitaron.

—Veo que ha despertado, señor mío— dijo alguien frente a él. Le tomó unos segundo darse cuenta que estaba frente a un extraño ferengi, acompañado de un guardaespaldas Nausicano, que le veía, como era de esperarse, con malos ojos.

—Buenos días solecito— replicó descaradamente Max


—Veo que está usted de buen humor entonces— respondió el ferengi sin perder la calma por la actitud del soldado— Así que, no nos costará sacarle la información.

— ¿Información sobre qué?— replicó Wallenstein.

— ¿Quién, dentro del sindicato de Orión lo envió? ¿Dónde están sus compañeros?

— ¿Perdón? ¿Cuál sindicato? ¿Cuáles compañeros?

—Lo que estaban con usted— respondió con naturalidad el ferengi.

—No eran compañeros, eran clientes— respondió— yo solo soy un simple vendedor.

—No, usted es un espía del sindicato.


—Como pueden ver— dijo el Teniente Comandante Leonardo Bolívar — Las astronaves que recorren este sector han tenido que alterar sus rutas comerciales. Pero no solo las astronaves comerciales legítimas, sino los contrabandistas del Sindicato de Orión, quienes están corriendo el riesgo de enfrentarse a nosotros, antes de seguir sus rutas convencionales.

— ¿A que se deben que este cambio de su conducta?— pregunto la Capitana Kuriko

—Es obvio— replicó el Capitán Walker, comandante de la Estación Espacial— nos ven como débiles, se han vuelto más atrevidos.

—Lo cierto es que no, mi capitán— replicó Leonardo— en realidad lo que hemos sacados a los

piratas capturados, es que en el sindicato hay un escisión.

—Clarifique, por favor— le solicitó Kuriko.

El jefe de seguridad de la U.S.S. Hermod les mostró un video a los capitanes; en él pudieron observar como varias robustas y rechonchas astronaves, que sin duda por el diseño de su chasis eran naves comerciales. Estas eran escoltadas por par de naves con un chasis que evocaba una especie de halcón; hasta cierto punto se asemejaban a las aves de presa romulanas, pero no llevaban símbolo alguno.

De repente, par de naves hicieron acto de presencia, una de ellas era Breen, la forma asimétrica y plana del chasis lo confirmaba. La otra parecía una especie de huevo con caperuza, que sin duda gritaba a los cuatro vientos que era gorn. Ambas naves lanzaron sendos rayos que dejaron incapacitadas a las naves de escoltas, y en un tris las destruyeron.

Para sorpresa de todo el grupo, destruyeron las naves mercantes y solo dejaron una intacta, para que comunicara el mensaje.

—Eventos como ese se repiten una y otra vez— dijo Leonardo— y, nuestras naves no se dan abasto. Entre las llamadas de auxilio mercante, y los desesperados piratas, que prefieren probar suerte con nosotros antes que con aquellas naves.

— ¡Puerca Miseria!— Exclamo el teniente Castellani. Aquel exabrupto atrajo sobre él la airada mirada del, ahora capitán Walker. El italiano carraspeó y luego agregó— Lo que dice mi Teniente Comandante es cierto, el cuerpo de ingeniero de nuestra flota tampoco se da basto. Entre las naves y la estación estamos trabajando a marcha forzada.

—Haga una convocatoria entre los civiles de Pike City— ordenó Walker sin mediar palabras con la Capitana Matsumoto.

—Pero tendríamos que darle entrenamiento, y no tenemos tiempo…

—Hágalo— replicó el capitán. Giuseppe se preparaba para replicar, pero una hábil Kuriko, le habló con la mirada. Su amiga había sacrificado mucho por él en el pasado, así que opto por obedecerla. Rechistar seria dejarla mal como líder frente al otro capitán.

—Entendido, mi capitán— replicó este entre dientes.

