Héroes de Alquiler nº07

Título: World Tour (III)
Autor: Raúl Montesdeoca
Portada: Juanma Cañada Aguilera
Publicado en: octubre 2016

Mientras los Héroes de Alquiler siguen retenidos por Alpha Flight y las autoridades canadienses, Marta Plateada se infiltra en una base de Hydra, topándose cara a cara con el mercenario Calavera. ¿Se podrían complicar todavía más las cosas? ¡espera y verás!
Si necesitas un héroe, y puedes pagarlos, llámalos. Por un precio justo, solucionarán tus problemas e impartirán justicia
Stan Lee y Action Tales presentan:
Creado por Chris Claremont y John Byrne

Edificio de Smartech. En las afueras de Montreal.

En el interior del edificio se movió una furtiva sombra plateada, era Marta Plateada. Había conseguido infiltrarse en el caos de la refriega que había ocurrido en el exterior entre los guardias de la compañía y los Héroes de Alquiler.

Se apresuró, no sabía de cuánto tiempo disponía hasta que fueran a por ella las autoridades. Inspeccionó el lugar, en un primer vistazo todo parecía en orden. Podría tratarse perfectamente de un almacén de una común empresa electrónica. Pero la symkariana sabía que con Hydra las cosas nunca eran tan fáciles. Si había algo sospechoso no estaría a simple vista, conocía muy bien el modus operandi de aquellos malditos neonazis.

Sacó de su cinturón de combate un aparato del tamaño de un móvil y con él comenzó a escanear toda la estructura del edificio. Lo que llevaba en las manos era un potente sensor que analizaba la densidad de las paredes y el suelo, para adivinar si había paneles secretos o salas ocultas.

— ¡Bingo! —susurró inaudible la mercenaria.

En el suelo a unos metros delante de ella se revelaba un gran hueco bajo sus pies. Los ecos del escáner mostraban una estructura de unos dos metros de diámetro que continuaba paralela bajo la superficie. Sin duda un túnel que comunicaba con los zulos donde los terroristas almacenaban el armamento para vender.

No había tiempo que perder, armó una potente carga explosiva que sacó de su cinturón de utilidades. Llevaba unas cuantas cargas más colgadas del mismo. Se alejó para protegerse de la potente sacudida, que abrió un agujero en el suelo de más de un metro, más que suficiente para que Marta Plateada se colara por él. El factor sorpresa había volado por los aires igual que su bomba, pero si los perros de Hydra estaban allí ya estarían sobre aviso del fallido intento de asalto de los Héroes de Alquiler y es probable que estuviesen tratando de levantar el vuelo. Las malditas serpientes eran escurridizas.

Marta Plateada se cubrió el rostro con una máscara de su color de batalla, aunque era poco más que un pañuelo con huecos para la visión. No quería causar ningún incidente diplomático si una cámara captaba su imagen. Hasta el momento no había sido necesaria, pero debía abandonar el sigilo y moverse con presteza, antes de que los criminales se le escaparan nuevamente. Estaba cansada del eterno juego del gato y el ratón. No pensaba dejar escapar a su presa.

Según su sensor el extremo sur del túnel desembocaba en el cercano río a un centenar de metros. Una ruta de escape acuática por lo que parecía, algo de lo que Hydra sabría sacar utilidad. Caminó hacia el norte cerca de un minuto y llegó hasta una pesada puerta de acero reforzado. Otra carga explosiva desencajó la pesada cancela de sus goznes y cayó con todo su peso hacia el interior de la habitación con la que comunicaba la mercenaria symkariana

Varias ráfagas automáticas la recibieron, incluso antes de poner un pie en la estancia. Una granada de gas lacrimógeno voló de sus manos y cayó esparciendo su carga. El ruido de los disparos cesó y la mercenaria symkariana avanzó. La máscara que cubría su cara cumplía una doble función, además de ocultar su rostro estaba tratada con un potente agente químico que la convertía de facto en un filtro respiratorio. Teóricamente debería protegerla de cualquier tipo de toxina inhalada por un período de 30 minutos.

