The Spider nº16


Título: Sangre en la pista de baile
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Gerardo Alonso
Publicado en: Marzo 2015

"Incluso el Amo de los Hombres puede no estar cuando se le necesita y los malvados que hacen de los inocentes e indefensos sus presas campar a sus anchas sin oposicion. Como pronto aprenderán aquellos que caigan victimas de... la Titiritera"
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...


Encrucijada presenta
Creado por Harry Steeger

 




  Aquella noche la alta sociedad de Nueva York se preparaba para disfrutar de lo que esperaba fuera una velada tranquila y pacífica. Aunque la presencia de agentes de policía vigilando tanto aquella manzana como las calles adyacentes les recordaba la masacre acaecida hacia tan solo dos noches. Las miradas eran algo mas nerviosas de lo habitual y más de un temblor de manos se debía a causas ajenas a la ginebra.
  Stanley Kirkpatrick, Comisario de policía, se hallaba en aquellos momentos hablando por teléfono. Había tomado prestado el despacho del director del local en el cual se hallaba,
 
-¿Que? Pero si... Ah, entiendo. No, ningún problema. Transmita mis saludos a Mr. Wentworth.

-Colgó el teléfono con un suspiro de cansancio. Agentes de uniforme patrullando, detectives de paisano, infiltrados entre los invitados y el servicio... Todo por aquella masacre, Casi trescientas personas muertas.

Y además estaba aquella nota recibida a la mañana siguiente: Sin firmas ni indicios de su autoría. Tan solo una línea mecanografiada que decía: «Mañana morirán todos los asistentes al Orión Club». No podía cancelarse la celebración. Pocos lo sabían, pero se presentaría al nuevo embajador de Canadá por sorpresa.
 
Si algo salía mal...

 Mientras caminaba de vuelta al salón donde ya comenzaba la fiesta, Kirkpatrick se ajustó la pajarita. Al tiempo que estiraba los hombros los escuchó. Unos sonidos inconfundibles para su oído:
Disparos. De ametralladoras Thompson.
La mujer observó el dispositivo, no mayor que una caja de zapatos, con varios diales y bajo estos, pequeñas palancas con tres botones cada una. Le había costado semanas aprender a controlar varias marionetas a la vez. Pero tras construir más y entrenar en su uso a sus hombres de más confianza, todo empezaba a ser más fácil.

-Se acabaron los ensayos, muchachos. Hora de trabajar. Conocéis el plan. Ateneos a él. Si aparece the Spider, ya sabéis que hacer.

 -¡Esta noche la Titiritera debutará a lo grande!

 Frente a la entrada principal del Orión Club había dos policías de uniforme. En los extremos de la acera, apostados de forma más discreta, se encontraban dos coches equipados con radio para mantener el contacto con la central. Los situados en uno de tales coches vieron como una figura se acercaba a ellos con extraños andares.
 
-¿Pero que... -Lo primero que pensaron al ver aquella figura era que había sufrido algún accidente y trataba de pedir ayuda. Su rostro estaba cubierto de unas espantosas cicatrices que mutilaban su rostro, convirtiéndole en algo menos que humano. También fue lo último que vieron.

Horrorizados por aquella visión, no se dieron cuenta de cómo desde las sombras del callejón del cual había surgido aparecían varias siluetas desfiguradas de igual manera. Tampoco vieron como alzaban unas ametralladoras Thompson descargando sus cañones sobre ellos.
 Los transeúntes comenzaron a correr en dirección contraria de inmediato. En su pánico, ¡no se dieron cuenta de que su aterrada huida escudaba a aquellos que les perseguían!

-¡Ni se os ocurra disparar a menos que yo de la orden! -La Titiritera no dio aquella orden por una piedad que desconocía. Era de lo más pragmática. La cantidad de munición que llevaban era limitada. Reservada para la planeada matanza. Cuando vieron como los dos policías en la entrada alzaban sus revólveres, gritó d nuevo: ¡Sin rehenes!

- ¡Tu cubre la entrada! Si se acerca alguien, dispara primero y no preguntes. Aprieta el botón rojo y da el aviso. ¡Adelante!

