Los Defensores nº20

Título: ¡A merced del Hechicero!
Autor: John Schneider
Portada: Jose Luis Salguero
Publicado en: Febrero 2014

El Hechicero ha decidido probar el potencial de su artefacto y al hacerlo ha traído una dimensión viva y hambrienta que podría no sólo poner fin a la precaria alianza formada por los Defensores y el temido Dormammu sino también a todo la realidad.
El Doctor Extraño. Hulk. Estela Plateada. Namor. Poderosos guerreros que no encajan en ningun lugar. Cuatro héroes que se reúnen sólo cuando la Tierra se enfrenta a las mayores amenazas. Ellos son el "no-grupo" más famoso de la historia. Ellos son...
Creado por Roy Thomas y Ross Andru

-¿En qué lío nos hemos metido?- Son las primeras palabras que consigue pronuncia el Exterminador de Demonios mientras tantea en el interior de su capa qué armas podrían serle útiles ante la horda de pesadillas hechas carne que brotan por los portales del artefacto. Antes de que Kilowog pueda responder con lo que sabe, su compañera Mantis vuelve a poner de manifiesto que está un paso por delante del resto.

- Hemos sido devueltos al escenario principal, el creador de esa aberración desea probarla contra nosotros, pero este teme que se haya excedido en su ambición de poder y haya puesto en grave riesgo la misma realidad.

- ¿Qué clase de tarado arriesga su propio pellejo de esa manera?, ¿o es que piensa pirarse de la realidad?

La respuesta en esta ocasión viene del Doctor Extraño, que se posa junto a ellos de forma elegante, acompañado por la Hermana Nada y el temido Dormammu.

- Alguien que ha sacrificado todo para ser más poderoso. Nuestro enemigo ha cruzado dimensiones ignotas para extraer partes de criaturas mágicas e insertarlas en su cuerpo, su rostro es la muestra más clara de su proceder. Poner en riesgo la misma Realidad no es algo descabellado para él.

- Ahora no me cabe duda del motivo de mi llegada. Sólo yo, el temible Dormammu, puede evitar que esa aberración haga trizas la realidad. Os permitiré uniros a mí, mas os aviso: no oséis darme órdenes ni ser un obstáculo para lo que debo hacer.

- El de las llamas anda sobrado de humos, espero que su poder esté a la altura.

- Es uno de mis adversarios más antiguos y poderosos, Exterminados, te aseguro que no se ganó el apelativo de temible o temido con sólo retórica.

- Pues entonces pasemos todos a la acción, novatos, esas criaturas nuevas tienen peor pinta que las anteriores y mi anillo ya no da más de sí. Pero no os preocupéis, se pelear sin mi anillo. Vosotros necesitáis toda vuestra energía.

- Tienes razón Kilowog, tú y los shi’ar manteneos alejados del enemigo y disparad cuando tengáis blancos claros. Nosotros cargaremos, ¿y qué hará el poderoso Dormammu?

Su respuesta es diáfana. Sin esperar ni a sus nuevos aliados avanza corriendo hacia sus enemigos, que una vez superado el círculo de ceniza han detenido su avance, como si estuvieran adaptándose a nuestra dimensión. Para el depuesto señor de la Dimensión Oscura lo que hay ante sus ojos son una molestia, un obstáculo entre él y su objetivo, el artefacto del que han brotado, y así los trata. De sus manos brotan bolas de fuego y llamaradas, y cuando alguna de las criaturas se acerca demasiado, la aparte de un potente manotazo. Sorprendidas por su irrupción, muchas caen a su paso y son reducidas a cenizas. El resto no tarda en reaccionar, adoptando formas más útiles y apropiadas para nuestra dimensión. Dormammu no muestra otra emoción que pura e incontenible furia, de una intensidad tal que le ciega, y no percibe que aquellos que había dado por eliminados se regeneran a un ritmo vertiginoso, algo que no pasa desapercibido a los Defensores.

- ¿Es impresión mía o el grandullón se ha metido de bruces en un lío más grande del que cree? -Inquiere el Exterminador de Demonios.

