Star Trek Defensor nº09

Título: Y con ella cabalgaba la muerte(II)
Autor: Guillermo Moreno
Portada: David Messina
Publicado en: Febrero 2017

¿Saldrá la Hermod bien parada de este combate? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar la capitana Kuriko para ponerle fin al mal que se ha desatado en Cestus III?
Durante la última invasión la Federación fue sorprendida con la guardia baja, desliz que ha costado muchas vidas y recurso. El alto mando consciente de las fallas en Seguridad y Defensa ha decidido tomar una actitud más proactiva en ese tema; para ello se ha creado el Proyecto: Defensor. Este consiste en una serie de naves y personal dedicados únicamente a garantizar la seguridad y estabilidad de la Federación y sus aliados. Y estas son las crónicas de aquello que han sacrificado todo en pos del sagrado deber
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:

Creado por Guillermo Moreno



Resumen de lo publicado:  Después del Juicio, la Capitana Kuriko Matsumoto se ha limitado a cumplir su deber, sin llamar la atención de sus superiores o buscar problemas. Pero cuando la Fortuna tiene planes para los atrevidos, ni que estos se escondan bajo las piedras pueden escapar a sus designios. Una misteriosa llamada de auxilio pondrá a la tripulación de la USS Hermod en un curso de colisión con el artífice de todos los males que aquejan a Cestus III. ¿Saldrá la Hermod bien parada de este combate? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar Kuriko para ponerle fin al mal que se ha desatado en Cestus III?


I

Se llevó la mano a la frente para contener la sangre. No era mucha, así que decidió limpiarse con la manga del uniforme. Se recogido el cabello con un solo movimiento, uno mecánico y fluido, el mismo que había aprendido en su infancia. Quitó el escombro de su asiento y rápidamente tocó su comunicador.

—Señor Castellani, Reporte.

—La condición es crítica, tenemos algunas fugas de plasma. Hemos contenido a mayoría. Y mi equipo ha redirigido la energía auxiliar, en unos minutos tendremos movilidad.

—No creo que contemos con esos minutos, Capitán— le atajó  el Comandante Thalas Ran. Kuriko suspiró con fuerza, cuando estaban en la sala situacional, nunca consideró que la situación se complicaría tanto.

—Señora— comenzó el Teniente Bolívar— la Barracuda y la Boxer se encuentran al límite, no podrán darnos cobertura por mucho tiempo. 

Matsumoto miró el monitor más cercano y se percató que alrededor había un montón de escombros. En pocos minutos se le ocurrió una idea sencilla. Inició los cálculos, y las posibles trayectorias, para acto seguido transmitir esa información a la Teniente Tamist a cargo de los sensores.

—Copiado, capitana— dijo la boliana con una sonrisa. Rápidamente se activo el rayo tractor de la Hermod, y en vez de atraer los fragmentos voladores los congregó en un punto y luego los dirigió hacia la nave enemiga.

— ¿Señor Mekor, está listo el programa Titiritero?

La voz del medio cardasiano llegó entrecortada a través de los comunicadores. —solo falta afinar unos detalles, denme cinco minutos. Luego iré al puente.

—Tiene dos— cortó la comunicación a tiempo, para agarrarse con fuerza a uno de los brazos del asiento, mientras el puente era sacudido por la arremetida de la nave enemiga.

—Capitana— resonó la voz de Castellani— Habemus energía.

—Bien Señores, es hora de hacer nuestra jugada. Señor Bolívar fuego a discreción. Teniente Tamist, cuando detecte la brecha aplique la táctica troyana. 

—Entendido— respondieron al unisonó los implicados.




II
Hace 72 horas, aproximadamente.
Kuriko se sentía incomoda, pues el equipo entero nunca había estado en la sala situacional. Era una sensación que iba desde el asco porque un espacio privado era vulnerado, a cierta alegría infantil por tener a la “pandilla” junta en un solo sitio. A una parte de ella  —una que la academia, el puesto como capitán y el deber, habían aplacado, pero no exterminado—, le habría encantado que todos estuviese allí concentrados tratando otros temas, relajándose, o simplemente estar por hecho de estar; pero la realidad era otra. Estaban en esa sala, planificando otra batalla.