—En cuanto a lo otro— comenzó el Capitán Walker


—Ya tenemos un plan— le atajo la Capitana Kuriko, quien acto seguido lanzó una mirada al Comandante Thalas Rann.

—He preparado ya un grupo de trabajo— dijo el Bajarano— cuya misión será infíltranos en esta estación estelar— acto seguido se acercó al monitor e introdujo unos datos, donde los miembros vieron un mapa del sector estelar— A través de los datos que nos dieron los piratas capturados, las rutas, y los ataques, hemos extrapolado la procedencia de las naves Gorn y Breen, que al parecer no figuran dentro de la Armada de la Confederación y de la Hegemonía, quienes niegan toda relación con ellos— el Comandante hizo una pausa y luego de unos segundos reemprendió—y encontramos que provienen de este sector. Enviamos sondas, que nos revelaron lo siguiente. En aquel sitio hay una estación espacial realmente transitada.

— ¿Quiénes se infiltraran?— le interrumpió Walker, realmente asombrado y en el fondo molesto, porque actuaron a sus espaldas.

—Un equipo conformado por el Mayor Wallenstein, El Teniente Comandante Bolívar, y el Comandante Rann— replicó la Capitana con una sonrisa de medio lado. La mujer, con presteza y ese picardía felina tan propia de su género, lanzó una mirada de suficiencia al Teniente Castellani, que le dijo una sola cosa a este: ¡Touche!


La luz en la celda titiló y el buen Maximiliano no pudo evitar sonreír sonoramente al ver como el ferengi retrocedía.

—Si usted no pertenece al Sindicato, es sin duda un espía federal

— ¿Por qué? — le atajó el Mayor— ¿Por que soy un humano? Eso es realmente ofensivo— agregó realmente molesto el Mayor— soy humano e inmediatamente soy federal.

Las luces volvieron a titilar con fuerza, y el miedo del ferengi se hizo patente. Rápidamente comenzó a mirar a todas direcciones.

—Ordenador, reporte— dijo en voz alta. El aparato, se preparaba para responderle, pero en vez de ello, la luz falló completamente y la voz de la maquina no logro salir de los parlantes.

El hombrecillo retrocedió y choco con su asistente, quien gruñó por lo bajo. Las luces volvieron a titilar, cual película de horror barata, y Max comenzó a sonreír como demente.

— ¿Qué está pasando?— le preguntó al cautivo. Cuando la luz fallo completamente.

De repente la puerta de la celda estalló. El ferengi gritó con fuerza, realmente aterrorizado. La luz volvió y este observó como el prisionero estaba de pie sobre el cadáver del Nausicano, y otro humano armado con un rifle faser estaba en la puerta.

— ¿Por qué tardaron tanto?— preguntó Maximiliano.


—En mis tiempos solía decirse gracias— respondió el recién aparecido quien era nada más y nada menos que el Teniente comandante Bolívar. Rápidamente le facilitó un faser.

Maximiliano se estiró, una vez que sintió que su cuerpo estaba a tono, se abalanzó contra el ferengi. Lo tomó por su camisa, y este comenzó a gritar, dando una clara señal de la cobardía que caracterizaba a su pueblo.

—Cállate de una buena vez— ordenó el humano. Este, cual niño pequeño guardo silencio— tu nos vas a llevar por la ruta más segura al muelle, y usaras tus códigos para que la seguridad de la estación, no nos detenga. Así que abre la marcha.

El hombrecillo iba a replicar algo, pero la torva mirada de Max lo detuvo en seco. Rápidamente la criatura orejona abrió la marcha seguida de los dos hombres.

— ¿Y Thalas?

—Nos encontrará a mitad de camino— dijo el Teniente Comandante Bolívar— Nos está dando tiempo.