Marta Plateada vio a los agentes de Hydra caídos, estaba en la zona restringida de su complejo, aquí no se molestaban en disimular ante el mundo exterior porque nadie que no fuera de la organización accedía nunca a dichas instalaciones.

Siguió adelante, deteniéndose el tiempo justo para colocar cargas explosivas allí donde creía que podría causar el mayor daño a la estructura. No podía dar tiempo a que sus enemigos organizaran una defensa. Debía golpear duro y sin pausa hasta llegar al corazón de la bestia.

Se armó con dos subfusiles automáticos que llevaba colgados a los costados, uno en cada mano, y avanzó repartiendo muerte sobre los desprevenidos agentes de Hydra. En algunos casos ofrecieron alguna resistencia digna de mención, pero cuando eso ocurrió las granadas lacrimógenas sacaron a las cucarachas de sus escondites y ella no tuvo piedad. A todos les esperaba una bala con su nombre en cuanto abandonaban su posición a cubierto.

La planta se acababa allí y ya no quedaba ningún hydra vivo, estaba a punto de perder la esperanza cuando de entre el humo pudo ver los controles de un montacargas. Eso significaba que había otro nivel más abajo. Accionó la palanca que bajaba la plataforma y se subió en ella, preparada para lo que pudiera encontrar.

Dos matones de Hydra dispararon sobre su posición en cuanto el montacargas apareció en su ángulo de visión, pero aparecía vacío, no había nadie en él. Se acercaron con precaución para asegurarse y fue entonces cuando Marta Plateada cayó como una exhalación por el hueco, disparando los dos subfusiles a un tiempo. El primero de sus oponentes cayó muerto al suelo, el otro resultó herido y perdió además su arma de plasma. Una suerte para Marta Plateada, porque aquellas armas podían abrirle un agujero del tamaño de una pelota de golf en su cuerpo sin que su blindaje pudiera hacer nada por impedirlo.

Desde donde se encontraba podía ver que más adelante el camino se bifurcaba, a la derecha seguía por otro pasillo y a la izquierda se abría una amplia sala de control, donde diversos operativos de Hydra vigilaban los paneles de diversas terminales, de esa misma dirección se acercaron cinco matones más, armados con las temibles armas de plasma que Hydra había estado repartiendo entre el bajo mundo de Nueva York y a todo aquel con el suficiente dinero para pagar sus tarifas. Sable tuvo que retroceder y a punto estuvo de perder la mano derecha por uno de los disparos, que solo inutilizó uno de los subfusiles automáticos que portaba. Lanzó la última granada lacrimógena y se deshizo de los molestos guardias. El resto del personal civil huían como ratas que abandonan el barco. Marta Plateada no les prestó la menor atención, no eran combatientes.

Del pasillo de la derecha, que ahora tenía a sus espaldas, le llegó el sonido de un arma que se amartillaba. Como reacción se giró echándose a un lado y cuerpo a tierra, todo en un único  movimiento.

Allí estaba Calavera, la mano derecha del Cráneo Rojo. Esta vez había acertado con un premio gordo la symkariana, quedaba por ver si era capaz de cobrarlo.

El fornido asesino a sueldo de Hydra disparó el rifle automático en una ráfaga corta. A la mercenaria con el cabello de plata la habían pillado con la guardia baja. Una bala golpeó con fuerza su costado izquierdo. La resistencia de su traje blindado de kevlar le salvó de una muerte segura, aunque le dolía como mil demonios. Giró por el suelo para esquivar y ponerse en pie, pero eso no evitó que otro proyectil le arrancara el único subfusil que le quedaba en sus manos. Eso no significaba que estuviese indefensa ni mucho menos. Rápidamente llevó las manos al cinturón, con un fluido movimiento salieron disparadas de nuevo hacia adelante y dos brillantes dardos afilados de plata surcaron el espacio que le separaba del psicópata con la máscara en forma de cráneo. La prodigiosa puntería de la mercenaria con ropas plateadas hizo que el rifle de Calavera se desviara justo en el momento que disparaba una granada de fragmentación, por suerte para Sable la explosión se produjo varios metros más allá de su posición y su traje le protegió de lo peor de la onda expansiva.