—Con base en los datos presentado, infiero que esta batalla será más ardua que la anterior.

—En efecto, mi capitán. Además contamos con menos fuerzas.

En la primera batalla de Cestus III  contaron con la asistencia de los civiles y los piratas locales, pero aquel conflicto lo habían provocado ellos, y salieron bien parados gracias a la fortuna.  Esta vez Kuriko no pensaba involucrar a los civiles y piratas. Esta vez, el conflicto no era acto deliberado, sino producto de una contingencia.

—Lo que no entiendo— soltó el bajorano— es ¿Por qué tarda tanto en llegar, si no cubrimos nuestro rastro?

— El Doctor Sthi´rell cree que perdieron el rastro— respondió Kuriko.

—Eso quiere decir que los Klingons se defendieron.

—En efecto, señor Bolívar.

—Y lograron advertir al resto— especuló Thalas Rann.

—O simplemente está jugando con nosotros— Kuriko dio un sorbo al té, mientras sopesaba las posibilidades—. No tenemos los números a favor.

—No diría eso, la Norfolk, Binary son clase Nova, tienen un potencial de fuego decente, y está de más decir lo mismo sobre la Barracuda  y la Boxer.

—No pienso pedirle a esas naves que den el máximo. Esta situación será interpretada como un acto de desobediencia de mi parte. Esta vez el almirante Janeway no podrá salvarme.

—Lo dudo, Yo transmití la solicitud de asilo del Doctor Sthi´rell— le atajó Azala.

—Al averno con la administración, la burocracia y la cabezas coronadas de la Flota. Lo que importa aquí, es que la Hermod está a su máxima capacidad, los motores ronronean cual gatito, y tenemos potencial de fuego para hacer la guerra contra el Dominion de nuevo.

— ¡Giuseppe Castellani! ¿Cuándo te volviste un redomado mentiroso y exagerado? ¡Te desconozco!— el italiano comenzó a carcajearse a mandíbula batiente y por alguna razón los compañeros le siguieron.

Cuando la risa, al igual que la marea, bajó, y el ánimo del grupo mejoró las ideas comenzaron a fluir.

—Mi capitán, esta nave cuenta con 40 lanzaderas armadas, más diez lanzaderas convencionales— comenzó Mekor— si sacamos al personal no esencial, yo puedo crear un programa y los ajustes necesarios que nos permita usar esos 50 astronavíos como apoyo para el combate, sin sacrificar una vida. Y, en caso de que sea necesario podríamos sacrificarlos con ataques suicidas.

—Kamikazes vírgenes— les atajó Castellani— ¿Eso no es como un Cuba Libre con soda de cola ligera, y alcohol sintético?

—Más o menos— replicó el Cardassiano— pero también es llevar la guerra a otro nivel.

—No me convence mucho darle el control a una inteligencia artificial…
—Leonardo y yo podríamos controlar las naves desde nuestras consolas.

—Eso me gusta más… ponga manos a la obra.
III
Quien hubiese visto la batalla desde afuera, habría pensado, que la Hermod, lejos de ser un crucero pesado de la Flota Estelar, era un gigantesco panal de abejas que expulsaba a sus furiosas obreras. Especialmente cuando salieron las 50 lanzaderas armadas, moviéndose como un enjambre y separándose, para acto seguido atacar a la gigantesca astronave del arconte.
El escudo, como era de esperarse, soportó la arremetida. Pero, tal como habían predicho los cálculos de Mekor, el sistema de disparo fue incapaz de concentrarse en un solo blanco, y mucho menos cuando implementaron una trayectoria aleatoria.
Aquella acción, dio un respiro a la Boxer y la Barracuda, a quienes les urgían las reparaciones. Acto seguido la Hermod arremetió con una tanda de torpedos quantum, los que lograron abrir una brecha para que Tamist demostrara su talento con el transportador.
Con sorpresa la tripulación arconte y gorn de la nave de Zesstara´s, observaron como en algunos niveles se materializaron unos torpedos, que al cabo de unos segundos comenzaron a estallar. Kuriko se percató, casi de inmediato, del efecto que tuvo aquella táctica.

