Star Trek Defensor nº06

Título: Si Vis Pacem, para Bellum (II )
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Moisés López
Publicado en: Febrero 2014

¿La fortuna sonríe al audaz y al loco o solo al preparado? Aquel era un dilema que siglos de estrategia no habían resuelto y que la Capitana Matsumoto pondría a prueba.  ¿Estaría el Grupo de trabajo a la altura? ¿Será su tripulación capaz de hacerle frente al Riego? ¿Los oriones cumplirán con su palabra? Todas estas interrogantes y muchas más serán resueltas en este episodio…
Durante la última invasión la Federación fue sorprendida con la guardia baja, desliz que ha costado muchas vidas y recurso. El alto mando consciente de las fallas en Seguridad y Defensa ha decidido tomar una actitud más proactiva en ese tema; para ello se ha creado el Proyecto: Defensor. Este consiste en una serie de naves y personal dedicados únicamente a garantizar la seguridad y estabilidad de la Federación y sus aliados. Y estas son las crónicas de aquello que han sacrificado todo en pos del sagrado deber…
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Guillermo Moreno



I

Fecha Estelar: 58248.1 Espacio Federal, Cestus III

Ningún rey de la antigua tierra habría sido capaz de emular su porte. Estaba sentada en la silla que le correspondía, casi al borde con sus piernas, delicada y femenilmente, cruzadas. Con sus brazos descansando gentilmente sobre sus rodillas, gesto que la dotaba de una candidez casi infantil que contrastaba con su férreo carácter. Su cabello recogido en una trenza, su rostro apenas ruborizado hacían juego con sus ojos café que observaban el monitor con suma atención. Quien viese en ese momento a la Capitana Kuriko Matsumoto, no vería a una mujer del año 2381, sino a una temible Samurai del periodo Togukagawa; el cual previo a cualquier movimiento estudia con detenimiento a su adversario, lee su cuerpo con calma y trata de adelantarse a su adversario, todo con el fin de derrotarle de un solo plumazo.


Tal como sus ancestros antes de ella, la joven Matsumoto observa el campo de batalla que se desplegaba, cual abanico, ante sus ojos. Las naves del Pirata Rex luchaban con fiereza contra las naves del Sindicato. Las explosiones, cual fuegos artificiales surgían por doquier. Y, con alegría la capitana se percató que la estrategia diseñada por el Teniente Comandante Mekor daba buenos resultados. Este había diseñado una serie de satélites armados, pequeños, potentes y rentables que se encontraban en órbita alrededor del planeta. Además de una serie de minas flotando junto a los escombros usuales. Todo eso sería usado como yunque, mientras que las naves, tanto federales como del Sindicato, fungirían como un martillo empujando a los adversarios contra las plataformas.

A este escudo lo acompañaban algunas naves civiles, que si bien no tenían la potencia de fuego necesaria, si poseía a pilotos lo suficientemente hábiles para engañar a las naves piratas y atraerlos al escudo. Por último las USS Copérnico y la USS Carter, ambas clases Orberth, se dedicaban a compensar y reparar al vuelo cualquier desperfecto o cuando era necesario llevar a cabo la misma labor que las naves civiles.

Las naves USS Binary y la Norfolk, clase nova ambas, también estaban haciendo su parte. Su potencia de fuego era inferior a la Hermod, pero si era superior a la Copérnico y Carter. Por lo tanto, no era raro verlas volar de un lado a otro, dando cuenta de las naves piratas. Naves por cierto que no dejaban de sorprender a Kuriko por lo heterogénea que eran. Vio un sinfín de chasis, algunas parecías aves de presas klingons, repotencias sin dudas, naves orión, de color verde y que imitaban los diseños klingons y romulanos. Observó una que otra nave ferengi, y varias Incursores Maquis. Había pocas naves de diseño Gorn o Breen, pero las que allí estaban luchando, estaban marcando la diferencia.

Kuriko sonrió para adentro, aquella batalla estaba resultando mejor de lo que esperaba, solo faltaba que la Roya Viper hiciese acto de presencia. Con un simple gesto le solicito información a su primer oficial.

—La Teniente Tamist reporta que la estación espacial se encuentra estable. Aun no han intentado abordarla.