Dos pistolas gemelas, negras como la noche, aparecieron en las manos de calavera como por arte de magia y cargó contra Marta Plateada al tiempo que disparaba. No buscaba tanto la eliminación directa de su odiada enemiga sino más bien impedir su escape y de paso acercarse al combate cuerpo a cuerpo, donde creía que su superior fortaleza sería una ventaja. La táctica dio su fruto y la symkariana vio como se le echaba encima el loco asesino.

— ¡No saldrás viva de aquí, maldita traidora! —bramó Calavera con una voz que parecía surgir a través de cristales rotos.


Cuartel General de la 2º División de Canadá. Norte de Quebec.

Los Héroes de Alquiler mataban el rato en una espaciosa sala de grandes ventanales. Era un lugar cómodo y no faltaba ningún tipo de atención, comida y bebida de todo tipo estaba a su disposición. Aunque probablemente los ánimos de la mayor parte del grupo no estaban como para apreciar dichos detalles. Excepto en el caso de Felicia Hardy, más conocida como Gata Negra. Ella sí que disfrutaba de unos caros canapés y de una buena copa de vino espumoso.

—Tal y como está la cosa no sé cómo puedes estar ocupándote de acabar con el catering —se quejó Colleen Wing de su actitud.
—Es un vino excepcional, y la comida tampoco está nada mal. Mientras esté aquí intentaré pasarlo lo mejor que pueda. Otra opción sería si decidiésemos de una maldita vez qué es lo que vamos a hacer. Porque si lo que queréis es escapar, dudo mucho que ninguno de los cerrojos que nos pongan los militares canadienses se me resista —respondió picajosa Gata Negra.

Era evidente que la gran sala no era otra cosa que una lujosa prisión. Tras haberles trasladado a la base se llevaron a Sam Wilson a una de las unidades médicas del gran complejo militar. Tigre Blanco tampoco se hallaba con ellos, Shaman había insistido en que se quedara con él. Puño de Hierro convenció al resto de sus compañeros de que era lo más conveniente para Héctor después de lo que había sucedido en el último combate, en el que se había transformado en una bestia incontrolable y prácticamente imparable por medios normales. De no haber estado allí el poderoso mago Shaman de los Alpha Flight, ninguno de ellos tenía muy claro cómo podrían haberle detenido. Si había alguien que podía ayudarle a controlar el equilibrio con el espíritu del Tigre Blanco, ése era Shaman. No había ningún otro en esta tierra con mejor reputación en el mundo de los espíritus. Él había dedicado su vida al estudio de las entidades espirituales, hasta tal punto que tenía línea de comunicación directa con muchas de ellas. Héctor estaba en buenas manos.

—Ni siquiera deberíamos comentar esas cosas en voz alta —advirtió Puño de Hierro—, es muy probable que estén escuchando todo lo que decimos.

—Colleen, déjame una horquilla del pelo —pidió Misty Knight a su amiga.

La extraña petición la dejó estupefacta por lo inesperada, pero nunca prejuzgaba a su compañera. Se sacó una horquilla de su larga y sedosa melena pelirroja para ofrecerla a continuación a Misty.

La bella morena de pelo rizado se subió la manga derecha del ajustado mono rojo que vestía—No tengo del todo claro, revelando su brazo biónico. Con la mano izquierda accionó un pequeño panel integrado en la artificial extremidad y éste se abrió. Usando la horquilla giró lo que parecía un pequeño dial o tornillo.

—Una de las ventajas de tener un brazo biónico diseñado por Tony Stark es que lleva un emisor integrado. Lo he reconfigurado para que emita únicamente ruidos de estática electrónica. Eso debería anular cualquier sistema de escucha que estén usando. Aprovechad y decid lo que tengáis que decir rápido, si de verdad nos están escuchando vendrán pronto a ver qué está sucediendo —les aconsejó Misty Knight.