—Son nuestros. Señores, aplíquense a fondo.

Los hombres acataron las órdenes, y la capitana pudo observar como el enjambre volvía a la carga, mientras que su nave daba la vuelta para atacar con todo. La nave arconte inició una serie de maniobras evasivas, pero no pudo zafarse del acoso de las fuerzas combinadas.
Todo parecía ir a pedir de boca, hasta que…

—Capitán, necesito un respiro— soltó Castellani, por el comunicador—. El motor no puede seguir este ritmo, necesito unos minutos para estar en óptimas condiciones

—Hecho.

La Hermod se detuvo, no sin antes realizar un último ataque. Mientras, algunos de los combatientes en mal estado iniciaban el ataque suicida. Por su mente cruzó la idea de que toda ventaja estaba perdida…. Hasta que recordó su as bajo la manga.

—Protocolo de infección.
IV
Hace 72 horas aproximadamente
—Si los esquemas de la Roya Viper  estaban inspirados en esta nave, creo que podríamos hacer unos ataques precisos, que nos darían ventajas. Tengo entendido, que la tripulación de la Voyager en su viaje por el Sector Gamma

—Delta

—Delta, gracias Señor Mekor, los uso.

— ¿Y seria?

—Transportar torpedos programados.

—Como si fueran virus— soltó la Doctora, quien se sentía fuera de lugar.

—Yo pensaba más como el caballo de Troya, pero esa idea suena interesante—. Soltó Leonardo Bolívar— ¿Podríamos programar a algunos para que se replicaran en vez de estallar?

—No lo creo. Pero si podría modificar a uno para que replicara y transportar, en un rango corto, una cantidad de micro-explosivos.

—Seria como soltar una granada fragmentaria— intervino Thalas Rann.

—O una termita.

—No me gusta el ritmo que está tomando esta reunión— dijo Kuriko, entre perturbada y divertida— está sacando lo peor de ustedes tres. 

—La guerra siempre saca lo peor de los hombres— atajó Giuseppe… esta vez no sonrieron.
V
Y como fue predicho ocurrió… los kamikazes echaron abajo, por unos cuantos minutos, los escudos arcontes. Minutos  que Tamist usó para transportar sus torpedos termitas. Minutos que le costaron caro a Zesstara´s, cuando aquellas bombas se replicaron, llevándose por el medio a parte de su tripulación, además de consumir parte de los mamparos.

—Siente algo del dolor que causaste— dijo Kuriko. Al rato se percató que los niveles de energía volvían a la normalidad. A su orden la Hermod volvió a la carga.

Esta vez el enjambre era menor, pero las maniobras llevadas adelante por lo oficiales de la astronave estaban rindiendo fruto. Costaría mucho reponer esas lanzaderas, pero valdría la pena, especialmente si lograban dar cuenta del arconte.

—Nos saludan—comunicó Tamist

—En pantalla.

—Soy Zesstara´s, el hijo de S'Yahazah— soltó la figura desde la nave alienígena. Era, sin duda alguna, un gorn gigantescos, muy imponente, pero con cierta aura sobrenatural, capaz de embargar a Kuriko a pesar de estar comunicándose a través de un monitor— Encarnación Viviente y representante del panteón Gorn…

—Es un honor hablar con una divinidad— interrumpió socarrona Kuriko, y se alegro sobremanera al percatarse del impacto que eso tuvo en el “dios”— ya nos habíamos conocido, tuve el placer de hacer frente a su hijo.  

—Capitán, usted está en posesión de algo que me pertenece.

—No lo creo— replicó— y si se refiere a cierto doctor, este solicitó asilo. Como representante de la Federación Unida de Planetas, lo acepte. Como comprenderá, un Estado como el nuestro, guiado por tan nobles principios…

—Débiles premisas, que serán su perdición— rugió el Dios—. No tienes a donde huir.

—No tengo intención de…— y cayó en cuenta de que no hablaba con ella. Tocó su comunicador— ¿Azala, como su encuentra el Doctor?