Y pobres de quienes lo intentaran, pensó Kuriko mientras recordaba como Tamist y Giuseppe habían puesto a aquella estación en condiciones optimas. Amén de desarrollar una serie de mecanismo, no violentos, para detener cualquier abordaje. Había zonas protegidas por amortiguadores de transporte, que evitarían que cualquiera se materializase allí, re-direccionándolos a algunos almacenes previamente inundados con algún gas anestésico. También había zonas, donde la gravedad seria manipulada de tal forma que el avance fuese casi imposible.

—Capitán— dijo el Teniente Comandante Bolívar desde la estación táctica— El invitado a llegado a la fiesta.

—Numero uno— dijo la capitana— indique a la Barracuda y la Boxer que nos escolten. Y que la Binary y Norfolk estén atentas y no tomen muchos riesgos.

Thalas Ran asintió y prestó comunicó las ordenes. En cuestión de segundos las naves solicitadas aparecieron en el monitor, cada una al lado de la poderosa Hermod, abriéndole el camino para la batalla decisiva.


II

A unos cuantos años luz de distancia de allí; una hermosa y peligrosa nave estelar se encontraba flotando en el espacio soberano de la Hegemonía Gorn. A su alrededor varias naves con chasis identificables con aquella especie la rodeaban. Todas atentas a los eventos que se desarrollaban en la frontera, y sobre todo pendientes a las acciones que tomaría su deidad encarnada.

Mientras que los gorns estaban prestos al combate y atentos a la situación, esperando y rogando que su campeón: Rex cambiase la suerte de aquella batalla. Zesstara´s, el arconte, observaba realmente atormentado las acciones de su “primogénito”. Su pesar era producto, no de la posible derrota a manos de los Federales, sino de la posible muerte del prototipo, de aquella criatura malcriada, que sin saberlo, carga en sus genes la posibilidad de sanar a toda la especie arconte.

Durante un buen rato realizó su análisis valorativo de la situación. Y con cada intento veía como las posibilidades de que su plan fracasara iban en aumento. Así que a pesar de que el riesgo era muy alto, el arconte decidió que intervendría, ganase o no el pirata. Es más, la idea de secuestrar a Rex, cobraba fuerza en su mente y se sentía realmente tentando a llevarla a cabo, sin importar el hecho de que tal acción minaría los planes de hegemonía y su moral. La supervivencia de los arcontes estaba por encima de la política expansionista gorn.


III

La Barracuda y la Boxer, junto a la temible puntería del Teniente Comandante Bolívar, cumplieron su objetivo al abrir una senda segura para la potente Hermod. En un tris la nave federal y la Roya Viper estuvieron frente a frente. La ultima no dudo, ni un segundo, en atacar a la Hermod, pero esta reposada, en cierta forma, fue capaz de resistir la picadura gorn.

Rápidamente Kuriko dio la orden a las naves defiant que iniciaron su arremetida. Con premura estas naves, que son realmente potentes pero de menor tamaño y, por lo tanto, de una maniobrabilidad superior, dieron cuenta del escudo de la Royal Viper, y distrajeron lo suficiente su cañones disruptores para que la Hermod le propinara unos buenos golpes. Las descargas fáser y los temibles torpedos quantum, que era capaz de disparar al por mayor la nave federal, minaron en cuestión de segundo buena parte de las defensas de Rex.


IV


El temible gorn, que había infravalorado hasta el momento a su adversario, gritaba hecho una furia en su puente, mientras las chispas surgían por los lados y los amortiguadores de inercia comenzaban a fallar. Golpe tras golpe, la capitana humana se fue desquitando de los malos momentos que el pirata le había hecho pasar.

—Señor recibimos un mensaje de la nave federal— dijo uno de los oficiales del pirata, quien se limitó a responder con la orden típica. Al cabo de unos segundos en el monitor de la nave apareció de nuevo el rostro de aquel simio sin pelo, que decía ser capitán de la astronave federal.

—Soy la Capitana Kuriko Matsumoto de la nave estelar Hermod, de la Federación Unida de Planetas. Su nave se encuentra en condiciones paupérrimas, con los escudos en el suelo y su armada no está mejor. Capitán Rex, ríndase ante las autoridades y le garantizaré un juicio justo en un tribunal federal…

—Nunca— replicó el Gorn— Rex, hijo Zesstara´s no se rendirá ante ningún federal y, mucho menos, frente a una hembra. Así que…

No termino su frase por que la humana cortó la comunicación. En cuestión de segundos el Gorn sintió los efectos de su decisión.