—No tengo del todo claro que quiera volver a una vida de fugitiva, pero lo que sí sé es que no me gusta estar encerrada. Yo votaría por largarnos de aquí —dijo Gata Negra.

— ¿Y a dónde iríamos? Estamos en medio de una base militar, los Alpha Flight vigilan el recinto, no conocemos el terreno y tendremos a cada policía, militar o agente de la ley de este país en contra en cuanto pongamos un pie fuera de esta sala sin su permiso —les recordó Colleen Wing a sus compañeros.

— ¿Dónde se ha metido Marta Plateada? ¿Podemos contar con ella o nos ha dejado a nuestra suerte? —preguntó Misty Knight, más por compartir sus sospechas que porque esperase realmente una respuesta.

—No sabría qué decirte, no la conozco tanto —fue lo único que Puño de Hierro pudo decir.

Luke Cage era el único que no había dicho una palabra. El resto se percató de ello y le buscaron con los ojos.

—Esperaremos. Al menos hasta que sepamos cómo está El Halcón. Puede que para ese entonces las autoridades ya se hayan dado cuenta de que Hydra ha instalado el chiringuito en su ciudad y se vuelvan más colaboradores —dijo Cage finalmente.

La puerta doble que daba acceso a la sala en la que se encontraban se abrió y por ella entraron Vindicator y Lobezno.

Los Héroes de Alquiler no pudieron evitar el compartir miradas cómplices  de desconfianza hacia sus anfitriones.

— ¿Cómo está Sam Wilson? —quiso saber Luke Cage.

—Fuera de todo peligro. Aquí tenemos las mejores instalaciones médicas de todo el país. Además Shaman es un reputado médico aparte de hechicero. Ha usado lo mejor de su magia y su ciencia para dejar a vuestro compañero mejor que nuevo —tranquilizó Vindicator a los Héroes de Alquiler, que respiraron aliviados—. Podéis estarle agradecidos, por lo que me contó Tormenta de no haber sido por él esos guardias de la azotea habrían hecho una escabechina en vuestras filas desde la posición elevada.

—Créeme que lo sabemos —dijo Misty Knight con un tono algo desafiante.

—Bien, ahora que el bueno del Halcón ya se ha recuperado, vayamos a lo importante. ¿Cuándo podremos marcharnos? —preguntó Gata Negra con evidente interés.

—En cuanto resolvamos unas cuestiones que quedan pendientes —dijo Lobezno.

— ¿Cómo cuales? —esta vez la pregunta vino de Colleen Wing.

—Como por ejemplo si había alguien más con vosotros en el incidente de Smartech.

La inquisitiva duda de Logan dejó a los Héroes de Alquiler sin saber qué decir durante unos segundos. Fue Cage el que tomó la iniciativa.

—No —respondió escueto.

—Pues es curioso porque el gerente de Smartech nos acaba de enviar un vídeo en el que se ve claramente a Marta Plateada disparando contra los guardias de la compañía. Y lo mejor es que Gata Negra y Tigre Blanco salen luchando codo a codo con ella. Raro, ¿no? —dijo Logan cargado de sarcasmo.

Los rostros del grupo de héroes norteamericanos no podían ser más sombríos. La posibilidad de una pronta liberación se esfumaba en el aire por momentos, mas ninguno dijo nada.

—Y eso no es todo —añadió Vindicator—. Un almacén situado a una manzana de distancia de la sede de Smartech ha volado por los aires hace veinte minutos. Supongo que tampoco sabréis nada de eso.

Heather Hudson se dio cuenta de que la noticia había dejado realmente sorprendidos a los retenidos, pero siguieron negándose a hablar.

Las dos partes quedaron en un tenso silencio hasta que fueron interrumpidos por la brusca apertura de la puerta doble de entrada a la sala. Marta Plateada entraba como una tromba. Su aspecto estaba muy desmejorado, en su rostro se veían hematomas y cortes, además de llevar un brazo en cabestrillo. En el otro que le quedaba libre sostenía una carpeta con el sello oficial del gobierno de Symkaria sobreimpreso en ella.