—Aterrado

—Enciérralo en un campo de energía— se escucharon unos gritos, y la solicitud de la doctora, para que el Coronel Wallenstein no hiriese al gorn.

— ¡AZALA!

—Ha huido, el coronel lo persigue. 

—No tiene a donde huir— dijo la mujer mientras hacia un gesto a Tamist para que cortara la comunicación.

—Aun nos quedan las capsulas de escape— Comentó Thalas Rann

—Debemos destruir esa monstruosidad, antes de que  le ponga las manos encimas al doctor.
Leonardo se tronó el cuello y dedos — Déjemelo a mí. 
VI
Para cuando la Norfolk y Binary; Boxer y Barracuda hicieron acto de presencia los combatientes que restaban estaban realizando ataques suicidas contra la nave arconte. No hizo falta que se les indicase donde atacar, pues el escenario estaba claro. La arremetida de las cuatros naves fue precisa y veloz. Para Kuriko, la nave de Zesstara´s, parecía una bestia desangrándose, y recordó que los animales malheridos solían ser los más peligrosos.  Ella había jugado todas sus cartas, ¿Le quedaba alguna a Zesstara´s? la respuesta la dejo descolocada.
Salía plasma por todos lados, y algunas capsulas de escape eran disparadas. Pero a pesar de ello, la nave arconte no se rendía. Tomó un curso de acción diferente, comenzó a separarse. Todas aquellas naves parecían huevos, y en ese momento el huevo arconte eclosionaba. Debajo de todo el armazón dañado estaba surgiendo una nave que apenas tenía daños. Mientras que la Hermod esta parcheada, ya no contaba con recursos y el doctor había escapado.

—Estamos perdidos— soltó Mekor.

—No pierda la esperanza, Señor Mekor. Los profetas proveerán

—Discúlpeme, mi comandante si dudo de…

—Capitán, tengo en los sensores y a tiro a la capsula del doctor.
Si destruía la capsula, todo aquello acabaría. El trabajo del Doctor moría con él y existía la posibilidad de que el Arconte se fuera. Durante unos segundos la idea la tentó… sería el fin…. ¿Pero quién le daba el derecho?

—Fíjelo y transpórtelo.

—No puedo— respondió Mekor, quien se había avocado a cumplir la orden.

—Lo fijaron desde la nave enemiga— agregó la boliana.

—Señora, tengo un torpedo con el nombre del gorn.

—No se atreva, señor Bolívar— intervino el bajorano. Kuriko se preparaba para dar la orden, cuando la capsula estalló por los aires.

—SEÑOR BOLÍVAR

—No fui yo, capitán. La capsula saltó por los aires…

—Cuando inició el proceso de transporte.

—Nuestro amigo, se suicido— agregó la boliana.

—Los Profetas tengan piedad de su alma.

—Que así sea, porque no tendré piedad con Zesstara´s,
Acto seguido la Hermod y las otras cuatro astronaves federales se coordinaron. En poco tiempo, se movían con soltura alrededor de la subnave arconte. Aquella división, había reducido la capacidad de fuego de la nave enemiga, de forma considerable. Aun seguía siendo un hueso duro de roer, pero no un adversario imposible.

En pocos segundos, la nave arconte volvía a hacer agua… y las naves de apoyo se retiraban para repararse. Observaron con asombró como el navío alienígena se separaba de nuevo, pero esta vez o esperaron pacientemente. La Hermod, cargada con la furia de Matsumoto, pero no por ello menos extenuada, arremetió con toda su fuerza. La deducción del equipo de batalla había sido correcta, en ese momento era más vulnerable.
No tardó en saltar por los aires, esparciendo chispas de colores y volatilizando los gases dentro de ella. Ante los ojos de la tripulación se abrió un abanico de colores, pero también una descarga que no pudieron eludir.
La energía impacto de frente a la Hermod, que dañada se limito a observar como sus sistemas se apagaban y ella quedaba a la deriva… como un animal herido.
Sin duda la muerte no tardaría llegarle a la nave federal….

Continuara.


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