—Nuestras armas han sido inutilizadas— dijo el oficial táctico quien apenas se mantenía en pie.

—La energía de los motores esta menguando— respondió otro oficial— tenemos brecha en el casco en múltiples niveles. Y una fuga considerable de energía.


Otro golpe abrumó a la nave Gorn mientras los paneles tácticos estallaban por los aires y, con él su correspondiente oficial.

—Señor Thalas; que la Boxer y la Barracuda hagan una última barrida

—Sí, mi capitán— replicó el bajorano mientras la mujer tocaba el símbolo de la federación en su pecho.

—Mayor Wallenstein ¿están sus hombres listos para el abordaje?

—Sí, mi capitana— replico el aludido a través del comunicador

—Voy en camino— respondió ella— Comandante, la nave es toda suya, cuídela.

Thalas Rann, a diferencia de otros primeros oficiales, se limitó a asentir y se negó, sobremanera a recordarle al capitán que, por protocolos, era poco recomendable que el líder de la astronave se lanzase a semejante misión. No desperdicio su tiempo, porque sabía que Kuriko no le escucharía y en cierta medida, aquella decisión habia sido acordada hacia mucho.

— ¿Cómo está la situación dentro de la estación?— preguntó a la estación de sensores y navegación.

—Nos comunican, mi comandante, que algunos piratas desesperados han tratado de abordarla. Por otro lado, nos dicen que las contramedidas han sido exitosas.

—Excelente— replicó Thalas, mientras se comunicaba con la sala de transportadores— Señores, no quiero que pierdan de vista a la capitana.


Los potentes sensores de la nave arconte le permitieron a Zesstara´s observar, con claridad meridiana, el drama que se estaban viviendo en Cestus III, al parecer su “hijo” había centrado toda su estrategia en la fuerza numérica, mientras que los Federales, consciente de su deficiencia, se dedicaron a aplicar todo su potencial de poder en las defensa. La estrategia del adversario resultó ser tan predecible, que aquel sencillo plan se volvió infalible.

De la temible armada que tantos meses le tomo crear, apenas si quedaba algo capaz de hacerles frente a los humanos. Por su parte, la flota que tenía a su espalda, comenzaba a ver con malos ojos el plan de Rex, y lentamente, como si fuese una gotera, los astronavios gorns comenzaron a desertar. Cestus III vería, sin duda, un nuevo amanecer. Por su parte ¿Correrían los arcontes con la misma suerte?

Zesstara´s no quiso dejar que esa interrogante fuese respondida por el tiempo, en vez de ello salió con presteza hacia donde se encontraba Rex. Algunos gorns lo siguieron, pero el resto desertó. Supuso que esos cobardes volverían a su tierra natal a preparar una disculpa diplomática para la federación.

Los pasillos de la nave gorn resultaron ser totalmente diferente a lo que Kuriko esperaba. Puesto que estos eran muy amplios, al fin y al cabo, el gorn promedio mide cerca de dos metros. Aquello les permitió al grupo de abordaje, moverse con rapidez y ocultarse con facilidad. También jugaban en contra, la falta de luz y que el sistema de soporte vital estaba fallando, la humedad y el calor aumentaban considerablemente. Y tomando en cuenta que ahora vestía el uniforme de las fuerzas de acción inmediata, el cual era una especie de armadura táctica y ligera, el cuerpo de la capitana se resentía aun más. A pesar de ello, Kuriko no cejó en su empeño. Deseaba hallarse frente a frente con Rex, ajustar cuenta por los malos ratos y los sacrificios; y sobre todo deseaba encararlo de una buena vez.

El grupo se había dividido en dos, uno se dirigía hacia el puente y serviría de distracción, el otro a ingeniería a asegurarse de que el Royal Viper no diese un paso más, además de tratar de apoderarse de los esquemáticos de aquella nave estelar. Kuriko sabía que el Royal Viper no era producto exclusivo del conocimiento gorn, sino que alguien mas había colaborado con ellos. Según el Teniente Comandante Mekor, quien había entrado en contacto con el Doctor holográfico de la astronave Voyager y el Doctor Bashir de la Ds9, la especie que ellos habían estado buscando a raíz del descubrimiento en aquella expedición, pertenecía a una conocida como los Arcontes.