— ¡No tienen autoridad para retener a estos hombres y mujeres! Están causando un grave incidente diplomático a nivel internacional —gritó la mundialmente famosa mercenaria.

— ¿De qué rayos estás hablando? —se enfrentó Logan a la mujer del pelo plateado.

—Los señores Cage y Rand, las señoras Wing, Hardy y Knight, aquí presentes, además de Don Héctor Ayala y el señor Sam Wilson, son agregados culturales de la embajada symkariana aquí en Quebec —agitó Marta Plateada la carpeta ante el rostro de Logan.

Luke Cage no pudo menos que sonreír al ver los redaños de la symkariana ante el gruñón enano de Logan.

— ¡Si estos son agregados culturales, yo soy una hermanita de la caridad! —exclamó Lobezno.

—Aquí están los documentos legales que prueban mis afirmaciones. Estos caballeros y estas damas poseen inmunidad diplomática, y no olviden que Symkaria es miembro de la Unión Europea. Aunque estoy más que segura de que no será necesario llegar a tan altas instancias y que podremos resolverlo de buena fe entre nosotros —respondió Marta Plateada sin amilanarse lo más mínimo.

—Las leyes están para cumplirlas, aunque no nos gusten —hizo Cage un doloroso recordatorio a palabras previas de Logan en su primer encuentro en Canadá.

Vindicator tomó la carpeta y, tras ojearlas unos instantes, confirmó a Logan que lo que decía la symkariana era cierto.

—Tiene razón, los documentos acreditan sus palabras. No podemos retenerlos más.

—Estáis jugando un juego peligroso. Tensar tanto la cuerda hace que un día se rompa —les advirtió Lobezno antes de abandonar la sala malhumorado.

Marta Plateada observó divertida la marcha del mutante canadiense.

—Solo necesitamos que nos devuelvan a los señores Wilson y Ayala y ya no les molestaremos más —reclamó Marta a Vindicator.

—El señor Wilson está herido, yo aconsejaría que se quedase bajo vigilancia médica hasta que esté repuesto del todo. Por supuesto, tiene nuestra promesa de que no le impediremos salir del país en cuanto pueda moverse por su propio pie. En cuanto al señor Ayala, Puño de Hierro puede informarle mejor. Él habló con el propio Héctor, creo que decidieron que era lo mejor para todos que se quedara bajo la tutela de Shaman —explicó Vindicator con toda la diplomacia que pudo.

Puño de Hierro asintió para confirmar la versión de la líder de los Alpha Flight. Para Marta Plateada fue suficiente.

—Bien, Héroes de Alquiler, recoged vuestras pertenencias porque volvemos a casa —dijo triunfante Marta Plateada.

—Amén, ya empezaba a cansarme de la comida local —apostilló Gata Negra.


Hangar en la terminal de vuelos privados. Aeropuerto de Montreal.

—No es que me que queje del rescate de la caballería, pero hay unas cuantas cosas que vas a tener que explicarnos —dijo Cage cuando se aproximaba a la escalerilla del avión privado de Marta Plateada.

—Todo se explicará muy pronto, señor Cage —respondió la mercenaria.

Terminaron de subir la escalerilla y entraron en el jet privado. Luke Cage era el primero y de repente se quedó inmóvil en medio del pasillo cuando fue a entrar en la cabina de los pasajeros.

—Vamos Luke, muévete —pidió Colleen Wing.

Luke salió de su estupefacción y se hizo a un lado. Entonces el resto también pudo ver al forzoso pasajero que les iba a acompañar en el vuelo. En un sillón que estaba de espaldas al sentido del vuelo se encontraba Calavera, atado de pies y manos, además de un ajustado arnés que le sujetaba el cuello y que se unía al resto de grilletes para mantenerlo completamente móvil.

— ¿Qué rayos hace Calavera aquí? —preguntó Misty Knight.