 Aquellos muñecos de carne avanzaban dirigidos por su ama, escupiendo plomo ardiente que excavaba sangrientos pozos de muerte en la frágil carne de sus víctimas. Los policías infiltrados entre los asistentes trataron de cumplir su deber. Inútil valentía que acabó con sus cabezas reventadas por las ráfagas de las ametralladoras.
La titiritera sonrió satisfecha. Una d ama de la alta sociedad había hallado fuerzas en su miedo para actuar. Se arrastró de rodillas por el suelo, hasta agarrar el revólver de uno de los detectives muertos. Con el rostro desencajado, apretó el gatillo hasta vaciar el tambor.
 Los seis disparos alcanzaron de lleno el vientre de la Marioneta, abriendo su carne. El cuerpo se agitó, incluso retrocedió hasta casi tropezar con su ama. Pero no sangró, continuó erguido e inexpresivo mientras arrasaba la tráquea de la mujer con un chorro de balas.
 Kirkpatrick maldijo. De todos los policías asistentes, él era el único que no llevaba un arma encima. Sin embargo, eso no le impediría cumplir con su deber. Continuaba avanzando por el pasillo, cada vez más cerca del salón principal y el infierno que sin duda se había desatado allí.
 Arriesgándose a recibir un mortal balazo, se agachó mientras trataba de entreabrir la puerta. Apenas había desvelado un espacio por el cual podía atisbar la masacre cando algo actuó como tope. Tres cadáveres amontonados, caídos mientras trataban de alcanzar esa puerta en una desesperada huida.
 
Lo que contempló fue una caótica carnicería que respondería al Diablo sabia que fin. Varios hombres, rodeando a una mujer con un vestido de fiesta. Todos ellos con una extraña caja colgada del cuello, apoyada contra su vientre. Repartidos por el lugar, armados con ametralladoras había más miembros de aquella banda de carniceros.  Había algo raro en esos últimos. No portaban aquellas cajas. Se movían rápido pero con torpeza, a golpes. En ocasiones era como si dudaran de lo que tenían que hacer. Kirkpatrick fue testigo de la muerte de uno de sus hombres. Cayó con las rodillas destrozadas, apretando el gatillo de su revólver.
 
El plomo mordió el tobillo de su asesino. Este cayó al suelo sin un solo sonido de queja saliendo de sus labios. De hecho, seguía moviéndose como si aun estuviera erguido y matando. Uno de los que operaban aquellas cajas lanzó una maldición.

-Jefa... -La mujer se volvió, apartando hacia atrás su larguísima melena.

-Ya sabes que hay que hacer. ¿A qué esperas? -El hombre pulsó un botón en la parte suprior de una de las palancas. Al instante, el cuerpo caído empezó a humear y emitir un crujiente sonido eléctrico.

En apenas treinta segundos, solo quedó un montón de carne muerta, abrasada e irreconocible.

-La demostración está conseguida. Después de esto, las bandas que no quieran hacer negocios con nosotros ya saben a qué se arriesgan. ¿Que ocurre ahora? Tenemos que irnos.

-Creo que había alguien tras la puerta que lleva a las oficinas, espiándonos. Mire, está entreabierta.

-imaginaciones tuyas. La abriría alguno de los muertos que hay caídos delante y no llegaría a cruzarla.

-Yo diría que... -La queja del pandillero fue cortada de raíz por la muy irritada respuesta de la Titiritera.


-¡Nos marchamos! ¡Nuestro éxito se basa en llegar, matar y marchar! ¿Quieres acabar con una araña en la frente como McQuade y Banyard?
 
 
Sin una palabra más, la banda abandonó el Orión Club en una apresurada carrera. Las zancadas de las Marionetas eran convulsas pero rápidas. Ninguna quedó atrás. A su ama le disgustaba haber tenido que destruir una. Pero era un peso muerto y no podía permitirse retrasos una vez la operación estaba en marcha.
 Una pérdida grave  pero no irreparable. Mientras montaba en el furgón de vuelta a su taller, no se permitió más que un leve atisbo de entusiasmo. The Spider no había aparecido. Pero eso no quería decir nada. Había acabado con dos miembros de su banda. Estaba tras su pista.Y cuando se encontraran frente a frente la Titiritera debía estar preparada.
 
 
Próximo episodio:
LA RABIA DE THE SPIDER



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