Estos era una especie, según la deducción de aquellos doctos hombres, extra galáctica y sin duda, muy antigua. Pero sobre todo eran realmente avanzados y por lo tanto muy peligrosos. Al parecer le prestaban apoyo a los Gorn porque de ellos podrían extraer el material genético capaz de regenerar sus fallas. De ser cierto aquello, los Arcontes representaban un peligro, pues una especie tan peligrosa y menguante sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de sobrevivir. Pero lo peor vendría cuando tomasen su segundo aires. Si en aquellas condiciones eran de temer, Kuriko no quería imaginárselos en toda su gloria. Por lo tanto era imperativo quitarles esa tecnología de las manos y sobre todo comprenderla a cabalidad para contrarrestarla.

—Capitana— susurró Wallenstein para llamar su atención, una vez que la tuvo le indico con gestos la ruta que iban a seguir y las estrategias que iban a tomar a la hora de luchar. La japonesa, una vez comprendido el código, se limito a darle el visto bueno con un leve movimiento de cabeza, y una vez que el Mayor inicio la andanza lo siguió.

La batalla resulto ser de verdad extenuante, pues la tripulación gorn al verse abordada no dudo ni un segundo en defenderse. Había mucho en juego, especialmente su honor. Para aquellos hombres lagartos, los humanos y otras especies similares, eran una plaga, seres inferiores y ser vencidos por ellos demostraba que su condición era similar, sino que peor. Los disparos fueron y vinieron por doquier, y la capitana se comporto la altura. Avanzaron con prudencia ganando cada palmo de territorio con mucho sudo y descargas faser, pero al final el sacrificio valió la pena y, en un tris se hallaron cerca del puente. Cerca de su objetivo.


VI


— ¡Por los profetas! ¿Qué es eso?— preguntó Thalas Rann cuando vio tanto en el monitor como en los sensores la aparición de la inusual nave Arconte. Aquella era de mayor envergadura que la Hermod y tenía un aspecto fiero.

—Le recuerdo, de aquella vez que salvamos a la Copérnico— replicó Leonardo Bolívar.

—Salúdela

—No responden, señor— dijo el oficial de sensores.

—Esa nave resistió la embestida de dos clases defiant y de nosotros, y se mantuvo como si nada.

—No me gusta cómo suena eso, señor Bolívar.

—Comandante— le interrumpió el oficial encargado de los sensores— esta escaneando a la Royal Viper. Tal vez esté buscando a alguien.

—El capitán pirata, sin duda— replicó el bajorano— hágale saber a la capitana esta información.

—Es nave trajo consigo unos amigos— intervino Leonardo— de acuerdo con el chasis son Gorn.

—Dele carta blanca a la Boxer y la Barracuda. En caso de ser necesario las apoyaremos, pero no nos moveremos de aquí.

—Entendido, señor.

Había un dicho en la vieja tierra: “no es lo mismo llamar al diablo, que verlo venir” una vez frente a aquel gigantesco gorn de escamas verdeazulada y aspecto fiero, que vestía una capa velluda, y llevaba un extraño arnés decorativo en el pecho, donde se podían observar un montón de púas y lo que parecían ser condecoraciones. Kuriko comprendió aquella expresión. El gorn no se había quedado en el puente esperando, sino que avanzó con calma por la ruta más obvia, hasta que llegara el lugar donde ambas fuerzas se enfrentarían.

Maximillian Wallenstein no pudo reprimir el escalofrió que recorrió su espalda cuando se encontró frente a frente con el pirata de nuevo. Una vez experimento aquel temor se percató que su superior se hallaba presa del mismo. Con presteza trató de hacerla volver en sí.


—Al fin nos vemos, Capitana Kuriko de la U.S.S Hermod— dijo el capitán Rex, la voz resonó metálica a través de su sintetizador de voz, pero no por ella menos cargada de desdén— ¿Qué le ocurre? ¿Le comieron la lengua las lagartijas? O ¿al fin comprendió con que se está midiendo?

—Hablas mucho— le atajó Kuriko una vez que pudo superar el temor y acumuló suficiente entereza— Y no me dices nada— agregó mientras disparaba contra el gorn, quien esta vez eludió el disparo.

—Capitán

—Mayor, encárguese de los mirones— le ordenó señalando a los otros gorns que se preparaban para apoyar a su cacique— Y si puede, hágase con el puente.