—Me lo encontré muy cerca de Smartech, que tal y como sospechábamos no era más que una tapadera de Hydra para ocultar el verdadero lugar en el que almacenaban armas para su posterior distribución por toda América —aclaró Marta Plateada.

— ¿Qué se supone que vamos a hacer con él? —era Puño de Hierro quien preguntaba.

—Obligarle a que nos diga dónde está la fábrica y el paradero de Cráneo Rojo —respondió Marta Plateada muy escueta.

— ¿Cómo piensas conseguirlo? ¿Torturándole? Porque no creo que vaya a ayudarnos desinteresadamente —le recriminó Misty Knight a la symkariana.

—Es una opción que he estado valorando —le respondió ella.

—Ese no es nuestro estilo —protestó Puño de Hierro.

— ¿Estilo? ¿Crees que vamos a ir a la ópera? Esto es una jodida guerra a escala planetaria, muchacho —se burló Marta Plateada.

Una risa gutural atrajo la atención de los presentes hacia la figura del imponente prisionero.

—Miraos, sois patéticos. Dando palos de ciego y corriendo de un lado a otro como pollos descabezados sin saber a dónde ir. No veis la imagen completa. Vais apagando pequeños fuegos aquí y allá mientras el verdadero incendio devora el mundo ante vuestras propias narices —dijo Calavera.

—Si eres tan listo, puede que quieras iluminarnos con tus conocimientos —le retó Luke Cage.

— ¿Qué hora es? —preguntó Calavera.

—No veo qué relación tiene eso con lo que estabas contando —dijo Colleen Wing.

— ¿Qué — hora — es? —preguntó de nuevo muy lentamente el asesino enmascarado.

—Las 17.32 hora local —dijo Marta Plateada con cara de pocos amigos.

—La fábrica de armas se encuentra en Wolfstadt, a unos cincuenta kilómetros de Hannover. Se dedica a la fabricación de automóviles, al menos en teoría, porque es realmente una pantalla para ocultar su verdadera función. Construir armas para Hydra —confesó de repente Calavera.

Ninguno de los otros se esperaba tal reacción del villano. Les había pillado por sorpresa.

— ¿Por qué nos lo cuentas así por las buenas? —Sable estaba muy intrigada al respecto.

—Ya no importa. Llevamos meses vendiendo armas para conseguir financiación. Vuestras continuas intromisiones nos han ocasionado pérdidas, pero no son más que calderilla. La operación ya está marcha y no podréis pararla —contestó Calavera desafiante.

— ¿Qué operación es esa? ¡Habla! —comenzó a perder la paciencia Marta Plateada.

La respuesta de Calavera volvió a descolocarla nuevamente. Comenzó a recitar una ristra de números, en apariencia sin ningún sentido.

— ¿¡Dónde está Cráneo Rojo!? —exigió saber Marta Plateada, agarrando a Calavera por la camisa y sacudiéndolo.

Puño de Hierro hizo el gesto de querer intervenir para detener la escena, pero Luke Cage le pidió con una mirada que esperase.

Calavera volvió a repetir la extraña secuencia de números.

La mercenaria descargó su puño en pleno rostro del sicario de Hydra. Calavera se rió con unas desquiciantes carcajadas y volvió a repetir el largo número. La symkariana volvió a alzar su brazo para golpear, pero fue detenida por una firme presa de Puño de Hierro.

—Te está provocando y tú estás cayendo en su juego —le recordó.

—Tienes razón, lo lamento. Es difícil deshacerse de los viejos hábitos. Volvamos a Nueva York, este loco ya no nos dirá nada más.

Gata Negra interrumpió la conversación.

—Hablando de viejos hábitos, creo que sé de qué puede tratarse esa clave que Calavera no para de repetir. Diría que es un número de cuenta bancaria, los primeros dígitos coinciden con el código internacional del Banco Suizo de Crédito.

Felicia Hardy tenía un pasado no muy luminoso en algunos tramos, durante parte de su vida había usado sus excepcionales habilidades como infiltradora para el crimen. Se había convertido en una de las mejores ladrones del mundo. Sabía de lo que hablaba aunque ya hubiera dejado atrás aquel oscuro mundo.