— ¿Infiero, señor que tiene la información por la cual hemos venido?— preguntó Max

—En efecto— dijo — eso y mucho más


Wallenstein observó, a través de los sensores, la gigantesca estación espacial a las que se dirigían. Era de un tamaño considerable, que le hizo sentir como un chiquillo y que evocó en su mente la imagen de una gran araña. Según los instrumentos, de su nave de segunda mano, aquella estación era obsoleta, tecnología de hacía cincuenta años. Pero el no confiaba en los sensores; prefería fiarse de su perspicacia. Sus sentidos le decían más o menos lo mismo, pero agregaban algo: aquella estación tenía un as bajo la manga que la hacía peligrosa.

—Tétrica— dijo El Comandante Thalas Rann a su compañero, Maximiliano se limitó a asentir.

—A mí tampoco me gusta— replicó El Teniente Comandante Bolívar— y lo que tengo que hacer le gustara menos a ustedes—.En sus manos tenía un hipospray; frente a sus compañeros se inyectó algo en el antebrazo izquierdo— Este es un marcador radioactivo, nos permitirá ubicarnos con facilidad.

Sus compañeros asintieron y extendieron sus brazos en orden y el teniente comandante les inyectó. Luego les facilitó una especie de PADD pequeños.

—Equipo federal encubierto como genérico– replicó— está programado para interactuar con cualquier sistema. También tiene un programa que nos registrará— acto seguido activó el aparato y les mostro cómo funcionaba.

— ¡Qué chisme tan genial!— dijo Max— Como que me equivoque de profesión.

— ¿Cómo vamos a proceder Teniente Comandante?

—Usaremos la técnica del Elefante en la Vidriería

— ¿Cómo así?— preguntó el Mayor Wallenstein.

—Usaremos un señuelo— dijo— mientras todos están distraído, el resto entra en silencio y extrae la información.

—Me parece buena idea— replicó el Bajorano

—Si, a mi también— dijo Max— ¿Quién será el señuelo?

Leonardo sonrió lupinamente y respondió— Tú.


Los dos hombres, acompañados del ferengi, se movieron a gran velocidad a través de los pasillos de la nave. Aquel oscuro calabozo se encontraba realmente lejos de los muelles de atraque, y era mucho lo que tenían que recorrer, pero el caos desatado por los dos infiltrados, y la asistencia del rehén le hicieron fácil el camino, hasta que llegaron a la feria.

Toda estación, aun las militares, poseían aquel espacio, que por alguna razón siempre estaba en el centro de las mismas, donde la tripulación podía ir a disfrutar de un rato de esparcimiento entre labor y labor. Era el sitio donde se debía convivir, y que en aquella estación pirata, era el sitio donde estaban las tiendas y se hacían los negocios. Era el sitio más concurrido.

— ¡Maldición!— masculló Max, al recordar que toda la estrategia distractora había iniciado allí.

—Mantén la calma— le ordenó el Teniente Comandante Bolívar al ferengi, pero más tardó en decirlo, que este en hacerlo. Y en un tris, el pequeño orejudo, dejo de lado su actitud sumisa, y su sempiterna cobardía y mostro un valor único. Aquellas, eran las actitudes que hacían a los ferengi tan peligrosos.

Al grito de auxilio llamó la atención de muchos, pero antes de que la cuestión empeorara. Maximiliano comenzó a disparar al techo. El sonido de los disparos, la luz y la confusión hizo que todos los civiles saliesen corriendo, mientras que los piratas alrededor comenzaran a disparar sin ver. En un tris, se armo una gran trifulca, pues cuando se trata del crimen, aquellos que viven de este, no dudan en aprovechar las oportunidades como aquella para saldar deudas.

El caos se desató y los dos hombres se vieron, en pocos segundos, envuelto en una serie de peleas.

Pero para su suerte, tenían experiencia, y en un tris encontraron su camino.

—El elefante en la Vidriera, es realmente efectiva, señor.

—Es el truco más viejo del librillo, y el más efectivo— replicó Leonardo, mientras se abrían camino al muelle.