— ¿Pero?

—Es una orden—replicó fríamente, mientras se desasía del rifle faser y desenvainaba el cuchillo reglamentario de aquellas fuerzas especiales y tomaba una pastura de combate. Bastó solo la mirada para que el gorn y el humano comprendieran las intenciones de la mujer. Renuente, Wallenstein cumplió sus órdenes.

Con un rugido y moviéndose a gran velocidad, Rex arremetió contra Kuriko, quien gracias a los años de práctica y entrenamiento supo leer los movimientos del gorn. Este ataco directo al torso de la fémina, y en vez de encontrarse con la resistencia de la carne y el hueso, hallo aire. Kuriko, moviéndose tan rápido como una serpiente eludió el ataque, y aprovecho el alcance de los brazos gorn para cruzar por sus defensas. Con una precisión quirúrgica acuchillo al lagarto a la altura de la cadera a la par que aprovecho el asestarle un golpe en las articulaciones.

Enfurecido, asombrado y, sin duda, adolorido Rex retrocedió. Durante unos segundos, cuando observó la sangre en sus manos, palidecido o eso creyó la japonesa.

—Y, ¿Qué me dice ahora, capitán?— le aguijoneó ella.

Rex no le dio ninguna replica ingeniosa, no le venían a la mente. En ella solo había una imagen la mujer muerta. Rugió con fuerza, liberando aquel extraño poder que infundía temor en sus adversarios, un don, sin duda, producto de la ingeniería genética. Para acto seguido arremeter con toda su fuerza. Kuriko, con mucha dificultad, supero la parálisis pero no con la suficiente velocidad, así que recibió un potente golpe que la hizo trastabillar y caer de espalda. Viéndole en el suelo, el gorn no dudo un segundo en saltar sobre la mujer con sus babeantes mandíbulas prestas a desgarrar su aquella tierna garganta.

Kuriko salió de su estupor justo a tiempo, para eludir al gorn. Cuchillo en mano rodó a un lado, evitando que aquel peso le cayese encima. Y con un movimiento fluido, digno de un felino o tal vez de los míticos ninja, rodo un poco más y logro ponerse de pie. Rex, cada vez más frustrado, y perdiendo sangre a borbotes no dudo un segundo para ponerse de pie y avanzar contra ella. Esta vez lanzo un golpe oblicuo, el cual la mujer eludió con facilidad y que aprovecho. No hubo piedad, ni deseo de lucirse. Solo el anhelo de sobrevivir y de ponerle fin a ello. Así que su brazo se movió, como guiado por la providencia, con la presteza digna del escorpión, para incrustarse entre dos costillas. El golpe fue letal, sin duda, no tanto como el que alcanza al corazón y lo parte en dos. Pero, al parecer, la mujer había dado en un órgano vital, en un pulmón sin duda.

— ¿Cómo? ¿No puede ser? Yo soy… — alcanzó a decir mientras respiraba con gran dificultad y esputaban sangre a borbotones— me ha vencido un simio.

De repente comenzó a brillar y lentamente a desmaterializarse frente a los demás.

—¡¡No!!— gritó Kuriko impotente… pero ya el mal estaba hecho, el Gorn había desaparecido.


VII

—Han teletransportado a alguien— dijo el oficial de sensores

—Hay un incremento de energía en sus armas— replicó Leonardo con presteza

—Sala de teletransporte, saque a nuestra gente de allí, ya— ordenó el bajorano con presteza.

—Entendido— respondieron desde allá con premura.

—Esa acción nos deja desprotegidos, mi comandante— replico Leonardo

—Correremos ese riesgo— respondió Thalas— Aunque creo que los recién llegados van tras la Royal Viper.

En efecto, las palabras del primero oficial fueron, cuando menos, profética pues la nave sin dudarlo arremetió contra la astronave gorn. Los primeros disparos fueron como para disuadir o tal vez para dar tiempo a los miembros de aquella tripulación para que escaparan como pudieran. En un tris cientos de capsulas de escapes salieron disparadas al vacios. Pero, por una extraña razón o la crueldad inherente a los arcontes, estos arremetieron contra los esquivos blancos.

— ¡Por los profetas! ¡Qué descaro!— exclamó aterrado el bajorano— Se que los gorn son el enemigo, pero no permitiré eso Señor Bolívar, traté de salvar a cuantos pueda.