—Misty me gustaría que rastreases esa cuenta en el ordenador de la nave, intenta averiguar todo lo que se pueda —pidió Marta Plateada.

— ¿Es una orden o me lo pides como favor? —preguntó Misty quisquillosa.

—Es un favor que te pido. ¿Te vale así? —suspiro Marta resignada.

—Me vale, encantada de ayudar—dijo imitando un saludo militar.

Esperaron en silencio para que Misty pudiera concentrarse en la búsqueda de información. Durante varios minutos no levantó la vista de la pantalla del ordenador, manejando con soltura información en varias pantallas a la vez. Misty no era una de las líderes de Héroes de Alquiler por casualidad, su habilidad estratégica era igualada por muy pocos. Se complementaba a la perfección con Luke Cage, que era más un táctico. Se podría decir que Misty era la general y Luke el que comandaba a las tropas en la batalla.

—Felicia tenía razón, es una cuenta de banco. Su titular es Industrias Smartech. He revisado los movimientos bancarios y se han realizado múltiples ingresos millonarios en diversas cuentas, todas con un denominador común —Misty Knight hizo una pausa.

Puño de Hierro la conocía bien y sabía que había algo que la preocupaba.

— ¿Qué tienen esas cuentas que pueda relacionarlas? —preguntó Danny Rand.

—Todas pertenecen a eminentes ciudadanos de Symkaria. Las he comprobado. La lista es larga. Hay intelectuales, algunos artistas, periodistas, pero sobre todo militares y políticos —explicó Misty Knight sus conjeturas.

Marta Plateada había sido entrenada desde su más tierna infancia en la más férrea disciplina militar y estaba acostumbrada a esconder sus sentimientos, pero incluso a ella se le hacía difícil disimular su preocupación. Volvió a donde estaba atado Calavera, desenfundó un afilado y largo cuchillo de su bota que apoyó en la garganta del sicario de Cráneo Rojo.

—Vas a decirme qué es lo está tramando Cráneo Rojo en Symkaria o jamás volverás a decir nada porque te cortaré la garganta —amenazó Marta Plateada.

Calavera tragó saliva.

—Deberías poner la tele. Ya es la hora del noticiero —susurró provocativo el matón.

Marta Plateada presintió que aquello no era una bravuconada vacía. Se acercó al panel de mandos de la avanzada aeronave y uno de los monitores cobró vida. La imagen fue cambiando hasta que se detuvo en un canal de noticias internacionales. Marta Plateada se quedó congelada al leer el titular sobreimpreso en la imagen.

“El rey Stephan I de Symkaria muere asesinado”.

Subió el volumen para poder escuchar el relato del triste suceso.

“Aún se desconoce como ha sucedido exactamente, hay mucha confusión en el país y nos llegan noticias contradictorias. Pero esta cadena está en condición de confirmar que el monarca ha sido asesinado en el Palacio Real. El primer ministro del país ha declarado el estado de excepción en todo el territorio nacional con el apoyo del congreso. Ha pedido a los militares que mantengan el orden en las ciudades y al mismo tiempo ha solicitado la no intervención de la comunidad internacional, alegando de qué se trata de asuntos internos de Symkaria. Posteriormente aseguró que estas medidas son transitorias para evitar desórdenes públicos en la nación centroeuropea. El rey Stephan era un símbolo para Symkaria, un nexo de unión para todos sus ciudadanos. La muerte del monarca deja un panorama político lleno de incertidumbre al no dejar descendencia. El rey no gobernaba directamente pero era un gran contrapeso para el poder ejecutivo. Normalmente no se metía en asuntos políticos, pero nunca dejaba de dar su opinión sobre cualquier cosa sobre la que le preguntasen. Su palabra era una ley no escrita para muchos habitantes de esta pequeña nación.