Realmente alegres, ambos hombres recorrieron el camino. Casi no hubo dificultades para ellos, hasta que llegaron al punto de entrada para los muelles. Allí, cortándoles el camino encontraron un destacamento Gorn.

—No, él no— dijo en silenció Max, mientras retrocedía y se cubría en una esquina. Allí, al final del pasillo, junto al destacamento, se hallaba aquel gigantesco Gorn al cual he había disparado hacía mucho, y que resistió estoicamente el daño.

— ¿Qué te pasa?

—Allí está el gorn pirata— dijo— el líder. Rex, hijo de Zesstara´s

—Entiendo— dijo y rápidamente sacó su padd

— ¿Por dónde viene El comandante?

—Está en posición esperando que lleguemos a nuestra nave.

—No podemos pasar por encima de esos lagartos

—Claro que sí, ya verás— dijo Leonardo mientras abría fuego contra los gorn.

En pocos segundos, el fuego de los faser, en conjunción, con el de los disruptores rugía e iluminaba el pasillo. Los gorns estaban dando pelea, pero el Teniente Comandante, tenia excelente puntería. En cuestión de un par de minutos, varios gorns cayeron, pero para la tristeza de los dos federales, estos fueron sustituidos por más hombres.

Cuando Max se preparaba para decirle: “Te lo dije” a Leonardo. Algo estalló entre los Gorn, luego surgió de la nada una nube de humo y varios disparos de faser. Los siseos entre los gorn se incrementaron, y luego se escucharon una serie de gruñido, algo estaba atacando a los lagartos por el flanco; Maximiliano como buen militar no dudo en aprovechar la situación y disparo con ahínco. Al cabos de unos minutos, la nube de la explosión se disipó, y surgió un hombre entre ella.

Era alto, de tez oscura y el cabello al ras. Vestía unos ropajes negros, e iba acompañado de un andoriano con cara de pocos amigos.

—Gerome Saint Germain— dijo— es un placer conocerles— agregó con una sonrisa— venid conmigo, si deseáis vivir.

El andoriano gruño por lo bajo y el moreno le replicó — siempre quise decirlo, y este era el momento idóneo.

—No lo creo— replicó Leonardo

—No tiene opción, señor mío. Rex volverá con más hombres.

— ¿Por qué nos ayuda?— pregunto Maximiliano

—El Sindicato, tiene interés en ustedes— respondió Gerome con calma— Desea hacer un trato con la Federación.

—No somos…

—No se esfuerce señor mío— replicó Gerome— en vez de eso, sígame.

Los dos federales se preparaban para replicar en contra, pero a sus oídos llegó el sonido de varios hombres yendo a su encuentro. Así pues, con presteza salieron tras Gerome. El recién aparecido, se movía con rapidez entre los pasillos, y en un tris encontró el muelle de atraque de su nave. Solo basto un gesto para convencer a lo federales para que entrase.

En un momento se hallaron dentro de una astronave.

—Bienvenidos al Estilete, mi nave estelar. Siéntase en como en casa.

—Supongo que nos llevaran al calabozo— Comentó Leonardo.

— ¿Calabozo? ¡Menuda descortesía! Nada que ver, vamos al puente, alguien les espera allí.


Vista desde afuera, los Raider Maquis se parecían mucho a gigantescas aves de presa. Aquel chasis era curioso, teniendo en cuenta que habían sido diseñadas por la Federación. El Estilete era una de estas naves, descontinuadas y con mala fama, que fueron usadas por los terroristas conocidos como maquis. Hacía mucho que estos habían salido de la escena política, pero su impacto aun se sentía en el cuadrante. A Leonardo no le gustaba mucho la idea, pero las situaciones desesperadas, siempre requerían soluciones desesperadas.

Sus dudas, en vez de disminuir, comenzaron a aumentar exponencialmente, cuando observo al Comandante Rann en el puente. Este no le sonrió ni pronunció palabra alguna, pero con sus ojos le habló: el tampoco estaba a gusto.