- Dormammu se está dejando llevar por su orgullo herido y pocas cosas son más peligrosas, vamos, no podemos perder ni un segundo. - Sin más el hechicero supremo encabeza la carga de su grupo, rodeados por un hechizo para poder moverse por el espacio con la misma facilidad que el temible Dormammu, a excepción de Estela Plateada, que se encuentra en su hábitat natural.

La mayoría de las nuevas criaturas han adoptado forma esférica con pinchos, como una multitud de erizos enfurecidos e intentan apagar las llamas de su enemigo, formando una gran esfera en torno suya. Dormammu golpea a diestra y siniestra, con la consiguiente llamarada.

- ¡Apartaos malditos! No sois dignos de mi tiempo.


Muy lejos y aparentemente a salvo de los efectos del combate, el Hechicero ríe, una actitud despreocupada que no comparte su compañero.

- Disculpa si no lo veo claro, pero ¿no estamos haciendo lo mismo una y otra vez? No veo que estos bichos sean muy diferentes que los anteriores. Creía que habías puesto el artefacto a plena potencia.

- Y es lo que hice, Dynamic Man, ahora se enfrentan a una dimensión colándose en la nuestra, a través de los portales del artefacto. A lo que llamas bichos vendrían a ser sus defensas y, tranquilo, ya le están cogiendo el truco a las leyes de nuestra dimensión.

- Espero que sepas qué estás haciendo. Quiero impresionar a los Kree tanto como tú, pero no quiero provocar una catástrofe en el proceso.

- Androide de poca fe, mira y aprende a confiar en nuestra creación, después de todo es la clava para nuestros planes.

- Espero que tengas razón, por si acaso avisaré para que preparen este sitio, no quiero otra sorpresa. Ya tuve suficiente con esa cabeza.


La esfera en torno a Dormammu ha ido aumentando de tamaño hasta el punto en que las llamas apenas consiguen llegar a su superficie, y cuando lo hacen es como breves puntos de luz, que son rápidamente tragados por la oscuridad. El resto de las criaturas ha tomado otras formas, algunas recuerdan vagamente a criaturas mitológicas como dragones y grifos mientras que el resto parece fruto de las pesadillas de un grupo de artistas surrealistas bajo el efecto de sustancias psicodélicas: cuchillas y pinchos entremezclados con formas geométricas, que se agitan y comban a un ritmo endiablado. Todos tienen un objetivo común, a los Defensores.

El Doctor Extraño junto a la Hermana Nada teje una red de fuego para atraer a las criaturas, mientras que Estela Plateada se desliza con su tabla entre sus enemigos soltando descargas concentradas de energía cósmica y Mantis guía al Exterminador de Demonios hasta la esfera.

- Espero que sepas qué debemos hacer, porque yo estoy perdidísimo. ¿Es cosa mía o hay un parpadeo cada vez que esas cosas cambian de forma?

- Tu vista no te engaña, y cada uno de esos parpadeos pone a prueba la integridad de nuestra dimensión.

Los dos defensores llegan a la superficie de la esfera antes de que el Exterminador pueda responder, pero tras pensar qué puede decir en una situación tan descabellada opta por pasar a la acción y extrae una imponente hacha de su capa, hecha de una aleación única y cubierta con invocaciones en lenguas olvidadas. Su efecto es devastador, donde impacta la superficie es desgarrada y las criaturas que la componen huyen, dejando un hueco. La parte afectada pierde su capacidad de cambiar de forma, pasando a ser tejido muerto, del que intentan librarse y así, empiezan un ritual para mutilarse entre ellas. Un caos que sabe aprovechar Mantis, que con golpes escogidos las envía a la red tejida por el hechicero supremo y su aprendiz. En la ausencia de la gravedad o viento, la inercia hace el resto del trabajo.

El Exterminador, tras unos primeros golpes, se centra en un único sitio, profundizando cual minero que busca una veta de oro. Siente cómo el hacha le dota de la confianza que necesitaba, ignora de dónde ha salido, mas puede sentir que ha acudido al saberse necesitada. Para él, eso es suficiente.