La orden dada por el primer oficial fue acatada por el jefe de seguridad, quien dudo unos segundo entre valerse de los torpedos quantum o del rayo tractor. Aquellos segundos fueron críticos, pero su sentido común respondió rápidamente. Disparo una andanada de torpedos, que hicieron un daño leve al adversario y le distrajeron lo suficiente para que una que otra capsula pusiese pies en polvorosas.

Thalas Rann, que había sufrido la ocupación cardasiana, había luchado contra el Dominion y los borgs, recientemente, no podía comprender aquella actitud. Sin duda, aquellas alienígenas no querían dejar rastro de su crimen. Pero a pesar de ello, había otras formas menos crueles.

—Los tenemos— dijeron desde la sala de máquina. Aquello llego justo a tiempo, pues la nave recién aparecida arremetió con fuerza contra la Royal Viper.

—Sáquenos de aquí a gran velocidad, ordenen a las demás naves que se replieguen al planeta. Esto se va a poner feo.

De nuevo el comandante acertaba. Mientras la Royal viper estallaba, llevándose por delante algunos capsulas. Las naves gorn que recién llegaban, al ver la actitud del navío acorte, no dudaron en arremeter contra ella. En pocos segundos una lucha encarnizada se desarrollo entre quienes fuesen aliados hacia poco. Por su parte las naves de la antigua armada pirata se habían desvanecido en un tris, y las naves del sindicato no dudaron ni un segundo en seguirlas para ajustar cuenta.


VIII

— ¿Qué ha pasado en la Roya Viper?— inquirió el comandante Rann a la capitana, mientras la doctora Azala la revisaba.

—Combatí cuerpo a cuerpo con Rex

— ¿Kuriko? ¿Se le fundió un fusible?— le increpo el bajorano

—Lo mismo le dije yo— replicó la doctora trill lanzándole una mirada matadora a su superior— claro, fui más prosaica y menos “metafórica”

—Mis disculpas, Doctora

—No son necesarias— le atajó Kuriko— fue acto descuidado, pero debía hacerlo. Digamos que era ya una cuestión de orgullo.

—Ya veo— respondió Thalas— ¿Cómo resulto?

—Le corte a la altura de la cadera, se desangraba. Luego logre darle un golpe en el torso. Le perfore

el corazón.

—Usted es de armas tomar

—Pero cuando estaba muriendo, algo se lo llevo.

—En efecto, apareció una astronave. La misma que asalto a la Copérnico, sino me falla la memoria.

— ¿Y?

—Después de teletransportar a su hombre, trato de destruir la evidencia.

— ¡Vaya!

—Sí, los Gorn se volvieron contra ella, pero logro prevalecer.

—Dígame, y el resto de la armada

—Los piratas se dieron la fuga, el sindicato se separo. Unos los persiguieron, los otros iniciaron el trabajo de salvamento.

— ¿Y nuestras naves?

—Severamente dañadas, pero sin bajas, pero con muchos heridos

— ¿Los civiles?

—Dos fueron destruidos. Y, muchos milicianos cayeron cuando los piratas intentaron asaltar la estación. Por suerte, gracias a Tamist no tuvieron éxito.

—Esa boliana vale lo que pesa en latinium prensado en oro. ¿Walker?

—Poniendo todo en orden. Una vez que ceso el combate dejo ciudad Pike y volvió a la base.

—Me parece bien. ¿Alguna señal de Verona?

—Ninguna.

—Los esquemáticos de la royal Viper

—Los hombres de Wallenstein consiguieron una cantidad de información considerable, Castellani y Mekor dicen que la información es insuficiente pero, ellos podrían deducir algunas cosas a partir de ella.

—Me parece muy bien, iré a hablar con ellos— Kuriko trato de ponerse de pie, pero la doctora la empujo con fuerza obligándola a acostarse en la camilla.

—Azala, aún queda mucho por hacer

—Nada que ver— replicó el médico— delega, tú debes descansar. Prerrogativa medica—amenazó al final

—No estoy satisfecha con los resultados de la batalla de Cestus III— replico— pero lo haré. Tiene el mando, comandante. Prepare todo porque veo nubes de tormentas en el horizonte.

Thalas asintió…. y sin mediar palabras dejo la enfermería. Él, en el fondo, pensaba igual que ella.

Fin.

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