Observaron como el Estilete se separaba del muelle de atraque, pero en vez de alejarse de la Estación, realizó un movimiento que la encaró a la base. Con rapidez se movió hasta que dieron con la astronave en la cual los federales habían llegado.

—Fuego a discreción— ordeno Gerome, y en un tris la astronave descargo varios torpedos que dieron cuenta de la nave en la cual el trió había llegado. Era un navío estelar civil de segunda mano; adquirido en buena lid en Cestus III

El estallido de la nave tuvo un efecto interesante, pues incrementó el caos y el movimiento de la gran mayoría de las astronaves, que trataban de escapar de aquel lugar. En medio de la confusión el Estilete comenzó a alejarse. Paso desapercibida a la gran mayoría de las naves, las cuales se le antojaban demasiado variadas al trío. Pudieron observar astronaves Orión y klingons, con sus aspectos de aves de presa. Las naves breen con sus chasis planos, y las gorns con sus apariencias inusuales que evocaban a los huevos. Y un sinfín de otras que no lograron precisar, y que no repararon en ellos.

O eso pensaron los tripulantes del astronavio. Pues una poderosa nave con una forma que ya era conocida comenzó a seguirles. Allí estaba ella una bestia de metal realmente curiosa, pues desde la parte popa surgía una especie de caperuza que cubría la zona más delgada y terminaba en una especie de cabeza, que sin duda recordaba a la cobra real terrestre; todo esto totalmente opuesto al modelo convencional que emulaba a un huevo. Tras el Estilete, se hallaba la Royal Viper


Le dolía desde la coronilla hasta el pulgar, realmente anhelaba un poderoso calmante, pero daba gracias a todos lo sagrado porque estaba vivo. La nave de Gerome había luchado con fiereza, pero había perdido contra el astronavio gorn, que era realmente potente. Aquello era de esperarse, pero lo que consternaba al jefe de los marines de la USS Hermod, era que el navío Maquis había sobrevivido. ¿Qué había pasado? ¿Por qué Rex los había dejado con vida? Alguien lo levantó como si hubiese sido un monigote, y le sacudieron el polvo. La tripulación estaba reparando el puente, y la nave estaba flotando a la deriva.

—Señor Wallenstein, se encuentra usted con nosotros

— ¿Qué paso?— inquirió este, a sus compañeros.

—Fuimos destruidos por la Roya Viper— replicó el Comandante Thalas Rann

—Eso no es posible— replico Max

—En realidad, yo creo que tengo una idea de lo que paso— dijo Leonardo— esto fue alguna clase de truco.

—Un holoproyector externo — le atajó Gerome San Germain— los Gorn fueron víctima de una ilusión; y a su vez tecnología desarrollada a partir de las holocubiertas federales y los avances hechos por la tripulación de la U.S.S Voyager.

—Esa información es clasificada— replicó Leonardo realmente asombrado

— ¿Tan mal estamos que unos piratas de segundo se hicieron con un secreto de Estado?—inquirió Maximiliano

El andoriano que seguía al capitán pirata gruñó por lo bajo realmente molesto, y Maximizan, sintió unas ganas brutales de voltearle el rostro; pero se contuvo.

—No, señor mío— replicó de nuevo, y al Mayor comenzó a cansarle la expresión— Realmente estamos en nuestro mejor momento, y usted está tratando con lo mejor de lo mejor dentro de los órganos de defensa del Estado. Con la leyenda urbana, más temible después de la Guerra contra el Dominion— agregó alegremente.

— ¡El Sector 33! No es posible— replicó Leonardo y Gerome le dedicó una sonrisa lupina.

Si alguien hubiese visto a la astronave desde afuera, se habría asombrado de ver como aquel navío Maquis se transformaba en una nave clase Defiant, para acto seguido volver a cambiar de apariencia, esta vez un antiguo crucero klingon clase K´tinga; para acto seguido salir a gran velocidad del lugar.

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