El primer ministro insiste en llamar a la calma ante la población. Insiste en que ya se están produciendo las negociaciones para nombrar un gobierno de transición que pueda hacerse cargo de los cambios que están por llegar a Symkaria. Preguntado por cuáles serían dichos cambios el primer ministro se ha negado a realizar más declaraciones sobre el tema. Ha insistido en que hallarán al culpable del magnicidio y que se investigará hasta las últimas consecuencias. Afirma que la policía de Symkaria tiene ya un sospechoso, pero se ha negado en varias ocasiones a dar su identidad, alegando que no se ha podido determinar su participación en el atentado.

Perdón, siguen llegando nuevas noticias. El primer ministro acaba de confirmar en rueda de prensa la identidad del asesino, conectamos en directo”
.

La imagen en la pantalla cambia y aparece en hombre de mediana edad con un traje elegante ante un atril en el que puede verse el escudo heráldico de Symkaria, el rótulo le anuncia como Andreas Ioanescu, primer ministro. La transmisión llega desde el Palacio Real en Aniana, la capital del reino.

“Fuentes de la policía nacional acaban de confirmarnos la detención del presunto asesino del rey Stephan. Según las mismas fuentes responde al nombre de Armin Rolk, un teniente de la fuerza paramilitar Marta Plateada International...

Las investigaciones preliminares han determinado que el sospechoso, en connivencia con otros conspiradores afines al rey, planeaba instaurar un régimen monárquico absolutista y desplazar al Congreso. La conspiración se encontró con el rechazo frontal de nuestro difunto monarca, y estos decidieron poner a un nuevo rey en el trono más favorable a sus pretensiones. Seguimos investigando y todos los que hayan participado o asistido en este abominable acto de traición a los más sagrados valores de nuestra patria serán llevados a la justicia, y si son encontrados culpables pagarán por sus crímenes con todo el peso de la ley.

Las autoridades militares de nuestro país se han apresurado a reafirmar su apoyo al orden establecido, desvinculándose por completo de la intentona golpista. Al parecer solo la unidad del teniente Rolk se ha mostrado abiertamente favorable a esta abyecta maniobra para secuestrar la democracia a nuestro pueblo. Todos los miembros de Marta Plateada International han sido puestos en rebeldía y se ha decretado una orden de búsqueda y captura contra su comandante en jefe Silveria Sablinova, más conocida como Marta Plateada, por alta traición a Symkaria”
.

La mercenaria no quiso seguir escuchando más, ya tenía suficiente. Apagó la pantalla, desenfundó una pistola plateada de la cartuchera y apuntó con ella a la cabeza de Calavera.

— ¡Repugnante bastardo! ¿Qué es lo que habéis hecho? —le amenazó.

—Es el comienzo de un Nuevo Orden. Hasta ahora la diferencia entre vuestro país e Hydra era que los Estados Unidos podían realizar todo tipo de tropelías apoyándose en razones de estado y de seguridad nacional. Hydra en cambio es vista como una organización terrorista porque no hay ningún estado que la secunde. Decidimos que era hora de que las cosas cambiasen e Hydra tuviese su propia nación. Fue necesario comprar muchas voluntades, no ha sido barato, pero la venta de armas sufragó el esfuerzo con creces y vamos a recoger los frutos. ¿No es irónico que tu país se convierta en la cabeza de lanza de Hydra en un nuevo mundo?

Marta Plateada parecía a punto de explotar, cada músculo de su cuerpo estaba en tensión. Seguía manteniendo la pistola apuntada hacia Calavera.

—No lo hagas, te ayudaremos a arreglar este desastre. Pero no de esta manera —dijo Puño de Hierro.

Tardó en reaccionar, mas finalmente bajó el cañón de la pistola. Trataba de mantener la compostura aunque se le adivinaba abatida.

— ¿Cómo? Ya lo habéis oído, ahora soy una fugitiva de la justicia de Symkaria —se lamentó Marta Plateada.

—Algo se nos ocurrirá. No vamos a dejar que esos malnacidos de Hydra se salgan con la suya —le animó Luke Cage.

—Y esto solo empieza a animarse —apuntó Gata Negra con un extraño retintín.

Continuará…

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