Los parpadeos, que han llamado la atención del Exterminador y Mantis, no han pasado desapercibidos para el hechicero supremo. Él además, desde su situación, percibe que son parte de un fenómeno mayor.

- ¿Puedes verla, Hermana Nada? La dimensión se extiende poco a poco, y está sobrescribiendo las leyes que rigen el espacio y el tiempo.

- ¿Cómo la detenemos?

- Tenemos que desactivar el artefacto, mientras esté activo, todo lo que hagamos será sólo retrasar lo inevitable. Tan fútil como levantar muros de arena para parar la marea.


Esta última frase produce un gran regocijo al Hechicero. Un gesto que mira con una ligera suspicacia Dynamic Man pero que agrada un recién llegado Acusador del Imperio Kree.

- ¿Transcurre la prueba tan bien como apunta tu rostro, Hechicero?

- El artefacto funciona tal y como esperábamos, no sólo hemos capturado al antiguo señor de la Dimensión Oscura sino que también hemos puesto contra las cuerdas al Hechicero Supremo y a uno de los heraldos más poderosos de Galactus.

- No quiero ser el que arruine la fiesta, pero aún no han sido derrotados y no acabo de ver claro el objetivo final de este ensayo.

- No te preocupes, mi buen amigo androide, la meta es sencilla, hacerle ver a los Shi’ar que podemos fulminar su presuntuoso Imperio de un solo golpe. ¿Por qué crees que permito que sigan vivos esos soldados shi’ar que están con el monstruo del anillo?

"Le llamó la sartén al cazo", piensa para sí mismo Dynamic Man, inquieto ante la demasiado real posibilidad de perder el control del artefacto y la situación por extensión. Forzarlo a comunicar con esa dimensión depredadora no le parece una buena idea. Los riesgos son tan exagerados que no puede ni empezar a concebir una justificación, hasta que el Acusador estalla en una carcajada.

- Perfecto, que tiemblen esos pajarillos. Asegúrate de que sepan que estamos tras ese artefacto, quiero que tiemblen al oír el nombre del glorioso Imperio Kree.

Un intercambio de saludos más tarde, volvían a estar solos los creadores del artefacto.

- Increíble, ahora quiere que dejemos el sello del Imperio Kree en esto, como si no fuera suficiente con tu espectáculo de antes.

- Así Extraño y su grupo sabrá sin lugar a dudas que tengo el respaldo del Imperio Kree y se pensarán dos veces venir a por nosotros.

- Sí, fijo que se lo piensan, dos segundos, y después vendrán con el Imperio Shi’ar detrás.

La sonrisa del Hechicero con la que responde le produce escalofríos y Dynamic Man opta por guardar un prudente silencio, mientras se pregunta en qué clase de lío se ha metido y espera que su aliado sepa qué está haciendo. Como si de diera por aludido, el Hechicero señala el artefacto y dice.

- Atento, ahora viene lo “bueno”.


Una sacudida que emana del artefacto se propaga en todas direcciones, sacudiendo a todos los que no son originarios de la dimensión invasora. Sin apenas darles tiempo a procesar lo que acaba de suceder, la locura se desata. En un rango de varios miles de kilómetros, el espacio y el tiempo se retuercen sobre sí mismos, se pliegan, haciendo experimentar una superposición espacio-temporal a los que han quedado atrapados en su radio de acción.

Un puesto de investigación shi’ar cercano da la alarma. Sus sensores son incapaces de procesar la información que les llega. Los científicos van de un lado a otro como pollos sin cabeza, intentando encontrarle algún sentido a lo que están viendo. La única conclusión razonable es que deben informar a sus mandos de que han detectado una amenaza comparable al cristal M’Kraan. El hecho de que no puedan contactar con los soldados que se hallaban en la zona de la que provienen esas inquietantes señales, no hace más que reforzar la gravedad de la situación.

El desconcierto de los científicos shi’ar es tan solo un pálido reflejo del que sienten los Defensores, los soldados shi’ar e incluso el temible Dormammu. La esfera ya no existe, las formas de las criaturas se han difuminado, fundiéndose en la parte de la dimensión invasora que ha entrado por el artefacto. Sin embargo, eso lejos de suponer una mejoría, ha complicado las cosas, puesto que ellos también han sido absorbidos.

Ahora en torno al artefacto y el anillo de cenica hay un área que desafía toda descripción, toda la materia, la energía y el tiempo han sido asimilados por la dimensión depredadora e intenta digerirlos. Nuestra dimensión y sus habitantes se resisten con cada fibra de su ser y el resultado son esporádicas grietas, breves ventanas a otras dimensiones.

Con sus conciencias forzadas al límite y entremezcladas, asaltadas por las criaturas de forma constante, adoptando diferentes estados cuya existencia debería ser imposible, el tiempo ha perdido todo sentido y poco a poco la esperanza se desvanece…

Uno a uno va cayendo en un estado de negación, en el que ya no pueden seguir luchando, ni la voluntad inquebrantable de Kilowog, ni la energía cósmica de Estela Plateada o el poder de Dormammu son suficientes. Stephen Extraño es de los últimos en caer, refugiándose en el interior de su amuleto. La Hermana Nada le acompaña, aterrada ante la posibilidad de quedar otra vez sola. Finalmente Mantis logra colarse en la capa de un más muerto que vivo Exterminador de Demonios, y es la única que siente su llegada y una débil sonrisa asoma a su rostro.

Tal y como sospechaba el tejido de la Realidad había sido víctima de una ofensiva salvaje y despiadada. Se ha materializado dentro del círculo de ceniza y observa el artefacto, una labor que ha realizado su especie desde tiempos inmemoriales, pues el recién llegado es un Vigilante. Puede sentir cómo el artefacto mantiene la conexión con la dimensión depredadora.

También detecta a sus prisioneros, en un estado entre la vida y la muerte. Tras un instante de meditación, llega a la conclusión de que la promesa de no intervención no incluye permitir la destrucción de nuestra dimensión y procede a desconectar el artefacto. Los portales se cierran y vuelven a su forma de pantallas.

- ¿Qué demonios? Eso no puede…

- El Vigilante ha debido considerar que nuestra prueba era demasiado peligrosa.

- Sospechaba que podrían aparecer, pero creía que la posibilidad de que tomarán alguna acción era escasa. Eso es bueno, como has dicho quiere decir que somos peligrosos. Debemos traer el artefacto de vuelta, ya hemos cumplido. Sólo hay que dejar una señal.

Pulsando un botón, el artefacto muestra el símbolo del Imperio Kree en las pantallas a la vez que se propaga una señal por el espacio en la que los kree reivindican la acción. Un minuto después el artefacto desaparece, usando un portal de reserva, pensado para estos casos.

El Vigilante no impide la desaparición del artefacto, pero toma nota de su destino. Preocupado por el bienestar de ciertas personas, procede a liberarlos uno a uno y depositarlos en el interior del círculo de ceniza dentro de un campo de fuerza. Desconectada del resto, la parte de la dimensión depredadora duda sobre qué hacer y más cuando el Vigilante va extrayendo a sus presas, no sin cierto esfuerzo. Intimidada por este nuevo obstáculo a su ansiada expansión ilimitada, decide parar y esperar. El Vigilante hace lo propio, con un ojo en el enemigo y otro en los rescatados.

La primera en recuperarse es Mantis, que sin perder un segundo, interpela al Vigilante.

- ¿Sabes qué debe hacer esta para detener la invasión?

- Lo sé, pero necesitarás a tus compañeros, incluso al temido Dormammu. ¿Qué haréis después?

- ¿No es evidente? El Hechicero envió esto, hay que devolverle el favor, es una cuestión de educación, y esta siempre ha sido muy educada. - La sonrisa de Mantis augura pocas alegrías en el futuro del Hechicero.

Continuará...


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